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Mi esposa Cinthya y mi viejo jefe (9)

Mi esposa Cinthya y mi viejo jefe (9)

-Santa mierda, ¡Cinthya! -dijo don Mario, con la voz gruesa, los ojos entrecerrados.
-¡Qué rica estas mamacitas! -gruñó don Ernesto, más cerca de ella- eres una diosa.
Cinthya bajó levemente la mirada, nerviosa. Se mordió el labio inferior mientras jugaba con sus dedos. Le costaba sostenerle la mirada, como si no terminara de creer lo que había provocado. Pero no dijo nada, ni retrocedió. Solo se sonrojó mientras miraba a un lado, eso pareció encender más a los viejos.
-¿Qué pasa Cinthya? -dijo don Ernesto, mientras esbozaba una sonrisa lasciva.
-Emm jeje bueno es que es la primera vez que uso algo así.
-Jaja, pero mírate nada más, si estás hecha para esto, el culazo que te cargas con esa tanguita jeje. – le dijo don Ernesto mientras la observaba.
Ella se río bajito, casi escondiendo la sonrisa. Se cubrió sus tersas nalgas con las manos, como queriendo protegerse, pero al hacerlo empujó sus tetas hacia adelante haciendo que se levantarán aún más. Fue un reflejo inconsciente, quizás, pero bastó para que los ojos de ambos hombres brillarán ante cuentos delanteros a su disposición. La figura de Cinthya frente a esos dos desgraciados hacía preguntarme cómo era posible tal situación, una belleza frente a dos ogros vulgares que la observaban con devoción.
-Vamos, damita -dijo don Mario, sentándose en el borde del sofá. – Acércate jeje.
-¿Nos vas a hacer sufrir mirándote nomás? Anda, siéntate aquí con nosotros jeje
Ella dio un paso lento, caminó hasta quedar frente a ellos, se detuvo con una sonrisa. Sus ojos brillaban entre el miedo y la emoción. El vestido que había usado antes ya no existía y solo quedaba esta versión de mi esposa, expuesta, delicada, sensual. Don Ernesto viendo la duda que mi esposa tenía, se levantó y claramente tenía una erección considerable formada dentro de sus pantalones, era imposible que Cinthya no se diera cuenta de eso.
Al viejo no le importo y con una sonrisa burlona se puso detrás de ella quien no se movió, don Ernesto se recreó con las portentosas nalgas de mi esposa quien permanecía de pie, hasta que el viejo la tomo de la cintura y se apegó a ella. Apenas sintio la apuntalada que le dio don Ernesto, Cinthya dio un leve brinquito acompañada de una leve risa nerviosa.
-¡Si! Don Ernesto, no seas vivo jaja.
-Pos lo siento culona jajaja no quería lastimarte jeje solo que tu cuerpito nos provoca. – dijo el viejo mientras pasaba sus manos por el vientre plano de mi esposa.
-Ernesto deja que la damita nos regale una vueltecita ¿no? Jajá- mencionó don Mario
Don Ernesto no demoró ni un segundo y se apartó de Cinthya dejándola libre para que cumpliera el pedido de don Mario.
-Emm jeje bueno como usted ordene don Mario jeje- Cynthia terminó de decir eso y lentamente giró su cuerpo frente a ellos, mostrando cada curva de su delicioso cuerpo, enfundada en esa maravillosa lencería, sus nalgas apenas cubiertas por ese diminuto hilo hacía que los viejos no podían respirar.
-Pero acércate un poco más Cinthya, no temas jeje- mencionó don Mario
-Claro que no jaja- Cinthya se acercó animada hasta quedar al alcance de los viejos.
-Otra vueltita culona jeje- don Ernesto ordenó y con una sonrisa Cinthya de forma automática lo hizo. Lentamente volvió a girar sobre su sitio mostrando su anatomía a detalle. En ese instante Cinthya estaba de espaldas a los viejos y don Mario con audacia le dio un azote al culo de mi esposa, de inmediato Cinthya se quejó..
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-¡Si! Quien estaba sonriendo, terminó de girar, mientras se sobaba el lugar donde le dio el azote.
Ambos viejos se carcajeaban por la “travesura”, mientras observaban a mi esposa quejarse sin tanta convicción.
-Todavía se ríen jeje, quien fue- Cinthya trataba de sonar molesta pero su sonrisa la delataba.
-Acá, fue mi compadre Ernesto- mintió el viejo Mario. Para Cinthya eso fue suficiente y como una adolescente se lanzó hacia don Ernesto con la intención de reclamarle según ella.
-Eso me dolió don Ernesto jeje -dijo eso mientras se subía al sofá y se abalanzaba sobre él.
-Es que te cargas unas nalgotas jeje- decía el viejo mientras era “atacado por Cinthya”, y aprovechando la posición en la que se encontraban esta vez sí le dio azote, a lo cual Cinthya no lo tomo a mal y siguió con su arremetida, entre el forcejeo mi esposa no podía apartar la vista del bulto de don Ernesto y empezó a rozarlo “sin darse cuenta”, varias veces lo hizo y hasta en algunas ocasiones lo presionado con complacencia de mi jefe, quien no desaprovechó ningún segundo en apretar las nalgas y las tetas de mi mujer con la excusa de hacerle “cosquillas” para liberarse.
A todo Cinthya ya estaba adentrada al juego morboso y mientras jugaba con don Ernesto, el viejo Mario se acercó y le acarició el muslo suavemente, subiendo por el borde de la liga.
Cinthya se dio cuenta de eso, pero con total descargo le escuchó a don Mario aprobando sus caricias, y don Ernesto seguía con el ablandamiento de mi esposa quien ya respiraba agitadamente sobre él. En un momento don Ernesto se quitó las manos.
-¿Puedo? Le preguntó don Ernesto, acercándose a su rostro al de ella.
Cinthya lo vio y sus ojos se cruzaron.
-Por supuesto jeje- dijo Cinthya
Y entonces don Ernesto la besó por segunda vez durante la noche. No fue un beso largo, ni desesperado. lento Fue, suave y húmedo, pero con la carga de un deseo contenido. Como si sellaran algo que ambos sabían que no iba a detenerse ahí. Ella suspiro mientras cerraba los ojos, no lo detuvo. Y yo seguía viéndolo todo; con el corazón roto y las manos apretadas. Ese beso entre ambos bastó para cambiarlo todo. Cinthya abrió los ojos con lentitud cuando don Ernesto se separó de ella.
-Anda Mario vamos a quitarle esto a la culona jaja – dijo don Ernesto señalando el liguero que estaba en la cintura de Cinthya. Don Mario sin perder tiempo comenzó a querer quitarle el liguero a Cinthya, pero lo que ambos viejos no esperaban es que mi esposa por voluntad propia ayudara a quitarse aquella prenda, esto no hacía más que demostrar que ella estaba dando su consentimiento para todo lo que podía venir. Don Ernesto volvió a besarla mientras ella terminaba de quitarse el liguero y lo lanzaba lejos.
-Te gusta, ¿verdad culona? -le dijo don Ernesto, mientras su mano recorría con calma el cuerpo de Cinthya.
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-Mírate damita al principio tan calladita, tan recatada jeje -añadió Mario que ya buscaba quitarle el sujetador.
-¡Yaa! No digan esto es su culpa
-Jajaja no nos culpes culona, ​​esto es lo que tú quieres ejeje- le respondía mi jefe
Ella estaba entregada al momento y el viejo don Mario al fin pudo liberar las tetas de mi esposa, las cuales se mostraron desafiantes frente a don Ernesto quien hábil y vorazmente comenzó a devorarlos. Para Cynthia fue totalmente liberada y demostrando su calentura animó a que don Ernesto siga.
-¡Ah!. ¡¡Sii!!- gemía mi esposa al tener a don ernesto comiéndole las tetas
-¡Que ricoo! ¡Don Ernesto ahm!
-¿Te gusta que te coma las tetas culona?
-¡Sii me encantaaa ahhh!
A todo esto, don Mario era el espectador en primera fila y yo estaba escondido mientras mi teléfono grababa la evidencia de mi infiel mujer. Mientras mi esposa y mi jefe estaban enganchados en su momento don Mario se puso de pie y con astucia y complacencia de Cinthya comenzó a acariciar sus redondas nalgas, de arriba hacia abajo, cada vez más atrevido el viejo empezó a darle besos a la espalda de Cinthya bajando peligrosamente hasta llegar a sus nalgas que recibieron los sucios morreos, don Mario disfrutaba de la parte más deseada de mi esposa.
-¡Don Mariooo que hace jeje! -dijo mi esposa volteando a verlo.
-Solo te doy un trato especial damita jeje- decía don Mario mientras le daba una leve mordida a las nalgas de Cinthya.
-Jajajajaja con cuidado sii
Los dos viejos rieron de forma vulgar por la respuesta de Cinthya. Los tres seguían en su mundo disfrutando el momento don Ernesto saboreando las tetas de Cinthya y don Mario recorriendo sus carnosas nalgas a placer, y claro mi esposa entre ellos disfrutando las caricias a su cuerpazo.
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-Te ves tan rica mamacita -dijo don Ernesto. Igual cuando estábamos en el agua ¿recuerdas? Jeje.
-Umh don Ernesto, eso solo era un juego ahh- respondió ella con malicia cada vez más evidente como si esos dos viejos con sus halagos sucios y manos ansiosas, hubieran despertado algo que yo no supe encender. Y lo peor de todo era que mi esposa no se veía confundida, estaba entregada al momento. Mario deslizó los dedos dentro de la tanga de Cinthya quien se sorprendió.
-¡Vamos, despacio don Marioo!- susurro mi esposa.
Los dos viejos se inclinaron al mismo tiempo, besando su cuello y sus hombros, la rodeaban. La adoraban y ella dejaba hacer todo mientras mantenía los labios entreabiertos. Y en medio de todo eso mi teléfono seguía grabando todo lo que estaba aconteciendo. Presenciando el momento exacto en que mi esposa dejaba atrás cualquier duda y se entregaba por completo.
Estaban rodeándola, besándola, tocándola con una lentitud casi ceremoniosa. Cinthya no se resistía y no ocultaba nada. Su cuerpo respondía con naturalidad, su piel vibraba ante cada caricia, y su respiración hablaba por ella, más que cualquier palabra. Yo observaba desde mi escondite, sin atreverme a respirar demasiado fuerte. Entonces, la vi moverse.
Fue sutil al principio. Su mano bajó lentamente por el pecho de don Ernesto. Sus dedos se deslizaron con delicadeza sobre los botones de su camisa abierta. Lo miré a los ojos. Ya no con timidez ahora había algo más profundo, más decidida. Y, por primera vez, fue ella quien se inclinó hacia él.
-Yoo quierooo… -susurró, apenas audible- Quiero hacerloo… Mientras tomaba la verga de don Ernesto sobre su pantalón, con deseo.
Se arrodilló frente a él con movimientos suaves, sin dejar de mirarlo, sus manos se apoyaron en las gruesas piernas de don Ernesto, y sus labios se acercaron lentamente a su entrepierna. Yo contenía el aliento, no podía creer que mi esposa tomara la iniciativa para aquello.
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Pero justo cuando estaba por llegar, don Ernesto posó una mano firme sobre su hombro desnudo y la detuvo.
-Jajaja ¿Qué quieres hacer mamacita? – dijo don Ernesto, esperando su respuesta, retándola.
-Emm quiero… Quiero tenerlo en mi boca – dijo mientras claramente se sonrojaba.
-¿Qué quieres tener en tu boca Cinthya? -seguía el viejo preguntando mientras la tomaba de su bello rostro.
Ella no respondió, quería decir algo, pero poco audible para mí por lo alejado que estaba.
-¡Dilo culona! – gritó el viejo
-Quiero… ¡quiero mamar su verga! – dijo Cinthya mientras lo veía los ojos, y era manoseada por don Mario. Seguidamente sin esperar una respuesta comenzó a desabrochar la bragueta de don Ernesto. Era la primera vez que Cinthya llevaría un miembro a su boca y lo más jodido de todo era que no era el mío, si no el de ese viejo. Pero intempestivamente el mismo viejo la detuvo.
-No, culona -dijo con voz ronca pero segura. No a mí... primero a mi compadre.
Ella se quedó quieta mientras lo veía confundida.
-¿A…don Mario?
Ernesto río, despacio, como quien disfruta cada segundo del control.
-Claro… primero debes atenderlo a él, se lo ha ganado ¿no crees? He estado esperando esto desde la primera vez que te vio.
-Amm pero yo quería que usted sea el prim…
-¡Ya te dije que el primero culona! -La autoridad que tenía sobre ella era total.
Ya no dijo nada más, Cinthya parpadeó, como procesando lo que acababa de oír. Miró a don Mario, que ya la observaba con esa expresión cargada de deseo, con la bragueta medio abierta y los ojos clavados en ella como un lobo que por fin tenía frente a sí a su presa. Cinthya se mordió el labio, sus mejillas volvieron a enrojecer, como si una nueva oleada de pudor la atravesara. Pero no se levantó. No se cubrió ni retrocedió. Giró lentamente sobre sus rodillas, quedando frente a él. Sus ojoson los suyos por un instante, como si necesitara confirmar que aquello estaba bien… o que al menos tenía permiso de sí misma para hacerlo.
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-Está bien… susurró mi esposa aceptando la orden. Yo apenas podía respirar. Sentía cómo la sangre me latía en los oídos. ¿En qué momento ella se convirtió en esto? ¿En qué momento dejó de mirar atrás? ¿En qué momento dejó de ser mi esposa dulce y delicada? Vi cómo sus manos se acercaban a don Mario. Y aunque lo hacía con delicadeza, su cuerpo no temblaba se inclinaba hacia él, cerrando los ojos un instante y comenzó. Mi jefe la observaba con una sonrisa torcida, como si cada segundo fuese parte de un plan mayor. Como si ese acto de cederla a su amigo primero fuera parte de su dominio absoluto sobre ella.
La vi acomodarse entre las piernas de don Mario con una mezcla de nerviosismo y obediencia. Con algo de torpeza Cinthya saco el miembro de don Mario, era la primera que metería a su boca, no era la más estética, algo morada y de cabeza ancha digna de la edad, al tenerla entre sus manos dudo un segundo, pero de inmediato y ante la mirada de los viejos empezó a pasarle la lengua como si de una paleta se tratase, eso fue al inicio hasta que las palabras de don Mario la animaron a más.
-Que rico lo haces damita, pero, mételo en tu boquita ah.
Cinthya obediente trago la verga de don Mario lentamente, como si fuera talentosa o una prodigio empezó a mamar la verga del viejo hábilmente, la torpeza inicial había desaparecido. Tenía los ojos cerrados, pero por acto de placer los abrió. Su mirada subía de vez en cuando hacia él, como buscando una reacción, una aprobación. Don Mario soltó un suspiro áspero, cargado de deseo.
Mi esposa Cinthya y mi viejo jefe (9)

-Eso es, mamacita… así… muy bien…
Apenas escuchó el jadeo de Don Mario, algo dentro de ella pareció desbloquearse. Su ritmo se volvió más fluido, más seguro.
Y yo no podía moverme, mi esposa… la mujer que solía temblar solo con besarme el cuello, ahora estaba de rodillas frente a ese viejo, entregando algo que, hasta entonces, me había negado a pedírselo. Y lo hacía con una entrega que no conocía. Como si lo hubiera deseado como si lo hubiera soñado. Don Mario jadeaba su mano se enredó en el cabello de ella, sin apretar, solo acompañando el movimiento. La guiaba, la elogiaba y le murmuraba frases que yo apenas lograba entender, pero que no necesitaba traducir. Cinthya no se detenía, su respiración era agitada, su espalda arqueada con naturalidad.
Cada gesto suyo parecía una mezcla de concentración y placer… como si dar ese acto fuera parte del deseo que la quemaba por dentro. Y al costado, don Ernesto observaba apoyado en el respaldo del sofá, con una sonrisa satisfecha. Su mirada no era la de un espectador casual, era la de un hombre que se sabía dueño del guion. Sabía que ella estaba ahí, en ese punto, porque él lo había decidido así.
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-¿Ves lo que provoca, culoncita? Jeje -le dijo entre dientes, sin apartar la vista. Abre los ojos culona mírame mientras se la chupas a mi compadre, como toda una puta jajaja.
Cinthya levantó la vista, justo como él lo pedía. Sus labios seguían succionando la verga de don Mario, pero su mirada ahora estaba clavada en don Ernesto. Ya no era transmisión lo que transmitía. Era algo distinto y nuevo, sus gemidos ahogados con la verga de don Mario excitaban más a mi viejo jefe. ¡Glop glop! Se escuchaba en el lugar. El viejo Mario soltó un gruñido ahogado y se reclinó hacia atrás, sin dejar de acariciarle el cabello, temblando apenas. Y Cinthya, como si lo sintiera, bajó el ritmo. Lo controlaba, lo manejaba, ya no era una aprendiz y tampoco dudaba.
-Esoo jaja que pasa Mario, ¿tan bien lo hace la culona? – mientras se reía como desgraciado. Don Ernesto se levantó despacio. Dio un paso hacia ellos, don Mario abrió los ojos y se río, jadeando.
-Ya es tu turno, compadre… -dijo, sacando su vieja verga de la boquita de mi esposa, ella dejó caer un hilillo de saliva por la comisura de sus labios, producto de la verga que estaba mamando hasta ese momento.
Cinthya respiraba agitada tratando de recuperar el aliento, se limpió los labios con disimulo y alzó la vista hacia don Ernesto.
-¿Ahora si? Mm -preguntó ella, con voz baja y sonriendo.
Él la miró, se agachó. Le tomó el rostro con ambas manos, con una ternura que no esperaba ver.
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-Ahora sí, culona -fue su respuesta.
Cinthya se giró lentamente, con el rostro aún sonrojado y los labios húmedos, sus ojos buscaron los de don Ernesto con una mezcla de ansiedad y entrega, él ya la estaba esperando, de pie frente a ella, con esa mirada suya cargada de dominio y deseo que tanto odiaba yo, pero que, en ese instante parecía tener un extraño poder sobre ella, Cinthya no dijo nada al principio, solo lo miró como pidiendo permiso con la respiración agitada y aún arrodillada, solo vestida con la tanga. de su lencería.
A ver culona que tal eres mamando la verga de tu macho jajaja-dijo don Ernesto con voz grave, mientras dejaba caer su cinturón. Cinthya ascendió, pero no bajó la mirada, esta vez lo mantuvo con una seguridadosa temblorosa, como si supiera lo que iba a hacer, pero necesitará que él lo confirme. Ella muy emocionada, y con una desesperación evidente desabrochó el pantalón de don Ernesto, metió la mano y tomó la verga del viejo que ya estaba semi erecta apuntando hacia ella.
Cinthya no dijo nada y mientras veía aquel mástil empezó a masturbarlo delicadamente sin quitarle la mirada a don Ernesto, tanta era la excitación de mi esposa que de un solo movimiento se metió la verga a la boca, mientras sus ojos estaban clavados a los de mi jefe.
-Esoo… Eso es… murmuró don Ernesto, apoyando una mano en su nuca así, culona… así me gusta. -decía el viejo suspirando de gusto.
Ella comenzó despacio, con movimientos suaves, casi delicados, respirando por la nariz, sus manos se apoyaban en los muslos de él para sostenerse mientras su cuerpo se mecía con ese ritmo natural que tan bien conocía, sus ojos nuevamente se alzaron por un instante, buscando su reacción, y don Ernesto le respondió con un suspiro largo y profundo que se le escapó entre los dientes.
-Uff… culona… estás hecha pa esto- dijo, acariciándole el cabello con los dedos horribles-
Cinthya respondió con un leve sonido, uno que no supe si era un gemido o un intento de hablar, pero no se detuvo, se acomodó mejor, inclinándose con más libertad, como si la emoción del principio se estuviera deshaciendo, como si ahora quisiera que ese momento nunca termine.
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-Ahhm ¿así está bien don Ernesto mm? -preguntó sacando la gruesa verga de su boca, apenas apartándose para mirarlo.
-Más que bien, culona… lo haces muy rico… no pares- respondió él, mirándola con los ojos entrecerrados, y con una sonrisa repugnante, como si ya estuviera al borde.
Ella se enojó, levemente, y volvió a tragarse la vara de carne, con más profundidad, no le importaba la dificultad, ella lo hacía con total entrega.
-Lo haces muy bien mamasota ahh sigueee -continuó don Ernesto, bajando la voz. ¿Te gusta mamarlo, nalgona? ¿Te gustan nuestras vergas?
Ella volvió a detenerse por un instante, lo justo para mirarlo con las mejillas encendidas y decir:
-¡Siii me gusta mmh!.. Me encanta su verga donnn- mientras se lo metía otra vez a la boca y succionaba con desenfreno.
Don Ernesto no se pudo controlar más ante tales declaraciones de Cinthya, la tomó de su cabello con fuerza y ​​​​empezó a follarle la boca con desesperación, las violentas arremetidas hacían que Cinthya se atragantara más, sus quejas así lo hacían parecer, pero en ningún momento hizo algún movimiento para quitarse a su verdugo, sus tetazas se bamboleaban al ritmo de las arremetidas del viejo y su rostro de princesa tornado seaba rojo por la falta. de aire.
-¡Haa culona, ​​así chúpalo todo esta verga es para ti! -vociferaba el viejo.
-Jajaja tranquilo compadre deja que la mamasota descanse- decía don Mario riendo al ver a Cinthya.
Fue por eso que don Ernesto terminó con el “martirio” de mi esposa. El viejo se recostó en el sofá mientras ella recuperaba el aliento, ella se quedó de rodillas mientras seguía respirando fuerte, en sus labios se dibujaba una sonrisa, a pesar de lo violento que fue el viejo ella aún sonreía, se acomodaba el cabello que había quedado desordenado por culpa de mi jefe.
-Ya culona vente pa aca, deja de descansar- ordenó el viejo mientras se terminaba de quitar lo que le quedaba de ropa y le tendía la mano. Cinthya obediente se levantó y le dio la mano para ser guiada.
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-Lo siento compadre, pero, ya te regalé la primera mamada de la culona- le decía a don Mario quien solo los veía y aceptaba lo dicho manteniéndose en su lugar. Ella era guiada y le regaló una sonrisa a don Mario para que aguantara. Ella ya estaba encima de don Ernesto, otra vez estaba a punto de follar con él y no había nada que lo impida y de hecho ella no quería que nada lo impida. La lanza del viejo estaba desafiante casi en la entrada de mi esposa, ella se mordía el labio y se reía por el roce entre ellos.
-¿Lo quieres culona?
-Uhmm siii por favor -susurraba ella
-¿Quieres que te lo meta culona? – decía el viejo con una mueca perversa en su cara arrugada.
-Ya don Ernesto no sea maloo ahh- respondió ella mientras se relamía los labios.
-Debes pedirmelo, nalgona jeje
-¡Don metame la ver…gaaa! – el grito de Cinthya fue largo y liberador
Mi jefe ya estaba dentro de ella otra vez, había logrado tenerla otra vez, pero en esta ocasión no había ninguna trampa solo era ella entregándose por placer. Cinthya estaba totalmente inmóvil con la cabeza hacia atrás, su fuerte respiración hacía que sus pechos se elevaran aún más frente a los ojos del viejo, la espalda quebrada su vientre plano sobre la panza peluda del viejo no hacía nada más que sorprender por lo irreal de esa imagen.
-¡Ahhhh! -fue lo siguiente que salió de su boca.
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-Esa culona siéntelo jajaja
-¡Ayyy nooo que gustoo!
-Carajo Cinthya cómo aprietas muchacha.
-Don por favor no se muevaa ¡ahh!- suplicaba mi esposa.
-Jaja como que no me mueva culona jaja- respondía el viejo mientras la tomaba de la cintura delicada. El viejo no hizo caso a los pedidos de ella y empezó a moverse lentamente dentro de ella, Cinthya era una belleza delicada así que no había ningún problema para el viejo cargarla. Para ella fue una sensación de placer total.
-¡No, don Ernesto!
-¡Por favorrr despacio ahhh!
-¡qué ricooo!
-¿Me extrañaste culona? -preguntó el viejo mientras pasaba sus manos por la espalda de ella.
-Umhhh síiii
A todo esto, el viejo empezó a acelerar las arremetidas y Cinthya cada vez gemía con más fuerza.
-¡Ayy don sigaaaa!
-¡Me encantaaa!
Las manos de mi jefe tomaron las nalgas de Cinthya y con más fuerza que antes empezó a follarla subiendo y bajando sobre su verga.
-¡eso culona ahh te gusta que te folle el jefe de tu marido! – le gritaba
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