Era un viernes por la tarde cuando Caro me mandó unmensaje, con ese tono suyo que siempre me hacia re calentar: “Primito, se merompió una manguera en la cocina. ¿Vos podras venir a ayudarme para arreglarlo?Estoy con Jose y no sabeos que hacer. Si podes venite y te hacemos algo rico decomer. El emoji de una carita guiñando un ojo y una lengua afuera ya me parecíaalgo porno. Ya me imaginaba la escena del fontanero que llega y se garcha a laseñora de la casa. Mi pija empezó a latir y ya me imaginé a Caro y Josefina,sus culos perfectos y esas risas de putas que me volvían loco. Desde la fiestacon Lucía, no había podido sacarme de la cabeza las noches con ellas, y cadamensaje de Caro era como una promesa de más locura.
Llegué a la casa de Caro cerca de las siete, conuna caja de herramientas que apenas sabía usar y la pija ya inquieta. No mepuse boxers a propósito, para que la cabeza me rozara el pantalón cuando estasdos putas me hablaran. Toqué el timbre, y Josefina abrió la puerta, con un buzocorto que le dejaba la panza al aire y unas calzas negras que le marcaban laconcha como si fuera un tatuaje. La vista se me iba a ese triángulo que seforma entre las piernas y la cajeta. El triángulo de la muerte, donde meacostaría a dormir hasta la eternidad “¡Mirá quién llegó, el albañil del año!,”dijo, riéndose, y me dio un abrazo apretado, rozándome las tetas contra elpecho. Olía crema de enjuague y a algo más, como si ya estuviera caliente.“Pasá, que Caro está en la cocina haciendo un desastre,” agregó, dándome unapalmada en el hombro mientras entraba.
La casa estaba caldeada, con un olor a café reciénhecho y algo dulce, como si hubieran estado fumando porro. En la cocina, Caroestaba agachada frente a la pileta, con un short de gimnasia que se le metíabien adentro del orto y una remera suelta que dejaba ver el contorno de sustetas sin corpiño. “Primito, menos mal que llegaste. Esto está todo hechoverga, nos vamos a morir inundadas, y no sé qué carajo hacer,” dijo, girándosecon una sonrisa que decía cualquier cosa menos “arreglame la cañería”. Selevantó, se acercó y me dio un beso mitad mejilla, mitad boca, dejándome lahumedad de su saliva.
Intenté concentrarme en la cañería, pero eraimposible. Caro y Josefina se pusieron a hablar atrás mío, riéndose y haciendocomentarios subidos de tono. Podia escuchar que hablaban de un tipo. InclusoJosefina dijo que ese tal la tenia grande y venosa. Me estaba volviendo loco.Afiné el oído y escuche un poco mas. “¿Viste qué lindo culo tiene el primitocuando se agacha?,” dijo Josefina, y Caro respondió: “Sí, pero lo mejor escuando el pito se le sale del pantalon. ¿Te acordás cómo nos pajeó, Jose?”. Lasdos se rieron, y yo sentía la pija apretándome el pantalon, a punto dereventar. Intenté meterle mano a la cañería, pero mi cabeza estaba en susconchas, en sus gemidos, en el olor de sus culos apretándome la verga aquellanoche con Lucía.
“Che, primito, dejá eso un segundo y vení a tomarun café,” dijo Caro, tirándome del brazo. Me senté en una silla, y ella sesubió a la mesada, abriendo las piernas justo frente a mí. El short se lecorrió, y vi que no tenía tanga: su concha estaba ahí, depilada, esperando comosi ya estuviera mojada. Josefina se puso atrás mio, apoyándome las tetas en lanuca, y me susurró al oído: “No te hagas el boludo, que sabemos lo que querésen forma de pago por el trabajo.” Mi pija estaba tan dura que dolía, y cuandoCaro se bajó de la mesada y se acercó, supe que la cañería iba a seguir rota unbuen rato mas.
Caro se arrodilló frente a mí, desabrochándome eljean con una rapidez que me dejó idiota. “Mirá esta pija, Jose. Siempre lista,degenerado de mierda,” dijo, sacándomela y dándole una lamida lenta solo en lacabeza que se me había mojado toda. Josefina se rió, se sacó el buzo y dejó lastetas al aire, grandes y firmes, con los pezones duros como piedras. “Dale,primito, tocame mientras Caro te la chupa,” ordenó, y yo obedecí, amasándolelas tetas mientras ella gemía y se frotaba la concha por encima de las calzas.
Caro chupaba como loca, ahora metiéndose la pijahasta la garganta, dejando hilos de baba que le caían por la barbilla ychorreaban por mis huevos. “Qué puta que sos, Caro. Chupale los huevostambién,” dijo Josefina, y Caro obedeció, metiéndome los huevos en la bocamientras me pajeaba con una mano. “Ahora el culo, chupale el culo” Y Caro allafue. Me estaba metiendo toda la lengua y me miraba con la pija apoyada en lafrente. Estuvo un rato largo mientras yo intentaba no explotar. Para no acabar ahímismo me hice el boluco, agarre mi pija fuerte y se la pase toda por la cara aCarolina. Yo estaba en el cielo, pero quería más. Me levanté, la agarré a Caropor la cintura y la puse contra la mesada, bajándole el short de un tirón. Suculo quedó al aire, redondo y perfecto, y le di unas cachetadas bien fuertesque la hicieron gritar. “¡Hijo de puta, mas fuerte!,” gritó, y se abrió lasnalgas con las manos, mostrándome su concha mojada y el orto rosado que parecíaque le latia , que me volvía loco.
Josefina no se quedó atrás. Se sacó las calzas y sesubió a la mesada al lado de Caro, abriendo las piernas, mostrándome la conchaabierta y pajeándose con dos dedos. “Dale, primito, metémela a mí primero, queyo estoy mas caliente que Caro,” dijo, y yo no me hice rogar. Le metí la pijade una, sintiendo cómo su concha me apretaba como un guante caliente. “¡Quépija gorda, la puta madre, la siento toda dura adentro!,” gritó Josefina,moviéndose Contra mí mientras yo le daba con todo. Caro, mientras tanto, sepajeaba al lado, mirándonos con cara de puta y metiéndose un dedo en la conchay otro en el culo.
De repente, Caro se bajó de la mesada y se pusoatrás mio. Sentí sus manos mojadas bajar por mi espalda y dirigirse a mi culo,abriéndomelo, y antes de que pudiera decir nada empezó a tocármelo suave hastaque metió un dedo, despacio pero firme. “Tranquilo, primito, que te va a gustar,”susurró, y empezó a moverlo, entrando y saliendo mientras yo seguía cogiéndomea Josefina. La sensación era una locura: la concha de Josefina apretándome lapija y el dedo de Caro en mi culo, tocándome un punto que me hacía temblar.“¡Qué puto que sos, primito! Te gusta que te meta el dedo en el orto, ¿no?,”dijo Caro, riéndose, y yo solo pude gruñir, perdido en el placer.
No me quedé atrás. Mientras le daba a Josefina, lemetí un dedo el orto a ella, lubricado con los jugos de su concha. “¡Ay, sí,primito, rompeme todo el culo!,” gritó, y empezó a moverse más rápido,apretando mi dedo con culo dilatado mientras su concha chorreaba. Parecia quese había meado de lo mojada que estaba. Los tres estábamos en trance: yodándole a Josefina, Caro metiéndome un dedo en el culo, y mi dedo en el culitohermoso de Josefina, todo mientras gemíamos y la cocina se llenaba de ruidoshúmedos y gritos.
“¡Acabame adentro, boludo!,” gritó Josefina, y suconcha empezó a latir, ordeñándome la pija mientras ella temblaba, acabandocomo loca. Caro aceleró el dedo en mi culo, y eso me mandó al borde. “¡Te voy aacabar toda si seguís haciendo eso!,” grité, y exploté dentro de Josefina,llenándole la concha de leche mientras ella gemía y se retorcía. Caro sacó eldedo de mi culo, se arrodilló y empezó a chuparme la pija, limpiando la leche ylos jugos de Josefina. “Qué rico, primito, tu pija tiene gusto a la concha deJose. Sos un enfermo,” dijo, mirándome con esa cara de puta que me mataba.
Josefina se bajó de la mesada, todavía temblando, yle dio un beso a Caro, compartiendo mi leche en un beso sucio que me puso durootra vez. “Esto no termina acá, primito,” dijo Josefina, pasándose una mano porla concha, donde mi leche goteaba. Caro se rió, dándome una nalgada. “Arreglála cañería después, enfermo. Ahora vamos a la pieza, que quiero que me rompasel culo a mí también.”
Subimos los tres a la habitación de Caro, con lapromesa de una noche todavía más loca. La cañería seguía rota, pero a nadie leimportaba. En esa casa, con esas dos putas, el mundo podía esperar.
Llegué a la casa de Caro cerca de las siete, conuna caja de herramientas que apenas sabía usar y la pija ya inquieta. No mepuse boxers a propósito, para que la cabeza me rozara el pantalón cuando estasdos putas me hablaran. Toqué el timbre, y Josefina abrió la puerta, con un buzocorto que le dejaba la panza al aire y unas calzas negras que le marcaban laconcha como si fuera un tatuaje. La vista se me iba a ese triángulo que seforma entre las piernas y la cajeta. El triángulo de la muerte, donde meacostaría a dormir hasta la eternidad “¡Mirá quién llegó, el albañil del año!,”dijo, riéndose, y me dio un abrazo apretado, rozándome las tetas contra elpecho. Olía crema de enjuague y a algo más, como si ya estuviera caliente.“Pasá, que Caro está en la cocina haciendo un desastre,” agregó, dándome unapalmada en el hombro mientras entraba.
La casa estaba caldeada, con un olor a café reciénhecho y algo dulce, como si hubieran estado fumando porro. En la cocina, Caroestaba agachada frente a la pileta, con un short de gimnasia que se le metíabien adentro del orto y una remera suelta que dejaba ver el contorno de sustetas sin corpiño. “Primito, menos mal que llegaste. Esto está todo hechoverga, nos vamos a morir inundadas, y no sé qué carajo hacer,” dijo, girándosecon una sonrisa que decía cualquier cosa menos “arreglame la cañería”. Selevantó, se acercó y me dio un beso mitad mejilla, mitad boca, dejándome lahumedad de su saliva.
Intenté concentrarme en la cañería, pero eraimposible. Caro y Josefina se pusieron a hablar atrás mío, riéndose y haciendocomentarios subidos de tono. Podia escuchar que hablaban de un tipo. InclusoJosefina dijo que ese tal la tenia grande y venosa. Me estaba volviendo loco.Afiné el oído y escuche un poco mas. “¿Viste qué lindo culo tiene el primitocuando se agacha?,” dijo Josefina, y Caro respondió: “Sí, pero lo mejor escuando el pito se le sale del pantalon. ¿Te acordás cómo nos pajeó, Jose?”. Lasdos se rieron, y yo sentía la pija apretándome el pantalon, a punto dereventar. Intenté meterle mano a la cañería, pero mi cabeza estaba en susconchas, en sus gemidos, en el olor de sus culos apretándome la verga aquellanoche con Lucía.
“Che, primito, dejá eso un segundo y vení a tomarun café,” dijo Caro, tirándome del brazo. Me senté en una silla, y ella sesubió a la mesada, abriendo las piernas justo frente a mí. El short se lecorrió, y vi que no tenía tanga: su concha estaba ahí, depilada, esperando comosi ya estuviera mojada. Josefina se puso atrás mio, apoyándome las tetas en lanuca, y me susurró al oído: “No te hagas el boludo, que sabemos lo que querésen forma de pago por el trabajo.” Mi pija estaba tan dura que dolía, y cuandoCaro se bajó de la mesada y se acercó, supe que la cañería iba a seguir rota unbuen rato mas.
Caro se arrodilló frente a mí, desabrochándome eljean con una rapidez que me dejó idiota. “Mirá esta pija, Jose. Siempre lista,degenerado de mierda,” dijo, sacándomela y dándole una lamida lenta solo en lacabeza que se me había mojado toda. Josefina se rió, se sacó el buzo y dejó lastetas al aire, grandes y firmes, con los pezones duros como piedras. “Dale,primito, tocame mientras Caro te la chupa,” ordenó, y yo obedecí, amasándolelas tetas mientras ella gemía y se frotaba la concha por encima de las calzas.
Caro chupaba como loca, ahora metiéndose la pijahasta la garganta, dejando hilos de baba que le caían por la barbilla ychorreaban por mis huevos. “Qué puta que sos, Caro. Chupale los huevostambién,” dijo Josefina, y Caro obedeció, metiéndome los huevos en la bocamientras me pajeaba con una mano. “Ahora el culo, chupale el culo” Y Caro allafue. Me estaba metiendo toda la lengua y me miraba con la pija apoyada en lafrente. Estuvo un rato largo mientras yo intentaba no explotar. Para no acabar ahímismo me hice el boluco, agarre mi pija fuerte y se la pase toda por la cara aCarolina. Yo estaba en el cielo, pero quería más. Me levanté, la agarré a Caropor la cintura y la puse contra la mesada, bajándole el short de un tirón. Suculo quedó al aire, redondo y perfecto, y le di unas cachetadas bien fuertesque la hicieron gritar. “¡Hijo de puta, mas fuerte!,” gritó, y se abrió lasnalgas con las manos, mostrándome su concha mojada y el orto rosado que parecíaque le latia , que me volvía loco.
Josefina no se quedó atrás. Se sacó las calzas y sesubió a la mesada al lado de Caro, abriendo las piernas, mostrándome la conchaabierta y pajeándose con dos dedos. “Dale, primito, metémela a mí primero, queyo estoy mas caliente que Caro,” dijo, y yo no me hice rogar. Le metí la pijade una, sintiendo cómo su concha me apretaba como un guante caliente. “¡Quépija gorda, la puta madre, la siento toda dura adentro!,” gritó Josefina,moviéndose Contra mí mientras yo le daba con todo. Caro, mientras tanto, sepajeaba al lado, mirándonos con cara de puta y metiéndose un dedo en la conchay otro en el culo.
De repente, Caro se bajó de la mesada y se pusoatrás mio. Sentí sus manos mojadas bajar por mi espalda y dirigirse a mi culo,abriéndomelo, y antes de que pudiera decir nada empezó a tocármelo suave hastaque metió un dedo, despacio pero firme. “Tranquilo, primito, que te va a gustar,”susurró, y empezó a moverlo, entrando y saliendo mientras yo seguía cogiéndomea Josefina. La sensación era una locura: la concha de Josefina apretándome lapija y el dedo de Caro en mi culo, tocándome un punto que me hacía temblar.“¡Qué puto que sos, primito! Te gusta que te meta el dedo en el orto, ¿no?,”dijo Caro, riéndose, y yo solo pude gruñir, perdido en el placer.
No me quedé atrás. Mientras le daba a Josefina, lemetí un dedo el orto a ella, lubricado con los jugos de su concha. “¡Ay, sí,primito, rompeme todo el culo!,” gritó, y empezó a moverse más rápido,apretando mi dedo con culo dilatado mientras su concha chorreaba. Parecia quese había meado de lo mojada que estaba. Los tres estábamos en trance: yodándole a Josefina, Caro metiéndome un dedo en el culo, y mi dedo en el culitohermoso de Josefina, todo mientras gemíamos y la cocina se llenaba de ruidoshúmedos y gritos.
“¡Acabame adentro, boludo!,” gritó Josefina, y suconcha empezó a latir, ordeñándome la pija mientras ella temblaba, acabandocomo loca. Caro aceleró el dedo en mi culo, y eso me mandó al borde. “¡Te voy aacabar toda si seguís haciendo eso!,” grité, y exploté dentro de Josefina,llenándole la concha de leche mientras ella gemía y se retorcía. Caro sacó eldedo de mi culo, se arrodilló y empezó a chuparme la pija, limpiando la leche ylos jugos de Josefina. “Qué rico, primito, tu pija tiene gusto a la concha deJose. Sos un enfermo,” dijo, mirándome con esa cara de puta que me mataba.
Josefina se bajó de la mesada, todavía temblando, yle dio un beso a Caro, compartiendo mi leche en un beso sucio que me puso durootra vez. “Esto no termina acá, primito,” dijo Josefina, pasándose una mano porla concha, donde mi leche goteaba. Caro se rió, dándome una nalgada. “Arreglála cañería después, enfermo. Ahora vamos a la pieza, que quiero que me rompasel culo a mí también.”
Subimos los tres a la habitación de Caro, con lapromesa de una noche todavía más loca. La cañería seguía rota, pero a nadie leimportaba. En esa casa, con esas dos putas, el mundo podía esperar.
2 comentarios - putita la prima 8