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Padre y Hombre - Parte 4

Al final resultó que la espera hasta que Noelia se fuera a Brasil con la madre no me terminó pareciendo tan larga ni tan agonizante. Como ella por esas semanas que le quedaban estaba tan ocupada y preocupada con sus exámenes finales y con su incipiente viaje, se dedicó a eso y mucha bola a otras cosas no parecía darle. Inclusive, noté yo, a Enrique. En ningún momento se escapó de casa un rato con alguna excusa boluda que me inventaría para ir a verlo y al mismo tiempo yo revisaba las cámaras todas las noches de los días en los que yo no estaba en casa y nunca lo volví a ver a él en casa. Tampoco la vi salir del departamento. Si se la pasaban hablando por Whatsapp y mandándose fotos, bueno, eso yo no lo podía saber sin revisarle el celular. Cosa que no quería hacer más.

Había una sensación en el ambiente, o al menos en mi cabeza, que Enrique se la había cogido en el sillón aquella vez y eso fue todo. Los dos quizás se habían sacado las tremendas ganas que seguro se llevaban y se redujo la intensidad de todo. De sus deseos y sus contactos. O quizás, por algún motivo, a mi hija no le gustó del todo el sexo con el portero y le habría puesto punto final a la aventura. No me parecía, por la forma hermosa en que la oía gozar su orgasmo en el video que yo todavía guardaba y miraba asiduamente. Pero todo era posible.

O quizás, sencillamente, era que estaba muy ocupada y con la cabeza ya puesta en su viaje. Podía ser cualquier cosa y yo no tenía forma de saberlo sin hablar con alguno de ellos o revisar el celular. Ninguna de esas cosas la iba a hacer, al menos no ahora.

Noelia terminó su año escolar, graduándose sin problemas, lo cual yo ya sabía que iba a pasar pero siempre era un motivo de felicidad y orgullo para mí. Y a los pocos días de eso me encontraba llevándola a ella y a sus bolsos al aeropuerto para que volara a Brasil a pasar su merecido tiempo con su mamá. Y lo que para mí era casi tan importante, lejos de Enrique. Quizás, yo tenía la vaga esperanza, ella volvía en un par de meses ya superada de todo éste asunto y no le daba mas bola al gordo. Quedaba como su aventurita privada y punto. A otra cosa. Ese era mi deseo.

Le dí un fuerte abrazo y un beso, diciéndole que me escribiera o que me llamara y que no dudara en decirme si ella o su mamá necesitaban algo. Nos despedimos felices y como un romanticón me quedé ahí en la terminal del aeropuerto, sin necesidad, hasta ver el avión despegar.

Al volver a casa me senté tranquilo en el sillón (no en el que se habían cogido a mi hija, sino otro), me serví un whisky y me relajé. La casa estaba toda para mi, tranquila y en silencio. Todo limpio, todo ordenado. Sin Noelia ahí iba a tener más tiempo libre para pensar cómo encarar las cosas. Además ya era verano y en mi trabajo era naturalmente la época del año en que la actividad comenzaba a mermar por unos meses hasta el próximo año. Ya me habían adelantado que podía empezar a hacer trabajo remoto cuatro días en lugar de tres, ya que no había mucha necesidad que yo fuera a la empresa.

Tenía tiempo y un plan.

El próximo paso era, naturalmente, hablar con Enrique de todo ésto. Pero no me sentía listo para hacerlo. No por nada en particular, sino porque no tenía las ideas claras más allá de “dejá de cogerte a mi hija”. Por supuesto que con eso alcanzaba, pero a mí me hacía falta más. Saber más de todo lo que había pasado y cómo se había llegado a éste punto. Y también saber cómo encararlo a Enrique. Ahí estaba medio perdido. No sabía si ser agresivo, defensivo, escucharlo… no tenía idea. Era muy fácil, me imagino, saltar como leche hervida pero primero que yo no era así y segundo… no podía sacarme de la cabeza la idea que, esencialmente y pese a todo lo que pasó, más allá de Noelia, más allá de todo, Enrique era un buen tipo que nunca me causó ningún problema. Todo lo contrario. Hasta éste episodio, claro.

Al otro día llamé a mi psicóloga para ver si me podía dar algunos turnos rápido y empecé a tener sesiones de nuevo con ella, dos veces por semana. Tenía el tiempo para hacerlo. Yo no esperaba mucho realmente, más que una guía de cómo debería encarar las cosas, pero esas sesiones terminaron siendo… reveladoras.

Le conté todo lo que había pasado, sin escatimar detalle. Siempre me ayudó y confiaba plenamente en ella y en su confidencialidad. Cuando le terminé de contar todo hasta el día de hoy, se quedó callada pensando un rato. Después me habló suave, pero con un tono directo. Sentía que ella tenía el don de cortar a través de toda la mugre, de alguna manera, y siempre llegar al grano. Como un cuchillo cortando manteca.

“Todavía no me dijiste por qué querés hablar con éste hombre, Gabriel…”, me dijo pensativa, “Vos sabés que la gran mayoría de los padres, ante hechos así, bueno… se pelearían… se agarrarían a trompadas o directamente lo denunciarían”.
“No me sale hacer eso, Andrea”, le dije.
“Por?”
“No sé, porque no soy así. Si puedo evitar la confrontación lo voy a hacer”
“Si, claro, eso está bueno. Pero a veces hay cosas que hay que confrontar. Que son inevitables y cuanto más quieras dar rodeos para esquivarlas, nunca toparte con ellas y eso.. Es peor y te agobia más.”, me replicó, “Como éste tema, por ejemplo. No es algo para dar rodeos, es bastante grave.”
“Si, ya sé, pero no estoy dando rodeos. Lo quiero confrontar y solucionar. Nada más todavía no dí con la mejor forma de hacerlo, que se yo…”

Ella se tomó un sorbo de té, pensó un momento y se inclinó en su silla para mirarme, acercándose apenas un poco más hacia mí, “Gabriel, te voy a preguntar ésto y contestame con honestidad…”
“Si, claro…”
“Con la confianza que nos tenemos, si?”, me sonrió suavemente.
“A ver…”
Me lo dijo midiendo cada una de sus palabras, como bisturíes que me cortaban con una sonrisa, “A vos te molesta lo que éste hombre hizo, realmente? O te molesta que el que lo hizo no fuiste vos?”, terminó y me miró con esos ojos verdes penetrantes. Fijo. Sabía exactamente qué preguntarme.
Yo suspiré y me tomé otro momento para contestar, “... las dos cosas, Andrea.”, le dije la verdad.
“Entiendo,” dijo asintiendo suave, “Seguís teniendo los deseos de siempre?”
“Si. Bah… no”, le contesté, “Los tenía todos bajo control hasta que empezó a pasar todo ésto.”
“Por qué no viniste a verme antes?”

Le iba a dar una excusa estúpida, pero al final me frené y le dije lo que era cierto, “Porque no. No lo sé. La verdad ni pensé en venir a verte… eh… sin ofender, eh?”
Ella sonrió, “No, si, todo bien. Entiendo.”
“Creo que me vi sobrepasado. Por ésto. Por todo”, le dije.
“Si, claro. Sobrepasaría a cualquiera. Más aún a alguien que tiene tus deseos.”, me dijo, “Mirá, lo importante es que como siempre te digo, no actuaste. No los hiciste realidad.”
“Si, claro…”
“No, no me entendés, Gaby”, me dijo, “Cuando saltó todo ésto que te enteraste, tu psiquis perfectamente lo pudo haber interpretado de muy mala manera, dándote luz verde para actualizar y accionar esos deseos”
“No te entiendo…”, le dije mirándola.
“Claro. Perfectamente cuando te diste cuenta de todo ésto de Noelia… quiero decir, cuando viste las fotos que viste, esos chats que me dijiste… el video… cuando te enteraste de todo ésto tu inconsciente fácilmente podría haberse dicho, eh… si me perdonás la expresión…”
Me sonreí un poco de lo formal que era Andrea, “Si, obvio…”
Ella carraspeó suavemente y continuó, “Podría haberse dicho, bueno, mi hija es una puta. Me doy cuenta que es una puta. Yo pensaba que era virgen y no lo es. Le manda fotos hot a un portero treinta años mayor que ella. Tiene encuentros clandestinos con éste tipo… tuvieron sexo… eh, viejo, pará un poco. De qué nos estamos cuidando entonces? Te podría haber dicho tu inconsciente.”, terminó.
Yo me quedé mascando sus palabras en la cabeza, “Hmm. Okey.”
“Digo, ‘de que nos estamos cuidando’, Gaby, en el sentido que… bueno, che, pucha… me atormento yo solo y reprimo mis deseos para que el objeto de mi deseo nada más me revele otra naturaleza de repente y se vaya por ahí a hacer lo que siento que me corresponde a mi. Se entiende?”
“Si… si…”, le dije, pensando.
“Entonces me doy cuenta que estuve cuidando todo éste tiempo a una persona que no existe. Que existía en mi cabeza, pero en la realidad no”, dijo Andrea, “Y además me deja demostrado que le gusta todo lo que yo deseo hacerle porque no tiene problema en hacerlo con otros… a eso voy, Gaby. Por ahí tu inconsciente lo procesaba así y te daba luz verde para hacer algo con Noelia.”
“Claro…”, fruncí mis cejas al escuchar todo eso, entendiéndolo.
“Está bueno que no pasó así y no lo hiciste. Creo que estás canalizando esa energía resolutiva que sentís mas por el lado de querer solucionar el tema de Noelia que por el lado más destructivo de, bueno… luz verde. Se entiende?”, me preguntó y se tomó otro sorbo de su té.

“Si, claro. Lo entiendo. Por ahí tenés razón”, le dije, aun pensando y revolviendo cosas en mi interior, usando sus palabras de rastrillo en el jardín de mi cabeza.
“Yo te diría, si yo estuviese en tu lugar, digo… si, solucionemos el problema. Y hablemos con éste hombre, por supuesto. Si la meta es que él no haga más cosas con Noelia… o que Noelia no haga más cosas con él, no me quedó claro eso…”, dijo y la interrumpí,
“... a mi mucho tampoco…”
“Bueno. Solucionemos eso. Pero, como advertencia, Gaby, la pregunta del millón es qué pasa si eventualmente hablás con el tipo, o hacés todo lo que tenés que hacer, y la solución que encontrás no es la que te sirve. Ahí que hacemos?”
“A que te referís?”, le pregunté.
“Y si… vos podés hablar con éste hombre y no sabés adónde va a terminar la charla.”, me dijo, “Puede terminar con que éste hombre se arrepienta, ponele, te pida perdón y te jure que no lo hace más. Que corta todo el contacto…”
“Esa es una opción, si.”, acoté.
“O mirá si se te planta. Mirá si te dice no, a mi me gusta Noelia y yo le gusto a ella y vamos a seguir porque nos gusta a los dos…”
“No creo que me diga eso”, acoté de nuevo.
“Por? Puede pasar…”, me dijo.
“Porque Enrique es buen tipo. No diría eso. Creo que se arrepentiría si lo hablamos. Bah, cuando lo hablemos.”, le dije.
“A lo que voy, Gaby, es que por ahí llegas a un punto en tu afán de resolver ésto que quizás te encuentres en un lugar que no esperabas, sin soluciones visibles ni inmediatas”, me dijo mirándome firme, “Tenés que estar abierto a la posibilidad que por ahí no lo podés solucionar ya, o te das cuenta que sencillamente no hay soluciones válidas posibles…No sabés cómo las situaciones pueden evolucionar.”
“Siempre hay soluciones posibles, Andy…”, me reí un poco por lo bajo.
“Bueno, está bueno que tengas esa actitud.”, me sonrió, “Pero tenelo en mente, si?”

Yo le asentí y seguimos la charla. Hablamos de todo un poco, pero centrado en cuál era la mejor forma de encarar la charla con Enrique para que yo quedara satisfecho. Y, claro, que la policía no tuviera que intervenir. O la morgue.

Me di un tiempo de unos días, casi una semana, hasta que decidí encararlo a Enrique. No sabía si decirle que viniera a casa, donde tenía cosas para defenderme si llegaba a eso, o en algún lugar público para que no pudiera hacer nada. Al final decidí decirle que fuéramos a tomar un café al barcito de la esquina de casa. Esperé el día y bajé al hall de entrada a la hora que yo sabía que él terminaba su trabajo y ya se iba a la casa. No lo iba a alejar de su familia ni nada de eso, él vivía solo y era divorciado como yo.

Al principio se sorprendió cuando le dije lo del café. Pero después se le fué el color de la cara, se volvió pálido cuando le dije que era para hablar de Noelia. Lo vi mal, ahí en el hall. Extrañamente desencajado, como nunca antes lo había visto. Le dije que no se preocupara, que no estaba ahí para pelear ni nada de eso. Que nada mas quería charlar con él de varias cosas y que me ocurrió invitarlo a un café para hacerlo tranquilos. Esperé que terminara de arreglar y acomodar el final de su trabajo ahí mismo en el hall y nos fuimos al bar.

Hablamos de todo. Había sido buena la idea de ir al bar. Ni bien entramos y nos sentamos a la mesa, opuestos, fue como que nos relajamos un poco los dos. No mucho, pero lo suficiente. Hablar y discutir en el hall del edificio por ahí nos hacía sentir enemigos, no sé. Pero estar sentados ahí a la mesa, al menos a mí, me hacía sentir como dos tipos grandes que tenían que solucionar algo serio. Sutil diferencia, pero que importaba mucho.

Entre café y café hablamos de todo lo que había pasado. Bah, no de todo. Estratégicamente me guardé el dato de la cámara que había puesto en casa. Pero el resto se lo dije casi todo. Le dije lo que sabía que había pasado y lo que me había enterado, blanqueándole que le había revisado el celular a la nena y pidiéndole que por favor no le dijera nada a ella. Quería que Noelia siguiera confiando en mí.

Enrique se puso muy mal al principio. Me pidió disculpas de mil maneras. Me dijo que se le había ido todo de las manos, que lo había hecho al principio de puro calentón que era. Que era un boludo que tendría que haber sabido que eso no se hacía. Pero me fue honesto al mismo tiempo, lo cual aprecié. Me dijo que Noelia era tan linda, tan entradora y simpática que se dejó llevar como un adolescente. Por supuesto que lo entendí. Lo que él no quería, me dijo, era que yo involucrara a la policía o le hiciera una denuncia por ésto. Me dijo que él sabía que perfectamente yo lo podría hacer, y él quizás en su lugar si fuese el padre, por ahí lo habría hecho. Pero me rogó que no lo hiciera.

Yo le dije que si estábamos ahí era porque quería charlarlo, nada más. Si hubiese querido llevarlo a mayores e involucrar a la cana ni le habría dicho de juntarnos ni nada. Le dije que yo siempre lo aprecié mucho, y él me dijo lo mismo a mí. Por eso yo quería saber bien lo que había pasado, de su propia boca. Que tenía que saberlo como padre. Por supuesto que lo entendió y me contó todo.

Realmente lo que me contó calzaba al pie de la letra con todo lo que yo ya sabía, por haber visto todos esos chats. Calzaba al detalle y en ningún momento me pareció que Enrique me mentía o me ocultaba alguna cosa. Lo sentí honesto como siempre. No me estaba metiendo ningún verso. Me dijo que obvio, Noelia siempre lo calentó pero como lo calentaba cualquier otra pendeja, del edificio o de por ahí. Porque él era así de calentón, sobre todo con las chicas jóvenes. Y que no hubiese hecho nada, que todo habría quedado ahí en la nada, de no ser porque Noelia lo empezó a buscar un poco más y darle más cabida. De ahí se envalentonó, una cosa fue llevando a la otra y, pues bueno… aquí estábamos. Fue algo que no supo detener. Que la calentura lo había superado.

Yo lo entendí, porque cómo no voy a entender lo que le pasa a uno cuando la calentura lo supera. Por supuesto que no le dije eso, pero le dije que lo entendía. Me pidió mil disculpas de nuevo, diciéndome que no valía la pena arruinar nuestra buena relación por ésto y que iba a cortar todo el contacto con Noelia inmediatamente.

Cuando me dijo eso, no sé por qué, algo me hizo clic en la cabeza. Pero un clic feo. Difícil de describir. Una sensación rara, bien en el fondo de la mente. Le pregunté directamente si había llegado a tener sexo con Noelia. Me miró tristemente, como quien confesaba un crimen, y me dijo que sí. Pero solamente una vez. En mi casa, una vez que él fue. Ninguna otra vez.

Yo asentí, apreciando su honestidad. Yo ya lo sabía, pero el hecho que no me lo negara me hizo sentir bien. Me estaba diciendo la verdad en todo, así que le seguí preguntando para ir llenando todos los casilleros que yo tenía en blanco, de cosas que aún no sabía. Sin decirle que yo ya sabía que se la había cogido, le comenté que no se preocupara, que yo ya me había hecho la idea que en algún momento lo habrían hecho y que, bueno, ya fué. Le pregunté si se había puesto preservativo y me contestó que sí. Eso me dejó bastante tranquilo y me despejó esa gran duda del video de la cámara. De nuevo, no sentí que me estaba mintiendo.

Le pedí que me dijera que más habían hecho, así en general, por si había algo que yo no sabía. Me lo contó todo. Ya bastante más tranquilos los dos, sentimos que se podía entrar a los detalles sin que nadie se sorprendiera o asustara. Pero básicamente me repitió todo lo que yo ya sabía o intuía. Que se mandaban fotos hot seguido. Que varias veces Noelia había bajado al cuartito de depósito que había en el subsuelo y ahí se besaban un rato, se metían un poco de mano los dos y ella le chupaba la pija. Pero que nunca se la había cogido ahí. Sólo se la cogió esa vez en mi casa, me repitió, porque ya no daba más de la calentura que le tenía a la nena y lo quería hacer de una vez. Que charlaban seguido, tanto cuando se cruzaban en el hall de entrada como por Whatsapp, pero de todo y de nada. Nada importante. Se decían lo que habían disfrutado de lo que se habían hecho entre los dos y se mandaban alguna fotito. Nada más. Me dijo que me quedara tranquilo, que nunca hablaron de empezar una relación, ser novios, escaparse ni nada de eso. Salvando las distancias de la edad, la dinámica era tal cual la de un tipo y una mina que se juntaban para darse placer y nada más.

Le pregunté cómo era la cosa, si él la llamaba a ella o ella a él y me dijo lo que yo ya sospechaba - que era mitad y mitad. Y si tenía que jugársela, que generalmente era ella la que le decía que lo quería ver para hacer cosas. Y que tampoco pasaba tan seguido, por ahí se encontraban para hacerlo una vez por semana. O dos, como mucho.

Le pregunté si seguían hablando ahora que ella se había ido a Brasil y me dijo que sí, pero que nada más eran tonterías de que estaba haciendo ella allá, como la estaba pasando y que le mandó un par de fotos hot desde allá. Nada más. Ahí le dije que me disculpara por lo que tenía que hacer, pero le pedí que me mostrara el chat con Noelia en su teléfono. No era que no le creía, pero que necesitaba verificarlo para estar tranquilo. Accedió gustoso y luego de desbloquear su celular me lo pasó para que lo viera.

Cuando vi las fotos que Noelia le mandó, sentí otro clic en la cabeza.


Padre y Hombre - Parte 4


jovencita

Revisé el chat muy por arriba. No había nada ahí que ya no hubiese visto al principio de todo. Y lo que venía después del chat era más de lo mismo, tal cual me había dicho Enrique. Pero sin querer me colgué viendo las fotos que ella le mandó desde Brasil. No se ni donde era, ni me importaba. Ver a mi hija así, sobre todo la foto de sus deditos frotándose el clítoris de esa conchita divina para Enrique, me sobrepasó. Me colgó. Nunca la había visto así. Así de mujer. Así de sexy, así de bomba.

Enrique me preguntó si me sentía bien al verme así colgado y yo no le respondí. Estaba mirando la concha de mi hija en esa foto y en lo único que podía pensar era en que mi lengua tenía que estar ahí. En que mi verga tenía que estar ahí. Se me rompió un vidrio dentro de la cabeza. El vidrio que mi psicóloga me dijo que estaba ahí adentro metido, en algún lado.

Sentí que me tocaban el brazo y lo miré a Enrique. Había extendido su manaza suavemente y me había tocado el antebrazo para despabilarme. Estaba visiblemente preocupado, mirándome. Me preguntó de nuevo si estaba bien. Le dije que sí, pero no me salió la voz. Me salió un hilito. El pensó que me iba a largar a llorar y se preocupó más, atinando a levantarse para sentarse al lado mío, pero logré frenarlo. No estaba a punto de llorar. Estaba sobrepasado de calentura, con la mente girándome a mil y una tensión en la verga debajo de la mesa que me estaba lastimando contra la tela dura de mi jean.

Me pedí otro café, como pude, y un vaso de agua. Le deslicé su teléfono de nuevo a Enrique y los dos nos quedamos en silencio. No era un silencio incómodo. Yo tenía la vista perdida en la mesa o en la calle afuera y él me miraba, preocupado.

No me pregunten por qué lo hice. En serio, no tengo idea, pero fue lo que me salió hacer. Natural. Se sintió bien hacerlo. Liberador. Casi glorioso.

Lo miré a Enrique a los ojos y le pregunté si podía confiar en él. Y él me dijo que sí, que por supuesto.

El número de personas en el mundo que sabía de mi atracción y de mi calentura con mi hija, en esa mesa de café, pasó de ser uno a ser dos. Le conté todo a Enrique. Desde el principio, sin ahorrar detalles. Inclusive, al ser Enrique un hombre como yo, detalles que ni a mi psicóloga jamás me atreví a contarle. De lo que tenía en mi cabeza respecto a Noelia. Me abrí con Enrique, como las compuertas de una represa. Pensé que lo iba a ahogar, que él iba a huir despavorido y llamar a la policía él. Para que por fin se llevaran al pervertido de mierda que yo era.

Pero no. Se quedó ahí escuchando todo lo que le contaba, todo lo que le decía y todo lo que le rogaba que no se lo dijera a nadie, menos que menos a Noelia. Lo entendió. Entendió todo perfectamente. Y me dió su empatía, palmeandome el brazo suavemente durante los pasajes más turbios de lo que le contaba. Me dijo que él no juzgaba a la gente, que me quedara tranquilo. Que apreciaba mi confianza en él y que nunca le diría nada a nadie de ésto. Y así la hora de café se fueron haciendo horas.

Los dos nos sinceramos. Nos entendimos. Y, por si faltaba algo, nos terminamos apreciando más. Yo, por fin, sabía todos los detalles de lo que mi hija hizo con él. Y él, sin quererlo ni esperarlo, se enteró de todos los detalles del perverso que yo llevaba adentro. El tipo que se cogió a mi hija tomándose unos cafés con el tipo que siempre se la quiso coger. Era tan surrealista que hasta dolía. Tragicómico. Ya para el final de la charla se había hecho tan tarde que los mozos nos miraban con ganas de echarnos. Pero nosotros seguimos un poco más. Porque recién ahí ambos nos entendimos y la empezamos a pasar bien. Porque se nos habían caído todas las barreras, las de lo que él había hecho y las de lo que yo quería hacer.

En un momento me miró y me lo preguntó directamente. Ya no quedaba nada entre nosotros, ningún reparo, ningún refugio de vergüenza. Éramos ya dos tipos que se conocían de toda la vida sin realmente serlo. Me miró y me preguntó si yo quería que él se siguiera cogiendo a Noelia.

Y yo sin dudarlo le dije que sí. Siempre hay soluciones posibles.

4 comentarios - Padre y Hombre - Parte 4

Exkalyon20
La calma antes de la tormenta. Pero el capítulo y el desarrollo del mismo con la psicóloga y el tipo. Fue muy 50/50 ni bueno ni malo. Muy plano.
No hay una pisca de ese morbo que se generaba en los dos primeros.
+5
Exkalyon20 +1
Pero como dije, la calma antes de la tormenta.
El final de este capitulo fue agridulce, pero deja todo preparado para el siguiente. Sea mucho mejor o igual al anterior.
Estaré a la espera de leerlo.
Rdicio +1
Entiendo perfectamente a este padre, tengo una hija y de similar físico y le tengo el mismo hambre, de comerla sin reparos.
Paolaromero1770
De que edad tu y ella?