Crecí en una familia y un entorno donde la apariencia lo era todo. Desde muy joven, sufrí miradas despectivas debido a mi aspecto físico: flaca, pocas tetas y nalgas pequeñas. Me decían cosas como "palo de escoba", "tabla de planchar" y "sin curvas". El bullying y el desprecio que experimenté han dejado una marca indeleble en mi juventud, haciéndola poco placentera.
Durante mis estudios, decidí participar en un concurso de belleza. Siempre me había sentido fea, pero quise enfrentar mis miedos y tomar valor. Me inscribí como concursante y le conté a mi novio, quien me dijo que las demás participantes le parecían mucho más lindas que yo. Creí que bromeaba y me reí, pero su comentario me dejó una profunda herida. Cuando terminaron de contar los votos y mi nombre no apareció ni una sola vez, me derrumbé. "Ni siquiera tu propio novio te votó, ¿tan poco vales?", me dije a mí misma. Mi autoestima quedó en pedazos y solo quería salir corriendo.
Un tiempo después, fui invitada a una fiesta de amigas. Formamos un círculo y cada una tenía su turno para hablar. El tema de la conversación fue la sexualidad. Cuando llegó mi turno, un silencio incómodo se apoderó del grupo y todas comenzaron a reír a carcajadas, diciendo cosas como: "¿Experiencias sexuales? Ningún hombre quiere a las planas como tú", "quién se acueste contigo pierde" y "seguro ni un vagabundo querrá acostarse contigo". Sus palabras fueron humillantes y me dejaron profundamente herida. "Al menos tú ya sabes que no tienes que preocuparte por quedar embarazada, porque ningún hombre querrá cogerte", añadió una de ellas, haciendo que todas rieran aún más fuerte.
Varios días después, mi mejor amiga me invitó a dormir a su casa para una noche de películas. Acepté sin dudar y le conté todas las cosas feas que me habían pasado. Ella me consoló y, después de unas copas de vino, me susurró al oído que me haría sentir segura por primera vez. Confundida, le pregunté cómo planeaba hacerlo y me dijo: "Relájate y déjate llevar". Así fue como tuve mi primera experiencia sexual y, por primera vez, me sentí amada. Sus caricias y besos me hicieron olvidar todos mis complejos y miedos. Al amanecer, me dijo: "Tienes una hermosa vagina, deberías aprender a usarla". Esa frase resonó en mi cabeza durante años, ya que fue la primera vez que alguien decía algo lindo sobre mi cuerpo.
Una vez, durante unos carnavales, fui con un grupo de amigos a una piscina. Me estaba divirtiendo y, ya más adulta, había aprendido a no darle mucha importancia a las cosas negativas. Pero ese día ocurrió algo inusual: subí al tobogán más grande y me lancé sin pensar. Cuando llegué abajo y salí de la piscina, me di cuenta de que todos me estaban mirando. Había perdido mi traje de baño inferior en el tobogán mientras me deslizaba, quedé totalmente expuesta y vulnerable. Las miradas de la gente me llenaron de vergüenza y solo quería meterme bajo tierra.
Reflexioné sobre aquel incidente durante varios días. Con el tiempo y la serenidad, me di cuenta de algo importante: nadie me había juzgado. Todos me miraban como si estuvieran en presencia de un ángel o algo fuera de este mundo. Recordé las palabras de mi mejor amiga durante nuestra intimidad: "Tienes una vagina hermosa, deberías aprender a usarla". Desde ese día, mi vida cambió. Aquellas palabras, que en su momento pensé eran solo para hacerme sentir bien, ahora tenían un sentido profundo y me di cuenta de que nunca habían sido una mentira.
Empecé a usar mi vagina como una herramienta de poder. Si mi mejor amiga había hecho énfasis en la belleza de mi vagina y las personas de la piscina no se habían burlado de mí al verla, era hora de aprovecharlo. Tuve varias parejas sexuales; algunas me hicieron sentir mal con mi cuerpo, mientras que otras no. Pero todos tenían algo en común: nadie jamás juzgó mi vagina. Parecía que era lo único indiscutiblemente hermoso que tenía. "Tu coño es lo único decente que tienes", me dijo uno de mis amantes, y aunque sonaba cruel, en ese momento me hizo sentir poderosa.
Pasaron los años y, con el tiempo y la madurez, casi no tenía problemas con mi sexualidad, aunque seguía aprendiendo. Una vez, conocí a un hombre un poco mayor en una fiesta. Decidí acostarme con él sin pensarlo lo suficiente, un grave error. Fuimos a un motel y comenzó el encuentro. El hombre, que en la fiesta parecía todo un galán y un caballero, en la cama se volvió muy agresivo. "Quiero follarte hasta que grites", me dijo, y aunque al principio me excitó, su agresividad fue en aumento peligroso. "Más fuerte, ¿no puedes tomar más?", me gritaba mientras me penetraba con fuerza y metía sus dedos en mi boca. Fue tanto su agresividad que no quise continuar porque no me sentía segura. "No puedo creer que no puedes manejar un poco de fuerza", y luego empezó a insultarme antes de que me fuera. Aprendí algo ese día: la próxima vez, YO DEBÍA SER LA DOMINANTE DEL ENCUENTRO.
Empecé a aprender sobre la dominación femenina, la sumisión masculina y otras dinámicas similares. Tuve varios sumisos que cayeron bajo mi control, pero no me sentía plena; algo faltaba en mi vida, aunque no sabía identificar qué era.
Conocí a un chico y las horas con él pasaban muy rápido. Me sentía segura, cómoda y, sobre todas las cosas, amada por primera vez. No había secretos entre nosotros y estábamos listos para dar el siguiente paso. No habíamos tenido sexo y le comenté que me gustaba dominar sexualmente. Él no estaba muy seguro de acceder, pero decidió complacerme. Lo até a la cama y tomé velas, plumas, aceites y otras cosas para hacerlo explotar de placer. Cuando todo estaba listo, decidí sentarme sobre su cara. La acción había comenzado: empecé a hacer movimientos circulares sobre su boca y a presionar hacia abajo cada vez más fuerte. Por primera vez, estaba haciendo algo sexual con una persona a la que de verdad amaba. Pero sucedió algo malo.
Durante nuestro encuentro, y mientras yo todavía estaba encima de él, mis recuerdos me invadieron. Todos los insultos, comentarios despectivos y la impotencia e ira acumulada durante tantos años decidieron manifestarse. Sin darme cuenta, y en mi trance de malos recuerdos, empecé a presionar mi vagina cada vez más fuerte contra su cara. Él intentaba quitarme de encima, pero estaba amarrado. "No puedo respirar", jadeó, pero yo estaba perdida en mi propio infierno. Los gemidos y jadeos llenaron la habitación, y cuando salí de mi trance, él estaba al borde del desmayo.
Quedé horrorizada. Había arruinado mi primer encuentro con una persona a la que de verdad amaba. Le pedí disculpas una y otra vez: "Por favor, perdóname, no sabía lo que estaba haciendo. Mis demonios del pasado tomaron el control de mí". Me disculpé mil veces, pero algo dentro de mí sabía que lo había arruinado para siempre. Él me dijo que no importaba, pero que debía irse. Tomó sus cosas y se fue. Nunca más supe de él; no respondió más nunca mis mensajes... ni mis llamadas...
Me sentía vacía de nuevo. Tardé muchos años en encontrar la plenitud con alguien y lo arruiné en un instante volviendo a caer en el mismo pozo donde estaba en mi juventud. Ese año fue terrible: quedé desempleada, sin dinero en mis cuentas bancarias y sin nadie a quien acudir. Tomé una decisión radical y, en medio de la desesperación, decidí crearme una cuenta en la página azul. Mi contenido se basaba únicamente en enseñar mi vagina, ya que era lo único que durante toda mi vida nunca había recibido críticas y era lo único de lo que estaba segura que era lindo y que le gustaba a la gente. "Tu coño es perfecto, puta", me decían algunos seguidores, y aunque sonaba sucio, me ayudaba con el autoestima.
Me fue terriblemente mal económicamente en la página azul. Mi autoestima cayó por los suelos nuevamente, y empecé a cuestionarme si de verdad tenía una vagina linda o si todo había sido casualidad o mentiras. "Tal vez solo te dicen eso para que sigas mostrando tu coño o no hacerte sentir mal", me decía a mí misma. Estaba destruida una vez más.
Tenía algunos seguidores, pero no eran suficientes para pagar mis deudas mensuales. Conversé mucho con un seguidor en particular que cambió mi vida para bien. Nos conocíamos bastante por chat y sabía de mi inclinación por la dominación. Él me contó que tenía una especie de club donde exhibían a varios hombres sumisos delante del público. Me ofreció empleo como dominante, pero no estaba segura de aceptar. Asistí al club varias veces y vi varios espectáculos. Un día me llené de valor y respondí a su propuesta de trabajo. Me dijo que viniera e hiciera una presentación de prueba para ver si tenía vocación para ese tipo de cosas, y yo accedí.
La exhibición fue un éxito. La gente enloqueció con cómo dominé a aquel hombre sumiso en público. Usé látigos, velas y todo tipo de juguetes sexuales para hacerlo gemir y suplicar. Mis cuentas bancarias empezaron a mejorar. Mi vida había comenzado a encontrar su rumbo nuevamente.
Empecé a ganar popularidad en la localidad y mi situación en la página azul mejoró significativamente. Sin embargo, comenzaron otros tipos de problemas. Mi familia empezó a decirme cosas como "puta" o "regalada", y me negaban si alguien les preguntaba si me conocían o éramos familia. "Ella se abre de patas por dinero", decían de mí. Mis amistades se fueron y el poco apoyo moral que había tenido ya era extinto. Ahora tenía dinero, pero me sentía sola en la vida.
Decidí tomarme las cosas con calma y entender que debía luchar sola en este capitulo de mi vida. Mi vagina es mi arma y mi mayor soporte, y eso nadie me lo quitará ni hacerme sentir menos que alguien.
Decidí dejar todo atrás: familia, amigos, mi casa y mi ciudad. Me mudé fuera de Argentina y actualmente estoy en EEUU, donde nadie me conoce y, si lo hacen, no tienen un vínculo cercano a mí. Esta decisión fue un punto de inflexión en mi vida, un acto de valentía para escapar de los maltratos verbales de mi pasado y redefinir quién soy.
Dejé la dominación un poco de lado, ya que no trabajo en el club, aunque sigo siendo dominatrix con mis parejas sexuales si a ellas les agrada la idea. Actualmente, estoy experimentando con otras dinámicas y me he sentido bastante cómoda con el exhibicionismo. quizás porque ya no me siento esa chica fea de hace años y es una manera de decirme a mí misma que, a pesar de todo, soy bella y nadie me lo puede quitar. Este nuevo capítulo de mi vida es una afirmación de mi poder y mi valor, una declaración de independencia y autoaceptación.

Cuento esta historia no para generar lástima ni buscar consuelo, sino para desahogarme un poco y para que ustedes me conozcan un poco más. Muchos hacen preguntas, pero no puedo responderle a todos. Pido disculpas por eso. Es mi primer relato, y si les gusta y veo que tiene buena recepción, consideraré hacer otro en el futuro, pero con cosas más divertidas y calientes, como todo lo demás que hay acá en [P!]. Los estaré leyendo!
Durante mis estudios, decidí participar en un concurso de belleza. Siempre me había sentido fea, pero quise enfrentar mis miedos y tomar valor. Me inscribí como concursante y le conté a mi novio, quien me dijo que las demás participantes le parecían mucho más lindas que yo. Creí que bromeaba y me reí, pero su comentario me dejó una profunda herida. Cuando terminaron de contar los votos y mi nombre no apareció ni una sola vez, me derrumbé. "Ni siquiera tu propio novio te votó, ¿tan poco vales?", me dije a mí misma. Mi autoestima quedó en pedazos y solo quería salir corriendo.
Un tiempo después, fui invitada a una fiesta de amigas. Formamos un círculo y cada una tenía su turno para hablar. El tema de la conversación fue la sexualidad. Cuando llegó mi turno, un silencio incómodo se apoderó del grupo y todas comenzaron a reír a carcajadas, diciendo cosas como: "¿Experiencias sexuales? Ningún hombre quiere a las planas como tú", "quién se acueste contigo pierde" y "seguro ni un vagabundo querrá acostarse contigo". Sus palabras fueron humillantes y me dejaron profundamente herida. "Al menos tú ya sabes que no tienes que preocuparte por quedar embarazada, porque ningún hombre querrá cogerte", añadió una de ellas, haciendo que todas rieran aún más fuerte.
Varios días después, mi mejor amiga me invitó a dormir a su casa para una noche de películas. Acepté sin dudar y le conté todas las cosas feas que me habían pasado. Ella me consoló y, después de unas copas de vino, me susurró al oído que me haría sentir segura por primera vez. Confundida, le pregunté cómo planeaba hacerlo y me dijo: "Relájate y déjate llevar". Así fue como tuve mi primera experiencia sexual y, por primera vez, me sentí amada. Sus caricias y besos me hicieron olvidar todos mis complejos y miedos. Al amanecer, me dijo: "Tienes una hermosa vagina, deberías aprender a usarla". Esa frase resonó en mi cabeza durante años, ya que fue la primera vez que alguien decía algo lindo sobre mi cuerpo.
Una vez, durante unos carnavales, fui con un grupo de amigos a una piscina. Me estaba divirtiendo y, ya más adulta, había aprendido a no darle mucha importancia a las cosas negativas. Pero ese día ocurrió algo inusual: subí al tobogán más grande y me lancé sin pensar. Cuando llegué abajo y salí de la piscina, me di cuenta de que todos me estaban mirando. Había perdido mi traje de baño inferior en el tobogán mientras me deslizaba, quedé totalmente expuesta y vulnerable. Las miradas de la gente me llenaron de vergüenza y solo quería meterme bajo tierra.
Reflexioné sobre aquel incidente durante varios días. Con el tiempo y la serenidad, me di cuenta de algo importante: nadie me había juzgado. Todos me miraban como si estuvieran en presencia de un ángel o algo fuera de este mundo. Recordé las palabras de mi mejor amiga durante nuestra intimidad: "Tienes una vagina hermosa, deberías aprender a usarla". Desde ese día, mi vida cambió. Aquellas palabras, que en su momento pensé eran solo para hacerme sentir bien, ahora tenían un sentido profundo y me di cuenta de que nunca habían sido una mentira.
Empecé a usar mi vagina como una herramienta de poder. Si mi mejor amiga había hecho énfasis en la belleza de mi vagina y las personas de la piscina no se habían burlado de mí al verla, era hora de aprovecharlo. Tuve varias parejas sexuales; algunas me hicieron sentir mal con mi cuerpo, mientras que otras no. Pero todos tenían algo en común: nadie jamás juzgó mi vagina. Parecía que era lo único indiscutiblemente hermoso que tenía. "Tu coño es lo único decente que tienes", me dijo uno de mis amantes, y aunque sonaba cruel, en ese momento me hizo sentir poderosa.
Pasaron los años y, con el tiempo y la madurez, casi no tenía problemas con mi sexualidad, aunque seguía aprendiendo. Una vez, conocí a un hombre un poco mayor en una fiesta. Decidí acostarme con él sin pensarlo lo suficiente, un grave error. Fuimos a un motel y comenzó el encuentro. El hombre, que en la fiesta parecía todo un galán y un caballero, en la cama se volvió muy agresivo. "Quiero follarte hasta que grites", me dijo, y aunque al principio me excitó, su agresividad fue en aumento peligroso. "Más fuerte, ¿no puedes tomar más?", me gritaba mientras me penetraba con fuerza y metía sus dedos en mi boca. Fue tanto su agresividad que no quise continuar porque no me sentía segura. "No puedo creer que no puedes manejar un poco de fuerza", y luego empezó a insultarme antes de que me fuera. Aprendí algo ese día: la próxima vez, YO DEBÍA SER LA DOMINANTE DEL ENCUENTRO.
Empecé a aprender sobre la dominación femenina, la sumisión masculina y otras dinámicas similares. Tuve varios sumisos que cayeron bajo mi control, pero no me sentía plena; algo faltaba en mi vida, aunque no sabía identificar qué era.
Conocí a un chico y las horas con él pasaban muy rápido. Me sentía segura, cómoda y, sobre todas las cosas, amada por primera vez. No había secretos entre nosotros y estábamos listos para dar el siguiente paso. No habíamos tenido sexo y le comenté que me gustaba dominar sexualmente. Él no estaba muy seguro de acceder, pero decidió complacerme. Lo até a la cama y tomé velas, plumas, aceites y otras cosas para hacerlo explotar de placer. Cuando todo estaba listo, decidí sentarme sobre su cara. La acción había comenzado: empecé a hacer movimientos circulares sobre su boca y a presionar hacia abajo cada vez más fuerte. Por primera vez, estaba haciendo algo sexual con una persona a la que de verdad amaba. Pero sucedió algo malo.
Durante nuestro encuentro, y mientras yo todavía estaba encima de él, mis recuerdos me invadieron. Todos los insultos, comentarios despectivos y la impotencia e ira acumulada durante tantos años decidieron manifestarse. Sin darme cuenta, y en mi trance de malos recuerdos, empecé a presionar mi vagina cada vez más fuerte contra su cara. Él intentaba quitarme de encima, pero estaba amarrado. "No puedo respirar", jadeó, pero yo estaba perdida en mi propio infierno. Los gemidos y jadeos llenaron la habitación, y cuando salí de mi trance, él estaba al borde del desmayo.
Quedé horrorizada. Había arruinado mi primer encuentro con una persona a la que de verdad amaba. Le pedí disculpas una y otra vez: "Por favor, perdóname, no sabía lo que estaba haciendo. Mis demonios del pasado tomaron el control de mí". Me disculpé mil veces, pero algo dentro de mí sabía que lo había arruinado para siempre. Él me dijo que no importaba, pero que debía irse. Tomó sus cosas y se fue. Nunca más supe de él; no respondió más nunca mis mensajes... ni mis llamadas...
Me sentía vacía de nuevo. Tardé muchos años en encontrar la plenitud con alguien y lo arruiné en un instante volviendo a caer en el mismo pozo donde estaba en mi juventud. Ese año fue terrible: quedé desempleada, sin dinero en mis cuentas bancarias y sin nadie a quien acudir. Tomé una decisión radical y, en medio de la desesperación, decidí crearme una cuenta en la página azul. Mi contenido se basaba únicamente en enseñar mi vagina, ya que era lo único que durante toda mi vida nunca había recibido críticas y era lo único de lo que estaba segura que era lindo y que le gustaba a la gente. "Tu coño es perfecto, puta", me decían algunos seguidores, y aunque sonaba sucio, me ayudaba con el autoestima.
Me fue terriblemente mal económicamente en la página azul. Mi autoestima cayó por los suelos nuevamente, y empecé a cuestionarme si de verdad tenía una vagina linda o si todo había sido casualidad o mentiras. "Tal vez solo te dicen eso para que sigas mostrando tu coño o no hacerte sentir mal", me decía a mí misma. Estaba destruida una vez más.
Tenía algunos seguidores, pero no eran suficientes para pagar mis deudas mensuales. Conversé mucho con un seguidor en particular que cambió mi vida para bien. Nos conocíamos bastante por chat y sabía de mi inclinación por la dominación. Él me contó que tenía una especie de club donde exhibían a varios hombres sumisos delante del público. Me ofreció empleo como dominante, pero no estaba segura de aceptar. Asistí al club varias veces y vi varios espectáculos. Un día me llené de valor y respondí a su propuesta de trabajo. Me dijo que viniera e hiciera una presentación de prueba para ver si tenía vocación para ese tipo de cosas, y yo accedí.
La exhibición fue un éxito. La gente enloqueció con cómo dominé a aquel hombre sumiso en público. Usé látigos, velas y todo tipo de juguetes sexuales para hacerlo gemir y suplicar. Mis cuentas bancarias empezaron a mejorar. Mi vida había comenzado a encontrar su rumbo nuevamente.
Empecé a ganar popularidad en la localidad y mi situación en la página azul mejoró significativamente. Sin embargo, comenzaron otros tipos de problemas. Mi familia empezó a decirme cosas como "puta" o "regalada", y me negaban si alguien les preguntaba si me conocían o éramos familia. "Ella se abre de patas por dinero", decían de mí. Mis amistades se fueron y el poco apoyo moral que había tenido ya era extinto. Ahora tenía dinero, pero me sentía sola en la vida.
Decidí tomarme las cosas con calma y entender que debía luchar sola en este capitulo de mi vida. Mi vagina es mi arma y mi mayor soporte, y eso nadie me lo quitará ni hacerme sentir menos que alguien.
Decidí dejar todo atrás: familia, amigos, mi casa y mi ciudad. Me mudé fuera de Argentina y actualmente estoy en EEUU, donde nadie me conoce y, si lo hacen, no tienen un vínculo cercano a mí. Esta decisión fue un punto de inflexión en mi vida, un acto de valentía para escapar de los maltratos verbales de mi pasado y redefinir quién soy.
Dejé la dominación un poco de lado, ya que no trabajo en el club, aunque sigo siendo dominatrix con mis parejas sexuales si a ellas les agrada la idea. Actualmente, estoy experimentando con otras dinámicas y me he sentido bastante cómoda con el exhibicionismo. quizás porque ya no me siento esa chica fea de hace años y es una manera de decirme a mí misma que, a pesar de todo, soy bella y nadie me lo puede quitar. Este nuevo capítulo de mi vida es una afirmación de mi poder y mi valor, una declaración de independencia y autoaceptación.

Cuento esta historia no para generar lástima ni buscar consuelo, sino para desahogarme un poco y para que ustedes me conozcan un poco más. Muchos hacen preguntas, pero no puedo responderle a todos. Pido disculpas por eso. Es mi primer relato, y si les gusta y veo que tiene buena recepción, consideraré hacer otro en el futuro, pero con cosas más divertidas y calientes, como todo lo demás que hay acá en [P!]. Los estaré leyendo!
35 comentarios - De la Humillación a la Dominación.
Pues no entiendo el punto de vista de los demás, porque a mí además de tú coño también me gustan tus tetitas tú linda cara y tus ojazos y mirada. Bueno, toda tú en general... jajajaja.
Me alegra que te hicieras fuerte.
😘
Eres una belleza.
Tu relato me parece muy claro y me gusta que puedas contar lo que te ha pasado y lo que sientes.
Besos
Yendo a tu cuerpo, sos muy linda, no solo la conchita, la pancita la piel, la carita, los ojos, estás riqui de todos lados 😘😘😘
Gracias por el halago 🌹
Sigo tratando de superarme cada día. Saludos 👋🏻
Gente mala y buena siempre van a existir en este mundo, solo hay que saber diferenciarlas y quedarse en lo posible con las personas que nos quieren o nos desean lo mejor indiferentemente como seamos.
Sino es preferible estar solo. Igual no es lo mismo estar solo a sentirse solo, animo.
Me alegro que en este momento estes mejor que antes y me hubiese gustado conocerte, mas en tus momentos dificiles💜
Vas directo a los conceptos. Usás excelentes términos. La vista es aireada y cómoda.
Tu vida fue la plataforma para que ahora seas esa hembra diosa que goza de su sexualidad.
Me encanta tu forma de ser.
Yo te amaría por ser puta. Si lees mis relatos, lo verás.
Sos perfecta! Toda vos! Ojalá encuentres alguien que te ayude a descubrirlo!
Prometo leer todo lo que subas!