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putita la niñera 6

La casa estaba más tranquila, pero el aire seguía cargado, como si algo estuviera a punto de romperse. Los chicos seguían en lo de la abuela, aprovechando el cumpleaños de un primo, así que éramos solo nosotros tres: Clara, Lucía y yo, atrapados en este juego que nadie nombraba pero todos sentíamos. Después del episodio de anoche, no podía mirar a Lucía sin que mi cabeza se disparara. Su silueta en el patio, esa sonrisa apenas insinuada, se me había grabado a fuego.
Estábamos en la cocina, merendando. Clara había preparado café y unas tostadas con mermelada, como si todo fuera normal, como si no estuviéramos al borde de un precipicio. Yo untaba una tostada, tratando de no pensar en la noche anterior, cuando Lucía entró desde el patio con las manos llenas de tierra. La pendeja se habia puesto una musculosa ajustada y un short que parecía pintado sobre su cuerpo. Se agachó frente a unas macetas que estaba arreglando, justo al lado de la ventana que daba al patio. Su culo, redondo y firme, se marcaba bajo la tela, y cada vez que se inclinaba más, la curva de su cintura parecía gritarme. Yo imginaba su tanga apretando su cochita, y que quizas tuviera una gota de humedad sobre la tela blanca Tragué saliva, apretando la tostada hasta que se deshizo entre mis dedos.
Clara, sentada frente a mí, dio un sorbo al café y me miró por encima de la taza. Sus ojos tenían ese brillo pícaro que siempre me desarmaba.Me hacia acordar cuando eramos novios y nos ibamos a bailar hasta cualquier hora. Clara me miraba con cara de puta cuando aprecia una mina que estaba muy buena. La mirada decia "te la qures cojer" y al mismo tiempo "me la quiero cojer"


“¿Qué te pasa, Juan? Estás como ido,” dijo, con una voz que sonaba a burla y a algo más. Bajé la mirada, intentando disimular, pero ella no me dejó escapar. “¿Es por la pendejita esa? ¿Te gusta pajero?” Su tono era bajo, casi un susurro, pero cada palabra me pegó como un latigazo. Antes de que pudiera responder, sentí su pie descalzo deslizándose por mi pierna bajo la mesa, subiendo lento hasta detenerse en mi entrepierna. Mi pija, que ya estaba a poniendose toda gorda solo de ver a Lucía, se puso dura al instante.
“Clara, pará…” murmuré, pero mi voz sonó débil, sin convicción. Ella sonrió, esa sonrisa que prometía problemas, y su mano reemplazó a su pie. Se inclinó sobre la mesa, como si estuviera ofreciéndome más café, pero sus dedos se metieron bajo mi pantalón de jogging, encontrando mi erección con una precisión que me hizo jadear. “Mirala,” me dijo, señalando con un gesto de cabeza a Lucía, que seguía agachada, moviendo las macetas con una calma exasperante. “¿Te la imaginás de rodillas, a la putita no? Chupándote la verga mientras yo te miro.” Sus palabras eran veneno dulce, y su mano empezó a moverse, lenta pero firme, apretándome justo como sabía que me volvía loco.
Lucía, como si presintiera algo, giró la cabeza un instante. No nos miró directamente, pero juro que vi una chispa en sus ojos, como si supiera exactamente lo que estaba pasando. Siguió con las macetas, pero ahora sus movimientos eran más lentos, casi provocadores, inclinándose más de lo necesario, dejando que los shorts se le subieran hasta mostrar el borde de su ropa interior. Clara aceleró el ritmo de su mano, y yo tuve que morderme el labio para no gemir. “¿Querés que la llame y le pidamos que te la chupe toda, puto de mierda? ¿Queres le diga que venga a chuparte los huevos como a vos te gusta, degenerado de mierda?” susurró Clara, con una mezcla de burla y deseo que me estaba llevando al borde.
No pude responder. Mi cabeza era un caos: la imagen de Lucía agachada, el roce de la mano de Clara, la idea de que Lucía pudiera saber lo que estábamos haciendo y no le importara. O peor, que le gustara. Mi respiración se volvió entrecortada, y Clara lo notó. “Shh, no hagas ruido, que se va a dar cuenta la pendejita puta esa,” dijo, pero su mano no paró, al contrario, me apretó más fuerte, llevándome al límite. Estaba a punto de acabar cuando Lucía se levantó de golpe, sacudiéndose la tierra de las manos. Se dio la vuelta y, por un segundo, sus ojos se cruzaron con los míos, igual que anoche. No dijo nada, solo se acercó a la pileta del patio para lavarse las manos, pero su caminar era distinto, como si estuviera actuando para nosotros.
Clara soltó una risita baja y retiró la mano justo antes de que yo explotara. “Tranquilo, amor, no te voy a dejar terminar… todavía,” dijo, levantándose de la mesa con una calma que me dio ganas de gritar. Me dejó ahí, jadeando, con la pija palpitando y la leche a punto de salir cabeza de la pija. Lucía entró a la cocina en ese momento, con las manos todavía húmedas, y se sentó en la silla que Clara acababa de dejar libre. “¿Me pasás un café?” pidió, como si nada, pero había algo en su voz, un tono juguetón que me puso los nervios de punta.
Clara, desde el otro lado de la cocina, me lanzó una mirada que decía todo y nada a la vez. “Voy a ducharme,” anunció, y se fue, dejándome solo con Lucía. Ella me miro el bulto de mi verga dura debajo del pantanlon. Estuve a punto de sacarla para acabarle toda la cara y decirle putita hermosa. pero desde el baño se escucho a clara gritando, "Juan, veni a jabonarme la espalda".

2 comentarios - putita la niñera 6

nukissy5131
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