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putita la prima 10

Habíanpasado casi tres meses desde aquella noche en el club swinger de Villa Crespo.Después de eso, Caro y yo no volvimos a hablar. No porque nos hubiéramospeleado, sino porque la intensidad de lo que pasó nos dejó en una especie de limboextraño. Algún que otro mensaje suelto, un meme o un reel de Instagram sinsentido. Yo, por mi parte, había intentado procesar todo aquello, pero cada vezque pensaba en Caro, en su cara llena de leche o en cómo me miró mientras lamorocha me pajeaba se me aturdia  elcerebro
Era unsábado de primavera, y me habían invitado a una reunión familiar en la casa demi tía, la madre de Caro, en Palermo. No tenía muchas ganas de ir, pero mivieja insistió tanto que terminé cediendo. "Hace mucho que no ves a tusprimos, dale, no seas antisocial", me dijo, y yo, con una mezcla deresignación y curiosidad, me puse un jean gastado, una remera blanca y me mandépara allá.
Lacasa estaba llena de tíos, primos y algún que otro vecino que siempre se cuelaen estas cosas. El olor a asado flotaba en el aire, y la música de los ‘80sonaba desde un parlante en el patio. Caro estaba ahí, por supuesto, charlandocon unas tías y riéndose como si nada. Siempre vestida de putita, con unvestido floreado, ajustado en la cintura, que le marcaba las curvas sin ser tanexplícito como el vestido negro de aquella noche. Cuando me vio, sus ojosbrillaron con esa mezcla de picardía y nerviosismo. La sentí extraña, como quealgo le hubera dado verguenza.
 
"¡Gordito!Tanto tiempo", dijo, acercándose a darme un abrazo. Esta vez fue másrecatado, pero su perfume y el roce de su cuerpo me trajeron todos losrecuerdos de la pornografía que armábamos juntos. "Vení, vamos a buscaralgo de tomar", dijo, y me arrastró hacia la cocina sin darme tiempo aresponder.
Adentro,mientras sacaba un par de latas de cerveza del freezer, me miró de reojo."No me escribiste más, ¿Qué te pasa pajero?" Su tono era juguetón,pero había algo desafiante detrás. Le di un sorbo a la cerveza y sonreí,tratando de no mostrar lo mucho que me seguía afectando.
"estuveocupado, Caro. Ademas vos sos un huracán, no es fácil seguirte el ritmo",dije, medio en broma, medio en serio,tratando de meter en medio el tema que masnos unia. Ella se rió y se acercó un paso más, apoyando una mano en mi pecho.
"¿Huracan?Nah, primito, apenas te mostré una llovizna. Si querés, te enseño eltornado", susurró, y su aliento cálido me rozó la oreja. Mi pija ya estabaempezando a despertarse, y el ruido de la familia afuera parecía desvanecerse.
No sécómo, pero la cosa escaló rápido. Entre risas, cervezas y algún comentariosubido de tono, terminamos quedándonos hasta tarde. La mayoría de los invitadosya se habían ido, y mi tía, medio borracha, estaba en el living contandoanécdotas con mi viejo y un par de tíos. Caro me miró, hizo un gesto con lacabeza hacia el pasillo y dijo: "Vení, quiero mostrarte algo en elfondo".
Laseguí sin pensar demasiado, con el corazón latiéndome fuerte. El"fondo" era una especie de cuartito que usaban para guardar trastos,al lado del lavadero. Entramos, y Caro cerró la puerta con llave. El lugar olíaa humedad y naftalina, pero tenía una vibra íntima, como si estuviera diseñadopara secretos. Había una lámpara vieja que apenas iluminaba, una mesadesvencijada y un sillón medio roto en una esquina.
"¿Quées esto, Caro? ¿Me trajiste a un depósito a charlar?" dije, tratando desonar relajado, pero mi voz salió más tensa de lo que quería. Ella norespondió. En cambio, se acercó a una caja en el suelo, rebuscó un poco y sacóuna soga gruesa, de esas que usan para atar cosas en mudanzas.
"Mirálo que encontré", dijo, con una sonrisa que era bien de puta degenerada."Siempre quise probar esto.”
Micabeza dio un vuelco. Sabía exactamente a qué iba, y mi cuerpo ya estabarespondiendo antes de que mi cerebro pudiera procesarlo. "Caro, estásloca… ¿acá? ¿Con la familia a veinte metros?" dije, pero mi tono no era derechazo, y ella lo notó.
"Shhh,no seas cagón. Nadie va a entrar. Y si entraran… que miren", respondió, yse acercó hasta quedar a centímetros mio. Me besó, primero suave, después conhambre, metiéndome la lengua como si quisiera devorarme. Mis manos fuerondirecto a su culo, levantándole el vestido. El culo gordo de ella me paraba lapija bien dura. Como a mi me gusta, llena de venas, con la cabeza roja desangre y esas gotas de leche que lubrican todo el tronco. No tenía bombacha, lamuy hija de puta, y eso me volvió loco.
"Primito,átame, trátame como a una puta. Humillame. Escupime.Meame Pégame.", dijocontra mi boca mas degenerada que nunca, pasándome la soga. No lo pensé dosveces. La hice girar, le subí el vestido hasta la cintura y le até las muñecasdetrás de la espalda, apretando lo justo para que sintiera la presión sinlastimarla. Ella gimió bajito, y eso me prendió fuego. La empujé contra lamesa, inclinándola hacia adelante, con el culo al aire y las piernas abiertas.
"¿Asíte gusta, no? Puta enferma", le dije, bajándole la voz para que sonara máscrudo. Ella se rió, pero el gemido que soltó cuando le di una nalgada fuerte notenía nada de risa. Le di otra, y otra, hasta que su piel empezó a enrojecerse.Cada golpe la hacía temblar, y yo sentía mi pija a punto de reventar.
"Seguí,primito, no pares… más fuerte", pidió, y su voz era una mezcla de súplicay desafío. Agarré la soga, tiré de sus muñecas para arquearle la espalda y lemetí cuatro dedos en la concha sin aviso. Estaba empapada, resbaladiza, y losgemidos que soltó me hicieron perder cualquier resto de control. Los dedosentraron como si nada, como si su concha ya estuviera praparada para tales ejercicios.Saqué los dedos, me los chupe y le mostre como me tomaba su flujo caliente. Mebajé el jean y le apoyé la pija en la entrada del culo, rozándola sin metérselatodavía.
"Pedímelo,Caro. Decime qué querés", le dije, apretándole el culo con una manomientras con la otra tiraba de la soga. Ella giró la cabeza, me miró con losojos vidriosos de calentura y dijo: "Cojeme, primito. Rómpeme toda".
Nohizo falta más. Se la metí de una, hasta el fondo, y el grito que pegó resonóen el cuartito. La cogí con todo, dándole bomba fuerte, mientras la sogamantenía sus manos inmóviles. Cada tanto le daba una cachetada en la cara o leapretaba los pezones por encima del vestido, y ella respondía con gemidos queeran música para mis oídos. El ruido de nuestros cuerpos chocando, el olor asexo y el calor del momento me tenían en otro planeta.
"¿Tegusta, no? Te gusta que te ate y te coja como a una putita perversa", ledecía, y ella decía que si con el orto dilatado, con la cara pegada a la mesa yla boca entreabierta. En un momento, aflojé la soga y la hice girar paraponerla de frente. Le arranqué el vestido por encima de la cabeza, dejándola entetas, y volví a atarle las manos, esta vez al respaldo del sillón. Me puse derodillas y le comí la concha como si fuera mi última comida, chupándole elclítoris hasta que se retorcía y me pedía que parara porque no podía más.
"Noparo nada, puta", le dije, le meti los cuatro dedos otra vez, o con laotra mano dos dedos en el culo. Seguí hasta que asi explotó en un orgasmo en miboca, temblando como si le hubiera dado una descarga eléctrica. Temblaba la muyputa. Ahí mismo me paré, y mientras seguía acabando como una perra, le peguevarias cachtadas en la cara. Ella gozaba y un hilito de sangre le caia por lanariz. “que flojito pegas primo puto. Sos re puto” Eso me volo la cabeza. Ladesaté un segundo para sentarla en el sillón y volví a atarle las muñecas,ahora mas fuerte, esta vez a los brazos del mueble. Me subí encima y se la metíde nuevo, ahora mirándola a los ojos. Sus tetas rebotaban cada vez que mi vergadura le llegaba hasta el fondo, y su cara de placer mezclado con dolor era lomás porno que había visto en mi vida.
"Acabameadentro, puto de mierda, lléname toda la concah de leche", me dijo, y esaspalabras fueron el detonador. Empece a eyacular como un animal, con una fuerzaque casi me desmayo, sintiendo cómo mi leche la llenaba mientras ella se mordíael labio y gemía. Nos quedamos ahí un segundo, sin entender lo que había pasado,con la soga floja en el suelo y el vestido de Caro hecho un bollo.
Cuandorecuperamos el aire, Caro se rió, todavía medio desnuda. "Sos un enfermo,primito" Me dio un beso rápido y empezó a acomodarse como si nada. Yo,todavía atontado, me subí el jean y atine a prenderme un porro.
"Boludoapaga eso que están mis viejos afuera" dijo mientras se acomodaba elvestido. “caro te acabo de coger como a una puta y el problema es un porro?” yella se cagó de risa. "Tranquilo, primito. La próxima traigo látigo y temeto un consolador en el culito lindo que tenes".
Salimos del cuartito comosi nada, con la fiesta ya casi terminada y el patio vacío. 

1 comentarios - putita la prima 10

nukissy3484
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