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putita la niñera 20 (fin)

Habían pasado dos días desde que volvimos de Bariloche, y la casa en Buenos Aires todavía olía a esa mezcla de café quemado y el perfume dulzón de Lucía. Clara y yo no habíamos hablado mucho de la videollamada en el hotel, pero algo había cambiado entre nosotros. Era como si ambos supiéramos que lo que pasó no era un juego pasajero, sino un incendio que no podíamos apagar. Y ahora, con Lucía sentada en el sillón del living, con una valija chiquita a su lado y una sonrisa que era la puerta de entrada al infierno en la tierra, supe que la cosa se iba a descontrolar.
“Me voy, viejitos,” dijo Lucía, cruzando las piernas con esa lentitud que hacía imposible no mirarla. Se habia puesto una pollera corta, de esas que se pegan a la piel, y una remera suelta de Los Ramones. “Conseguí un laburo en un bar en Palermo, y una amiga me ofreció un cuarto. Así que, bueno, se terminó mi tiempo de niñera.”
Clara, que estaba apoyada contra la mesa del comedor, dio un sorbo a su mate con lagrimas en los ojos y la miró fijo. “¿Y qué? ¿Pensás irte así nomás, sin despedirte de nosotros?” Su voz tenía ese filo que me ponía los pelos de punta, como si estuviera a punto de soltar algo que nos iba a arrastrar a los tres al abismo.
Lucía se rió, echando la cabeza para atrás, dejando que su pelo cayera en cascada sobre el respaldo del sillón. “¿Despedirme? ¿Qué querés, Clara? ¿Que les deje una carta de agradecimiento por lo bien que me trataron?” Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y su mirada se clavó en mí. “O querés algo más, Juan.”
Sentí un calor que me subió desde el estómago hasta la garganta. Mi pija ya estaba empezando a levantar, y Clara lo notó. Siempre lo notaba. Se acercó a mí, caminando despacio, con esa forma suya de moverse cuando se ponia putita, y se paró atras mio, apoyando las manos en mis hombros. “¿Qué decís, Juan? ¿Le damos una buena despedida que no se olvide nunca?” susurró, y su aliento en mi oreja me hizo cerrar los ojos por un segundo.
No tuve tiempo de responder. Lucía se levantó del sillón, se acercó hasta quedar a un metro de nosotros, y se sacó la remera de un solo movimiento, dejándola caer al piso. Sus tetas, perfectas, firmes, con los pezones suaves que tanto me gustaban, me dieron un golpe directo en la cabeza de la pija. “No me voy a ir sin llevarme algo rico de ustedes,” dijo, y su voz era un cuchillo que corta la carne, como si nos quisiera asesinar a sexo.
Clara no se quedó atrás. Se desprendió la camisa, dejándola abierta para que se viera el encaje negro del corpiño que se había puesto esa mañana. “Vení, pendejita puta,” dijo, y su tono no admitía discusión. Lucía obedeció, acercándose hasta quedar a centímetros de Clara. Por un segundo, pensé que se iban a besar, pero Clara la agarró del pelo, suave pero firme, y la hizo arrodillarse frente a mí.
“Mostrale a Juan cuánto lo vas a extrañar,” dijo Clara, mientras me desabrochaba el cinturón con una mano y metía la otra dentro de mi jean, rozándome la pija por encima del bóxer. Me temblaron las piernas. Lucía, desde abajo, me miró con esos ojos de trolita que me volvían loco, y sin decir nada, me bajó el jean y el bóxer de un tirón, dejando mi pija dura al aire.
“Qué gorda tenés la verga, viejo,” dijo Lucía, y antes de que pudiera procesarlo, me la chupó entera, hasta el fondo, con una calentura que me hizo gemir como idiota. Su lengua se movía rápido, recorriendo cada centímetro, mientras Clara me miraba la pija desde arriba, con una sonrisa de perversa que no habia visto nunca. “¿Te gusta cómo te la chupa la poronga esta pendeja, amor?” preguntó, y sin esperar respuesta, se sacó el corpiño y se apretó contra mí, metiéndome una teta en la boca.
Estaba en el cielo y en el infierno al mismo tiempo. La boca de Lucía me estaba volviendo loco, chupando como una verdadera puta, con una mezcla de suavidad y desesperación, mientras Clara me besaba el cuello y me decia cosas pornograficas que me hacían querer explotar. “Mirá cómo te la chupa, Juan, mirá cómo se la traga toda,” decía, y su mano bajó hasta acariciar el pelo de Lucía, guiándola para que fuera más profundo.
No sé en qué momento Clara se sacó la pollera, pero de repente estaba en ropa interior, empujando a Lucía suavemente para que se corriera. “Ahora me toca a mí,” dijo, y se arrodilló junto a Lucía. Las dos, juntas, frente a mi pija, era más de lo que podía soportar. Clara me lamió la cabeza, lenta, mientras Lucía me chupaba los huevos, y sus lenguas se rozaban de vez en cuando, haciendo que mi cabeza diera vueltas. “Hijas de puta,” murmuré, y las dos se rieron, como si estuvieran conspirando para destruirme. Clara agarro la cabeza de lucia y la hizo chuparme el culo. Senti su lengua suave dando giros en mi orto mientras clara no dejaba de pajearme y pasarme la lengua por la cabeza de a ratitos.
Clara se puso de pie, se sacó la tanga y se subió al sillón, abriendo las piernas. “Vení, pendeja, mostrame cuánto me querés,” dijo, y Lucía no dudó. Se acercó gateando, con el culo en el aire, y hundió la cara en la concha mojada de Clara. Los gemidos de mi mujer llenaron el living, y yo no podía dejar de mirar cómo Lucía le lamía la concha, con una hambre que me puso todavía más duro. El culo de lucia estaba abierto, en cuatro patas, y se veia como lo frunica cada vez que le metia la lengua en la concha a Clara.
“Juan, veni pajerito” dijo Clara entre gemidos, y me acerqué como hipnotizado. Me puse atrás de Lucía, le levanté mas la cola y me quede mirando todo. Su concha estaba empapada, brillando, y no pude resistirme. Me hundí en ella de una, hasta el fondo, y Lucía soltó un gemido ahogado contra la concha de Clara. Senti un sonido de violin cuando mi verga toda venosa entro por su concha lubricada. “Eso, viejo, cógetela fuerte que es una puta la pendeja,” dijo Clara, con los ojos entrecerrados y la voz temblando de placer.
La cogí con todo, agarrándole las caderas, dandole nalgadas, mientras ella seguía chupándole la concha a Clara. Le entraba con todo y Lucía gemiera más fuerte, y Clara se retorcía en el sillón, apretándose las tetas, pellizcansoe los pezones y mirándome con una cara de puta que no le conocía. “Dame más, Juan, rompéle el culo a esta pendeja,” dijo, y algo en su tono me descontroló. Saqué mi pija de la concha de Lucía, toda mojada, y se la metí en el culo que ya estaba lubricado por sus propios jugos, despacio al principio, hasta que ella misma empujó contra mí, pidiéndome más.
“Sí, viejo, así, rompéme todo el orto,” gimió Lucía, y Clara acabó mastrubandose en ese momento, con un grito que retumbó en la casa. Yo no podía más. Entre el culo apretado de Lucía y los gemidos de Clara, sentí que me iba a desmayar. “Llenale el orto, Juan, dejáselo todo adentro,” dijo Clara, y eso fue suficiente. Acabé como un enfermito, descargando todo en el culo de Lucía, mientras ella temblaba y se tocaba la concha con sus manos nerviosas, acabando al mismo tiempo, temblando y riendo de placer.
Nos quedamos los tres en silencio, disfrutando del climax, desparramados en el living como si hubiéramos corrido una maratón. Lucía se limpió con una sonrisa perezosa, se puso la tanga y se arregló la pollera como si nada. “Bueno, ahora sí me voy,” dijo, agarrando su valija. “Gracias por la despedida, viejitos. No los voy a olvidar.”
Clara, todavía desnuda en el sillón, se rió. “Andá, pendeja, pero no te pierdas. Esta casa siempre va a estar abierta para vos.”
Lucía se puso contenta, me tiró un beso y salió por la puerta. Cuando se cerró, Clara se acurrucó contra mí, con la piel todavía caliente. “¿Qué hacemos ahora, Juan?” preguntó, y su voz tenía un peso que no supe descifrar.
“No sé,” dije, con la cabeza todavía dando vueltas. “Vamos a tener que buscar otra niñera"

2 comentarios - putita la niñera 20 (fin)

nukissy4952
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yatepuse
Fue el mejor relato, los leí todos... Por más así 🙌