Título: “Disciplina y castigo: La conversión”
Fue en 2022.
Juliana andaba perdida, flotando entre bloques, buscando cámaras, sin partido ni patria. Una amiga de su madre —con campera militar y mirada sospechosa— la invitó a una "charla patriótica" en una casa quinta en San Miguel.
Ella fue. Por ignorancia. Por morbo.
Y porque intuía que algo fuerte podía pasar.
La casa era sobria. Virgen de Luján, bandera argentina, retratos de alfonsin y Sarmiento en los marcos.
Estela la recibió vestida de blanco y celeste, con pollera larga y sonrisa glacial.
—Así que vos sos la chica que duda de todo…
—No dudo, solo busco mi camino.
—Te falta Dios. Te falta Patria. Te falta mano dura.
La llevó a un cuarto.
No había cama. Solo una silla.
Y una cruz.
Juliana quiso hablar.
Gómez le puso un dedo en los labios.
—Acá no se habla. Acá se obedece.
Le ató las muñecas con una bandera doblada. Le arrojó agua bendita en el cuello.
—Cada traición al orden, cada pensamiento progresista, se limpia con fuego.
Le levantó la falda con gesto eclesiástico.
Le azotó las nalgas con una regla.
—Esto por coquetear con el aborto legal.
¡Plaff!
—Esto por usar lenguaje inclusivo.
¡Plaff!
—Esto por pensar que el Estado debe cuidar a los débiles.
Juliana jadeaba. No entendía si lloraba, si se excitaba, si se convertía.
Estela se agachó. Le murmuró un Ave María al oído mientras le metía dos dedos con disciplina de cuartel.
—Vas a renacer, hija. Pero primero hay que purgar la ideología.
Y entre culpas, represión y una sexualidad completamente distorsionada, Juliana tuvo su primer orgasmo reaccionario.
Un gemido ahogado entre rosarios y doctrina.
Cuando terminó, Gómez la dejó sola.
Sobre la silla, una estampita y un pañuelo celeste.
Juliana lo guardó.
Lo sigue teniendo en el cajón.
No por fe.
Por culpa.

Asi terminamos este primer episodio un
poco corto la verdad pero el segundo sera
mas largo lo prometo.
Fue en 2022.
Juliana andaba perdida, flotando entre bloques, buscando cámaras, sin partido ni patria. Una amiga de su madre —con campera militar y mirada sospechosa— la invitó a una "charla patriótica" en una casa quinta en San Miguel.
Ella fue. Por ignorancia. Por morbo.
Y porque intuía que algo fuerte podía pasar.
La casa era sobria. Virgen de Luján, bandera argentina, retratos de alfonsin y Sarmiento en los marcos.
Estela la recibió vestida de blanco y celeste, con pollera larga y sonrisa glacial.
—Así que vos sos la chica que duda de todo…
—No dudo, solo busco mi camino.
—Te falta Dios. Te falta Patria. Te falta mano dura.
La llevó a un cuarto.
No había cama. Solo una silla.
Y una cruz.
Juliana quiso hablar.
Gómez le puso un dedo en los labios.
—Acá no se habla. Acá se obedece.
Le ató las muñecas con una bandera doblada. Le arrojó agua bendita en el cuello.
—Cada traición al orden, cada pensamiento progresista, se limpia con fuego.
Le levantó la falda con gesto eclesiástico.
Le azotó las nalgas con una regla.
—Esto por coquetear con el aborto legal.
¡Plaff!
—Esto por usar lenguaje inclusivo.
¡Plaff!
—Esto por pensar que el Estado debe cuidar a los débiles.
Juliana jadeaba. No entendía si lloraba, si se excitaba, si se convertía.
Estela se agachó. Le murmuró un Ave María al oído mientras le metía dos dedos con disciplina de cuartel.
—Vas a renacer, hija. Pero primero hay que purgar la ideología.
Y entre culpas, represión y una sexualidad completamente distorsionada, Juliana tuvo su primer orgasmo reaccionario.
Un gemido ahogado entre rosarios y doctrina.
Cuando terminó, Gómez la dejó sola.
Sobre la silla, una estampita y un pañuelo celeste.
Juliana lo guardó.
Lo sigue teniendo en el cajón.
No por fe.
Por culpa.

Asi terminamos este primer episodio un
poco corto la verdad pero el segundo sera
mas largo lo prometo.
1 comentarios - La vida de juliana aspirante a politica