Pedro sentía una mezcla de emociones que lo desconcertaban. La línea entre el amor fraternal y la lujuria se volvía cada vez más borrosa. Ya no podía evitar fijarse en la ropa interior de Camí, extendida en las cuerdas para secarse, y notaba que eran prendas grandes y poco atractivas, más propias de una abuela. También se daba cuenta de que Camí rara vez se maquillaba, lo que la hacía ver menos femenina de lo que él creía que debería.
Una mañana, Pedro decidió que era necesario vender una de las vacas para mejorar la situación económica de la finca. Al informarle a Camí, ella se mostró agradecida y le comentó que necesitaba algunos vestidos nuevos. Pedro, con una idea en mente, se dirigió al pueblo y entró en una tienda de mujeres. Compró dos vestidos más sexy de lo habitual y, al preguntar por ropa interior, el vendedor le mostró una variedad de prendas muy diferentes a las que Camí solía usar. Pedro, imaginándose a su hermana con esos conjuntos, eligió tres: uno rojo, uno rosado y uno transparente, todos muy atractivos y pequeños.
Al regresar a casa, le entregó las compras a Camí, quien lo recibió con un beso y, sin querer, le restregó los senos, lo que hizo que Pedro se sintiera raro. Camí, feliz, se dirigió a su habitación y comenzó a revisar las compras. Los vestidos le parecieron muy ajustados y pequeños, pero cuando vio la ropa interior, se sorprendió aún más. Nunca había usado algo tan pequeño y sexy. Se probó el conjunto rojo, notando cómo la tanga se le metía entre las nalgas y los pelitos le salían por la parte del frente de tanga su vagina se veía más grande y sensual y el brasier apenas le tapaba los pezones. Al mirarse en el espejo, se sintió diferente, más femenina y atractiva de lo que jamás había imaginado.
A lo lejos, escuchó la voz de Pedro preguntándole si le gustaba todo lo que había comprado. Camí, sin querer decepcionarlo, respondió que sí, que se veía muy bien. Y así, ambos hermanos continuaban en esa dinámica de cambio y descubrimiento, sin saber exactamente a dónde los llevaría.
Una mañana, Pedro decidió que era necesario vender una de las vacas para mejorar la situación económica de la finca. Al informarle a Camí, ella se mostró agradecida y le comentó que necesitaba algunos vestidos nuevos. Pedro, con una idea en mente, se dirigió al pueblo y entró en una tienda de mujeres. Compró dos vestidos más sexy de lo habitual y, al preguntar por ropa interior, el vendedor le mostró una variedad de prendas muy diferentes a las que Camí solía usar. Pedro, imaginándose a su hermana con esos conjuntos, eligió tres: uno rojo, uno rosado y uno transparente, todos muy atractivos y pequeños.
Al regresar a casa, le entregó las compras a Camí, quien lo recibió con un beso y, sin querer, le restregó los senos, lo que hizo que Pedro se sintiera raro. Camí, feliz, se dirigió a su habitación y comenzó a revisar las compras. Los vestidos le parecieron muy ajustados y pequeños, pero cuando vio la ropa interior, se sorprendió aún más. Nunca había usado algo tan pequeño y sexy. Se probó el conjunto rojo, notando cómo la tanga se le metía entre las nalgas y los pelitos le salían por la parte del frente de tanga su vagina se veía más grande y sensual y el brasier apenas le tapaba los pezones. Al mirarse en el espejo, se sintió diferente, más femenina y atractiva de lo que jamás había imaginado.
A lo lejos, escuchó la voz de Pedro preguntándole si le gustaba todo lo que había comprado. Camí, sin querer decepcionarlo, respondió que sí, que se veía muy bien. Y así, ambos hermanos continuaban en esa dinámica de cambio y descubrimiento, sin saber exactamente a dónde los llevaría.
0 comentarios - Hermanos de la tranquilidad a la lujuria capitulo 2