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Mi novia conoce a mis amigos

Dulce Lucía - capítulo 2

Lucía, de 25 años, una joven de piel blanca, cuerpo delgado, senos pequeños y un culo bien formado, estaba en casa, frente al espejo, ajustando su vestido negro sencillo. Reservada por naturaleza, su carácter tímido solía mantenerla en un segundo plano, sus pensamientos guardados tras una sonrisa suave y unos ojos castaños que escondían una chispa inquieta. Desde la experiencia intensa con Ricardo en el colectivo, algo había despertado en ella: una curiosidad ardiente, un deseo de explorar más allá. La noche anterior, acurrucada con Mateo, de 27 años, en el sofá, había hablado con él, su voz baja y temblorosa al confesar: —Amor, lo de Ricardo fue muy intenso… ¿Cómo te sentirías si algo así volviera a suceder? —Mateo, inseguro pero con una mezcla de sentimientos acarició su mejilla.
--No lo pensemos tanto. Vos sos solo mía y me gusta que sea así. Pero la verdad es que cuando lo recuerdo me excito bastante.- Entonces ella se durmió en su pecho tranquila

Ahora, ansiosa, el pulso acelerado, Lucía se preparaba se preparaba para conocer a los amigos de Mateo, Lucas y Daniel, una mezcla de nervios y emoción burbujeando en su interior, lista para dar un paso audaz. Mateo, con su remera roja y jeans, la tomó de la mano, sonriendo, y juntos salieron hacia el encuentro en el living de su casa, el aire cargado de promesas.


 Lucas, blanco, alto y de sonrisa confiada, escondía un pene de 20 cm, grueso y notable. Daniel, de barba espesa, más reservado, presumía un pene de 17 cm, aún más grueso. Las risas llenaban el aire, las cervezas frías pasaban de mano en mano, y las historias sobre viajes y viejos tiempos fluían con naturalidad. Lucía, con su piel blanca, cuerpo delgado, senos pequeños y culo bien formado, se inclinó hacia adelante, su estatura menuda pero atractiva resaltando bajo la luz.
—Chicos, ¿saben? Mateo y yo hemos estado explorando cosas nuevas, aventuras que nos han unido más —comenzó Lucía, su voz suave, eligiendo las palabras con cuidado—. En un viaje en colectivo, conocimos a un hombre, y, bueno, me dejé llevar...—
Lucas y Daniel se miraron, sorprendidos, sus expresiones tornándose serias.
—Lucía, eso suena intenso —dijo Lucas, inclinándose hacia adelante, preocupado—. ¿Estás seguro de que esto no afecta a Mateo? Es un gran amigo.
Daniel asintió, tímidamente. —Sí, nos importa él. Queremos que ambos estén bien.
Lucía tomó la mano de Mateo, sus ojos brillando de amor. —Lo amo con locura, chicos. Nuestro amor es más fuerte que todo, no hay fronteras para nosotros —dijo, besándolo suavemente. Mateo sonrió, su pecho hinchándose de orgullo. —Ella es todo para mí, estamos bien —afirmó, su voz firme.
Lucas, relajándose, sonrió. —Bueno, si es algo que fortalece su relación, Lucía, tal vez podría contribuir, si ambos están de acuerdo. Me gustaría ayudar a que sigan conectados.
Daniel, sonrojado, murmuró: —Yo también, si les parece bien. No quiero incomodar, pero si esto suma a su felicidad, estoy aquí —dijo, su tono tímido pero sincero.
Lucía rió, un sonido ligero y agradecido, mirando a Mateo. —Son adorables, amor. ¿Qué dices? —preguntó, y Mateo, excitado y confiado, asintió.


La atmósfera se cargó de deseo. Lucía se desnudó, su cuerpo blanco y delgado brillando, sus senos pequeños firmes, su culo bien formado tentador. Lucas y Daniel se quitaron la ropa, sus penes erectos imponentes. Lucía se arrodilló, sonriendo, y comenzó con Lucas, lamiendo su pene de 20 cm, grueso y caliente, sus labios explorando cada centímetro. —Mmm, tan grande —murmuró, chupando con deleite, sus manos acariciándolo. Luego se giró a Daniel, tomando su pene de 17 cm, aún más grueso, en su boca, gimiendo mientras lo saboreaba, su lengua danzando sobre la punta.
—Son increíbles —dijo, mirando a Mateo, que observaba, fascinado. Lucas se inclinó, besando su cuello, y la guió al sofá.
El pene de Lucas entró. Su pene deslizándose con ritmo, profundo y constante, mientras Lucía jadeaba, sus manos aferrándose a sus hombros. —Sí, Lucas, así —susurró, temblando de placer. Daniel se acercó, y Lucía lo tomó de nuevo en su boca, chupando con pasión, alternando entre los dos, su cuerpo vibrando. Luego, Daniel la penetró, su grosor estirándola, y ella gimió, moviendo las caderas, perdida en la sensación.
Lucas, sonriendo, la miró. —Lucía, ¿te gustaría probar algo más? ¿Sexo anal? —preguntó, su voz suave, respetuosa.
Ella dudó, mordiéndose el labio, el deseo luchando con la incertidumbre. Antes de responder, Daniel, gentilmente, guió su pene grueso a su boca, y ella lo chupó, gimiendo. Mateo, protector, intervino. —No, su culo es virgen. Quiero ser el primero —dijo, su voz firme pero temblorosa.
Lucas rió, amigable. —Entiendo, amigo. Serás el primero, pero déjame abrir el camino, ¿sí? —Escupió el culo de Lucía, lubricándolo, y deslizó su pene de 20 cm con suavidad, entrando poco a poco. Luego, con una embestida poderosa, la penetró, y Lucía tembló, un orgasmo intenso sacudiéndola, sus gemidos ahogados por el pene de Daniel en su boca, su cuerpo delgado convulsionando de placer.
Mateo ya estaba sentado con el pene afuera, tocándose y goteando preseminal.
Calmada, Lucía los miró, ansiosa. Lucas y Daniel bombearon, sincronizados. Luego de unos minutos, Lucas gruñó, llenando su culo con chorros calientes de semen, mientras Daniel, con un gemido grave, inundó su boca con una espesa leche. Lucía tragó con avidez, saboreando cada gota, su cuerpo temblando. Se giró a Mateo, jadeando, emocionada. — Me gustan mucho tus amigos, jaja.—
 Se inclinó, dando un beso apasionado al pene de Lucas, luego al de Daniel, agradecida.
Mateo, excitado, preguntó: —¿Puedo, Lucía? ¿Me tocas?
Lucía, agotada, rió con ternura. —Estoy cansada, amor. Terminamos después de comer, ¿sí? —dijo, besándolo con cariño en la boca. Mateo pudo sentir el olor a semen desprendiéndose del rostro de Lucía.
—Te amo— le sonrió con picardía.

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