Hola! Como están?
Bueno, después de mucho tiempo volví a escribir y le metí palo jaja, inspirado por Pauli y sus aventuras.
Les dejo por acá el capítulo anterior.
http://m.poringa.net/posts/relatos/5572873/Dias-cornudos---I.html
Los quiero leer por sugerencias, recomendaciones, opiniones, y lo que quieran. Dejen comentarios.
Y por supuesto que todos los puntos son bienvenidos, así llegamos a más personas.
Sin más preámbulos, acá va el nuevo capítulo:
Días cornudos II
Un beso en la mejilla despertó a Nico del pesado sueño en el que había entrado hacía ya un largo rato. Le había costado dormirse un poco anoche. Le pasaba casi siempre que cogían con Paula, quedaba como sobregirado, al contrario del efecto sedante que la actividad parecía tener para ella, que al breve rato quedaba plácidamente.
Anoche, mientras esperaba que el pícaro sueño se le apareciera, se quedó con el celular nadando por las diferentes redes sociales que solía usar para pasar el tiempo Instagram, Twitter, TikTok y algo de Pinterest. Casi como una tradición terminaba mirando mujeres. Empezaba por alguna influencer argentina que mostara el culo para llegar a saltar de un perfil a otro de modelos de OnlyFans. Luego aterrizaba en el porno. Había veces que hasta llegaba a hacerse una paja en la cama con su novia dormirda al lado. En general terminaba con su abdomen y su pija llenos de leche, avergonzado y con culpa, limpiándose la acabada con el bóxer que se sacaba todas las noches para dormir.
Cada mañana Paula se iba al trabajo bastante antes que Nico. Por lo que el beso con el que lo saludaba lo dejaba ya despierto. Se quedó un rato mutando en la cama, boludeando de nuevo con el celular, hasta que decidió levantarse a prepararse el desayuno.
Como todas las mañanas, desayunaba mirando Sportcenter ó algún canal de stream de los que le gustaba y lo entretenía con ocurrencias divertidas que solía pensar hasta el mismo podría hacer. Le gustaba pensarse a sí mismos como un tipo exitosos y admirado por muchas personas. Él creía que en algún momento le podía venir alguna idea que realmente la pegara. Creía tener la capacidad de hacer reír similar a los que lo hacían reír a él.
Se conformaba pensando que no había tenido una trayectoria familiar vinculada al arte, y que eso era la mayor causa de no estar frente a las cámaras. Sentía que como profesor, de alguna forma había encontrado una forma de cumplir ese deseo de estar frente a un auditorio, aunque en este caso este fuese conformado por adolescentes con hormonas alborotadas, que difícilmente le prestaran mayor atención.
Desde anoche se había quedado muy caliente por la cogida que su novia le había propinado la noche anterior. Se había levantado con la pija parada, y tal como un adolescente, no había parado de tocársela desde que abrió los ojos esa mañana. Entonces se dijo, “¿Por qué no?”, agarró su celular y a buscar porno de nuevo. Quería brindarse un lindo rato previo a tener que entrar a ducharse cultivando su propia calentura.
Entró a Pornhub, y buscó su categoría preferida, “Argentina”. Le calentaba mucho como hablaban ellas y ellos en los videos. El hecho de poder compartir el lenguaje que se usaba en el porno le daba un plus a su experiencia. Favorecía que jugaba en su mente a convertirse en cualquiera de los portantes de esas pijas que aparecían en los videos, y a imaginar que cualquiera de las chicas era alguien que conocía. A veces, incluso, cuando encontraba algún video de alguna chica que se pareciera, la protagonista del video pasaba automáticamente a convertirse en Paula.
Se tocó por un rato hasta que decidió empezar a prepararse para ir al trabajo, entrando a la ducha. No se permitió entregarse a un orgasmo. En algún momento del ritual se le pasó por la cabeza que quizás esa noche Paula se lo cogiera de nuevo, y no quería desperdiciar una acabada, quería estar a full si pasaba. Después se acordó que a la noche tenía fútbol con sus amigos, y que podía llegar a estar muerto. Se prometió a sí mismo que si Paula quería coger iba a estar a disposición, sin importar el cansancio que llevara de la cancha.
Salió de su casa.
- Hola hermosa, ¿Cómo arrancó tu mañana?
Paula recibió el mensaje ya en su oficina, alistando lo que necesitaba para empezar el día, antes de que llegara Mica. La vista previa del mensaje apareció mientras terminaba de subir una historia a Instagram con el café de una reconocida cafetería del centro posando con el sol que entraba en la oficina de fondo. Sonrió y se sentó relajada en su silla a contestarle a su pareja.
- Muy bien, ¿y vos hermoso?
- Divino. ¡Qué rica cogida me pegaste anoche!
- ¡Qué rica cogida nos pegamos! Vos no te quedaste atrás.
- ¿Cómo me voy a quedar atrás con el monumento de novia que tengo?
- Vos no te quedás atrás.
- Jajajajaja. Humildemente. Amor, esta noche delivery, ¿Si? Yo tengo fútbol con los chicos y vuelvo tarde. Seguro no voy a tener ganas de cocinar jaja.
- Yo esta noche tengo el after office de acá amor, ¿Te acordás? Probablemente vaya cenada. Así que no te preocupes.
- ¡Aahh! Verdad que tenés eso. Noche, alcoholes, salida. Bien ahí. Bueno amor, entro a clase. Hablamos luego.
Aunque Nico le había contestado algo cortado, Paula estaba segura de que no se trataba de que le molestase que saliese con sus compas de oficina. Era libre de hacer lo que quisiese en esta relación, Nico jamás se enojaba por nada que ella quisiera hacer. Aunque sabía que era lo que se debe esperar de una pareja, no podía no sentirse afortunada del novio que tenía.
Como toda millenial, después de cerrar Whatsapp, se dio una vuelta por Instagram, solo pare descubrir si alguien había reaccionado a su historia. Se encontró que varias personas habían reaccionado con un corazón, incluido Nico, y tenía dos mensajes. El primero era de Mica, y decía: “Llego enseguida, trola”. Le disparó una risa que casi le hace escupir el café.
El otro mensaje era de Adrián. Sintió que algo le presionaba el pecho, y segundos sintió que se le inflaba. A su vez, un calor repentino le invadió toda la cara y el cuello. Abrió el mensaje con intriga.
- Buenos días, Licenciada. ¿Desayuno de campeones?
El pendejo le parecía un atorrante atrevido al responderle así la historia del café que había subido, pero no dejaba de generarle algo interesante. Se notaba que no tenía ninguna intención de que su vínculo se quedara solamente en la conversación de ayer. Se sintió halagada y no encontró motivo alguno para no continuar con esa sensación.
- Jajajaja. Buenos días. Así es. Me cuido. ¿Viste?
- No, sí. Que te cuidás se nota. (Y puso el emoji de la boca torcida hacia un lado)
- Ni tanto como debería, ¿qué decirte?
- ¡Callate! Si estás como querés.
- La vara bajísima tenés, eh.
- Mejor ni te digo. Jajajaja. ¡Qué tengas un buen día, Licenciada!
La llegada de Mica la interrumpió y la conversación no pudo cerrarse con su mensaje de despedida para el pendejo. Su amiga llegó a la oficina y Paula vio en la cara de ella un gesto como si detrás de ella viniera el Carnaval Carioca de una fiesta de casamiento. No dejaba más remedio que hacerlo propio. La alegría de la oficina había arribado. Se pusieron contentas de verse un día más. El día iba a pasar más rápido y más entretenidamente.
Como todas las mañanas apuraron a encarar con las tareas pendientes, y se esforzaron a más no poder para que la tarde sea más liviana. Siempre preferían que así fuera. A nadie le gusta trabajar luego de almorzar.
Ya durante el almuerzo, las dos más relajadas, pudieron correr la mente del trabajo y disfrutar de una de sus temas preferidos de los almuerzos, los chongos de Mica. A Paula le parecía un mundo fascinante, a pesar de estar super casada con Nico. Sin embargo, seguramente por la actuación de algún mecanismo proyectivo, sentía disfrute al conocer las historias de Mica.
- Te tengo que mostrar algo. Pero no te vayas a impresionar.
- Ay, dale. ¡Sí!
Paula le respondió como si fuera una niña de 5 años a la que la habían prometido comprar un huevo Kinder Sorpresa. Mica buscó algo en su celular y se lo dio como si le estuviese dando un paquete con una bomba.
- Mirá el pendejo de ayer.
Paula agarró el celular, y se encontró con una conversación de Instagram bastante animada, con muchos “Jajaja”, y una foto con posibilidad de ser vista.
- Abríla. Sin miedo.
La abrió, y casi hace una chilena con la silla. Se encontró con una foto sacada frente a un espejo grande, de esos que vienen incorporados en los armarios. Frente a él, el cuerpo totalmente desnudo de Adrián sostenía el celular apuntándose con su mano derecha. Lo primero que vio Paula fue la marca de los músculos abdominales, como si fuesen dos líneas que apuntaran directo a la pelvis. Y allí en la pelvis estaba ella. El pendejo portaba una pija que sostenía con su mano izquierda, como ofrendándola. Paula no había visto demasiadas pijas en su vida, pero aquella le generó mutismo.
- Sí, yo también me quedé muda, amiga. Jajajaja.
Le llevó unos segundos salir del letargo que le había generado lo que vio. Sin embargo, algo inconsciente le hizo intentar disimular su impacto.
- No, sí, no. Impresiona bastante.
Terminó diciendo sin siquiera poder articular alguna palabra con la otra. Mica se descostillaba de la risa.
- No perdiste mucho el tiempo, puta de mierda.
- ¿Vos viste lo que es eso? Soy inocente del crimen que se me acuse. Vos jodete por estar casada.
Mica parecía no querer terminar de reírse de ella.
- Creo que hoy lo voy a ver en el after.
- ¿En el after? ¿Va a ir?
- Parece que sí. No me digas que te ponés celosa.
- Ay, no. Boluda.
- Ah, pensé que me querías toda para vos, jaja. Tenés que aprender a compartirme, jajajaja.
Mica ya la descansaba de forma abusiva. Paula trataba de disimular lo desencajada que estaba con la situación. Y también la calentura que le había producido ver a ese adonis que le hablaba animosamente a ella también en Instagram.
Nico terminaba una de sus clases. Se sentía fusilado. Los adolescentes le habían robado toda su energía. Agradeció tener un par de horas libres para poder almorzar y tomarse un respiro de las hormonas adolescentes.
Tiró su mochila en un asiento, y se desplomó en la silla contigua. Mientras pensaba qué podría pedirle al cantinero del liceo para almorzar vio entrar a Victoria a la sala de profesores. Una profe de matemáticas algo más joven que él que tenía un lomo que rajaba la tierra. En sus fantasías él sentía que ella le tiraba onda sin mucho disimulo.
- ¿Cómo estaban esos animalitos hoy?
- Intensos. A Dios gracias que tengo un ratito libre ahora.
- Suertudo vos. Yo ya tengo que volver a la guerra.
Sonó el timbre, y Nico la vio irse meneando disimuladamente el culo apretado en un jean clarito de vuelta para el patio.
Victoria siempre le hacía dirigir la mente hacia Paula. Le recordaba a ella cuando era algunos años más joven, con la tonicidad muscular de una veinteañera. A veces, en sus ratos de ocio solitario, se pajeaba pensando en que se la cogía en algún salón de clase con la ropa puesta. Otras veces, incluso, cuando cogía con Paula pensaba en ella. Esto lo hacía acabar al toque. Siempre sentía mucha culpa después de que terminaba.
Preparado para el almuerzo le escribió a Paula.
- ¿Cómo anda el amor de mi vida? ¿Almorzaste ya?
- ¡Hola mi amor! Sí, ya almorzamos con Mica. Ahora echadas en la oficina haciendo cebo. Pero no digas nada. Shhh. ¿Vos cómo vas?
- No digo nada, señora. Usted manda.
- Obvio que yo mando (puso un emoji de guiño).
- Yo bien. Hoy un día matador. ¡Pero por suerte tengo fútbol!
- Jajaja. Ustedes los hombres y el fútbol. Nada en el mundo importa más que eso.
- Bueno, bueno. Hay cosas importantes, sí. Pero todas están un escaloncito más abajo, jajajja.
- ¡Qué turro que sos!
- Te amo mi amor. Mucho. Nos vemos en la noche. ¿Vas al after al final?
Paula pensó en contarle que estaba dudando si ir. Por lo que Mica le había contado, y mostrado, no iba a estar muy disponible en el after. La aburría un poco estar entre los mensos de sus compañeros de otras áreas. Además, había estado charlando inofensivamente con este pibe, probablemente sin que Mica estuviese al tanto, y le resultaba un poco incómodo estar en medio de ellos dos.
Seguramente, si Nico no tuviese ningún plan se hubiese ido a su casa, pero como él no podía dejar de ir al fútbol, no tenía nada mejor que hacer.
- Sí, voy un ratito y me voy a casa. Probablemente llegue antes que vos. Te espero ahí (puso el emoji de guiño de nuevo)
- (Emoji de beso con corazoncito)
Se acercaba el horario de final de jornada en la oficina de compras de la empresa, y las dos chicas ya habían tirado la toalla, lo que no se había podido solucionar hasta ese momento sería un problema para mañana. Paula notó a Mica algo ansiosa. Supuso que era por encontrarse con este chico en el after. Le dio risa y culpa a la vez.
- Bueno, bueno nena. Unas ganas de ir al after bárbaras tenés, me parece.
- Jajajaja. Vos viste bien todas las ganas que tengo. ¿A vos no te darían? Yo, por las dudas, me traje la tanguita del médico y todo, jajajaja.
Ya había visto la foto del pendejo en bolas. Obvio que le daban ganas. En su mente ya se lo había cogido anoche, mientras lo hacía con su pareja. En este preciso momento, tenía claro que la próxima vez que cogiera con Nico, se lo iba a coger mentalmente de nuevo. Y si Nico no se la cogía, se iba a hacer una divina paja esa noche.
“Hutton” se llamaba el bar en el que solían ir de after office todos en la empresa de Paula y Mica. Era chiquito, pero con el suficiente espacio como para que más de de una veintena pudiese estar parada, si prefería no sentarse en alguna de las más de 8 mesas que había dentro del lugar. Mica y Paula en general se sentaban en alguna de las mesas, siempre acompañadas de alguna de las otras chicas de ventas o recursos humanos que eran las áreas que más frecuentaban.
En general, a esos after office iban algunos ejecutivos con pinta de garca y ganas de cagar a las novias, que pasivamente les esperaban en sus casas, y alguna compañera de oficina de estos con ganas de ser validada por un varón “exitoso”, aunque sea por un rato. Paula agradecía que esa no fuera el tipo de relación que tenía con Nico. Se tenían plena confianza, y cualquiera de los dos sabía lo que sentía por el otro. No había que explicar nada nunca.
Mica y Paula se sentaron a la mesa y estuvieron allí charlando y riendo con diversas personas que iban rotando en su mesa con diversos chismes de la empresa. Sus preferidos eran los culebrones de amor y amantes. A ambas les parecían los más interesantes de escuchar. Pasaron algo menos de cincuenta minutos cuando Paula notó que Mica se alborotaba, lo que podía indicar sólo una cosa. El pendejo andaba cerca. Su compañera la miró, ella entendió, y la vio levantarse y encontrarse con el pibe que venía entrando, con toda su facha de modelo de Zara y su corte de pelo de jugador de fútbol europeo.
Se quedó más o menos media hora en la mesa charlando con dos chicas de recursos humanos, y un pesado de informática. Mientras miraba de reojo lo que pasaba con Mica y Adrián. El lenguaje corporal de su amiga indicaba claramente que tenía concha inundada de ganas de que el pibe se la entierre. Le divirtió y le dio un poco de envidia a la vez.
Se levantó al baño.
Cuando salió para volver a la mesa se encontró a Adrián, aparentemente haciendo fila para entrar al de varones. En este bar aún se dividían los baños según los géneros.
- Hola Licenciada. ¿Cómo viene su noche?
- Muy bien, estimado. La suya parece no estar nada mal.
- Nada mal. Nada mal.
Ambos fingían galantería medieval en la charla.
- Le deseo que la suya termine parecida a la mía.
- Jajajaja. ¿Y vos qué sabés cómo voy a terminar mi noche?
- No, la verdad no tengo ni idea. Pero yo si fuera su novio seguro terminaría muy bien la noche.
- Jajajaja.
Paula se rió nerviosa. Sin saber demasiado qué responder.
- Andá, andá que seguro la vas a pasar bien esta noche.
Le salió responder como si fuera la maestra de primaria del pibe. Se sintió una estúpida. Él largó una carcajada seductora.
- Si querés podés venir a pasarla genial también vos.
Atrevido de mierda. El pibe le tiró esa y se metió al baño sin darle posibilidad de réplica. Era obvio que en el baño no había nadie.
Se quedó unos segundos parada, desencajada, y volvió a la mesa.
Charló y se distrajo un rato más, aún algo confundida. Lo suficiente para ver a Mica irse del bar con el pibe. Quince minutos después decidió que era momento de irse a su casa y esperar a su novio, que aún estaría en el club, seguramente.
Había decidido no tomar alcohol, así podía volverse en auto. No quería tener que entregar la media hora de sueño que le permitiría irse a trabajar a la mañana siguiente en su auto, en lugar de tener que usar el transporte colectivo. Entró al estacionamiento y enfiló directo a su auto, que estaba estacionado en el mismo lugar de siempre, a unos cuarenta metros de la entrada, teniendo que pasar por varios autos, incluso por el de Mica, un Citroën C3 que, para su sorpresa todavía estaba allí estacionado. Vió algo raro y se paró en seco. Notó que en la punta de atrás del auto, su amiga arrodillada le chupaba la pija a Adrián. Volvió sobre sus pasos lo más rápido que pudo, horrorizada con la posibilidad de que la vieran. ¡Se moría! Hizo el máximo silencio posible y trató de escuchar si la habían visto.
- Ufff. Qué rico lo chupás, morocha. Se ve que le tenías ganas a mi pija.
- Mpffhh, mpfhh, chuic, chuic, ashhii, desde que me mandaste la foto anoche.
- ¿Querés que te coja rico acá mismo? ¿Eh? ¿Eh?
- Brrsshhp, chuic. ¿Acá?
No la habían escuchado, por lo que parecía. Se alivió. Pensó en que no podía pasar a buscar su auto. Se enojó un poco. Sin embargo, se quedó escuchando, para atrás de una pared que cubría de la vista de su amiga. O mejor dicho, de la de Adrián. Su amiga no podía verla porque estaba atorada con la pija del pendejo este que se la chamullaba a ella. Se sentía curiosa, caliente.
- Uff. Sí, te corro un poquito la bombachita y ahí, eeeesooo.
- Uuuuuhhhh. ¡Por Dios!
Desconocía qué estaba pasando, pero se podía imaginar perfectamente a sí misma apoyada contra el auto, sacando la cola para que Adrián le enterrara su vergota toda adentro.
Alguien que caminaba por la vereda pasó por la entrada del garaje trayéndola de nuevo al aquí y ahora. Se imaginó lo expuesta y avergonzada que se sentiría si alguien la viera espiando a dos personas garchando. Se dio cuenta que tenía que irse.
Salió a la calle toda alterada y caminó algunas calles buscando un taxi para volverse a su casa. El aire en la cara la iba a espabilar y acomodar la cabeza. Aún no entendía qué había pasado. Aún no entendía qué le estaba pasando.
El amigo de Mauro apareció unos pocos minutos antes de que les tocara entrar al fulbito. Impresionaba buen jugador. “Este flaco debe andar bien”, comentó por lo bajo uno de los amigos de Nico. Reconoció que había sido Hernán, y enseguida pensó en que debía estar basando su juicio en los estereotipos jugadores de fútbol amateur que algún influencer había compartido en TikTok y él había visto. Venía vestido con zapatillas de fútbol addidas, las Adipure blancas y azules que usaba Toni Kross, pero en su versión de piso sintético, medias bajas blancas, un short de algún equipo amateur y una remera de algodón negro ya gastada por los reiterados usos que tuvo.
Mauro lo hizo saber que la idea de que no apareciera lo tenía nervioso.
- ¡Moncho! Pelotudo. Pensé que me dejabas morir plantado, boludo.
- Tranqui, estaba complciado, jaja. Pero a un fulbito no le digo que no nunca. Vos sabés.
Le guinió un ojo cómplice a Mauro al terminar la frase.
Nadie preguntó nada. Ahí se estaba para jogar futebol.
El partido transcurrió rápido hasta los 45 minutos, y después se convirtió en un suplicio para el equipo de Nico. Llevaban ventaja de un gol que se estiraba y volvía a acortarse rápidamente. No conseguían asegurar el partido.
Moncho, el amigo de Mauro, no paraba de correr, y jugaba como si hubiese hecho las inferiores en algún club. O, mierda, como si fuese un profesional del ascenso, al menos. En una jugada rápida empata el martido con un puntazo desde el medio de la cancha, faltando 3 minutos para el final. Nico agradeció un poco que le tocase ir al arco en estos últimos tres minutos. Ya no le quedaban demasiadas energías para aguantar la intensidad que requería el score en los últimos minutos del juego.
No pasó nada en los primeros dos minutos restantes del juego. Faltando algo más de un minuto, Nico le atajó un mano a mano a Moncho y su equipo se fue al contragolpe con superioridad numérica, gol seguro. Nico abrió los ojos bien grandes, con la emoción de un niño que estaba por ver a su equipo campeón. La pelota derivó en Mauro quien fusiló al arquero rival venciéndolo, pero con la desgracia de apuntar directo al travesaño. El rebote de la pelota fue a parar directo a los pies de Moncho, que estaba caminando lentamente hacia su arco contemplando lo que sería una inminente derrota. Le tomó menos de un segundo salir de la sorpresa que le generó tener la pelota nuevamente a sus pies y encaró directo al arco de Nico, que le salió hasta el borde del área, intentando achicarle lo más posible el arco, pero con el temor profundo de recibir un pelotazo en la cara. El guacho amagó a reventarlo de un pelotazo, haciendo que Nico diera vuelta su cabeza, apretara fuerte los ojos y saltara levemente abriendo sus piernas en el intento de tapar el pelotazo. Moncho, sabiendo que esto pasaría, piso la pelota y la empujó suavemente por entre las piernas de Nico, haciéndolo caer de culo segundos después de que la pelota fuera a parar al fondo del arco.
- ¡Qué hijo de puta!
Nico gritó en complicidad y cayó despatarrado en el piso. Miró a Moncho que celebrara el gol con sus compañeros a los gritos con una cara mezcla de soberbia y vergüenza.
Sonó la chicharra de la cancha.
Todos los amigos de Nico lo cargaban con el último gol que se había comido.
- No lo podés tratar así, Moncho. Tenele un poco de respeto que es nuestro amigo de hace años. No te vamos a dejar venir más así.
Nico se reía sin vergüenza. Sabía que eran cosas que sucedían en cualquier grupo de amigos y él era una persona que sabía muy bien reírse de sí mismo.
Al final, siempre después del partido se sacaban todos juntos una foto para que la mayoría pudiera subirla a Instagram, agregándole algo tipo “se jugó con la banda”.
El taxi la dejó en la puerta de la casa. Paula lo pagó con su tarjeta de débito, no le dejó propina porque le pareció un viejo verde que no podía dejar de pretender que sabía todo lo que había saber en la vida. Entró a la casa, dejó las llaves y se dijo cuenta que la de Nico no estaba. Mientras se sacaba el corpiño por adentro del vestido enfiló al baño porque se estaba meando.
Se bajó la tanga rosada que llevaba puesta hasta las rodillas y se sentó en el inodoro. Aprovechó mientras hacía pis a chusmear las redes sociales, y escribirle a Mica para recordarle lo trola que era por haberse ido temprano a garchar. Ni en pedo le iba a decir que la había visto chupándole la verga a Adrián, pero si la iba a descansar con lo que podía. No iba a perder esa oportunidad. Antes de abrir Whatsapp abrió Instagram para hacer un pequeño tour por las historias de sus seguidos. Notó que tenía un mensaje nuevo. Se sorprendió con el remitente. Adrián decía:
- Sos vichona, pilla. ¿Te gusta mirar nada más? ¿O te gustan otras cosas?
Se incorporó de golpe hacia atrás dando la espalda contra la tapa del inodoro. Lo había leído pero hubiese deseado no haberlo hecho. Ahora él sabía que lo había leído, y eso la ponía en la situación de tener que tomar una decisión. O contestaba, o lo ignoraba, Y si contestaba, o le decía que era un desubicado y que se fuera a la concha de su madre, o no había otra opción. ¿En qué estaba pensando?
Salió hacia atrás en la pantalla de Instagram como para tomar aire. Vio que Nico había subido una historia. Aún con el corazón galopándole por la ansiedad sabía perfectamente que era una foto de su novio con los amigos del fulbito. Le pareció tierno y volvió a sí por un instante. Como que la ansiedad le bajó de repente. Abrió la foto con una sonrisa de costado.
Reconoció a todos en la foto. A Nico, a Mauro, a los otros siete y a Moncho.
A dos personas de su novio en la foto, vestido con zapatillas de fútbol addidas, las Adipure blancas y azules que usaba Toni Kross, pero en su versión de piso sintético, medias bajas blancas, un short de algún equipo amateur y una remera de algodón negro ya gastada estaba Adrián todo transpirado después del partido.
El corazón le percutía en el pecho como un tambor. De repente su mente se llenó de morbo y su concha de sangre.
Necesitaba pajearse urgentemente.
Salió del baño y se tiró en la cama aún con el vestido puesto. No paró de pajearse hasta que se arqueó toda en la cama. Sola, como una posesa. 30 segundos le llevó nada más.
La pija que le colgaba a Adrián, o Moncho para él aún, era digna de presumir. Era gorda, Nico le calculó como 7 centímetros de ancho, y así dormida debía estar en los 14, 15 centímetros. La cabeza al descubierto era de un color entre un rojo y un violeta bastante oscuro, y era algo más ancha que el resto. A Nico le hizo sentir algo agradable la vena ancha que atravesaba el cuerpo de la pija de Moncho desde su pelvis hasta la cabeza de ésta. Pensó automáticamente, sin remedio, que el pibe seguro la usaba mucho, y que a las mujeres les debía encantar que este flaco las cogiera con semejante verga.
Nico ignoraba profundamente que estaba cerca de tener un contacto indirecto del primer nivel con esa pija que relojeaba en el vestuario de la cancha.
SI LLEGASTE HATSA ACÁ, Y QUERÉS SABER COMO SIGUE LA HISTORIA:
⬇️⬇️⬇️ No te vas a arrepentir.
https://magic.ly/es/ElnoviodePauli
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Los quiero leer por sugerencias, recomendaciones, opiniones, y lo que quieran. Dejen comentarios.
Y por supuesto que todos los puntos son bienvenidos, así llegamos a más personas.
Sin más preámbulos, acá va el nuevo capítulo:
Días cornudos II
Un beso en la mejilla despertó a Nico del pesado sueño en el que había entrado hacía ya un largo rato. Le había costado dormirse un poco anoche. Le pasaba casi siempre que cogían con Paula, quedaba como sobregirado, al contrario del efecto sedante que la actividad parecía tener para ella, que al breve rato quedaba plácidamente.
Anoche, mientras esperaba que el pícaro sueño se le apareciera, se quedó con el celular nadando por las diferentes redes sociales que solía usar para pasar el tiempo Instagram, Twitter, TikTok y algo de Pinterest. Casi como una tradición terminaba mirando mujeres. Empezaba por alguna influencer argentina que mostara el culo para llegar a saltar de un perfil a otro de modelos de OnlyFans. Luego aterrizaba en el porno. Había veces que hasta llegaba a hacerse una paja en la cama con su novia dormirda al lado. En general terminaba con su abdomen y su pija llenos de leche, avergonzado y con culpa, limpiándose la acabada con el bóxer que se sacaba todas las noches para dormir.
Cada mañana Paula se iba al trabajo bastante antes que Nico. Por lo que el beso con el que lo saludaba lo dejaba ya despierto. Se quedó un rato mutando en la cama, boludeando de nuevo con el celular, hasta que decidió levantarse a prepararse el desayuno.
Como todas las mañanas, desayunaba mirando Sportcenter ó algún canal de stream de los que le gustaba y lo entretenía con ocurrencias divertidas que solía pensar hasta el mismo podría hacer. Le gustaba pensarse a sí mismos como un tipo exitosos y admirado por muchas personas. Él creía que en algún momento le podía venir alguna idea que realmente la pegara. Creía tener la capacidad de hacer reír similar a los que lo hacían reír a él.
Se conformaba pensando que no había tenido una trayectoria familiar vinculada al arte, y que eso era la mayor causa de no estar frente a las cámaras. Sentía que como profesor, de alguna forma había encontrado una forma de cumplir ese deseo de estar frente a un auditorio, aunque en este caso este fuese conformado por adolescentes con hormonas alborotadas, que difícilmente le prestaran mayor atención.
Desde anoche se había quedado muy caliente por la cogida que su novia le había propinado la noche anterior. Se había levantado con la pija parada, y tal como un adolescente, no había parado de tocársela desde que abrió los ojos esa mañana. Entonces se dijo, “¿Por qué no?”, agarró su celular y a buscar porno de nuevo. Quería brindarse un lindo rato previo a tener que entrar a ducharse cultivando su propia calentura.
Entró a Pornhub, y buscó su categoría preferida, “Argentina”. Le calentaba mucho como hablaban ellas y ellos en los videos. El hecho de poder compartir el lenguaje que se usaba en el porno le daba un plus a su experiencia. Favorecía que jugaba en su mente a convertirse en cualquiera de los portantes de esas pijas que aparecían en los videos, y a imaginar que cualquiera de las chicas era alguien que conocía. A veces, incluso, cuando encontraba algún video de alguna chica que se pareciera, la protagonista del video pasaba automáticamente a convertirse en Paula.
Se tocó por un rato hasta que decidió empezar a prepararse para ir al trabajo, entrando a la ducha. No se permitió entregarse a un orgasmo. En algún momento del ritual se le pasó por la cabeza que quizás esa noche Paula se lo cogiera de nuevo, y no quería desperdiciar una acabada, quería estar a full si pasaba. Después se acordó que a la noche tenía fútbol con sus amigos, y que podía llegar a estar muerto. Se prometió a sí mismo que si Paula quería coger iba a estar a disposición, sin importar el cansancio que llevara de la cancha.
Salió de su casa.
- Hola hermosa, ¿Cómo arrancó tu mañana?
Paula recibió el mensaje ya en su oficina, alistando lo que necesitaba para empezar el día, antes de que llegara Mica. La vista previa del mensaje apareció mientras terminaba de subir una historia a Instagram con el café de una reconocida cafetería del centro posando con el sol que entraba en la oficina de fondo. Sonrió y se sentó relajada en su silla a contestarle a su pareja.
- Muy bien, ¿y vos hermoso?
- Divino. ¡Qué rica cogida me pegaste anoche!
- ¡Qué rica cogida nos pegamos! Vos no te quedaste atrás.
- ¿Cómo me voy a quedar atrás con el monumento de novia que tengo?
- Vos no te quedás atrás.
- Jajajajaja. Humildemente. Amor, esta noche delivery, ¿Si? Yo tengo fútbol con los chicos y vuelvo tarde. Seguro no voy a tener ganas de cocinar jaja.
- Yo esta noche tengo el after office de acá amor, ¿Te acordás? Probablemente vaya cenada. Así que no te preocupes.
- ¡Aahh! Verdad que tenés eso. Noche, alcoholes, salida. Bien ahí. Bueno amor, entro a clase. Hablamos luego.
Aunque Nico le había contestado algo cortado, Paula estaba segura de que no se trataba de que le molestase que saliese con sus compas de oficina. Era libre de hacer lo que quisiese en esta relación, Nico jamás se enojaba por nada que ella quisiera hacer. Aunque sabía que era lo que se debe esperar de una pareja, no podía no sentirse afortunada del novio que tenía.
Como toda millenial, después de cerrar Whatsapp, se dio una vuelta por Instagram, solo pare descubrir si alguien había reaccionado a su historia. Se encontró que varias personas habían reaccionado con un corazón, incluido Nico, y tenía dos mensajes. El primero era de Mica, y decía: “Llego enseguida, trola”. Le disparó una risa que casi le hace escupir el café.
El otro mensaje era de Adrián. Sintió que algo le presionaba el pecho, y segundos sintió que se le inflaba. A su vez, un calor repentino le invadió toda la cara y el cuello. Abrió el mensaje con intriga.
- Buenos días, Licenciada. ¿Desayuno de campeones?
El pendejo le parecía un atorrante atrevido al responderle así la historia del café que había subido, pero no dejaba de generarle algo interesante. Se notaba que no tenía ninguna intención de que su vínculo se quedara solamente en la conversación de ayer. Se sintió halagada y no encontró motivo alguno para no continuar con esa sensación.
- Jajajaja. Buenos días. Así es. Me cuido. ¿Viste?
- No, sí. Que te cuidás se nota. (Y puso el emoji de la boca torcida hacia un lado)
- Ni tanto como debería, ¿qué decirte?
- ¡Callate! Si estás como querés.
- La vara bajísima tenés, eh.
- Mejor ni te digo. Jajajaja. ¡Qué tengas un buen día, Licenciada!
La llegada de Mica la interrumpió y la conversación no pudo cerrarse con su mensaje de despedida para el pendejo. Su amiga llegó a la oficina y Paula vio en la cara de ella un gesto como si detrás de ella viniera el Carnaval Carioca de una fiesta de casamiento. No dejaba más remedio que hacerlo propio. La alegría de la oficina había arribado. Se pusieron contentas de verse un día más. El día iba a pasar más rápido y más entretenidamente.
Como todas las mañanas apuraron a encarar con las tareas pendientes, y se esforzaron a más no poder para que la tarde sea más liviana. Siempre preferían que así fuera. A nadie le gusta trabajar luego de almorzar.
Ya durante el almuerzo, las dos más relajadas, pudieron correr la mente del trabajo y disfrutar de una de sus temas preferidos de los almuerzos, los chongos de Mica. A Paula le parecía un mundo fascinante, a pesar de estar super casada con Nico. Sin embargo, seguramente por la actuación de algún mecanismo proyectivo, sentía disfrute al conocer las historias de Mica.
- Te tengo que mostrar algo. Pero no te vayas a impresionar.
- Ay, dale. ¡Sí!
Paula le respondió como si fuera una niña de 5 años a la que la habían prometido comprar un huevo Kinder Sorpresa. Mica buscó algo en su celular y se lo dio como si le estuviese dando un paquete con una bomba.
- Mirá el pendejo de ayer.
Paula agarró el celular, y se encontró con una conversación de Instagram bastante animada, con muchos “Jajaja”, y una foto con posibilidad de ser vista.
- Abríla. Sin miedo.
La abrió, y casi hace una chilena con la silla. Se encontró con una foto sacada frente a un espejo grande, de esos que vienen incorporados en los armarios. Frente a él, el cuerpo totalmente desnudo de Adrián sostenía el celular apuntándose con su mano derecha. Lo primero que vio Paula fue la marca de los músculos abdominales, como si fuesen dos líneas que apuntaran directo a la pelvis. Y allí en la pelvis estaba ella. El pendejo portaba una pija que sostenía con su mano izquierda, como ofrendándola. Paula no había visto demasiadas pijas en su vida, pero aquella le generó mutismo.
- Sí, yo también me quedé muda, amiga. Jajajaja.
Le llevó unos segundos salir del letargo que le había generado lo que vio. Sin embargo, algo inconsciente le hizo intentar disimular su impacto.
- No, sí, no. Impresiona bastante.
Terminó diciendo sin siquiera poder articular alguna palabra con la otra. Mica se descostillaba de la risa.
- No perdiste mucho el tiempo, puta de mierda.
- ¿Vos viste lo que es eso? Soy inocente del crimen que se me acuse. Vos jodete por estar casada.
Mica parecía no querer terminar de reírse de ella.
- Creo que hoy lo voy a ver en el after.
- ¿En el after? ¿Va a ir?
- Parece que sí. No me digas que te ponés celosa.
- Ay, no. Boluda.
- Ah, pensé que me querías toda para vos, jaja. Tenés que aprender a compartirme, jajajaja.
Mica ya la descansaba de forma abusiva. Paula trataba de disimular lo desencajada que estaba con la situación. Y también la calentura que le había producido ver a ese adonis que le hablaba animosamente a ella también en Instagram.
Nico terminaba una de sus clases. Se sentía fusilado. Los adolescentes le habían robado toda su energía. Agradeció tener un par de horas libres para poder almorzar y tomarse un respiro de las hormonas adolescentes.
Tiró su mochila en un asiento, y se desplomó en la silla contigua. Mientras pensaba qué podría pedirle al cantinero del liceo para almorzar vio entrar a Victoria a la sala de profesores. Una profe de matemáticas algo más joven que él que tenía un lomo que rajaba la tierra. En sus fantasías él sentía que ella le tiraba onda sin mucho disimulo.
- ¿Cómo estaban esos animalitos hoy?
- Intensos. A Dios gracias que tengo un ratito libre ahora.
- Suertudo vos. Yo ya tengo que volver a la guerra.
Sonó el timbre, y Nico la vio irse meneando disimuladamente el culo apretado en un jean clarito de vuelta para el patio.
Victoria siempre le hacía dirigir la mente hacia Paula. Le recordaba a ella cuando era algunos años más joven, con la tonicidad muscular de una veinteañera. A veces, en sus ratos de ocio solitario, se pajeaba pensando en que se la cogía en algún salón de clase con la ropa puesta. Otras veces, incluso, cuando cogía con Paula pensaba en ella. Esto lo hacía acabar al toque. Siempre sentía mucha culpa después de que terminaba.
Preparado para el almuerzo le escribió a Paula.
- ¿Cómo anda el amor de mi vida? ¿Almorzaste ya?
- ¡Hola mi amor! Sí, ya almorzamos con Mica. Ahora echadas en la oficina haciendo cebo. Pero no digas nada. Shhh. ¿Vos cómo vas?
- No digo nada, señora. Usted manda.
- Obvio que yo mando (puso un emoji de guiño).
- Yo bien. Hoy un día matador. ¡Pero por suerte tengo fútbol!
- Jajaja. Ustedes los hombres y el fútbol. Nada en el mundo importa más que eso.
- Bueno, bueno. Hay cosas importantes, sí. Pero todas están un escaloncito más abajo, jajajja.
- ¡Qué turro que sos!
- Te amo mi amor. Mucho. Nos vemos en la noche. ¿Vas al after al final?
Paula pensó en contarle que estaba dudando si ir. Por lo que Mica le había contado, y mostrado, no iba a estar muy disponible en el after. La aburría un poco estar entre los mensos de sus compañeros de otras áreas. Además, había estado charlando inofensivamente con este pibe, probablemente sin que Mica estuviese al tanto, y le resultaba un poco incómodo estar en medio de ellos dos.
Seguramente, si Nico no tuviese ningún plan se hubiese ido a su casa, pero como él no podía dejar de ir al fútbol, no tenía nada mejor que hacer.
- Sí, voy un ratito y me voy a casa. Probablemente llegue antes que vos. Te espero ahí (puso el emoji de guiño de nuevo)
- (Emoji de beso con corazoncito)
Se acercaba el horario de final de jornada en la oficina de compras de la empresa, y las dos chicas ya habían tirado la toalla, lo que no se había podido solucionar hasta ese momento sería un problema para mañana. Paula notó a Mica algo ansiosa. Supuso que era por encontrarse con este chico en el after. Le dio risa y culpa a la vez.
- Bueno, bueno nena. Unas ganas de ir al after bárbaras tenés, me parece.
- Jajajaja. Vos viste bien todas las ganas que tengo. ¿A vos no te darían? Yo, por las dudas, me traje la tanguita del médico y todo, jajajaja.
Ya había visto la foto del pendejo en bolas. Obvio que le daban ganas. En su mente ya se lo había cogido anoche, mientras lo hacía con su pareja. En este preciso momento, tenía claro que la próxima vez que cogiera con Nico, se lo iba a coger mentalmente de nuevo. Y si Nico no se la cogía, se iba a hacer una divina paja esa noche.
“Hutton” se llamaba el bar en el que solían ir de after office todos en la empresa de Paula y Mica. Era chiquito, pero con el suficiente espacio como para que más de de una veintena pudiese estar parada, si prefería no sentarse en alguna de las más de 8 mesas que había dentro del lugar. Mica y Paula en general se sentaban en alguna de las mesas, siempre acompañadas de alguna de las otras chicas de ventas o recursos humanos que eran las áreas que más frecuentaban.
En general, a esos after office iban algunos ejecutivos con pinta de garca y ganas de cagar a las novias, que pasivamente les esperaban en sus casas, y alguna compañera de oficina de estos con ganas de ser validada por un varón “exitoso”, aunque sea por un rato. Paula agradecía que esa no fuera el tipo de relación que tenía con Nico. Se tenían plena confianza, y cualquiera de los dos sabía lo que sentía por el otro. No había que explicar nada nunca.
Mica y Paula se sentaron a la mesa y estuvieron allí charlando y riendo con diversas personas que iban rotando en su mesa con diversos chismes de la empresa. Sus preferidos eran los culebrones de amor y amantes. A ambas les parecían los más interesantes de escuchar. Pasaron algo menos de cincuenta minutos cuando Paula notó que Mica se alborotaba, lo que podía indicar sólo una cosa. El pendejo andaba cerca. Su compañera la miró, ella entendió, y la vio levantarse y encontrarse con el pibe que venía entrando, con toda su facha de modelo de Zara y su corte de pelo de jugador de fútbol europeo.
Se quedó más o menos media hora en la mesa charlando con dos chicas de recursos humanos, y un pesado de informática. Mientras miraba de reojo lo que pasaba con Mica y Adrián. El lenguaje corporal de su amiga indicaba claramente que tenía concha inundada de ganas de que el pibe se la entierre. Le divirtió y le dio un poco de envidia a la vez.
Se levantó al baño.
Cuando salió para volver a la mesa se encontró a Adrián, aparentemente haciendo fila para entrar al de varones. En este bar aún se dividían los baños según los géneros.
- Hola Licenciada. ¿Cómo viene su noche?
- Muy bien, estimado. La suya parece no estar nada mal.
- Nada mal. Nada mal.
Ambos fingían galantería medieval en la charla.
- Le deseo que la suya termine parecida a la mía.
- Jajajaja. ¿Y vos qué sabés cómo voy a terminar mi noche?
- No, la verdad no tengo ni idea. Pero yo si fuera su novio seguro terminaría muy bien la noche.
- Jajajaja.
Paula se rió nerviosa. Sin saber demasiado qué responder.
- Andá, andá que seguro la vas a pasar bien esta noche.
Le salió responder como si fuera la maestra de primaria del pibe. Se sintió una estúpida. Él largó una carcajada seductora.
- Si querés podés venir a pasarla genial también vos.
Atrevido de mierda. El pibe le tiró esa y se metió al baño sin darle posibilidad de réplica. Era obvio que en el baño no había nadie.
Se quedó unos segundos parada, desencajada, y volvió a la mesa.
Charló y se distrajo un rato más, aún algo confundida. Lo suficiente para ver a Mica irse del bar con el pibe. Quince minutos después decidió que era momento de irse a su casa y esperar a su novio, que aún estaría en el club, seguramente.
Había decidido no tomar alcohol, así podía volverse en auto. No quería tener que entregar la media hora de sueño que le permitiría irse a trabajar a la mañana siguiente en su auto, en lugar de tener que usar el transporte colectivo. Entró al estacionamiento y enfiló directo a su auto, que estaba estacionado en el mismo lugar de siempre, a unos cuarenta metros de la entrada, teniendo que pasar por varios autos, incluso por el de Mica, un Citroën C3 que, para su sorpresa todavía estaba allí estacionado. Vió algo raro y se paró en seco. Notó que en la punta de atrás del auto, su amiga arrodillada le chupaba la pija a Adrián. Volvió sobre sus pasos lo más rápido que pudo, horrorizada con la posibilidad de que la vieran. ¡Se moría! Hizo el máximo silencio posible y trató de escuchar si la habían visto.
- Ufff. Qué rico lo chupás, morocha. Se ve que le tenías ganas a mi pija.
- Mpffhh, mpfhh, chuic, chuic, ashhii, desde que me mandaste la foto anoche.
- ¿Querés que te coja rico acá mismo? ¿Eh? ¿Eh?
- Brrsshhp, chuic. ¿Acá?
No la habían escuchado, por lo que parecía. Se alivió. Pensó en que no podía pasar a buscar su auto. Se enojó un poco. Sin embargo, se quedó escuchando, para atrás de una pared que cubría de la vista de su amiga. O mejor dicho, de la de Adrián. Su amiga no podía verla porque estaba atorada con la pija del pendejo este que se la chamullaba a ella. Se sentía curiosa, caliente.
- Uff. Sí, te corro un poquito la bombachita y ahí, eeeesooo.
- Uuuuuhhhh. ¡Por Dios!
Desconocía qué estaba pasando, pero se podía imaginar perfectamente a sí misma apoyada contra el auto, sacando la cola para que Adrián le enterrara su vergota toda adentro.
Alguien que caminaba por la vereda pasó por la entrada del garaje trayéndola de nuevo al aquí y ahora. Se imaginó lo expuesta y avergonzada que se sentiría si alguien la viera espiando a dos personas garchando. Se dio cuenta que tenía que irse.
Salió a la calle toda alterada y caminó algunas calles buscando un taxi para volverse a su casa. El aire en la cara la iba a espabilar y acomodar la cabeza. Aún no entendía qué había pasado. Aún no entendía qué le estaba pasando.
El amigo de Mauro apareció unos pocos minutos antes de que les tocara entrar al fulbito. Impresionaba buen jugador. “Este flaco debe andar bien”, comentó por lo bajo uno de los amigos de Nico. Reconoció que había sido Hernán, y enseguida pensó en que debía estar basando su juicio en los estereotipos jugadores de fútbol amateur que algún influencer había compartido en TikTok y él había visto. Venía vestido con zapatillas de fútbol addidas, las Adipure blancas y azules que usaba Toni Kross, pero en su versión de piso sintético, medias bajas blancas, un short de algún equipo amateur y una remera de algodón negro ya gastada por los reiterados usos que tuvo.
Mauro lo hizo saber que la idea de que no apareciera lo tenía nervioso.
- ¡Moncho! Pelotudo. Pensé que me dejabas morir plantado, boludo.
- Tranqui, estaba complciado, jaja. Pero a un fulbito no le digo que no nunca. Vos sabés.
Le guinió un ojo cómplice a Mauro al terminar la frase.
Nadie preguntó nada. Ahí se estaba para jogar futebol.
El partido transcurrió rápido hasta los 45 minutos, y después se convirtió en un suplicio para el equipo de Nico. Llevaban ventaja de un gol que se estiraba y volvía a acortarse rápidamente. No conseguían asegurar el partido.
Moncho, el amigo de Mauro, no paraba de correr, y jugaba como si hubiese hecho las inferiores en algún club. O, mierda, como si fuese un profesional del ascenso, al menos. En una jugada rápida empata el martido con un puntazo desde el medio de la cancha, faltando 3 minutos para el final. Nico agradeció un poco que le tocase ir al arco en estos últimos tres minutos. Ya no le quedaban demasiadas energías para aguantar la intensidad que requería el score en los últimos minutos del juego.
No pasó nada en los primeros dos minutos restantes del juego. Faltando algo más de un minuto, Nico le atajó un mano a mano a Moncho y su equipo se fue al contragolpe con superioridad numérica, gol seguro. Nico abrió los ojos bien grandes, con la emoción de un niño que estaba por ver a su equipo campeón. La pelota derivó en Mauro quien fusiló al arquero rival venciéndolo, pero con la desgracia de apuntar directo al travesaño. El rebote de la pelota fue a parar directo a los pies de Moncho, que estaba caminando lentamente hacia su arco contemplando lo que sería una inminente derrota. Le tomó menos de un segundo salir de la sorpresa que le generó tener la pelota nuevamente a sus pies y encaró directo al arco de Nico, que le salió hasta el borde del área, intentando achicarle lo más posible el arco, pero con el temor profundo de recibir un pelotazo en la cara. El guacho amagó a reventarlo de un pelotazo, haciendo que Nico diera vuelta su cabeza, apretara fuerte los ojos y saltara levemente abriendo sus piernas en el intento de tapar el pelotazo. Moncho, sabiendo que esto pasaría, piso la pelota y la empujó suavemente por entre las piernas de Nico, haciéndolo caer de culo segundos después de que la pelota fuera a parar al fondo del arco.
- ¡Qué hijo de puta!
Nico gritó en complicidad y cayó despatarrado en el piso. Miró a Moncho que celebrara el gol con sus compañeros a los gritos con una cara mezcla de soberbia y vergüenza.
Sonó la chicharra de la cancha.
Todos los amigos de Nico lo cargaban con el último gol que se había comido.
- No lo podés tratar así, Moncho. Tenele un poco de respeto que es nuestro amigo de hace años. No te vamos a dejar venir más así.
Nico se reía sin vergüenza. Sabía que eran cosas que sucedían en cualquier grupo de amigos y él era una persona que sabía muy bien reírse de sí mismo.
Al final, siempre después del partido se sacaban todos juntos una foto para que la mayoría pudiera subirla a Instagram, agregándole algo tipo “se jugó con la banda”.
El taxi la dejó en la puerta de la casa. Paula lo pagó con su tarjeta de débito, no le dejó propina porque le pareció un viejo verde que no podía dejar de pretender que sabía todo lo que había saber en la vida. Entró a la casa, dejó las llaves y se dijo cuenta que la de Nico no estaba. Mientras se sacaba el corpiño por adentro del vestido enfiló al baño porque se estaba meando.
Se bajó la tanga rosada que llevaba puesta hasta las rodillas y se sentó en el inodoro. Aprovechó mientras hacía pis a chusmear las redes sociales, y escribirle a Mica para recordarle lo trola que era por haberse ido temprano a garchar. Ni en pedo le iba a decir que la había visto chupándole la verga a Adrián, pero si la iba a descansar con lo que podía. No iba a perder esa oportunidad. Antes de abrir Whatsapp abrió Instagram para hacer un pequeño tour por las historias de sus seguidos. Notó que tenía un mensaje nuevo. Se sorprendió con el remitente. Adrián decía:
- Sos vichona, pilla. ¿Te gusta mirar nada más? ¿O te gustan otras cosas?
Se incorporó de golpe hacia atrás dando la espalda contra la tapa del inodoro. Lo había leído pero hubiese deseado no haberlo hecho. Ahora él sabía que lo había leído, y eso la ponía en la situación de tener que tomar una decisión. O contestaba, o lo ignoraba, Y si contestaba, o le decía que era un desubicado y que se fuera a la concha de su madre, o no había otra opción. ¿En qué estaba pensando?
Salió hacia atrás en la pantalla de Instagram como para tomar aire. Vio que Nico había subido una historia. Aún con el corazón galopándole por la ansiedad sabía perfectamente que era una foto de su novio con los amigos del fulbito. Le pareció tierno y volvió a sí por un instante. Como que la ansiedad le bajó de repente. Abrió la foto con una sonrisa de costado.
Reconoció a todos en la foto. A Nico, a Mauro, a los otros siete y a Moncho.
A dos personas de su novio en la foto, vestido con zapatillas de fútbol addidas, las Adipure blancas y azules que usaba Toni Kross, pero en su versión de piso sintético, medias bajas blancas, un short de algún equipo amateur y una remera de algodón negro ya gastada estaba Adrián todo transpirado después del partido.
El corazón le percutía en el pecho como un tambor. De repente su mente se llenó de morbo y su concha de sangre.
Necesitaba pajearse urgentemente.
Salió del baño y se tiró en la cama aún con el vestido puesto. No paró de pajearse hasta que se arqueó toda en la cama. Sola, como una posesa. 30 segundos le llevó nada más.
La pija que le colgaba a Adrián, o Moncho para él aún, era digna de presumir. Era gorda, Nico le calculó como 7 centímetros de ancho, y así dormida debía estar en los 14, 15 centímetros. La cabeza al descubierto era de un color entre un rojo y un violeta bastante oscuro, y era algo más ancha que el resto. A Nico le hizo sentir algo agradable la vena ancha que atravesaba el cuerpo de la pija de Moncho desde su pelvis hasta la cabeza de ésta. Pensó automáticamente, sin remedio, que el pibe seguro la usaba mucho, y que a las mujeres les debía encantar que este flaco las cogiera con semejante verga.
Nico ignoraba profundamente que estaba cerca de tener un contacto indirecto del primer nivel con esa pija que relojeaba en el vestuario de la cancha.
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