Del dicho al hecho hay un buen trecho. Pero, de nuevo, me adelanto un poco.
Luego de esa charla larguísima que tuvimos en el bar, nuestra relación con Enrique se hizo más fuerte y más amena aún. Un poco sin quererlo nos hicimos compinches y más amigos. El hecho de compartir el mismo secreto los dos, aunque de formas distintas, nos acercó. Los dos sabíamos que nunca podríamos decir lo que sabía del otro sin deschavarse uno mismo. Era, salvando las distancias, una situación de destrucción mutua asegurada.
Y ante ese tipo de situaciones la gente tiene dos opciones. O se ponían en oposición, o se hacían amigos y la piloteaban. Nosotros decidimos pilotearla.
Los dos estábamos solos. Él porque vivía solo en su departamento de portero en la terraza del edificio y yo temporalmente también porque Noelia estaba en Brasil. Así que nos empezamos a ver más seguido. A veces lo invitaba yo a casa o a veces él me invitaba a mí a la suya y nos pedíamos alguna pizza o empanadas, compartíamos un vino o alguna cerveza, charlabamos y la pasabamos bien. Nadie tenía que volverse manejando a la casa.
Por supuesto que el tema de Noelia estaba siempre presente y lo hablábamos seguido, pero como me dijo él una de éstas veces, no había apuro. Mi hija iba a estar en Brasil los próximos dos meses. Teníamos tiempo de ver cómo íbamos a hacer todo y cómo íbamos a llevar las cosas de ahí en adelante.
Con Enrique ya nos hablábamos con la confianza de tipos que se conocían toda la vida y ninguno se extrañaba por las mañas del otro. Él, por su parte, me había dicho que por supuesto, hablando básicamente de sus necesidades como hombre, y encima hombre solo, le vendría muy bien seguir cogiéndose a Noelia. No sólo por el hecho de sacarse las ganas, me dijo, sino que era una pendeja hermosa y que le ponía mucha onda. Eso volvía loco a cualquier viejo y lo sabíamos los dos. El hecho que fuese mi hija no quitaba el pedazo de mujer en que ella se estaba convirtiendo. Cualquiera se la querría mover.
Y yo, por mi parte, ya habiéndole dicho a Enrique de mis ganas, mis deseos y mi calentura de siempre de cogerme a mi hija, sabía que no lo podía hacer. Era un paso que nunca iba a dar. Pero eso no significaba que, por raro que sonara, no me la podía coger a través de él. Vicariamente, si se quiere.
Durante una de nuestras varias cenas me lo expuso de una forma que me sorprendió por su practicidad y simpleza. Veníamos hablando del tema y empezamos a enumerar los pros y los contras de que él siguiera atendiendo a mi hija.
“Aparte, Gaby, más allá de todo ésto”, me dijo mientras jugueteaba con su vaso de cerveza, “Vos pensá lo siguiente…”
“A ver, qué pensás…”, le dije y le serví un poco para llenarle el vaso, lo que me agradeció asintiendo suavemente.
“Noelia ya está grande”
“Bueh, pará… grande lo que se dice grande…”, acoté.
“Si, ya sé. Pero quiero decir que en cualquier momento te cae con un novio posta. Olvidate de mí, de lo que pasó… sabés que eso va a pasar. No la veo como el tipo de pendeja que va a estar sola mucho tiempo”
“Y, no.”
“Aparte… bueh, hablando mal y pronto… le gusta mucho la pija, Gaby”, me miró y medio se sonrió. Yo también me tomé un sorbo de mi vaso.
“Si, ya me di cuenta, hijo de puta…”
Enrique se rió, “Digo que va a buscar. Va a querer y va a buscar. Ya sé que es medio inusual, viste? Pero no estaría bueno ver un poco el lado bueno de todo ésto… que si yo me la atiendo de vez en cuando ella no tiene que salir por ahí a cogerse a cualquier pendejo boludo? Me entendés lo que te digo?”
“Si, obvio”, le dije. Tenía razón.
“Hay cada uno por ahí hoy en día… mamita querida. Si no están en la falopa están con el escabio o con cualquier otra cosa”, dijo medio tristemente, “Vos sabés que a mí todo eso no me cabe.”
“Si, ya sé”
“Ni fumo ni me drogo ni nada.”, me dijo con un poco de orgullo, “Si, me tomo una birra o un vino de vez en cuando pero con la comida o cuando me pongo a ver algo en la tele. Y porque tengo cincuenta pirulos, macho…”, se rió, “Si quiero lo hago.”
“Más bien”, acoté y me recosté un poco en la silla, tratando de bajar la pizza que nos habíamos comido.
“Si ella anda conmigo… ojo, de nuevo, no digo de novios de parejita ni nada de eso… pero digo si quiere pija, mejor que la consiga conmigo y no con cualquier otro boludito de por ahí que andá a saber en que la mete.”
“Si, si lo planteás así, tiene sentido…”
“Aparte, posta, sabés que yo soy buen tipo y la voy a cuidar. No le voy a hacer nada raro… digo, nada que ella no quiera.”, me miró asintiendo y yo le respondí el gesto, “La quiero mucho a tu nena, Gaby. Es una nena divina. Si yo me enterara que algún forrito de éstos le hizo algo, o la metió con la falopa y eso… sabés la sucursal de Nike que le abro en el ojete a ese conchudo. Dios no quiera.”
Tomé un sorbo más de cerveza y lo miré, “Si la nena quiere verga, mejor que se la den en casa.”
“Claro”, me asintió.
“Y si no puede ser en casa”, le dije apuntándole un poco a él con mi mentón, lo que lo hizo reír, “... entonces que sea en la tuya.”
Tuvimos varias charlas de esas, durante varias reuniones. Y en ellas fuimos puliendo el plan. Algo que nos dejara contentos a los dos, que pudiera satisfacer nuestros deseos. No sé si llegamos al plan ideal. No sé si era posible un plan ideal en esa situación tan rebuscada, pero estaba bastante bien.
La parte más fácil era la que le tocaba a él. El tendría vía libre para cogerse a Noelia cuando quisiera, por supuesto también respetando cuando ella lo quisiera. El se cogía a una nena hermosa, una pendeja divina que, según él, estaba seguro que iba a ser una bomba en la cama. Yo lo sabría pero no diría nada. Por supuesto a Noelia tampoco. Todo esto estaba claro y era fácil.
La parte más difícil era la que me tocaba a mí. Mis deseos eran de cogerme yo también a mi hija, sólo que a través de él. Pero cómo lo haría? Y lo que era peor, me alcanzaría? Me alcanzaría a mí con lo que Enrique me contara de lo que habían hecho o me mostrara algún chat y fotitos hot que intercambiaba de vez en cuando con Noelia? Yo se lo dije eso. Estuvimos bastante trabados con esa parte. Porque ésto le tenía que servir a los dos o directamente no valía la pena hacerlo de lo riesgoso que podía ser. Si Noelia se llegaba a enterar como fuere que Enrique y su papá estaban arreglados y que yo sabía de ésto…quién podría decir como iba a reaccionar? Las consecuencias podrían ir desde absolutamente nada a que yo perdiera la tenencia de Noelia y que con Enrique siguieramos comiendo pizza de vez en cuando pero detrás de algunas rejas. No era fácil.
La solución se le empezó a ocurrir a él y entre los dos terminamos puliéndola. Me dijo si me servía más a mí si él se grababa cogiéndosela. Me preguntó si yo podría bancarme el verlo. Por supuesto que podía, le dije. En ese momento sintiendo como mi pija me daba un tirón de tensión debajo del pantalón. Nunca le había dicho a Enrique que yo ya lo había visto una vez, cuando se la cogió en mi casa. Nunca le dije de la cantidad enorme de pajas que me había hecho con ese video. De cómo me hacía acabar a raudales ver cómo él se la cogía, tan dulce y tan fuerte, y la cantidad de leche que me sacaba el oírla aullar finito de placer…
…Me estoy yendo por las ramas. Le dije que no habría problema, que yo me lo bancaba y que la idea era muy buena. Pero, y Noelia? Filmarla a escondidas… una vez lo podés hacer. Dos, bueno, si tenés suerte. Pero más que eso, inevitablemente, ella se iba a avivar. No era ninguna boluda. Enrique me dijo que podía probar de decirle que los videos iban a ser para él, que no se los iba a mostrar a nadie. Para tantear las aguas, a ver qué decía ella. Una mentirita piadosa, pensé, dentro de toda ésta enorme mentira. Pero una mentirita que me podía garantizar a mí tanto placer…
Fuimos con esa opción, acordamos, para probar y ver si andaba.
El otro gran interrogante en todo ésto era justamente Noelia. Ahí estábamos medio perdidos los dos. Nos pusimos a especular. Por ahí volvía de Brasil y no quería saber más nada. Quizás esos pocos encuentros que tuvo con Enrique le sirvieron a ella para sacarse las ganas y ya estaba. Tal vez no querría saber más nada. Esa teoría tenía cierto sustento porque Enrique me dijo, luego mostrándome sin que yo le pidiera, que casi ni hablaba por Whatsapp con ella. Sólo muy de vez en cuando un hola, que tal, que andas haciendo… nada más. Estaría muy entretenida en Brasil. Ni le mandó más fotos.
Por ahí, también, podía pasar que Noelia quería seguir pero la espantaría el tema de ser filmada. Eso no le cambiaba mucho a Enrique. Se la cogía sin grabar nada y punto. El, feliz. Y yo… esperando que él me contara sus andanzas, teniendo que recurrir a mi imaginación. Seamos honestos, está claro que mi imaginación es abundante y perversa, pero no se comparaba con un video. No me servía para nada. Era como que te muestren una Ferrari, que te la refregaran en la cara, y que enseguida te digan que sólo te alcanzaba para un Fiat. Sería una cagada, pero era una opción posible.
Mucho de ésto dependía, de una forma u otra, de Noelia y de cómo ella quería seguir al volver. Sobre eso, ninguno de los dos teníamos mucho control. Enrique no se podía hacer mucho el que la buscaba sobremanera porque por ahí la presionaba o la asustaba. Mientras tanto yo tampoco me podía hacer mucho el boludo insinuándole pelotudeces todo el tiempo, lo más indirecto posible, para que estuviera con Enrique. Se daría cuenta enseguida que acá había varios gatos encerrados.
Decidimos tener el plan armado, con los detalles pulidos y esperar a ver cual era la mejor forma de ejecutarlo una vez que ella volviera de Brasil. Que veamos cómo volvía, cómo se daban las cosas e ir ajustando detalles sobre la marcha. La ventaja que teníamos sobre Noelia era que ella no sabía que nosotros ya estábamos tan comunicados. Algo era algo.
Ese verano finalmente transcurrió. Enrique se tomó sus vacaciones en Mar del Plata, trayéndome un par de muy lindas historias de gatitos de la costa y una caja de alfajores. Yo también me tomé la mía. Me fuí a Mendoza a visitar a mi primo y su familia, después nos fuimos con ellos unos días a Chile. Le traje unos vinos a Enrique que me agradeció mucho y algo de bijouterie para Noelia, para recibirla con un regalito.
Quiero decir, un regalito más que el que ya le habíamos preparado.
A mitad de Febrero ya, un día Noelia me avisó que estaba volviendo pronto. Me pasó la información del vuelo y el día y hora indicados yo estaba en el aeropuerto para recibirla. Cómo me hizo saltar el corazón de alegría cuando la vi acercarse entre la gente con sus bolsos. Nos fundimos en un abrazo enorme y fuerte, mientras yo le llenaba la mejilla de besotes. Haciendo a un lado todo ésto, la había recontra extrañado.
Había vuelto bastante más bronceada. Eso yo ya me lo esperaba. Siempre volvía así, aprovechando el sol y las playas de allá. Me pareció que había vuelto igual, pero un poco distinta. Era medio extraño. Más… Noelia de ahora y menos Noelia de antes. De siempre. Ciertas cosas, ciertos detalles, cómo hablaba y cómo decía las cosas. Solo habían pasado tres meses, pero parece que la experiencia le había servido para cambiar y crecer, aunque sea un poquito.
En el taxi de vuelta me sorprendió, de forma no enteramente grata, al mostrarme el tatuaje que se había hecho en una pierna, a la altura de uno de sus muslos en la parte exterior. La verdad que estaba bueno. Era una especie de roseta de puntos cardinales, con el rostro de un león rodeado de flores y una especie de hiedra que trepaba. Cuando le protesté un poco me dijo que la madre le había dado el okey y sonriendo me dijo que con eso tenía que alcanzar. Que igual ya estaba hecho. No la quise retar. Tampoco era tan grave y a ella se la veía feliz con el tatuaje.
Llegamos a casa, se puso a desempacar, se dió una ducha y nos pusimos a cenar en casa. Yo contento de nuevo de tener a mi nena en casa, ella contenta de haber vuelto y de contarme todo lo que había hecho. Tuvimos una cena hermosa. Le di la bijou que le había comprado en Chile y le encantó, probándosela con una sonrisa y agradeciéndome con un abrazo mientras yo lavaba los platos. Nos hicimos unos cafecitos para los dos y seguimos charlando en el sillón.
Entre sonrisitas durante la charla me confesó que había conocido a un chico ahí, cerca de Maceió donde vivía Diana. Me sorprendí y le pregunté si era el novio, si el contacto iba a seguir, pero me dijo que no. Que la pasaron bien pero nada más. Que habían quedado como amigos. Se rió medio avergonzada cuando le pregunté si habían hecho lo que ya sabés y me dijo que no, nada que ver. Yo no lo podía comprobar, así que nada más le sonreí, le creí y seguimos charlando de sus saliditas con su amorcito de verano y los lugares que habían visitado.
Así arrancó de nuevo nuestra rutina del nuevo año. Noelia disfrutaba mucho de haber vuelto para reencontrarse con sus amigas del colegio, gastando a morir los últimos días del verano con ellas, mientras que yo con Enrique la estábamos vigilando, cada uno a nuestra manera, para ver como avanzaba esa otra cosa. Yo tenía contacto permanente con él y nos íbamos pasando información, updates, si yo me lo cruzaba en el hall del edificio en persona o en cualquier momento por Whatsapp. Me dijo que se habían saludado cuando Noelia volvió y charlaron algunas veces, muy brevemente por chat. Noelia no le había dado a él ninguna indicación o indicio de nada, más que un par de comentarios juguetones del tipo que hacía ella, los que Enrique había decidido no seguir ni presionar, para ver qué hacía ella. No llevaron a nada.
Ninguno de nosotros dos estábamos perdiendo las esperanzas, pero ya estábamos charlando de que quizás había vuelto sin ganas de seguir sus encuentros con Enrique. Por cualquier motivo, quizás era así. Era una eventualidad que habíamos anticipado, pero no cabía más que esperar y ver cómo se iba desarrollando.
Por suerte, para todos los involucrados, terminó sucediendo poco después de una semana luego de que Noelia volviera. Una tarde yo estaba en la empresa y me llegó un mensaje de Enrique, preguntándome si podía mandarme una captura de chat, si la podía ver. Le dije que sí y me fui un rato al baño.


Yo me sonreí solo, sentado en el inodoro del baño de la empresa. Enrique era hábil. Le había dicho en media hora para darnos tiempo a nosotros de definir. Me preguntó si le daba para adelante y le dije que sí, obvio. También me preguntó si quería que pruebe de decirle a Noelia de grabarla con el celular y le dije que sí, pero que si ella decía que no, que no la forzara ni lo hiciera a escondidas. Me puso un emoji de un pulgar arriba y me dijo que iba a ser sólo una tirada de goma. Que no se la iba a culear ahí, al menos no hoy. Yo me sentí entre aliviado y decepcionado pero le dije que estaba bien, que lo decidiera él. Cuando tuviera el video que me lo mandara.
Yo volví a mi escritorio y seguí trabajando, pero con la cabeza puesta en casa. Más precisamente, en el sótano del edificio. Me costaba mucho no imaginarme cosas y no anticiparme a lo que vería a su debido tiempo en el video. También tenía los nervios, por más tontos que parezcan, de que ésta era la primera prueba de fuego de nuestro sistema. A ver cómo salía todo.
Como a la hora me mensajeó Enrique de nuevo, diciendome que ya estaba y si quería que se lo pasara. Le dije que ahora no, que yo estaba todavía en el trabajo y no quería recibirlo ahí, ni tener que irme de una disparada al baño de nuevo para verlo. Le dije que yo le avisaba cuando llegaba a casa y me lo mandaba ahí. Le pregunté cómo había salido todo y el hijo de puta solo me puso un pulgar para arriba y una carita de sonrisa.
Las pocas horas que me faltaban para salir del trabajo se me hicieron absolutamente eternas. No me podía enfocar más que en lo que me imaginaba que por fin vería. Pero estaba tranquilo porque había salido, al menos inicialmente, bien. Salí por fin del trabajo y me fuí volando a casa. Cuando llegué Noelia estaba ahí tirada en el sillón, con la TV prendida y al mismo tiempo leyendo una revista. Nos saludamos normal, como siempre. La examiné discretamente mientras charlabamos de todo un poco y la noté absolutamente normal. Que bien que disfrazaba todo. Que bien que disimulaba que hacía unas horitas nada más había estado con Enrique. Disfrutándolo. Complaciéndolo.
Le di el okey a Enrique por chat para que me mandara el video y a los pocos minutos lo recibí. Inmediatamente me encerré en el baño a verlo. Lo que me provocó ese video, por mas cortito que era, fue mucho más de lo que esperaba. El golpe de gracia, curiosamente, fue la línea que me escribió Enrique al mandármelo.
“Mirá que lindo me chupa la pija tu nena”

La verdad que el video, como video en si, era una mierda. Mal grabado. Enrique después me dijo que luego de un poco de tira y afloje, Noelia había aceptado que él la grabara con el celu, pero que no quería que se le viera la cara. Por si el video después se desperdigaba por ahí. Inteligente. Pero cuando se trata de un video de una chupada de verga, que no se vea la cara no es muy productivo para hacer un buen video.
Igual yo no estaba ahí por la calidad del video. Yo estaba ahí, sentado en mi inodoro, para asesinarme la verga a pajas mientras miraba una y otra vez a mi hija mamando a Enrique. A él mucho no se lo escuchaba, pero los gemiditos nasales de ella eran hermosos. Degustando, amando y complaciendo a esa verga. Dándose placer. Y también, sin saberlo, dándomelo a mi al mismo tiempo. Mientras lo miraba, una y otra vez sin parar, masturbándome en silencio y tratando que no se escuchara mucho mi agitación, vi que me entró otro mensaje de Enrique.
“Esta vez se tragó toda la leche. Me dijo que le encantó.”
Yo acabé como hacía mucho, mucho tiempo que no lo hacía. Con mis pobres huevos exprimiéndose solos al máximo para largar chorrazos de mi semen al aire y al piso del baño. No se que mierda dije, que ruidos hice, por unos segundos no estaba ahí. Me hicieron volver en mí los golpecitos suaves de Noelia en la puerta del baño, preguntándome si estaba bien.
Si, hijita. Si, mi amor. Estaba muy, pero muy bien. Gracias. Gracias por todo.
Luego de esa charla larguísima que tuvimos en el bar, nuestra relación con Enrique se hizo más fuerte y más amena aún. Un poco sin quererlo nos hicimos compinches y más amigos. El hecho de compartir el mismo secreto los dos, aunque de formas distintas, nos acercó. Los dos sabíamos que nunca podríamos decir lo que sabía del otro sin deschavarse uno mismo. Era, salvando las distancias, una situación de destrucción mutua asegurada.
Y ante ese tipo de situaciones la gente tiene dos opciones. O se ponían en oposición, o se hacían amigos y la piloteaban. Nosotros decidimos pilotearla.
Los dos estábamos solos. Él porque vivía solo en su departamento de portero en la terraza del edificio y yo temporalmente también porque Noelia estaba en Brasil. Así que nos empezamos a ver más seguido. A veces lo invitaba yo a casa o a veces él me invitaba a mí a la suya y nos pedíamos alguna pizza o empanadas, compartíamos un vino o alguna cerveza, charlabamos y la pasabamos bien. Nadie tenía que volverse manejando a la casa.
Por supuesto que el tema de Noelia estaba siempre presente y lo hablábamos seguido, pero como me dijo él una de éstas veces, no había apuro. Mi hija iba a estar en Brasil los próximos dos meses. Teníamos tiempo de ver cómo íbamos a hacer todo y cómo íbamos a llevar las cosas de ahí en adelante.
Con Enrique ya nos hablábamos con la confianza de tipos que se conocían toda la vida y ninguno se extrañaba por las mañas del otro. Él, por su parte, me había dicho que por supuesto, hablando básicamente de sus necesidades como hombre, y encima hombre solo, le vendría muy bien seguir cogiéndose a Noelia. No sólo por el hecho de sacarse las ganas, me dijo, sino que era una pendeja hermosa y que le ponía mucha onda. Eso volvía loco a cualquier viejo y lo sabíamos los dos. El hecho que fuese mi hija no quitaba el pedazo de mujer en que ella se estaba convirtiendo. Cualquiera se la querría mover.
Y yo, por mi parte, ya habiéndole dicho a Enrique de mis ganas, mis deseos y mi calentura de siempre de cogerme a mi hija, sabía que no lo podía hacer. Era un paso que nunca iba a dar. Pero eso no significaba que, por raro que sonara, no me la podía coger a través de él. Vicariamente, si se quiere.
Durante una de nuestras varias cenas me lo expuso de una forma que me sorprendió por su practicidad y simpleza. Veníamos hablando del tema y empezamos a enumerar los pros y los contras de que él siguiera atendiendo a mi hija.
“Aparte, Gaby, más allá de todo ésto”, me dijo mientras jugueteaba con su vaso de cerveza, “Vos pensá lo siguiente…”
“A ver, qué pensás…”, le dije y le serví un poco para llenarle el vaso, lo que me agradeció asintiendo suavemente.
“Noelia ya está grande”
“Bueh, pará… grande lo que se dice grande…”, acoté.
“Si, ya sé. Pero quiero decir que en cualquier momento te cae con un novio posta. Olvidate de mí, de lo que pasó… sabés que eso va a pasar. No la veo como el tipo de pendeja que va a estar sola mucho tiempo”
“Y, no.”
“Aparte… bueh, hablando mal y pronto… le gusta mucho la pija, Gaby”, me miró y medio se sonrió. Yo también me tomé un sorbo de mi vaso.
“Si, ya me di cuenta, hijo de puta…”
Enrique se rió, “Digo que va a buscar. Va a querer y va a buscar. Ya sé que es medio inusual, viste? Pero no estaría bueno ver un poco el lado bueno de todo ésto… que si yo me la atiendo de vez en cuando ella no tiene que salir por ahí a cogerse a cualquier pendejo boludo? Me entendés lo que te digo?”
“Si, obvio”, le dije. Tenía razón.
“Hay cada uno por ahí hoy en día… mamita querida. Si no están en la falopa están con el escabio o con cualquier otra cosa”, dijo medio tristemente, “Vos sabés que a mí todo eso no me cabe.”
“Si, ya sé”
“Ni fumo ni me drogo ni nada.”, me dijo con un poco de orgullo, “Si, me tomo una birra o un vino de vez en cuando pero con la comida o cuando me pongo a ver algo en la tele. Y porque tengo cincuenta pirulos, macho…”, se rió, “Si quiero lo hago.”
“Más bien”, acoté y me recosté un poco en la silla, tratando de bajar la pizza que nos habíamos comido.
“Si ella anda conmigo… ojo, de nuevo, no digo de novios de parejita ni nada de eso… pero digo si quiere pija, mejor que la consiga conmigo y no con cualquier otro boludito de por ahí que andá a saber en que la mete.”
“Si, si lo planteás así, tiene sentido…”
“Aparte, posta, sabés que yo soy buen tipo y la voy a cuidar. No le voy a hacer nada raro… digo, nada que ella no quiera.”, me miró asintiendo y yo le respondí el gesto, “La quiero mucho a tu nena, Gaby. Es una nena divina. Si yo me enterara que algún forrito de éstos le hizo algo, o la metió con la falopa y eso… sabés la sucursal de Nike que le abro en el ojete a ese conchudo. Dios no quiera.”
Tomé un sorbo más de cerveza y lo miré, “Si la nena quiere verga, mejor que se la den en casa.”
“Claro”, me asintió.
“Y si no puede ser en casa”, le dije apuntándole un poco a él con mi mentón, lo que lo hizo reír, “... entonces que sea en la tuya.”
Tuvimos varias charlas de esas, durante varias reuniones. Y en ellas fuimos puliendo el plan. Algo que nos dejara contentos a los dos, que pudiera satisfacer nuestros deseos. No sé si llegamos al plan ideal. No sé si era posible un plan ideal en esa situación tan rebuscada, pero estaba bastante bien.
La parte más fácil era la que le tocaba a él. El tendría vía libre para cogerse a Noelia cuando quisiera, por supuesto también respetando cuando ella lo quisiera. El se cogía a una nena hermosa, una pendeja divina que, según él, estaba seguro que iba a ser una bomba en la cama. Yo lo sabría pero no diría nada. Por supuesto a Noelia tampoco. Todo esto estaba claro y era fácil.
La parte más difícil era la que me tocaba a mí. Mis deseos eran de cogerme yo también a mi hija, sólo que a través de él. Pero cómo lo haría? Y lo que era peor, me alcanzaría? Me alcanzaría a mí con lo que Enrique me contara de lo que habían hecho o me mostrara algún chat y fotitos hot que intercambiaba de vez en cuando con Noelia? Yo se lo dije eso. Estuvimos bastante trabados con esa parte. Porque ésto le tenía que servir a los dos o directamente no valía la pena hacerlo de lo riesgoso que podía ser. Si Noelia se llegaba a enterar como fuere que Enrique y su papá estaban arreglados y que yo sabía de ésto…quién podría decir como iba a reaccionar? Las consecuencias podrían ir desde absolutamente nada a que yo perdiera la tenencia de Noelia y que con Enrique siguieramos comiendo pizza de vez en cuando pero detrás de algunas rejas. No era fácil.
La solución se le empezó a ocurrir a él y entre los dos terminamos puliéndola. Me dijo si me servía más a mí si él se grababa cogiéndosela. Me preguntó si yo podría bancarme el verlo. Por supuesto que podía, le dije. En ese momento sintiendo como mi pija me daba un tirón de tensión debajo del pantalón. Nunca le había dicho a Enrique que yo ya lo había visto una vez, cuando se la cogió en mi casa. Nunca le dije de la cantidad enorme de pajas que me había hecho con ese video. De cómo me hacía acabar a raudales ver cómo él se la cogía, tan dulce y tan fuerte, y la cantidad de leche que me sacaba el oírla aullar finito de placer…
…Me estoy yendo por las ramas. Le dije que no habría problema, que yo me lo bancaba y que la idea era muy buena. Pero, y Noelia? Filmarla a escondidas… una vez lo podés hacer. Dos, bueno, si tenés suerte. Pero más que eso, inevitablemente, ella se iba a avivar. No era ninguna boluda. Enrique me dijo que podía probar de decirle que los videos iban a ser para él, que no se los iba a mostrar a nadie. Para tantear las aguas, a ver qué decía ella. Una mentirita piadosa, pensé, dentro de toda ésta enorme mentira. Pero una mentirita que me podía garantizar a mí tanto placer…
Fuimos con esa opción, acordamos, para probar y ver si andaba.
El otro gran interrogante en todo ésto era justamente Noelia. Ahí estábamos medio perdidos los dos. Nos pusimos a especular. Por ahí volvía de Brasil y no quería saber más nada. Quizás esos pocos encuentros que tuvo con Enrique le sirvieron a ella para sacarse las ganas y ya estaba. Tal vez no querría saber más nada. Esa teoría tenía cierto sustento porque Enrique me dijo, luego mostrándome sin que yo le pidiera, que casi ni hablaba por Whatsapp con ella. Sólo muy de vez en cuando un hola, que tal, que andas haciendo… nada más. Estaría muy entretenida en Brasil. Ni le mandó más fotos.
Por ahí, también, podía pasar que Noelia quería seguir pero la espantaría el tema de ser filmada. Eso no le cambiaba mucho a Enrique. Se la cogía sin grabar nada y punto. El, feliz. Y yo… esperando que él me contara sus andanzas, teniendo que recurrir a mi imaginación. Seamos honestos, está claro que mi imaginación es abundante y perversa, pero no se comparaba con un video. No me servía para nada. Era como que te muestren una Ferrari, que te la refregaran en la cara, y que enseguida te digan que sólo te alcanzaba para un Fiat. Sería una cagada, pero era una opción posible.
Mucho de ésto dependía, de una forma u otra, de Noelia y de cómo ella quería seguir al volver. Sobre eso, ninguno de los dos teníamos mucho control. Enrique no se podía hacer mucho el que la buscaba sobremanera porque por ahí la presionaba o la asustaba. Mientras tanto yo tampoco me podía hacer mucho el boludo insinuándole pelotudeces todo el tiempo, lo más indirecto posible, para que estuviera con Enrique. Se daría cuenta enseguida que acá había varios gatos encerrados.
Decidimos tener el plan armado, con los detalles pulidos y esperar a ver cual era la mejor forma de ejecutarlo una vez que ella volviera de Brasil. Que veamos cómo volvía, cómo se daban las cosas e ir ajustando detalles sobre la marcha. La ventaja que teníamos sobre Noelia era que ella no sabía que nosotros ya estábamos tan comunicados. Algo era algo.
Ese verano finalmente transcurrió. Enrique se tomó sus vacaciones en Mar del Plata, trayéndome un par de muy lindas historias de gatitos de la costa y una caja de alfajores. Yo también me tomé la mía. Me fuí a Mendoza a visitar a mi primo y su familia, después nos fuimos con ellos unos días a Chile. Le traje unos vinos a Enrique que me agradeció mucho y algo de bijouterie para Noelia, para recibirla con un regalito.
Quiero decir, un regalito más que el que ya le habíamos preparado.
A mitad de Febrero ya, un día Noelia me avisó que estaba volviendo pronto. Me pasó la información del vuelo y el día y hora indicados yo estaba en el aeropuerto para recibirla. Cómo me hizo saltar el corazón de alegría cuando la vi acercarse entre la gente con sus bolsos. Nos fundimos en un abrazo enorme y fuerte, mientras yo le llenaba la mejilla de besotes. Haciendo a un lado todo ésto, la había recontra extrañado.
Había vuelto bastante más bronceada. Eso yo ya me lo esperaba. Siempre volvía así, aprovechando el sol y las playas de allá. Me pareció que había vuelto igual, pero un poco distinta. Era medio extraño. Más… Noelia de ahora y menos Noelia de antes. De siempre. Ciertas cosas, ciertos detalles, cómo hablaba y cómo decía las cosas. Solo habían pasado tres meses, pero parece que la experiencia le había servido para cambiar y crecer, aunque sea un poquito.
En el taxi de vuelta me sorprendió, de forma no enteramente grata, al mostrarme el tatuaje que se había hecho en una pierna, a la altura de uno de sus muslos en la parte exterior. La verdad que estaba bueno. Era una especie de roseta de puntos cardinales, con el rostro de un león rodeado de flores y una especie de hiedra que trepaba. Cuando le protesté un poco me dijo que la madre le había dado el okey y sonriendo me dijo que con eso tenía que alcanzar. Que igual ya estaba hecho. No la quise retar. Tampoco era tan grave y a ella se la veía feliz con el tatuaje.
Llegamos a casa, se puso a desempacar, se dió una ducha y nos pusimos a cenar en casa. Yo contento de nuevo de tener a mi nena en casa, ella contenta de haber vuelto y de contarme todo lo que había hecho. Tuvimos una cena hermosa. Le di la bijou que le había comprado en Chile y le encantó, probándosela con una sonrisa y agradeciéndome con un abrazo mientras yo lavaba los platos. Nos hicimos unos cafecitos para los dos y seguimos charlando en el sillón.
Entre sonrisitas durante la charla me confesó que había conocido a un chico ahí, cerca de Maceió donde vivía Diana. Me sorprendí y le pregunté si era el novio, si el contacto iba a seguir, pero me dijo que no. Que la pasaron bien pero nada más. Que habían quedado como amigos. Se rió medio avergonzada cuando le pregunté si habían hecho lo que ya sabés y me dijo que no, nada que ver. Yo no lo podía comprobar, así que nada más le sonreí, le creí y seguimos charlando de sus saliditas con su amorcito de verano y los lugares que habían visitado.
Así arrancó de nuevo nuestra rutina del nuevo año. Noelia disfrutaba mucho de haber vuelto para reencontrarse con sus amigas del colegio, gastando a morir los últimos días del verano con ellas, mientras que yo con Enrique la estábamos vigilando, cada uno a nuestra manera, para ver como avanzaba esa otra cosa. Yo tenía contacto permanente con él y nos íbamos pasando información, updates, si yo me lo cruzaba en el hall del edificio en persona o en cualquier momento por Whatsapp. Me dijo que se habían saludado cuando Noelia volvió y charlaron algunas veces, muy brevemente por chat. Noelia no le había dado a él ninguna indicación o indicio de nada, más que un par de comentarios juguetones del tipo que hacía ella, los que Enrique había decidido no seguir ni presionar, para ver qué hacía ella. No llevaron a nada.
Ninguno de nosotros dos estábamos perdiendo las esperanzas, pero ya estábamos charlando de que quizás había vuelto sin ganas de seguir sus encuentros con Enrique. Por cualquier motivo, quizás era así. Era una eventualidad que habíamos anticipado, pero no cabía más que esperar y ver cómo se iba desarrollando.
Por suerte, para todos los involucrados, terminó sucediendo poco después de una semana luego de que Noelia volviera. Una tarde yo estaba en la empresa y me llegó un mensaje de Enrique, preguntándome si podía mandarme una captura de chat, si la podía ver. Le dije que sí y me fui un rato al baño.


Yo me sonreí solo, sentado en el inodoro del baño de la empresa. Enrique era hábil. Le había dicho en media hora para darnos tiempo a nosotros de definir. Me preguntó si le daba para adelante y le dije que sí, obvio. También me preguntó si quería que pruebe de decirle a Noelia de grabarla con el celular y le dije que sí, pero que si ella decía que no, que no la forzara ni lo hiciera a escondidas. Me puso un emoji de un pulgar arriba y me dijo que iba a ser sólo una tirada de goma. Que no se la iba a culear ahí, al menos no hoy. Yo me sentí entre aliviado y decepcionado pero le dije que estaba bien, que lo decidiera él. Cuando tuviera el video que me lo mandara.
Yo volví a mi escritorio y seguí trabajando, pero con la cabeza puesta en casa. Más precisamente, en el sótano del edificio. Me costaba mucho no imaginarme cosas y no anticiparme a lo que vería a su debido tiempo en el video. También tenía los nervios, por más tontos que parezcan, de que ésta era la primera prueba de fuego de nuestro sistema. A ver cómo salía todo.
Como a la hora me mensajeó Enrique de nuevo, diciendome que ya estaba y si quería que se lo pasara. Le dije que ahora no, que yo estaba todavía en el trabajo y no quería recibirlo ahí, ni tener que irme de una disparada al baño de nuevo para verlo. Le dije que yo le avisaba cuando llegaba a casa y me lo mandaba ahí. Le pregunté cómo había salido todo y el hijo de puta solo me puso un pulgar para arriba y una carita de sonrisa.
Las pocas horas que me faltaban para salir del trabajo se me hicieron absolutamente eternas. No me podía enfocar más que en lo que me imaginaba que por fin vería. Pero estaba tranquilo porque había salido, al menos inicialmente, bien. Salí por fin del trabajo y me fuí volando a casa. Cuando llegué Noelia estaba ahí tirada en el sillón, con la TV prendida y al mismo tiempo leyendo una revista. Nos saludamos normal, como siempre. La examiné discretamente mientras charlabamos de todo un poco y la noté absolutamente normal. Que bien que disfrazaba todo. Que bien que disimulaba que hacía unas horitas nada más había estado con Enrique. Disfrutándolo. Complaciéndolo.
Le di el okey a Enrique por chat para que me mandara el video y a los pocos minutos lo recibí. Inmediatamente me encerré en el baño a verlo. Lo que me provocó ese video, por mas cortito que era, fue mucho más de lo que esperaba. El golpe de gracia, curiosamente, fue la línea que me escribió Enrique al mandármelo.
“Mirá que lindo me chupa la pija tu nena”

La verdad que el video, como video en si, era una mierda. Mal grabado. Enrique después me dijo que luego de un poco de tira y afloje, Noelia había aceptado que él la grabara con el celu, pero que no quería que se le viera la cara. Por si el video después se desperdigaba por ahí. Inteligente. Pero cuando se trata de un video de una chupada de verga, que no se vea la cara no es muy productivo para hacer un buen video.
Igual yo no estaba ahí por la calidad del video. Yo estaba ahí, sentado en mi inodoro, para asesinarme la verga a pajas mientras miraba una y otra vez a mi hija mamando a Enrique. A él mucho no se lo escuchaba, pero los gemiditos nasales de ella eran hermosos. Degustando, amando y complaciendo a esa verga. Dándose placer. Y también, sin saberlo, dándomelo a mi al mismo tiempo. Mientras lo miraba, una y otra vez sin parar, masturbándome en silencio y tratando que no se escuchara mucho mi agitación, vi que me entró otro mensaje de Enrique.
“Esta vez se tragó toda la leche. Me dijo que le encantó.”
Yo acabé como hacía mucho, mucho tiempo que no lo hacía. Con mis pobres huevos exprimiéndose solos al máximo para largar chorrazos de mi semen al aire y al piso del baño. No se que mierda dije, que ruidos hice, por unos segundos no estaba ahí. Me hicieron volver en mí los golpecitos suaves de Noelia en la puerta del baño, preguntándome si estaba bien.
Si, hijita. Si, mi amor. Estaba muy, pero muy bien. Gracias. Gracias por todo.
4 comentarios - Padre y Hombre - Parte 5
Igual, sigue bien.