You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

putita la niñera 10

Entré al living esa tarde, todavía con el cansancio de todo el dia, cuando Lucía irrumpió como un huracán. Estaba pálida, con los ojos rojos y lágrimas corriendo por sus mejillas. “Alguien intentó robarme en la calle,” soltó entre sollozos, apenas cruzando la puerta. Clara se levantó de un salto del sillón, con esa mezcla de preocupación y enojo que siempre le sale cuando algo la sacude, y la abrazó fuerte. “Tranquila, ya estás acá, aca con nosotros no te va a pasar nada,” le dijo, frotándole la espalda mientras Lucía se aferraba a ella como si el mundo se le hubiera derrumbado.
Yo me quedé sentado, con un nudo en el estómago. No podía evitar que mi cabeza se fuera al cuartito de ayer, a Lucía sentada en el escritorio con la conchita toda humeda, a sus dedos moviéndose con esa precisión que me dejó temblando. Pero su llanto me trajo de vuelta. De pronto, se giró hacia mí, con la cara desencajada, y extendió una mano temblorosa. “Juan, por favor, tocá mi pecho, siento que el corazón se me va a salir,” dijo, con la voz rota. Me quedé helado un segundo, pero la desesperación en sus ojos me empujó a levantarme. Con cuidado, apoyé la palma en su pecho, justo sobre el esternón, y sentí sus latidos como un tambor desbocado bajo mis dedos.
No sé en qué momento mi cabeza empezó a traicionarme. Sentir su calor, su respiración entrecortada, me llevó directo al video, a su piel brillando bajo la luz, a sus movimientos. Esas pecas que la hacian mas tierna me volvian loco. Mi mano, sin darme cuenta, se deslizó un poco más abajo, rozando el borde de sus tetas. Lucía no se movió, solo me miró fijo, con una intensidad que me puso los nervios de punta. Había algo en sus ojos, una mezcla de confusión y algo más que no pude leer.
Clara, todavía abrazándola desde atrás, no parecía notar nada al principio. Sus manos rodeaban la cintura de Lucía, pero de a poco se deslizaron más abajo, rozando sus caderas. Los tres estábamos ahí, atrapados en un abrazo que empezó como consuelo pero que se volvía otra cosa. El aire mudo con una musia que nadie escuchaba, como si todos supiéramos que algo estaba a punto de romperse. Lucía dejó de sollozar, y su respiración se volvió más lenta, más profunda.
Entonces, lo que venia amagando durante dias, parecia que estaba por estallar. Lucía, con un movimiento casi imperceptible, guio mi mano más abajo, hacia la suavidad de sus hermosas tetas de pendeja puta. Con la otra mano, atrajo a Clara más cerca. Mi corazón se disparó. No podía creer lo que estaba pasando. Clara, en lugar de apartarse, apretó más su abrazo, sus dedos explorando la curva de las caderas de Lucía con una lentitud que me hizo apretar los dientes. Yo, sin pensarlo, llevé mi mano libre a mi pantalón, sintiendo mi erección empujar contra la tela.
Nadie dijo nada. Era como si hubiéramos hecho un pacto silencioso. Me empecé a masturbar, sin quitar la otra mano del pecho de Lucía, apretando con cuidado, siguiendo el ritmo de su respiración. Clara, desde atrás, se apretaba más contra ella, sus manos ahora más atrevidas, deslizándose por su culo gordo con movimientos firmes. Lucía, en el medio, soltó un suspiro que cortó el silencio, y sus manos seguían guiándonos, como si ella tuviera el control de todo.
No sé cuánto duró. Los tres nos movíamos en una especie de trance, cada uno perdido en su propio deseo. Mi mano iba cada vez más rápido, mi pija cada vez mas dura, mi respiración se mezclaba con la de Lucía, y sentía a Clara detrás, su aliento cálido contra el cuello de Lucía. Todo explotó de golpe, un clímax que nos sacudió a los tres casi al mismo tiempo, sin cruzar la última línea, sin tocarnos más allá de lo que ya habíamos hecho. Lucia con su mano aprentando la mano de clara bien adentro de su concha. Yo con mi verga hinchada y mojada. Cuando me empezo a saltar la leche lucia se humedecia los labios con la lengua como saboreando su propio orgasmo, y clara, mas puta que nunca no dejaba de pajearla y frotarse con su propia concha sobre el culo de Lucia.
Cuando terminó, el silencio volvió como un mazazo. Lucía se apartó primero, ajustándose la ropa con manos temblorosas. “Gracias viejos… por estar siempre cuando los necesito,” murmuró, sin mirarnos, y subió corriendo a acomodarse al baño. Clara y yo nos quedamos en el living, sin cruzar una palabra. Me miro la pija goteando leche y no dijo nada. Ella, despues, rompió el hielo con un comentario sobre la cena, como si nada hubiera pasado, pero su voz tenía un tono raro, afilado. Yo solo asentí, con el corazón todavía a mil, y me escurrí al otro baño para limpiarme, sabiendo que algo en la casa se había roto para siempre.

1 comentarios - putita la niñera 10

Nenemero
Tremendo como escribís. Esperando el enfieste final con clara y Lucía.