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putita la prima 16

Habían pasado meses desde aquella noche en el departamento de Caro, y aunque intenté convencerme de que todo había sido un momento de locura, las imágenes de Helena y la tensión con Caro seguían dando vueltas en mi cabeza. Una tarde, mientras revisaba mensajes en el celular, llegó su invitación: “Primito, este sábado hay una fiesta electrónica en un galpón en Palermo. Venite, va a estar zarpado. Traé rueditas de buena onda, ¿si?”. Su mensaje tenía ese tono suyo, mitad juguetón, mitad provocador, que siempre me ponía en alerta. Dudé, pero la curiosidad –y algo más que no quería admitir– me hizo responder que sí.
Llegué al galpón pasadas la medianoche. El lugar era un caos de luces estroboscópicas, bajos retumbando en el pecho y cuerpos apretados moviéndose al ritmo de la música. El aire estaba cargado de sudor, perfume de pachuli y algo más, una energía salvaje que te contagiaba apenas ponías un pie adentro. Encontré a Caro cerca de la barra, con un top negro brillante que apenas le cubría el torso y unos pantalones ajustados que marcaban cada curva de su cuerpo. El pelo atado como cola de caballo y maquillaje bien de puta. Con los labios pintados de rojo y los ojos turquesas. Estaba radiante, me miraba y brillaba entre las luces de neón. “¡Primito! ¡Al fin llegaste!” gritó, tirándose a mis brazos con un abrazo que duró un segundo de más. Siempre me apoyaba esas tetas que me calentaban tanto. Olía a vainilla y a algo dulce, quizás el trago que tenía en la mano.
Me ofreció una pastilla pequeña, brillante, con una sonrisa que no dejaba lugar a dudas. “Dale, para aclimatarnos, vos después me das de las tuyas", dijo, guiñándome un ojo. No era mi plan estar tan drogado, pero el ambiente, la música y esa mirada suya me convencieron. Tomamos el éxtasis juntos, y en menos de media hora, el mundo empezó a cambiar. Los colores se volvieron más intensos, las luces parecían acariciarme la piel, y cada roce, por mínimo que fuera, mandaba una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Caro también estaba en otra, sus movimientos más fluidos, su risa más libre. Me tomó de la mano y me arrastró a la pista, donde nos perdimos entre la multitud.
En un momento, mientras la música subía a un clímax ensordecedor, Caro se puso delante de mí, dándome la espalda. Su cuerpo se movía al ritmo del techno, y sin pensarlo, la abracé por detrás, mis manos rodeando su cintura. Ella no se resistió; al contrario, se apretó más contra mí, su culo rozando mi pija con cada movimiento. El éxtasis hacía que cada contacto se sintiera como una explosión. Mis manos subieron lentamente, casi por instinto, hasta sus tetas, que se sentían firmes y cálidas bajo el top. Las apreté con suavidad, y Caro dejó escapar un gemido bajo, apenas audible bajo los graves de la música. Sus pezones estaban duros, y cuando los rocé con los pulgares, su cuerpo tembló contra el mío, como si pidiera más.
Ella giró la cabeza apenas, mirándome por encima del hombro con los ojos entrecerrados, brillantes de deseo. “Primito, qué malo sos”, susurró, pero su tono era puro fuego. La música seguía, el bajo vibrando en nuestros cuerpos, y la multitud nos envolvía como si fuéramos invisibles. Mis manos seguían en sus tetas, y noté cómo su respiración se volvía más rápida, más irregular. Estaba caliente, lo sentía en la forma en que se movía, en cómo su piel ardía bajo mis dedos. Entonces, sin pensarlo demasiado, dejé que una de mis manos bajara por su panza chata, deslizándose por sobre el ombligo lentamente hasta el borde de su pantalón.
Caro no se movió, solo inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola en mi pecho, y sentí su pelo rozándome la cara. El éxtasis hacía que cada caricia en su cabeza fuera una experiencia casi mística para ella. Más tarde me contaría que sentía como si mi mano estuviera deshaciendo nudos en su alma, cada roce en su cuero cabelludo enviaba olas de placer que le recorrían todo el cuerpo, desde la nuca hasta los dedos de los pies. Decía que era como si su piel se hubiera vuelto mil veces más sensible, que cada movimiento de mis dedos era una corriente cálida que la hacía temblar de puro éxtasis.
Mi mano se coló dentro de su pantalón, bajo la tela de su ropa interior, y encontré su piel húmeda, caliente, lista. Cuando mis dedos rozaron su clítoris, Caro soltó un gemido que se perdió en la música, pero lo sentí vibrar en su cuerpo contra el mío. Empecé a masturbarla, moviendo los dedos en círculos lentos, aplicando justo la presión suficiente para hacerla temblar. Ya conocia su concha mas que mi pija. Sabia exactamente a donde le gustaba y a donde la podia hacer acabar. La sentía resbaladiza, y cada movimiento de mis dedos hacía que su cuerpo se tensara más, que sus caderas se movieran contra mi mano, buscando más. Para mí, el éxtasis amplificaba todo: el calor de su piel, la forma en que su cuerpo respondía a cada toque, la adrenalina de estar haciendo esto en medio de una multitud que no tenía idea de lo que pasaba. En la pantalla gigante habia imagenes de caleidoscopio rotando al ritmo de la musica. Mi corazón latía al ritmo a mil, y cada roce de su culo contra mi pija, que ya estaba dura , me hacía perder la cabeza.
Caro estaba en otro mundo. Sus manos se aferraron a mis brazos, clavándome las uñas, y su respiración se volvió jadeante. Sentía su clítoris hinchado bajo mis dedos, y cuando aceleré el ritmo, ella empezó a temblar, sus piernas flojas, apoyándose completamente en mí para no caerse. “Sos un pervertido hijo de puta”, susurró, su voz rota por el placer. La música, la gente, el calor, todo se mezclaba en una vorágine que nos aislaba del mundo. Para mí, era como si el tiempo se hubiera detenido; cada movimiento de mis dedos era una respuesta directa de su cuerpo, cada gemido suyo una descarga eléctrica en el mío. La falopa hacía que todo fuera más intenso, más crudo, como si estuviéramos conectados por algo más que el tacto. Eramos amantes pero tambien eramos complices y todo se hacia mas morboso. Que alguien de la familia nos pudiera ver en un lugar publico acentuaba la pasion mucho mas.
De repente, Caro se tensó por completo, su cuerpo se estremecio contra el mío, y supe que estaba llegando. Sus uñas se clavaron más fuerte, y un gemido largo, casi animal, salió de su garganta, ahogado por la música. Sentí cómo su cuerpo se convulsionaba, cómo sus músculos se contraían alrededor de mis dedos mientras el orgasmo la atravesaba. Para mí, era una mezcla de triunfo y locura, el calor de su cuerpo, el ritmo de la música y la droga corriendo por mis venas me tenían al borde de explotar. Cuando ella se relajó, todavía temblando, sacó mi mano de su pantalón y se giró para mirarme. Sus ojos estaban vidriosos, su boca entreabierta, y me dio un beso rápido, casi desesperado. Me chupo los dedos todos mojados por su flujo antes de soltar una risa nerviosa. “Sos un degenerado de mierda”, dijo, todavía jadeando.
. Caro se quedó pegada a mí el resto de la noche, su mano rozando la mía, su cuerpo buscando el mío en cada oportunidad. De a ratos me tocaba la pija disimladamente y me preguntaba si me habia quedado caliente. En un momento se acerco a mi oido, y me prometio que en cuanto pudiera, me iba a chupar la verga y que se iba a tragar toda la leche.

2 comentarios - putita la prima 16

nukissy4572
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