Si, ya lo sé. Ahora es la parte donde suena el coro, cantándome la famosa aria, “Salí de ahí, Maravilla”. Lo sé. Me podría haber salido de ésto en ese momento y lo único que perdía era a la loca de mi (ex?) novia y setenta mil pesos. Todo eso lo sé bien.
Pero lo sé bien ahora. En ese momento, inmerso en el desastre de angustia y cosas que pensaba, deprimido y confundido, yo pensaba en hacerla entrar en razón de alguna manera. Poder hablarle. Que hablemos bien. Yo creía que si nos podíamos juntar tranquilos en algún momento, si la podía agarrar en un día bueno y tranquilo, que nos podíamos entender. Que yo podía hacerme entender y lograr que se diera cuenta de lo que realmente había querido hacer. Nunca había querido despreciarla ni hacerla sentir mal. Todo lo contrario. Quería que estuviésemos bien. Los dos.
Durante esos días después que me puteó de arriba a abajo por chat, no tuvimos contacto. Salvo una noche, en mi absoluta soledad y tristeza, que nada más le envié un “Hola, cómo estás?” para ver si me contestaba, pero nunca lo hizo. Me clavó el visto, como se dice.
Respecto a los videos… si tengo que ser un poco honesto, no me gustaron. Me hicieron sentir muy mal. Físicamente mal. Verla a Ayelén así, dándole placer a otro hombre y gozando tanto ella con otro hombre, me hacía sentir como que se me hundía el estómago. Se me agarrotaba la espalda.
Ahora dicho ésto, si tengo que ser 100% honesto, en el fondo, detrás de todo eso, sí sentía una pizca de morbo al verlos. Ni por asomo el morbo que yo les leía a los cornudos que contaban sus andanzas. Ellos sí parecían disfrutarlo mucho, acabando una y otra vez con las historias y los videos de sus parejas. A veces hasta viéndolo en vivo, decían algunos. Pero yo no tanto. Ni cerca. Un par de veces, en mi soledad y mi intimidad, en esas noches largas de insomnio y angustia, me masturbé un par de veces con los videos. Para tratar de relajarme. Para cansarme con algo, a ver si podía cerrar los ojos.
Pero cada vez que cerraba los ojos escuchaba en mi cabeza los gemidos dulces de Ayelén. Y el orgasmo de hembra cogida que casi partió las paredes al sonar, en ese video que me mandó, cortesía de ese Iván.
Casi una semana después, sentí que se abrieron las nubes, brilló el sol un poquito. Me había escrito ella. Normal. Tranquila. Como si no hubiese ocurrido que hacía diez días me había puteado de arriba a abajo y deseado que me muriera.
Me saludó bien, normal, diciéndome que en un rato iba a pasar a buscar sus cosas por mi casa. Libros y una ropa que eran de ella y que ella se dejaba en casa para tener cuando iba. Viendo un resquicio de esperanza, le dije que a la tarde yo iba a estar en el trabajo, que mejor por que no pasaba a la noche asi nos veíamos. Si quería pedíamos empanadas del local cerca de casa que gustaban. Me lo vetó inmediatamente, diciendo que mejor no.
Le dije que por más que no estuviéramos juntos que podríamos ser amigos, que no hacía falta que me esquivara o me evitara. Ayelén me dijo que no empezara de nuevo con mi insistencia. Que pasaba a la tarde, no se cruzaba conmigo, le dejaba su juego de llaves de mi casa a mi encargado y listo. Se iba.
Le dije que la extrañaba mucho y me lo ignoró, nada mas diciendome que me acordara de pedirle las llaves al portero.
Un poco triste, le dije que el viernes que se venía entonces pasaba yo a buscar las pocas cosas que me quedaban a mi en su departamento. Yo no tenía un juego de llaves de su departamento como ella tenía del mío, así que tendría que estar indefectiblemente para abrirme. Me dijo que no, que el viernes no, que otro día. A la tarde no iba a estar y a la noche se iba con Iván a un asado, que cumplía años un amigo de él.
Como comentario le dije que bueno, que parecía que ya estaba de novia con Iván. De novia en serio. Y ahí la noté enojarse de nuevo. Ya me parecía escucharle el tono de voz frustrado y apretando los dientes detrás de las letras de sus mensajes. Me dijo que sí, que obviamente. Me preguntó si yo era un boludo que no me daba cuenta. Para aclarar, le dije que yo pensaba que lo de ella con Iván era por ahora sexo nada mas, pero que evidentemente me había equivocado. Me dijo que no. Que ella a Iván lo amaba mucho ya, que no era sexo nada mas. Que “sexo nada mas” eran el tipo de cosas que me fantaseaba yo nada mas.
Y siguió, comenzando a cebarse como hacía ella. Que Iván era todo lo que yo nunca fuí. Que ojalá pudiera yo aprender de él, para beneficio de la próxima pelotuda como ella que tendría la desgracia de encontrarse en mi camino. Que la compadecía a mi futura novia. Que yo no entendía nada de cómo amar y complacer a una mujer.
La frené, porque ya me la veía venir. Le dije directamente que la cortara. Extrañanamente, me hizo caso. Dijo que mejor si, que no quería enroscarse de nuevo conmigo. Me repitió que me dejaba las llaves con el encargado, me avisaba cuando se había ido y chau. Ahí quedó la charla.
Cuando llegué del trabajo fui a buscar mis llaves que tenía el portero y me fui a mi departamento. Me dió un poco de pena, la verdad, como un pinchazo de finalidad cuando vi el hueco vacío que había quedado en la biblioteca chiquita que tenía, donde estaban los libros de Ayelén. Ahora no había nada. Un espacio vacío.
Y fue lo mismo cuando abrí el placard. Donde solía estar la ropa que ella dejaba para cuando venía a casa, otro espacio vacío. Hasta las perchas se había llevado. Triste, realmente, me calenté algo para comer y seguí con mi noche solitaria, como venían siendo mis noches por esa época.
Pasaron los días y ella seguía sin escribirme. Yo quería saber cuando me iba a decir que podía pasar a buscar mis cosas por su departamento. No era nada importante. Ropa mía que yo también dejaba ahí, un par de tonterías y nada más. Lo importante era que como yo no tenía llave de su departamento, ella tendría que estar para abrirme. Y dudaba mucho que me diría de ir si era que ese Iván iba a estar ahí. Ni siquiera sabía si vivían juntos. Yo creía que no, me parecía muy pronto en la relación para que se animara a dar ese paso. Si en los dos años que estuvo conmigo nunca lo quiso hacer.
Cuando llegó el viernes unos amigos me dijeron de salir con ellos. Muchas ganas no tenía, pero dije que sí para tratar de despejarme un poco. Cuando me fuí a vestir para salir, al abrir mi placard busqué un pantalón de jean negro que me quería poner y no estaba por ningún lado. Busqué, revolví y no apareció. Me resultó raro. Algo me empezó a oler mal. Empecé a revisar mi departamento así por arriba, a ojo, y cuando vi la biblioteca, mirándola con detenimiento ví que además de lo que se había llevado Ayelén que era de ella, faltaban un par de libros míos también.
Se habría llevado el pantalón y dos de mis libros? Para qué? No lo podía entender, pero nadie más había entrado a mi casa. La llamé a eso de las nueve de la noche para preguntarle y no me contestó. La volví a llamar a los quince minutos y tampoco. Le empecé a escribir y no me contestaba. Ni veía los mensajes. Recién como a las doce menos cuarto me contestó.



Cuando le quise contestar vi que ni le llegaban los mensajes. No se si me habría bloqueado o apagado el celular. Frustrado, ni siquiera salí a encontrarme con mis amigos. Me fui a dormir. Como a las cinco de la mañana, sin embargo, me despertaron los pitidos suaves y la vibración de mi celular en la mesita de luz.
Era Ayelén. Me habría desbloqueado y me mandó unos videos. Varios putos videos. Mientras se reía en el chat, diciendome que ahora ella me iba a romper las bolas a mi, me contó todo, con lujo de detalles, lo que había pasado. Básicamente, que en el asado había pegado buena onda con un par de amigos de Iván, que charlaron y tomaron mucho. A eso de las tres Iván y ella ya se querían ir, y él se ofreció a alcanzar a éstos dos N.N. amigos hasta sus casas. Pero como vió la onda que había en el auto en el viaje de vuelta, les dijo a los tres si no querían seguirla un rato en la casa de él.



Ayelén se reía cuando me contaba cómo les chupo la pija a los tres en la casa de Iván. Yo le dije que era una puta de mierda y mala mina. Le pregunté si Iván estaba tan de acuerdo con eso. Se rió de nuevo y me preguntó quién me creía yo que había grabado el video. Encima la hija de puta me dijo que que si iba a ser una puta de mierda, como yo le había pedido que fuera, que iba a ser la puta de mierda pero de Iván.
Entre risas se despidió, escribiéndome que al final ella pensaba que yo tenía razón. Que ser compartida así de verdad le podría hacer muy bien a su nueva relación. Y me llenó el chat de risitas y corazoncitos.
Pero lo sé bien ahora. En ese momento, inmerso en el desastre de angustia y cosas que pensaba, deprimido y confundido, yo pensaba en hacerla entrar en razón de alguna manera. Poder hablarle. Que hablemos bien. Yo creía que si nos podíamos juntar tranquilos en algún momento, si la podía agarrar en un día bueno y tranquilo, que nos podíamos entender. Que yo podía hacerme entender y lograr que se diera cuenta de lo que realmente había querido hacer. Nunca había querido despreciarla ni hacerla sentir mal. Todo lo contrario. Quería que estuviésemos bien. Los dos.
Durante esos días después que me puteó de arriba a abajo por chat, no tuvimos contacto. Salvo una noche, en mi absoluta soledad y tristeza, que nada más le envié un “Hola, cómo estás?” para ver si me contestaba, pero nunca lo hizo. Me clavó el visto, como se dice.
Respecto a los videos… si tengo que ser un poco honesto, no me gustaron. Me hicieron sentir muy mal. Físicamente mal. Verla a Ayelén así, dándole placer a otro hombre y gozando tanto ella con otro hombre, me hacía sentir como que se me hundía el estómago. Se me agarrotaba la espalda.
Ahora dicho ésto, si tengo que ser 100% honesto, en el fondo, detrás de todo eso, sí sentía una pizca de morbo al verlos. Ni por asomo el morbo que yo les leía a los cornudos que contaban sus andanzas. Ellos sí parecían disfrutarlo mucho, acabando una y otra vez con las historias y los videos de sus parejas. A veces hasta viéndolo en vivo, decían algunos. Pero yo no tanto. Ni cerca. Un par de veces, en mi soledad y mi intimidad, en esas noches largas de insomnio y angustia, me masturbé un par de veces con los videos. Para tratar de relajarme. Para cansarme con algo, a ver si podía cerrar los ojos.
Pero cada vez que cerraba los ojos escuchaba en mi cabeza los gemidos dulces de Ayelén. Y el orgasmo de hembra cogida que casi partió las paredes al sonar, en ese video que me mandó, cortesía de ese Iván.
Casi una semana después, sentí que se abrieron las nubes, brilló el sol un poquito. Me había escrito ella. Normal. Tranquila. Como si no hubiese ocurrido que hacía diez días me había puteado de arriba a abajo y deseado que me muriera.
Me saludó bien, normal, diciéndome que en un rato iba a pasar a buscar sus cosas por mi casa. Libros y una ropa que eran de ella y que ella se dejaba en casa para tener cuando iba. Viendo un resquicio de esperanza, le dije que a la tarde yo iba a estar en el trabajo, que mejor por que no pasaba a la noche asi nos veíamos. Si quería pedíamos empanadas del local cerca de casa que gustaban. Me lo vetó inmediatamente, diciendo que mejor no.
Le dije que por más que no estuviéramos juntos que podríamos ser amigos, que no hacía falta que me esquivara o me evitara. Ayelén me dijo que no empezara de nuevo con mi insistencia. Que pasaba a la tarde, no se cruzaba conmigo, le dejaba su juego de llaves de mi casa a mi encargado y listo. Se iba.
Le dije que la extrañaba mucho y me lo ignoró, nada mas diciendome que me acordara de pedirle las llaves al portero.
Un poco triste, le dije que el viernes que se venía entonces pasaba yo a buscar las pocas cosas que me quedaban a mi en su departamento. Yo no tenía un juego de llaves de su departamento como ella tenía del mío, así que tendría que estar indefectiblemente para abrirme. Me dijo que no, que el viernes no, que otro día. A la tarde no iba a estar y a la noche se iba con Iván a un asado, que cumplía años un amigo de él.
Como comentario le dije que bueno, que parecía que ya estaba de novia con Iván. De novia en serio. Y ahí la noté enojarse de nuevo. Ya me parecía escucharle el tono de voz frustrado y apretando los dientes detrás de las letras de sus mensajes. Me dijo que sí, que obviamente. Me preguntó si yo era un boludo que no me daba cuenta. Para aclarar, le dije que yo pensaba que lo de ella con Iván era por ahora sexo nada mas, pero que evidentemente me había equivocado. Me dijo que no. Que ella a Iván lo amaba mucho ya, que no era sexo nada mas. Que “sexo nada mas” eran el tipo de cosas que me fantaseaba yo nada mas.
Y siguió, comenzando a cebarse como hacía ella. Que Iván era todo lo que yo nunca fuí. Que ojalá pudiera yo aprender de él, para beneficio de la próxima pelotuda como ella que tendría la desgracia de encontrarse en mi camino. Que la compadecía a mi futura novia. Que yo no entendía nada de cómo amar y complacer a una mujer.
La frené, porque ya me la veía venir. Le dije directamente que la cortara. Extrañanamente, me hizo caso. Dijo que mejor si, que no quería enroscarse de nuevo conmigo. Me repitió que me dejaba las llaves con el encargado, me avisaba cuando se había ido y chau. Ahí quedó la charla.
Cuando llegué del trabajo fui a buscar mis llaves que tenía el portero y me fui a mi departamento. Me dió un poco de pena, la verdad, como un pinchazo de finalidad cuando vi el hueco vacío que había quedado en la biblioteca chiquita que tenía, donde estaban los libros de Ayelén. Ahora no había nada. Un espacio vacío.
Y fue lo mismo cuando abrí el placard. Donde solía estar la ropa que ella dejaba para cuando venía a casa, otro espacio vacío. Hasta las perchas se había llevado. Triste, realmente, me calenté algo para comer y seguí con mi noche solitaria, como venían siendo mis noches por esa época.
Pasaron los días y ella seguía sin escribirme. Yo quería saber cuando me iba a decir que podía pasar a buscar mis cosas por su departamento. No era nada importante. Ropa mía que yo también dejaba ahí, un par de tonterías y nada más. Lo importante era que como yo no tenía llave de su departamento, ella tendría que estar para abrirme. Y dudaba mucho que me diría de ir si era que ese Iván iba a estar ahí. Ni siquiera sabía si vivían juntos. Yo creía que no, me parecía muy pronto en la relación para que se animara a dar ese paso. Si en los dos años que estuvo conmigo nunca lo quiso hacer.
Cuando llegó el viernes unos amigos me dijeron de salir con ellos. Muchas ganas no tenía, pero dije que sí para tratar de despejarme un poco. Cuando me fuí a vestir para salir, al abrir mi placard busqué un pantalón de jean negro que me quería poner y no estaba por ningún lado. Busqué, revolví y no apareció. Me resultó raro. Algo me empezó a oler mal. Empecé a revisar mi departamento así por arriba, a ojo, y cuando vi la biblioteca, mirándola con detenimiento ví que además de lo que se había llevado Ayelén que era de ella, faltaban un par de libros míos también.
Se habría llevado el pantalón y dos de mis libros? Para qué? No lo podía entender, pero nadie más había entrado a mi casa. La llamé a eso de las nueve de la noche para preguntarle y no me contestó. La volví a llamar a los quince minutos y tampoco. Le empecé a escribir y no me contestaba. Ni veía los mensajes. Recién como a las doce menos cuarto me contestó.



Cuando le quise contestar vi que ni le llegaban los mensajes. No se si me habría bloqueado o apagado el celular. Frustrado, ni siquiera salí a encontrarme con mis amigos. Me fui a dormir. Como a las cinco de la mañana, sin embargo, me despertaron los pitidos suaves y la vibración de mi celular en la mesita de luz.
Era Ayelén. Me habría desbloqueado y me mandó unos videos. Varios putos videos. Mientras se reía en el chat, diciendome que ahora ella me iba a romper las bolas a mi, me contó todo, con lujo de detalles, lo que había pasado. Básicamente, que en el asado había pegado buena onda con un par de amigos de Iván, que charlaron y tomaron mucho. A eso de las tres Iván y ella ya se querían ir, y él se ofreció a alcanzar a éstos dos N.N. amigos hasta sus casas. Pero como vió la onda que había en el auto en el viaje de vuelta, les dijo a los tres si no querían seguirla un rato en la casa de él.



Ayelén se reía cuando me contaba cómo les chupo la pija a los tres en la casa de Iván. Yo le dije que era una puta de mierda y mala mina. Le pregunté si Iván estaba tan de acuerdo con eso. Se rió de nuevo y me preguntó quién me creía yo que había grabado el video. Encima la hija de puta me dijo que que si iba a ser una puta de mierda, como yo le había pedido que fuera, que iba a ser la puta de mierda pero de Iván.
Entre risas se despidió, escribiéndome que al final ella pensaba que yo tenía razón. Que ser compartida así de verdad le podría hacer muy bien a su nueva relación. Y me llenó el chat de risitas y corazoncitos.
3 comentarios - La peor separación de mi vida - Parte 3