Luego de haber estado juntos, tras aquel encuentro casual en Alto Palermo, con Valentino empezamos a tener un contacto casi diario. No por mensajes, sino con llamadas que, a veces, podían durar hasta casi media hora. Me sorprendía que teniendo edad como para ser su madre, de hecho le llevo tan solo un par de años a su mamá, tuviésemos tanto para hablar. Incluso él se sorprendía ya que con ella tenía un diálogo muy acotado.
Claro que conmigo había cogido, y eso era una ventaja insoslayable a mí favor.
Me agradeció por ayudarlo a elegir el regalo para su novia, una cartera que, según me dijo, le encantó.
-Mi marido también quedó chocho con la campera que elegiste, le quedó perfecta, gracias por el asesoramiento...- le correspondí.
Como si fuera un juego de amantes, cada uno había elegido el regalo para la pareja del otro, sin saber todavía que íbamos a terminar encamándonos, aunque creo que ya entonces, desde el mismo instante en que nos chocamos casi por accidente, ambos intuíamos alguna posibilidad al respecto.
-Me alegra que le haya gustado...- le digo en alusión a la cartera.
-Si, le gustó mucho, pero decime... ¿Cuando nos volvemos a ver?- me pregunta, cambiando radicalmente el tono de la conversación.
-Cuando volvemos a coger, querrás decir...- lo corrijo tras una breve pausa.
No dice nada, creyendo quizás que se lo digo como recriminándole.
-Yo también tengo ganas de verte...- le digo entonces, en un tono suave, casi maternal.
-¿Mañana...?- se entusiasma ante mi respuesta.
-¡Jajaja...! Parece que estás ansioso...-
-No sabés cómo tengo la pija en éste mismo momento...-
-¿Por mí?-
-¡Por vos...!-
-¿Me gustaría verla? ¿Me la mostrás?-
Corta y enseguida me hace una videollamada. Estoy en la oficina, así que me levanto del escritorio y voy al baño. Cuando ya estoy adentro, atiendo...
-Pensé que no ibas a atender...-
-Estoy en el trabajo, tuve que meterme al baño para verte...-
-¿Te la muestro?-
-¡Sí, por favor...!-
La cámara baja hasta su entrepierna, por un momento se desenfoca hasta que parece acomodar el celular sobre alguna superficie, de forma que queda bien centrada la parte de su bragueta. Ahora con las dos manos libres se desabrocha el pantalón, y cuando se la saca, la pija sale como dando un golpe, bien parada, con esa curva en el medio que la vuelve aún más tentadora.
Las venas azules, casi amoratadas, resaltan sobre una piel blanca, lustrosa, tirante casi hasta el desgarro.
-Dedicame una...- le digo, atenta a cada uno de sus movimientos.
Se la agarra con una mano y se la empieza a frotar, primero despacio, haciendo que la cabeza se inflame cada vez que la piel llega al extremo.
Para motivarlo, le muestro las tetas, pellizcándome los pezones, haciendo que mi piel se encienda al mismo ritmo que la suya.
De a poco va aumentando el ritmo, subo el volumen y puedo escuchar el... CHACA CHACA CHACA... de la masturbación.
-Quiero verte la cara también...- le digo.
Sin decir nada y, lo más importante, sin dejar de pajearse, con la mano libre inclina el celular de modo que ahora no solo le veo la pija, sino también la cara, congestionada de excitación.
Se la sigue bombeando, mirándome en todo momento los pechos, llenos, estallados, hasta que por sus gestos intuyo la proximidad del abrupto final.
-¡Sí... Dale... Dámela toda... Quiero toda la lechita, bebé... Dale... Dame lo que es mío...!- lo cebo, aplastándome las tetas con una mano.
Unas cuantas sacudidas más, como queriendo arrancarse la piel, y la pantalla del celular que se oscurece surcada por unos bien cargados lechazos.
-¡Mmmmm... Qué rica, bebé... Me la diste toda...!- le digo una vez que consigue limpiar el celular.
-Ahora yo te voy a dedicar una también- le digo.
Apoyo el celular en el lavabo, me pongo enfrente, de modo que me tome del cuello para abajo, me bajo la pollera, la bombacha y de pie, con las piernas abiertas formando un paréntesis, me masturbo viendo como su pija todavía gotea mi nombre.
Me castigo el clítoris, me lo pellizco, me lo retuerzo, sintiendo como crece entre mis dedos, como se humedece, palpitante, enrojecido.
Cuando acabo, me salta un chorrito de flujo, dedicado absolutamente a Valentino...
-¡Esto es por vos...- le digo, presionando justo ahí, para hacer saltar otro.
-¡Gracias...-! me dice.
Luego del orgasmo me quedo un rato más en el baño, es uno privado, solo para personal jerárquico, y yo era la única Gerente que estaba en ese momento en la oficina, así que no había riesgo de que entrara alguien más.
Pasado ya el sofoco y el rubor, me arreglo la ropa, me despido de Valentino, y salgo del baño.
Aunque me había hecho terrible paja, con eyaculación y todo, no estaba del todo satisfecha. Obvio que no es lo mismo meterte los dedos que te metan una pija, al menos no para mí, y oh casualidad, ¿a quién me encuentro al llegar a mi oficina? A Marcos, el que hasta hace poco había sido mi más enconado rival, mi enemigo, y que tras una charla sincera y amena, se convirtió en uno más de mis amantes.
-Te estaba buscando...- me dice al verme.
-Ah, mirá vos, yo también...-
No sé que asunto quería consultarme, sobre unos seguros de caución para unos terrenos, lo cierto es que apenas le presté atención.
-¿Es importante...?- le pregunto, interrumpiéndolo.
-Bueno, no tanto, puede esperar...-
-Entonces, llevame a un telo...- le digo, agarrando la cartera.
Obvio que no me lo hizo repetir dos veces. Unos pocos minutos después, ya estábamos chapando en una habitación del albergue transitorio que está cerca de la oficina.
Marcos debía pensar que estaba así por él, pero lo cierto es que yo estaba caliente por el hijo de mi amiga. Lo besaba, lo apretaba, le acariciaba la bragueta pensando en Valentino. Aunque he de decir que luego de un rato, ya me concentré en Marcos y la pija que chupaba era la suya, no me imaginaba la de nadie más.
Ya desnudos, me tumba en cuatro y tras pasarme la lengua por toda la raya, la de la concha y la del culo, me la mete y entra a cogerme con ímpetu y frenesí, como tanto me gusta. Sexo de amantes, de calentura.
Con la cara y la mitad del cuerpo echado en la cama, yo misma me abro las nalgas con las manos, pidiéndole más, jadeando exaltada ante cada una de sus acometidas.
La pija de Marcos, mi ex rival, retumba en todo mi interior, una y otra vez, PUM PUM PUM, haciendo de la paja en el baño tan solo un aperitivo.
En algún momento, cuando la pija se sale, debido a lo abundante de la lubricación... lubricación natural, de por sí... me doy la vuelta y echándome de espalda, hago que se ponga encima mío.
-¡Vení...!- le digo.
Lo rodeo con brazos y piernas, aferrándome a su cuerpo, y me muevo con él, acoplándome a sus movimientos, cogiéndolo y dejándome coger.
El polvo que nos echamos resulta arrollador, apabullante, una explosión de sensaciones y feromonas, que me lleva a besarlo con pasión, con frenesí.
-Pensé que ya no íbamos a tener encuentros como éste...- me dice luego, echándose hacia un lado, entre profusos suspiros.
Lo miro extrañada.
-Ultimamente no me estabas dando demasiada bola- me explica.
-Si, perdoname, es que estuve bastante ocupada...-
... cogiendo, iba a agregar, pero me callo. Lo cierto es que algunos piensan que porque cogiste con ellos una vez, vas a estar disponible todas las veces que ellos quieran. No pensaba reincidir con Marcos, y no porque no la hubiese pasado bien, de hecho tuvimos muy buenos polvos, al límite de la excelencia, pero no me cerraba eso de que los dos trabajemos en el mismo lugar. Se prestaba para el chisme, de hecho algunos ya estaban circulando, aunque por el momento nadie se lo tomaba en serio. Me conocen a mí, a mi marido, a mis hijos, nadie creería que pudiera tener una aventura justamente con Marcos, el mujeriego del Broker. Aunque, claro, si lo supieran, tampoco podrían creer que me había dejado taladrar el culo por un asegurado, no una, sino dos veces, y eso era absolutamente cierto...
-
Claro que conmigo había cogido, y eso era una ventaja insoslayable a mí favor.
Me agradeció por ayudarlo a elegir el regalo para su novia, una cartera que, según me dijo, le encantó.
-Mi marido también quedó chocho con la campera que elegiste, le quedó perfecta, gracias por el asesoramiento...- le correspondí.
Como si fuera un juego de amantes, cada uno había elegido el regalo para la pareja del otro, sin saber todavía que íbamos a terminar encamándonos, aunque creo que ya entonces, desde el mismo instante en que nos chocamos casi por accidente, ambos intuíamos alguna posibilidad al respecto.
-Me alegra que le haya gustado...- le digo en alusión a la cartera.
-Si, le gustó mucho, pero decime... ¿Cuando nos volvemos a ver?- me pregunta, cambiando radicalmente el tono de la conversación.
-Cuando volvemos a coger, querrás decir...- lo corrijo tras una breve pausa.
No dice nada, creyendo quizás que se lo digo como recriminándole.
-Yo también tengo ganas de verte...- le digo entonces, en un tono suave, casi maternal.
-¿Mañana...?- se entusiasma ante mi respuesta.
-¡Jajaja...! Parece que estás ansioso...-
-No sabés cómo tengo la pija en éste mismo momento...-
-¿Por mí?-
-¡Por vos...!-
-¿Me gustaría verla? ¿Me la mostrás?-
Corta y enseguida me hace una videollamada. Estoy en la oficina, así que me levanto del escritorio y voy al baño. Cuando ya estoy adentro, atiendo...
-Pensé que no ibas a atender...-
-Estoy en el trabajo, tuve que meterme al baño para verte...-
-¿Te la muestro?-
-¡Sí, por favor...!-
La cámara baja hasta su entrepierna, por un momento se desenfoca hasta que parece acomodar el celular sobre alguna superficie, de forma que queda bien centrada la parte de su bragueta. Ahora con las dos manos libres se desabrocha el pantalón, y cuando se la saca, la pija sale como dando un golpe, bien parada, con esa curva en el medio que la vuelve aún más tentadora.
Las venas azules, casi amoratadas, resaltan sobre una piel blanca, lustrosa, tirante casi hasta el desgarro.
-Dedicame una...- le digo, atenta a cada uno de sus movimientos.
Se la agarra con una mano y se la empieza a frotar, primero despacio, haciendo que la cabeza se inflame cada vez que la piel llega al extremo.
Para motivarlo, le muestro las tetas, pellizcándome los pezones, haciendo que mi piel se encienda al mismo ritmo que la suya.
De a poco va aumentando el ritmo, subo el volumen y puedo escuchar el... CHACA CHACA CHACA... de la masturbación.
-Quiero verte la cara también...- le digo.
Sin decir nada y, lo más importante, sin dejar de pajearse, con la mano libre inclina el celular de modo que ahora no solo le veo la pija, sino también la cara, congestionada de excitación.
Se la sigue bombeando, mirándome en todo momento los pechos, llenos, estallados, hasta que por sus gestos intuyo la proximidad del abrupto final.
-¡Sí... Dale... Dámela toda... Quiero toda la lechita, bebé... Dale... Dame lo que es mío...!- lo cebo, aplastándome las tetas con una mano.
Unas cuantas sacudidas más, como queriendo arrancarse la piel, y la pantalla del celular que se oscurece surcada por unos bien cargados lechazos.
-¡Mmmmm... Qué rica, bebé... Me la diste toda...!- le digo una vez que consigue limpiar el celular.
-Ahora yo te voy a dedicar una también- le digo.
Apoyo el celular en el lavabo, me pongo enfrente, de modo que me tome del cuello para abajo, me bajo la pollera, la bombacha y de pie, con las piernas abiertas formando un paréntesis, me masturbo viendo como su pija todavía gotea mi nombre.
Me castigo el clítoris, me lo pellizco, me lo retuerzo, sintiendo como crece entre mis dedos, como se humedece, palpitante, enrojecido.
Cuando acabo, me salta un chorrito de flujo, dedicado absolutamente a Valentino...
-¡Esto es por vos...- le digo, presionando justo ahí, para hacer saltar otro.
-¡Gracias...-! me dice.
Luego del orgasmo me quedo un rato más en el baño, es uno privado, solo para personal jerárquico, y yo era la única Gerente que estaba en ese momento en la oficina, así que no había riesgo de que entrara alguien más.
Pasado ya el sofoco y el rubor, me arreglo la ropa, me despido de Valentino, y salgo del baño.
Aunque me había hecho terrible paja, con eyaculación y todo, no estaba del todo satisfecha. Obvio que no es lo mismo meterte los dedos que te metan una pija, al menos no para mí, y oh casualidad, ¿a quién me encuentro al llegar a mi oficina? A Marcos, el que hasta hace poco había sido mi más enconado rival, mi enemigo, y que tras una charla sincera y amena, se convirtió en uno más de mis amantes.
-Te estaba buscando...- me dice al verme.
-Ah, mirá vos, yo también...-
No sé que asunto quería consultarme, sobre unos seguros de caución para unos terrenos, lo cierto es que apenas le presté atención.
-¿Es importante...?- le pregunto, interrumpiéndolo.
-Bueno, no tanto, puede esperar...-
-Entonces, llevame a un telo...- le digo, agarrando la cartera.
Obvio que no me lo hizo repetir dos veces. Unos pocos minutos después, ya estábamos chapando en una habitación del albergue transitorio que está cerca de la oficina.
Marcos debía pensar que estaba así por él, pero lo cierto es que yo estaba caliente por el hijo de mi amiga. Lo besaba, lo apretaba, le acariciaba la bragueta pensando en Valentino. Aunque he de decir que luego de un rato, ya me concentré en Marcos y la pija que chupaba era la suya, no me imaginaba la de nadie más.
Ya desnudos, me tumba en cuatro y tras pasarme la lengua por toda la raya, la de la concha y la del culo, me la mete y entra a cogerme con ímpetu y frenesí, como tanto me gusta. Sexo de amantes, de calentura.
Con la cara y la mitad del cuerpo echado en la cama, yo misma me abro las nalgas con las manos, pidiéndole más, jadeando exaltada ante cada una de sus acometidas.
La pija de Marcos, mi ex rival, retumba en todo mi interior, una y otra vez, PUM PUM PUM, haciendo de la paja en el baño tan solo un aperitivo.
En algún momento, cuando la pija se sale, debido a lo abundante de la lubricación... lubricación natural, de por sí... me doy la vuelta y echándome de espalda, hago que se ponga encima mío.
-¡Vení...!- le digo.
Lo rodeo con brazos y piernas, aferrándome a su cuerpo, y me muevo con él, acoplándome a sus movimientos, cogiéndolo y dejándome coger.
El polvo que nos echamos resulta arrollador, apabullante, una explosión de sensaciones y feromonas, que me lleva a besarlo con pasión, con frenesí.
-Pensé que ya no íbamos a tener encuentros como éste...- me dice luego, echándose hacia un lado, entre profusos suspiros.
Lo miro extrañada.
-Ultimamente no me estabas dando demasiada bola- me explica.
-Si, perdoname, es que estuve bastante ocupada...-
... cogiendo, iba a agregar, pero me callo. Lo cierto es que algunos piensan que porque cogiste con ellos una vez, vas a estar disponible todas las veces que ellos quieran. No pensaba reincidir con Marcos, y no porque no la hubiese pasado bien, de hecho tuvimos muy buenos polvos, al límite de la excelencia, pero no me cerraba eso de que los dos trabajemos en el mismo lugar. Se prestaba para el chisme, de hecho algunos ya estaban circulando, aunque por el momento nadie se lo tomaba en serio. Me conocen a mí, a mi marido, a mis hijos, nadie creería que pudiera tener una aventura justamente con Marcos, el mujeriego del Broker. Aunque, claro, si lo supieran, tampoco podrían creer que me había dejado taladrar el culo por un asegurado, no una, sino dos veces, y eso era absolutamente cierto...
-

8 comentarios - Con dedicatoria...