No podía dormir. Daban las dos de la mañana y seguía ahí, acostada, con la mente totalmente ida. Tenía el celular entre las manos y el corazón un poco acelerado. No por nervios, sino por otra cosa… por las ganas. Abrí la galería, subí el brillo apenas un poco y me metí en la carpeta oculta. Las fotos de esa noche con Lucas seguían ahí, todas: las que me sacó en 4, las de cuando me abría toda, las de mi cara desfigurada de placer, los videítos donde se me escucha gemir, pedirle más, decirle cosas que no me atrevería ni a repetir con nadie más. Me puse caliente al instante.
Deslicé una, otra, y otra. Me vi desde atrás, con el vestido levantado, con él tomándome como si fuera solo suya. Y lo peor... es que me encantaba cómo me veía. Me mordí el labio, apagué la luz del cuarto y me dejé caer despacito entre las sábanas, con el celular apoyado al lado. Volví a mirar un video donde él me la metía sin parar, agarrándome fuerte de la cintura, diciéndome cosas sucias. Me bajé el short que tenía puesto. Estaba empapada. Apenas me toqué, gemí bajito. No podía más. Me imaginaba ahí otra vez, en la cama, con su voz al oído, con su cuerpo sobre el mío.
Me acaricié lento, con una mano entre las piernas y la otra apretando mi pecho. Cada vez que veía una toma donde él me abría más o me enfocaba desde atrás, sentía como si me estuviera poseyendo otra vez. Cerré los ojos. Lo escuchaba. “Sos mi putita”, “mirá cómo te gusta”, “así bien abierta”. Yo también decía cosas. Y eso me excitaba aún más. Empecé a tocarme con más fuerza, cada vez más cerca. Sentía que iba a acabar… y no quería hacerlo sola. No del todo.
Me levanté, tomé el celular, lo apoyé en el estante, encendí la cámara frontal. Me grabé. Así, tocándome, mojada, gemiendo. Le hablé a la cámara como si lo tuviera ahí. “Mirá lo que me hacés”, “mirá cómo me dejaste después de esa noche”, “me encanta que me abras así”. Me grabé tocándome, acabando, diciendo su nombre. Lo guardé. Y después de dudar unos segundos… se lo mandé.
No pasó ni un minuto que Lucas me respondió:
—“Dios Andrea… estás hecha para esto. Estás hecha para mí.”
—“Te gustó?” le puse.
—“Me reventaste la cabeza. Quiero verte YA.”
—“Yo también. Quiero que me lo hagas de nuevo… pero distinto.”
Se quedó en visto unos segundos.
—“Distinto cómo?”
—“Lo que me preguntaste el otro día…”
—“¿Lo de hacerte la colita?”
—“Sí. Quiero que me la hagas. Así como te gusta. Como me dijiste.”
Del otro lado, solo silencio. Hasta que me llegó:
—“Vos me estás volviendo loco. Voy a hacerte todo lo que merecés.”
Apagué la pantalla, todavía con el cuerpo temblando. No podía creer lo que acababa de decirle. Pero sí lo sentía. Sí lo quería. Miré la última foto que me había sacado: en 4, toda abierta, con la cara vuelta para atrás. Y pensé: me encanta cómo me veo cuando soy así. Me encanta lo que me hace sentir. Me encanta ser suya, aunque no debería.
Y cerré los ojos con una sonrisa. Porque sabía que lo que se venía… iba a ser incluso mejor.
Deslicé una, otra, y otra. Me vi desde atrás, con el vestido levantado, con él tomándome como si fuera solo suya. Y lo peor... es que me encantaba cómo me veía. Me mordí el labio, apagué la luz del cuarto y me dejé caer despacito entre las sábanas, con el celular apoyado al lado. Volví a mirar un video donde él me la metía sin parar, agarrándome fuerte de la cintura, diciéndome cosas sucias. Me bajé el short que tenía puesto. Estaba empapada. Apenas me toqué, gemí bajito. No podía más. Me imaginaba ahí otra vez, en la cama, con su voz al oído, con su cuerpo sobre el mío.
Me acaricié lento, con una mano entre las piernas y la otra apretando mi pecho. Cada vez que veía una toma donde él me abría más o me enfocaba desde atrás, sentía como si me estuviera poseyendo otra vez. Cerré los ojos. Lo escuchaba. “Sos mi putita”, “mirá cómo te gusta”, “así bien abierta”. Yo también decía cosas. Y eso me excitaba aún más. Empecé a tocarme con más fuerza, cada vez más cerca. Sentía que iba a acabar… y no quería hacerlo sola. No del todo.
Me levanté, tomé el celular, lo apoyé en el estante, encendí la cámara frontal. Me grabé. Así, tocándome, mojada, gemiendo. Le hablé a la cámara como si lo tuviera ahí. “Mirá lo que me hacés”, “mirá cómo me dejaste después de esa noche”, “me encanta que me abras así”. Me grabé tocándome, acabando, diciendo su nombre. Lo guardé. Y después de dudar unos segundos… se lo mandé.
No pasó ni un minuto que Lucas me respondió:
—“Dios Andrea… estás hecha para esto. Estás hecha para mí.”
—“Te gustó?” le puse.
—“Me reventaste la cabeza. Quiero verte YA.”
—“Yo también. Quiero que me lo hagas de nuevo… pero distinto.”
Se quedó en visto unos segundos.
—“Distinto cómo?”
—“Lo que me preguntaste el otro día…”
—“¿Lo de hacerte la colita?”
—“Sí. Quiero que me la hagas. Así como te gusta. Como me dijiste.”
Del otro lado, solo silencio. Hasta que me llegó:
—“Vos me estás volviendo loco. Voy a hacerte todo lo que merecés.”
Apagué la pantalla, todavía con el cuerpo temblando. No podía creer lo que acababa de decirle. Pero sí lo sentía. Sí lo quería. Miré la última foto que me había sacado: en 4, toda abierta, con la cara vuelta para atrás. Y pensé: me encanta cómo me veo cuando soy así. Me encanta lo que me hace sentir. Me encanta ser suya, aunque no debería.
Y cerré los ojos con una sonrisa. Porque sabía que lo que se venía… iba a ser incluso mejor.

1 comentarios - Parte 10: toda para él?