You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

putita la niñera 7


El aire en la cocina se sentía raro, como cuando uno cree haber vivido eso con la certeza de que no. Lucía seguía ahí, sentada frente a mí, con una taza de café humeante entre las manos. Sus dedos jugaban con el borde de la taza, y cada tanto sus ojos se deslizaban hacia mí, rápidos, como si quisiera comprobar algo sin decirlo. Mi corazón seguía latiendo a mil, todavía atrapado en el torbellino que Clara había desatado antes de desaparecer hacia el baño. La voz de mi mujer resonaba en mi cabeza: “Juan, vení a jabonarme la espalda”. Era una orden, pero también un desafío, y yo seguía clavado en la silla, con el bulto en el pantalón traicionándome y Lucía mirándome como si supiera exactamente qué estaba pasando. Mi mente se partia, podria quedarme pajeandome delante de lucia o ir al baño con Clara.
“¿No vas a ir?” dijo Lucía de pronto, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi inocente, pero había un filo en ella, algo que me hizo apretar los dientes. Levantó una ceja, y su boca se curvó en una sonrisa que no supe si era burlona o algo peor. “Clara te está esperando, ¿no?”
Tragué saliva, intentando encontrar palabras, pero mi cabeza era un desastre. La imagen de Lucía agachada en el patio, sus shorts subiéndose, la tela de su ropa interior asomando, seguía quemándome por dentro. Y ahora, sentada ahí, con esa musculosa que se le pegaba al cuerpo y el pelo cayéndole desordenado sobre los hombros, no ayudaba en nada. “Sí, ya voy,” murmuré, pero no me moví. Mis piernas no respondían, y mi pija, todavía dura, palpitaba bajo el jogging como si tuviera vida propia.
Lucía dio un sorbo al café, sin apartar la mirada. “Qué calor, ¿no?” dijo, abanicándose con una mano mientras se recostaba en la silla, haciendo que la musculosa se tensara contra su pecho. No llevaba corpiño, y los contornos de sus pezones se marcaban apenas bajo la tela. Juro que sentí un escalofrío bajarme por la espalda. “Deberías ir a ayudar a Clara antes de que se enoje,” añadió, y aunque sonaba como un comentario casual, había algo en su tono que me hizo pensar que estaba jugando conmigo, como si supiera el efecto que tenía y lo estuviera disfrutando.
“Sí, tenés razón,” dije, forzando una sonrisa que salió más tensa de lo que quería. Me levanté, tratando de ajustar el jogging para mostrar por demas lo evidente, y Lucía no se perdía detalle. Sus ojos bajaron un segundo hacia el bulto que formaba mi verga dura, y juro que vi esa chispa otra vez, la misma de anoche, la misma de hace un rato en el patio. No dijo nada, solo se mordió el labio inferior y volvió a mirar su café, como si nada.
Caminé hacia el baño con las piernas temblando, el sonido del agua corriendo cada vez más fuerte. Cuando abrí la puerta, el vapor me golpeó la cara. Clara estaba bajo la ducha, tocandose la concha, con el agua cayendo por su cuerpo como si fuera una maldita pintura. Se giró hacia mí, con esa sonrisa que siempre me hacía olvidar cómo respirar. “Te tomó tu tiempo, pajero,” dijo, mientras se pasaba la otra mano por el pelo con champu. “¿Qué, te quedaste charlando con la pendejita que venis con la pija asi?”
No supe qué responder. Me quedé parado en la puerta, todavía sintiendo la mirada de Lucía en la nuca, aunque estuviera a metros de distancia. Clara se acercó al borde de la ducha, el agua goteando por su piel, y me hizo un gesto con el dedo para que me acercara. “Vení, mostrame la pija un rato,” dijo, y su voz tenía ese tono de puta que me habia conquistado.
Me saqué la remera y el jogging en dos movimientos torpes, y entré a la ducha con ella. El agua caliente me pegó en la espalda, pero no fue nada comparado con el calor de su cuerpo cuando se apretó contra mí. “¿Qué te pasa, enfermo? ¿Te estas pajeando pensando en ella, no?” susurró, con su boca a centímetros de la mía. Sus manos bajaron por mi pecho, lentas, hasta que encontraron mi pija gorda y humeda, que no había cedido ni un poco. “Te encanta, ¿no? La putita esa te tiene loco.”
“Clara, no empieces…” intenté decir, pero ella no me dejó terminar. Me empujó contra la pared de la ducha, el azulejo frío contra mi espalda, y se arrodilló frente a mí. Sus ojos no se apartaron de los míos mientras su boca se acercaba, y cuando sentí su lengua, casi se me doblan las rodillas. “Mirá que fácil se te para la pija, pajero de mierda” dijo entre risas, antes de seguir, llevándome al borde otra vez, como si supiera exactamente cuánto podía soportar antes de romperme.
Pero entonces, desde la cocina, se escuchó un ruido. Un plato que caía, o algo así. Clara se detuvo un segundo, levantó la cabeza y sonrió. “¿Escuchaste? La pendejita está nerviosa,” dijo, y había algo en su voz que me hizo dudar si estaba celosa, excitada, o las dos cosas. “¿Querés que la llame? ¿Que le diga que venga a ayudarme con vos?” Sus palabras eran un juego, pero también una trampa, y yo estaba demasiado ido para saber cómo salir de ella.
“No, Clara, pará…” murmuré, pero mi voz sonó patética, y ella lo sabía. Se puso de pie, se acercó a mi oído y susurró: “Tranquilo, degenerado, no pasa nada, ahora te vas a quedar caliente, por puto.” Luego cerró la ducha, se envolvió en una toalla y salió del baño, dejándome ahí, temblando bajo el agua que ya se estaba enfriando, con la cabeza hecha un quilombo y el cuerpo gritando por algo que no sabía si quería parar o dejar que explotara.
Cuando volví a la cocina, Lucía seguía ahí, ahora con una revista en las manos, como si nada hubiera pasado. Pero sus ojos, esos malditos ojos, me miraron de nuevo, y juro que vi una sonrisa que no estaba ahí antes. Clara entró detrás de mí, con el pelo todavía húmedo y la toalla apenas cubriéndola. “¿Y, Lu, te aburrís sola?” dijo, con un tono que sonaba a todo menos a inocente. Lucía levantó la mirada, y por un segundo, las dos se miraron como si compartieran un secreto que yo no entendía.
“Para nada,” respondió Lucía, y su voz tenía ese mismo filo juguetón de antes. “Siempre hay algo que hacer en esta casa, o cosas en que pensar ¿no?”
Clara soltó una carcajada, y yo sentí que el suelo se movía bajo mis pies. No sabía si estaba atrapado en un juego, en una fantasía, o en algo mucho más peligroso. Clara le pidio a lucia que la ayudara con una ropa en la pieza, y se fueron en fila, por el pasillo, dejandome la pija dura y afuera de una fiesta en la que podia pasar cualquier cosa.

2 comentarios - putita la niñera 7

nukissy761
🍓Aquí puedes desnudar a cualquier chica y verla desnuda) Quitarle el sujetador o las bragas) Por favor, valora ➤ https://come.ac/nuda
Pingextra
Sos muy bueno escribiendo, loco. Me quedo atento a la proxima parte!