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Relato erótico

Era un sábado por la tarde y estaba sentada en el sofá aburrida, estaba sola en casa y de repente me puse a fantasear y me puse caliente como una perra. Pero esta vez quería relajarme y tomarme mi tiempo. Puse música relajante, luz tenue y me embadurne con mi aceite de masaje favorito. Empecé a tocarme los brazos, las piernas, el interior de los muslos, mis pechos, me acaricié el cuello… me puse súper caliente. Mi vagina estaba chorreando y tenía muchas ganas de penetrarme con lo que fuera, pero me hice de rogar un poco más. Seguí acariciándome cada vez con más fuerza, me di la vuelta para poder tocarme el culo y me empecé a tocar el ano, estaba muy cachonda y no pude aguantar más. Fui corriendo a la habitación y cogí el consolador que me había regalado mi novio. Empecé a penetrarme suavemente mientras me acariciaba el clítoris. Estaba a punto de correrme cuando de repente escuché la puerta. Era mi novio que llegaba de trabajar. Me lancé hacia él y se quedó sin palabras. Me cogió me volvió a lanzar a la cama, se desnudó en un abrir y cerrar de ojos. Me puso en cuatro patas y empezó a penetrarme con ganas… me pregunto si podía tocarme el ano y yo accedí. Me encanta que me toque a la vez, pero de repente sentí que me metía algo por el culo. Era un pequeño plug que teníamos en la mesita. Sabía lo que quería. Siguió tocando mi mojada vagina y empezó a comerme el clitoris. Estaba súper caliente… me sacó el plug y empezó a meter su polla por mi pequeño agujero del culo. Se corrió dentro justo cuando alcance el clímax. Acabamos los dos a la vez.

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