Me fui rapido a mi cuarto, estaba acostado en mi cuarto, todo tranquilo, cuando me llegó la notificación: "Carla compartió una historia en Close Friends".
La abrí en chinga.
Y ahí estaba ella.
En lencería negra.
Frente al espejo, con la luz tenue.
Dejando ver todo el escote, el corset ajustado a su cintura, las piernas desnudas.
La mirada… directo a la cámara, como si yo fuera el espejo.
La leyenda: "Alguien me dijo que subiera más… ¿qué opinas?".
—La misma pinche frase que yo llegue a usar alguna vez.
Me quedé tieso, wey. El celular casi se me cae de las manos.
¿Ella también configuró su Close Friends para que solo yo la viera?
¿O esto ya es una pinche competencia de quién calienta más al otro?
—No mames, compa… esto ya es otra cosa—
Después de ver su historia, sentí el pinche corazón a mil. Ella sabe que yo la vi.
Yo sé que ella me ve. Esto ya no es casual, wey. Es un puto juego de miradas, de fotos, de silencios que gritan.
Así que le di like a su historia—nada más, sin mensaje—, para que supiera que la vi… y que me encantó.
Luego, me metí al baño, me puse el mismo pinche boxer negro, pero esta vez lo jalé un poco más abajo, dejando ver la orilla de todo, pero sin enseñar de lleno. La luz tenue, el ángulo perfecto, la mirada directo a la cámara como si fuera ella la que estuviera ahí.
La leyenda: "Parece que a alguien le gusta jugar… ¿quién sigue?"
La subí solo para ella.
—Y ahora, a esperar—
Después de subir la foto, me quedé tirado en mi cama, el celular en la mano, viendo como el pinche segundero se movía lento, bien lento.
5 minutos.
Nada.
10 minutos.
Nada.
15 minutos.
Instagram me avisa: "Vista hace 2 minutos".
—¡La vio!—
Pero igual que la última vez… ni like, ni mensaje, ni nada.
Me levanté, caminé de un lado a otro del cuarto, escuchando cada ruido en la casa.
¿Se estaba riendo? ¿Se estaba tocando? ¿O solo la vio y ya?
—No aguanto la duda—
A los diez minutos exactos, otra notificación.
Ella. Otra historia. Close Friends (¿solo para mí?).
La abro y ahí está…
Acostada en su cama, de espaldas a la cámara, la lencería negra ajustándose a ese culo que siempre me vuelve loco.
La piel brillando bajo la luz tenue, las piernas ligeramente abiertas.
—Le doy like al instante, sin pensarlo—
Pero esta vez no me aguanto. Me tomo otra foto.
Acostado en mi cama, la mano agarrando mi paquete a través del boxer, marcándolo pero sin enseñar todo.
La subo. Solo para ella.
Y espero.
Un minuto.
Dos.
Tres.
—¡Notificación!—
Ella le dio like a mi historia.
—Se me quiere salir el pinche corazón—
Ahí está, wey. La confirmación. No es coincidencia. No es casual. Ella sabe. Yo sé. Y ahora…
Ahí estaba, recargado en mi cama con el celular en la mano, cuando de repente ¡PUM! otra puta historia de mi jefa. Y esta vez… ¡no mames!
La abrí y casi se me sale el pinche corazón del pecho.
Era ella, pero como nunca la había visto. Sus pinches tetas ahí, bien paraditas, rosaditas, esos pezones como si estuvieran duros… de frío o de excitación, pero a mí me valía madres. La piel suavecita, blanca, esos pechos pequeños pero perfectos, como hechos para caber en mis manos.
Y su pinche sonrisa… esa sonrisa de "sé que me quieres coger, hijo, y tal vez yo también a ti". No decía nada, no ponía ninguna pinche frase, solo su cuerpo, su sonrisa y el puto mensaje claro: "Aquí estoy, ¿qué vas a hacer?"
—¡Me prendí como pinche cerillo, wey!—
Se me secó la boca, se me aceleró el puto corazón y la mano me tembló un poco cuando le di like. No cualquier like, wey… era un "Sí, te deseo. Sí, esto ya se jodió". Y el pinche boxer ya no aguantaba, se me marcaba todo el puto paquete, duro como piedra.
—Y ahora, ¿qué chingados hago?—
Ahí estaba, tirado en mi cama con la verga bien dura y el pinche celular en la mano. Ya no aguantaba, wey. Tenía que jugarme el todo por el todo. Me saqué el boxer de un madrazo, agarré mi verga a puño cerrado y le tomé la foto más cabrona que pude: el miembro palpitando, la cabeza bien roja con una gota de precum brillando, los huevos tensos.
Le puse un texto: "No sé qué chingados estamos jugando, pero si de verdad quieres esto, ven. La puerta está abierta."
—Le di enviar y tiré el celular como si me hubiera quemado—
Los segundos se hicieron eternos, wey. "Vista hace 1 minuto"... "Vista hace 3 minutos"... y nada. El puto silencio me tenía los huevos retorcidos. ¿La cagué? ¿Se asustó?
Hasta que de repente... escuché pasos en el pasillo.
Suaves, lentos, como si dudara.
Un suspiro.
Dos golpecitos en la puerta.
—"Pasa..."— dije, con la voz más ronca que nunca.
Y entonces... la perilla giró.
La puerta se abrió lento y ahí estaba ella, wey.
Sin blusa, solo con ese pinche corset negro que me enseñó en las fotos, los pezones duros marcándose contra la tela.
La respiración agitada, los labios entreabiertos, las piernas temblando un poco.
—"Alec..."— dijo, y en esa sola palabra escuché todo: el miedo, las ganas, la puta necesidad.
—"Cierra la puerta..."— le contesté, mientras la verga me palpitaba como un puto animal enjaulado.
—Y entonces, wey... la vi morder su labio y obedecer—
La abrí en chinga.
Y ahí estaba ella.
En lencería negra.
Frente al espejo, con la luz tenue.
Dejando ver todo el escote, el corset ajustado a su cintura, las piernas desnudas.
La mirada… directo a la cámara, como si yo fuera el espejo.
La leyenda: "Alguien me dijo que subiera más… ¿qué opinas?".
—La misma pinche frase que yo llegue a usar alguna vez.
Me quedé tieso, wey. El celular casi se me cae de las manos.
¿Ella también configuró su Close Friends para que solo yo la viera?
¿O esto ya es una pinche competencia de quién calienta más al otro?
—No mames, compa… esto ya es otra cosa—
Después de ver su historia, sentí el pinche corazón a mil. Ella sabe que yo la vi.
Yo sé que ella me ve. Esto ya no es casual, wey. Es un puto juego de miradas, de fotos, de silencios que gritan.
Así que le di like a su historia—nada más, sin mensaje—, para que supiera que la vi… y que me encantó.
Luego, me metí al baño, me puse el mismo pinche boxer negro, pero esta vez lo jalé un poco más abajo, dejando ver la orilla de todo, pero sin enseñar de lleno. La luz tenue, el ángulo perfecto, la mirada directo a la cámara como si fuera ella la que estuviera ahí.
La leyenda: "Parece que a alguien le gusta jugar… ¿quién sigue?"
La subí solo para ella.
—Y ahora, a esperar—
Después de subir la foto, me quedé tirado en mi cama, el celular en la mano, viendo como el pinche segundero se movía lento, bien lento.
5 minutos.
Nada.
10 minutos.
Nada.
15 minutos.
Instagram me avisa: "Vista hace 2 minutos".
—¡La vio!—
Pero igual que la última vez… ni like, ni mensaje, ni nada.
Me levanté, caminé de un lado a otro del cuarto, escuchando cada ruido en la casa.
¿Se estaba riendo? ¿Se estaba tocando? ¿O solo la vio y ya?
—No aguanto la duda—
A los diez minutos exactos, otra notificación.
Ella. Otra historia. Close Friends (¿solo para mí?).
La abro y ahí está…
Acostada en su cama, de espaldas a la cámara, la lencería negra ajustándose a ese culo que siempre me vuelve loco.
La piel brillando bajo la luz tenue, las piernas ligeramente abiertas.
—Le doy like al instante, sin pensarlo—
Pero esta vez no me aguanto. Me tomo otra foto.
Acostado en mi cama, la mano agarrando mi paquete a través del boxer, marcándolo pero sin enseñar todo.
La subo. Solo para ella.
Y espero.
Un minuto.
Dos.
Tres.
—¡Notificación!—
Ella le dio like a mi historia.
—Se me quiere salir el pinche corazón—
Ahí está, wey. La confirmación. No es coincidencia. No es casual. Ella sabe. Yo sé. Y ahora…
Ahí estaba, recargado en mi cama con el celular en la mano, cuando de repente ¡PUM! otra puta historia de mi jefa. Y esta vez… ¡no mames!
La abrí y casi se me sale el pinche corazón del pecho.
Era ella, pero como nunca la había visto. Sus pinches tetas ahí, bien paraditas, rosaditas, esos pezones como si estuvieran duros… de frío o de excitación, pero a mí me valía madres. La piel suavecita, blanca, esos pechos pequeños pero perfectos, como hechos para caber en mis manos.
Y su pinche sonrisa… esa sonrisa de "sé que me quieres coger, hijo, y tal vez yo también a ti". No decía nada, no ponía ninguna pinche frase, solo su cuerpo, su sonrisa y el puto mensaje claro: "Aquí estoy, ¿qué vas a hacer?"
—¡Me prendí como pinche cerillo, wey!—
Se me secó la boca, se me aceleró el puto corazón y la mano me tembló un poco cuando le di like. No cualquier like, wey… era un "Sí, te deseo. Sí, esto ya se jodió". Y el pinche boxer ya no aguantaba, se me marcaba todo el puto paquete, duro como piedra.
—Y ahora, ¿qué chingados hago?—
Ahí estaba, tirado en mi cama con la verga bien dura y el pinche celular en la mano. Ya no aguantaba, wey. Tenía que jugarme el todo por el todo. Me saqué el boxer de un madrazo, agarré mi verga a puño cerrado y le tomé la foto más cabrona que pude: el miembro palpitando, la cabeza bien roja con una gota de precum brillando, los huevos tensos.
Le puse un texto: "No sé qué chingados estamos jugando, pero si de verdad quieres esto, ven. La puerta está abierta."
—Le di enviar y tiré el celular como si me hubiera quemado—
Los segundos se hicieron eternos, wey. "Vista hace 1 minuto"... "Vista hace 3 minutos"... y nada. El puto silencio me tenía los huevos retorcidos. ¿La cagué? ¿Se asustó?
Hasta que de repente... escuché pasos en el pasillo.
Suaves, lentos, como si dudara.
Un suspiro.
Dos golpecitos en la puerta.
—"Pasa..."— dije, con la voz más ronca que nunca.
Y entonces... la perilla giró.
La puerta se abrió lento y ahí estaba ella, wey.
Sin blusa, solo con ese pinche corset negro que me enseñó en las fotos, los pezones duros marcándose contra la tela.
La respiración agitada, los labios entreabiertos, las piernas temblando un poco.
—"Alec..."— dijo, y en esa sola palabra escuché todo: el miedo, las ganas, la puta necesidad.
—"Cierra la puerta..."— le contesté, mientras la verga me palpitaba como un puto animal enjaulado.
—Y entonces, wey... la vi morder su labio y obedecer—
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