You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

putita la prima 18


El sábado de la despedida de Inés fue una locura que todavía me da vueltas en la cabeza. Ver a mi primito perderse en el descontrol, cogiéndose a Inés y despues a todas las otras putas, me prendió fuego la concha de una manera que no esperaba. Siempre supe que él tenía algo, ese morbo escondido que me hacía provocarlo cada vez que podía, pero esa noche fue otro nivel. Me quedé pensando en él los días siguientes, masturbandome de a ratos, en cómo se movía, en cómo se le marcaba la pija en el pantalón, en cómo se le iba la timidez cuando lo empujabas un poco. Y, si, yo quería más. Lo unico que me importa en el sexo es ir por algo mas. No solo quería mirarlo, quería romperle los límites, llevarlo a un lugar nuevo. Así que el martes, mientras estaba tirada en mi cama, con el celular en la mano y un calor que me subía desde la concha, le mandé un audio.
“Primito, ¿cómo estás? Necesito hablarte de algo… especial. Quiero probar unas cosas nuevas con vos, cosas que quiero saber si queres probar. ¿Te venís a casa esta noche? Prometo que no te vas a arrepentir”. Mi voz salió con ese tono que sé que lo descoloca, medio dulce, medio puta. Sabía que no iba a decir que no.
Esa noche, cuando llegó a mi departamento, lo recibí con una sonrisa y una cerveza en la mano. Estaba con una remera suelta sin corpiño, los pezones marcados apenas, y un short de lycra que se me metía en el culo. Él entró, medio nervioso, pero con esa mirada de siempre, esa que intenta disimular que me está comiendo con los ojos. “¿Qué es eso de ‘cosas nuevas’, Caro?”, preguntó, sentándose en el sillón. Me reí, me acerqué y me senté sobre él, bien pegada, sintiendo cómo su pija ya empezaba a endurecerse contra mi concha.
“Relajate, primito. Hoy vamos a aprender a hacer algo juntos”, le dije, rozándole el cuello con los labios. Le saqué la remera despacio, dejando que mis uñas largas, pintadas de rojo, le rasparan la piel del pecho. Su respiración se aceleró, y yo ya estaba mojada solo de verlo así, vulnerable pero con ganas. Me bajé de encima suyo, le desabroché el cinturón y le bajé el pantalón. Su pija saltó, dura, gruesa, gorda como siempre, con una vena que se marcaba desde la base hasta la cabeza, que ya brillaba con un poco de líquido preseminal. Me relamí los labios, pero no era eso lo que quería esa noche.
“Date vuelta, primito. Ponete en cuatro en el sillón”, le dije, con una voz que no dejaba lugar a discusión. Él me miró, medio confundido, pero cuando le puse una mano en el pecho y lo empujé suavemente, obedeció. Se puso en cuatro, el culo en el aire, las piernas abiertas, y yo me tomé un segundo para admirarlo. Sus bolas colgaban pesadas, la piel tirante, y el culo, pequeño y rosado, apenas visible entre los cachietes de la cola. Me puse de rodillas detrás de él, mis manos en sus muslos, y empecé a besarle la piel de la parte interna, subiendo despacio, dejando que mi aliento cálido le rozara las bolas. Él tembló, y yo sonreí.
“Caro, ¿qué verga haces degenerada?”, preguntó, con la voz entrecortada. No le contesté. En cambio, saqué un frasquito de lubricante de mi mesita y me unté los dedos. El gel era frío, resbaladizo, y cuando lo acerqué a su culo, él se tensó. “Shhh, relajate, primito. Vas a gozar como nunca”, le susurré, mientras mi lengua empezaba a jugar en la base de sus bolas, lamiendo despacio, saboreando la piel salada y el calor que desprendía. Subí un poco más, mi lengua rozando el borde de su culo, y él soltó un gemido bajo, casi como un gruñido. Me encantó.
Empecé con movimientos lentos, la punta de mi lengua dando círculos alrededor de su orto, sintiendo cómo se contraía y se relajaba con cada roce. El sabor era intenso, una mezcla de piel limpia y algo más crudo, más animal. Mojé mi lengua con saliva, haciendo que todo estuviera resbaladizo, y empecé a presionar más, metiendo la punta apenas, sintiendo cómo su cuerpo se abría poco a poco. Él se abria cada vez mas, las manos apretando el respaldo del sillón, y yo no podía parar de tocarme la concha con la otra mano, el short ya empapado entre mis piernas.
“Caro, la puta que te parió…”, murmuró, pero no le di tregua. Unté un dedo con lubricante y lo deslicé despacio, apenas rozando la entrada. Su culo se apretó al principio, pero con mi lengua todavía trabajando, lamiendo y chupando, se fue relajando. Empujé el dedo con suavidad, sintiendo la resistencia inicial y luego la suavidad cálida del interior. Era apretado, caliente, y él soltó un gemido largo, profundo, que me hizo mojarme todavía más. “Eso, primito, relaja el orto y dejame a mi”, le dije, mientras mi dedo empezaba a moverse adentro y afuera, explorando, buscando ese punto que sabía que lo iba a volver loco.
Encontré su próstata después de unos segundos, una pequeña protuberancia dura que, cuando la toqué, lo hizo arquear la espalda y soltar un “¡ay la choncha de tu puta madre!” que resonó en la habitación. Empecé a masajearla con movimientos circulares, mi dedo resbalando con el lubricante, mientras mi lengua seguía lamiendo alrededor, chupando la piel sensible, dejando todo húmedo y brillante. Sus huevos se contrajeron, y vi cómo su pija, todavía dura, goteaba un hilo de líquido claro que caía sobre el sillón. “Caro, la concha de tu hermana, me vas a matar hija de puta”, dijo entre jadeos, y yo me reí, metiendo un segundo dedo, abriéndolo más, sintiendo cómo su cuerpo se rendía al placer.
El masaje pornografico lo tenía al borde. Cada vez que le apretaba el orto por dentro, su cuerpo temblaba, y sus gemidos se volvían más fuertes, más desesperados. Mi concha estaba empapada, los dedos de mi otra mano metiéndose y saliendo mientras me imaginaba su pija dentro de mí. Pero no, esta noche era para él, para mostrarle algo nuevo. Saqué los dedos despacio, dejando que su culo se cerrara lentamente, y volví con mi lengua, lamiendo con más fuerza, metiéndola lo más profundo que podía, saboreando cada reacción de su cuerpo. El olor a lubricante, a piel, a sexo, me volvía loca.
“Caro, no aguanto más”, dijo, con la voz rota. Lo hice darse vuelta, y su pija estaba más dura que nunca, la cabeza hinchada, brillante de lechita que ya queria salir. Me miró con los ojos nublados de deseo, y yo no pude resistirme. Me subí encima de él, me saqué el short de un tirón y dejé que su pija se deslizara dentro de mi concha, empapada y caliente. Me moví con fuerza, cabalgándolo, mientras mis dedos volvían a su culo, rozando su ano todavía sensible. Él gritó, tembló como un terremoto, y en segundos sentí su leche caliente llenándome, un chorro tras otro, mientras yo acababa con él, imaginando que me embarazaba, mis jugos mezclándose con los suyos, corriendo desde lo mas profundo de mi concha pasando por mis muslos.
Nos quedamos así un rato, agitados, transpirados, con el sillón hecho un desastre. Le pasé una cerveza y me reí. “Primito, esto es solo el principio. La próxima te toca a vos hacerme algo nuevo”. Él me miró, todavía recuperando el aliento, y sonrió. “Sos una perversa hija de mil puta"

2 comentarios - putita la prima 18

nukissy4540
🍓Aquí puedes desnudar a cualquier chica y verla desnuda) Por favor, puntúala ➤ https://da.gd/erotys