
La Fiesta de Fin de Año de Mila
Capítulo 1: La Fiesta se Prende
Mila tenía 18 años recién cumplidos y estaba lista para cerrar el año como se debía. Era 31 de diciembre, y la fiesta de fin de año se hacía en un local del centro que habían alquilado sus amigos del colegio: un lugar con luces de colores, una pista de baile enorme y un DJ que no paraba de poner reggaetón y cumbia. La barra estaba llena de tragos, y el aire olía a perfume barato, sudor y ganas de pasarla bien.
Mila llegó al local con un vestido negro ajustado que le marcaba todo: las tetas, la cintura, el culo. Sabía que estaba para el infarto, y lo confirmó cuando sus amigos la vieron entrar. Se había maquillado con un delineado bien marcado y los labios rojos, y el pelo suelto le caía por la espalda como una cascada. Sus tres amigos más cercanos, Lautaro, Eze y Fran, estaban esperándola cerca de la barra, con vasos de fernet en la mano y caras de “esta noche va a ser un descontrol”.
—¡Mila, qué zarpada estás! —dijo Lautaro, el más directo de los tres, mientras le daba un abrazo y le pasaba un vaso con fernet y coca.
Ella se rió, dándole un sorbo al trago mientras sentía el calor del alcohol bajándole por la garganta.
—Gracias, boludo, vos también estás lindo —le respondió, guiñándole un ojo. Lautaro tenía una remera blanca que le marcaba los brazos, y Mila no pudo evitar mirarlo un segundo más de lo necesario.
Eze y Fran también se acercaron, dándole un beso en la mejilla cada uno. Eze, el más tranquilo, estaba con una camisa azul que le quedaba perfecta, y Fran, el más fiestero, ya estaba medio transpirado de tanto bailar. Los cuatro eran amigos desde siempre, pero esa noche había algo distinto en el aire. Quizás era el alcohol, las luces, o las ganas de despedir el año con todo, pero la tensión sexual entre ellos estaba empezando a notarse.
La noche avanzó rápido. Mila se tomó un par de tragos más, y entre el fernet, los shots de tequila que Fran insistió en pedir y el calor de la pista, empezó a sentirse más suelta. Bailaba pegada a los chicos, moviendo las caderas al ritmo de un perreo intenso, y ellos no se quedaban atrás. Lautaro le puso las manos en la cintura, Eze le rozaba la espalda mientras bailaban, y Fran le tiraba algún comentario subido de tono que la hacía reír.
—Sos una zorra, Mila, mirá cómo nos estás poniendo —le dijo Fran al oído, mientras ella se reía y le daba un empujoncito.
—No saben lo que soy capaz de hacer todavía —respondió ella, con una sonrisa que era puro fuego, mientras el alcohol le subía la temperatura y las ganas.
La cosa se estaba poniendo intensa, y los cuatro lo sabían. En un momento, Mila se acercó a la barra a pedir otro trago, pero Lautaro la siguió y le habló bajito.
—Che, ¿y si nos vamos a un lugar más tranqui un rato? —dijo, señalando con la cabeza hacia los baños del fondo del local.
Ella lo miró, con el corazón latiéndole rápido, y asintió. Sabía lo que podía pasar, y aunque el alcohol la tenía más desinhibida, estaba en control de sus decisiones. Quería ver hasta dónde podía llegar la noche.

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