CuandoCaro se fue me quedé tirado en la cama, con la pija todavía palpitando y elshort del Bayer Munich manchado de mipropia leche. El olor de Carolina seguía pegado en mis dedos, y su cara de putase me repetía en la cabeza como un loop interminable. Su concha me daba sed.Tenia ganas de chupársela todo el dia. Intenté calmarme, pero el corazón melatía como si hubiera corrido una maratón. Afuera, la novela seguía a losgritos, y los tíos hablaban de pavadas mientras el ventilador zumbaba. Todoparecía normal, pero yo estaba en otro planeta.
Esanoche no pude dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Caro con la tangacorrida, sus tetas marcándose en la remera, sus dedos chupándose mi leche. Alfinal, me levanté como a las tres de la mañana a mear, con la casa en silencioy la pija otra vez dura, pidiéndome acción. Despues del baño fui a la cocinapor un vaso de agua, pero en realidad estaba buscando cualquier excusa paracruzármela. La casa estaba oscura, solo se colaba un hilo de luz por la ventanadel patio. Y entonces lo que tanto deseaba, sucedió.
Lapuerta de la pieza de Caro estaba entreabierta, y desde el pasillo se escuchabaun ruido suave, como un jadeo. Me acerqué despacio, con el corazón en lagarganta, y cuando miré por la rendija, casi se me parte la cabeza. Caro estabatirada en su cama, con las piernas abiertas, una mano metida en la concha y laotra sosteniendo el celular. La pantalla brillaba con un video porno: la muyputita miraba porno de lesbianas, dos minas blanquitas y delgadas se chupabanel culo mutuamente. Los gemidos del video se mezclaban con los de Caro, que seretorcía mordiéndose el labio para no hacer ruido. Estaba desnuda, salvo poruna tanguita negra que tenía corrida a un lado, y sus dedos se movían rápido,entrando y saliendo de su concha toda mojada. El brillo de la humedad le cubríalos muslos, y sus tetas subían y bajaban con cada respiro agitado.
Mequedé paralizado, con la pija dura y mojada. Las ultimas gotas del pis se confundíancon las primeras de semen. No podía dejar de mirarla. Era una diosa, una putaen celo, perdida en su propio mundo de perversión y desenfreno. Sus dedoshacían un ruido húmedo, y cada tanto se llevaba la mano a la boca para chuparselos jugos, gimiendo bajito. “Mmm, qué rico”, murmuraba, como si estuvierahablando con las putitas del video. Yo no sabía si pajearme ahí mismo o entrary jugármela. Pero antes de que pudiera decidir, Caro giró la cabeza y me vio.
Por unsegundo, pensé que me iba a cagar a pedos. Pero en vez de eso, abrió mas laspiernas para mostramrme su concha, sonrió, esa sonrisa filosa de siempre, ybajó el celular sin apagar el video. “¿Qué hacés, primito, espiándome comoenfermo?”, dijo, con la voz ronca, sin sacar los dedos de su concha. Yo mequedé mudo, con la boca seca, y ella se rió. “No te hagas el boludo. Sos undegenerado de mierda. Vení, tócame acá. O te vas a quedar mirando como unpajero toda la noche?”
Nohizo falta que me lo dijera dos veces. Entré, cerré la puerta con cuidado y mequedé parado al lado de la cama, sin saber qué hacer. Caro se incorporó unpoco, apoyándose en los codos, y abrió más las piernas, mostrándome toda laconcha y el culo. Su concha estaba hinchada, roja, brillante como siempre.“Mirá cómo estoy, boludo.Necesito pija. Todo por ese video de putitas… y porvos, que no me sacás los ojos de encima y me haces re calentar”, dijo, y semetió dos dedos hasta el fondo, gimiendo fuerte. “¿Querés ayudarme a acabar ote vas a quedar ahí con la pija dura?”
Noaguanté más. Me acerque en un segundo, y mi pija que ya quería explotar, duracomo piedra, con la cabeza ya mojada y goteando calentura. Caro se mordió ellabio y se acercó, gateando por la cama hasta quedar de rodillas frente a mí.“Qué linda pijón tenes, primito. Me encanta cómo se te pone gorda. De tusamigos sos el que tiene la pija mas linda”, dijo, y sin darme tiempo areaccionar y sin llegar a comprender lo que iba en ese mensaje. Me la agarrócon las dos manos, apretándola fuerte y me la miraba como si fuera un cucuruchohelado. Sus dedos estaban pegajosos de su concha, y el olor me pegó como un cachetazo.“Chupámela Caro, por favor”, le dije, con la voz rota, yella se rió. “Dale, que me encanta esa cara de puta que pones cuendo estascaliente” le dije suplicando.
“Quédesesperado, enfermo”, dijo, pero se inclinó y me dio una lamida larga, desdela base hasta la punta, saboreando cada centímetro. Juro que casi me caigo. Sulengua era caliente, suave, y cuando se metió la cabeza en la boca, chupandofuerte, sentí que me iba a desmayar. “Qué rica pija, primito. Me la quierotragar toda”, murmuró, y empezó a chupármela como si fuera una profesional,metiéndosela hasta la garganta mientras con una mano se masajeaba la concha.
Yo leagarré el pelo, empujándola un poco, y ella gemía con la boca llena, vibrandocontra mi pija. “Así, putita, chupá bien”, le dije, perdiendo el control, yella me miró con los ojos brillando, como si le encantara que le hablara sucio.Sacó la pija de su boca y con cara de degenerda se puso saliva en los dedos yme pregunto si alguna vez me habían hecho esto. “Qué” pregunte yo. Y ella llevosu saliva a mi culo e intnto meterme el dedo. Le dije que nunca me lo habían hecho,aunque Micaela me lo había metido volviendo de un recital. Al principio me dio impresión,pero después ella fue muy suave y de a poco me lo metio. Mi pija estaba en su máximoexplendor, y si hubiera acabado ahí mi leche habría ensuciado todos losmuebles, el piso y su cara. Ella después de mirarme con la peor cara dedegenerada mientres me masajeaba el culo y los huevos, se tiró de espaldas en la cama, abriendo laspiernas. “Vení que ahora quiero yo, cojeme toda hijo de puta. Quiero pijaadentro ya”, dijo, abriéndose la concha con los dedos para mostrarme lo mojadaque estaba.
Mesubí a la cama, me puse entre sus piernas y le metí la pija de una, sinpensarlo. Estaba tan mojada que entró fácil, pero apretaba como si no quisierasoltarme. Caro soltó un grito ahogado y me pidió que la cacheteara. No entendí alprincipio, pero ella repitió desesperada. Pegame idiota, dame una cachetada. “ledi una suave en su mejilla derecha, a lo que ella se rio como si no le hubierahecho nada. Pegame mas fuerte pelotudo que no siento nada. Le di un cachetazoque la dejo marcada. “¡Qué rico, primito! ¡Cogeme fuerte, haceme acabar comoputa!”, dijo, y empezó a moverse contra mí, marcando el ritmo. Yo le daba contodo, sintiendo cómo su concha me chupaba la pija, el calor y la humedadvolviéndome loco. Otra cachetada, otramas fuerte. Sus tetas rebotaban con cada embestida, y ella se las apretaba,pellizcándose los pezones mientras gemía.
“Más,boludo, rompeme la concha”, gritaba, aunque intentaba bajar la voz para nodespertar a los tíos. Yo le tapé la boca con una mano, y ella me mordió losdedos, chupándolos como si fueran otra pija. Me encataba ver como me chupabalos dedos y le decía que era una puta con dos pijas a la vez. Ella se veía cadavez mas caliente. Estaba desatada, una loca, y yo no podía más. “Caro, no doymas, te voy a acabar la cara”, le dije, sintiendo que ya no aguantaba. Ella memiró con esa cara de puta y me empujó con las piernas, apretándome más adentro.“Adentro, primito, llename la concha de leche”, dijo, y eso fue todo.
Exploté,echándole todo adentro, chorro tras chorro, mientras ella temblaba y se mordíala mano para no gritar. Su concha se apretaba alrededor de mi pija, como siquisiera sacarme hasta la última gota. Cuando terminamos, los dos estábamos agitados,transpirados, con el olor a culo transpirado del sudor del sexo, con la camahecha un desastre. Caro se rió, todavía con mi pija adentro, y me dio un besorápido en la boca. “Sos un enfermo, primito. Pero me encanta”, dijo, y seacomodó la tanga como si nada mientras le empezaba a chorrear mi leche pordebajo de los glúteos..
Derepente, se escuchó un ruido en el pasillo. Los dos nos quedamos helados, peroCaro solo sonrió. “Tranquilo, boludo. A mi pieza no entra nadie”, dijo, y meempujó para que saliera
Me fuien la ocuridad rozando las paredes con la espalda y en puntas de pie, con lapija todavía goteando y el corazón a mil con la angustia de no saber cuándo ibaa terminar esta locura.
Esanoche no pude dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Caro con la tangacorrida, sus tetas marcándose en la remera, sus dedos chupándose mi leche. Alfinal, me levanté como a las tres de la mañana a mear, con la casa en silencioy la pija otra vez dura, pidiéndome acción. Despues del baño fui a la cocinapor un vaso de agua, pero en realidad estaba buscando cualquier excusa paracruzármela. La casa estaba oscura, solo se colaba un hilo de luz por la ventanadel patio. Y entonces lo que tanto deseaba, sucedió.
Lapuerta de la pieza de Caro estaba entreabierta, y desde el pasillo se escuchabaun ruido suave, como un jadeo. Me acerqué despacio, con el corazón en lagarganta, y cuando miré por la rendija, casi se me parte la cabeza. Caro estabatirada en su cama, con las piernas abiertas, una mano metida en la concha y laotra sosteniendo el celular. La pantalla brillaba con un video porno: la muyputita miraba porno de lesbianas, dos minas blanquitas y delgadas se chupabanel culo mutuamente. Los gemidos del video se mezclaban con los de Caro, que seretorcía mordiéndose el labio para no hacer ruido. Estaba desnuda, salvo poruna tanguita negra que tenía corrida a un lado, y sus dedos se movían rápido,entrando y saliendo de su concha toda mojada. El brillo de la humedad le cubríalos muslos, y sus tetas subían y bajaban con cada respiro agitado.
Mequedé paralizado, con la pija dura y mojada. Las ultimas gotas del pis se confundíancon las primeras de semen. No podía dejar de mirarla. Era una diosa, una putaen celo, perdida en su propio mundo de perversión y desenfreno. Sus dedoshacían un ruido húmedo, y cada tanto se llevaba la mano a la boca para chuparselos jugos, gimiendo bajito. “Mmm, qué rico”, murmuraba, como si estuvierahablando con las putitas del video. Yo no sabía si pajearme ahí mismo o entrary jugármela. Pero antes de que pudiera decidir, Caro giró la cabeza y me vio.
Por unsegundo, pensé que me iba a cagar a pedos. Pero en vez de eso, abrió mas laspiernas para mostramrme su concha, sonrió, esa sonrisa filosa de siempre, ybajó el celular sin apagar el video. “¿Qué hacés, primito, espiándome comoenfermo?”, dijo, con la voz ronca, sin sacar los dedos de su concha. Yo mequedé mudo, con la boca seca, y ella se rió. “No te hagas el boludo. Sos undegenerado de mierda. Vení, tócame acá. O te vas a quedar mirando como unpajero toda la noche?”
Nohizo falta que me lo dijera dos veces. Entré, cerré la puerta con cuidado y mequedé parado al lado de la cama, sin saber qué hacer. Caro se incorporó unpoco, apoyándose en los codos, y abrió más las piernas, mostrándome toda laconcha y el culo. Su concha estaba hinchada, roja, brillante como siempre.“Mirá cómo estoy, boludo.Necesito pija. Todo por ese video de putitas… y porvos, que no me sacás los ojos de encima y me haces re calentar”, dijo, y semetió dos dedos hasta el fondo, gimiendo fuerte. “¿Querés ayudarme a acabar ote vas a quedar ahí con la pija dura?”
Noaguanté más. Me acerque en un segundo, y mi pija que ya quería explotar, duracomo piedra, con la cabeza ya mojada y goteando calentura. Caro se mordió ellabio y se acercó, gateando por la cama hasta quedar de rodillas frente a mí.“Qué linda pijón tenes, primito. Me encanta cómo se te pone gorda. De tusamigos sos el que tiene la pija mas linda”, dijo, y sin darme tiempo areaccionar y sin llegar a comprender lo que iba en ese mensaje. Me la agarrócon las dos manos, apretándola fuerte y me la miraba como si fuera un cucuruchohelado. Sus dedos estaban pegajosos de su concha, y el olor me pegó como un cachetazo.“Chupámela Caro, por favor”, le dije, con la voz rota, yella se rió. “Dale, que me encanta esa cara de puta que pones cuendo estascaliente” le dije suplicando.
“Quédesesperado, enfermo”, dijo, pero se inclinó y me dio una lamida larga, desdela base hasta la punta, saboreando cada centímetro. Juro que casi me caigo. Sulengua era caliente, suave, y cuando se metió la cabeza en la boca, chupandofuerte, sentí que me iba a desmayar. “Qué rica pija, primito. Me la quierotragar toda”, murmuró, y empezó a chupármela como si fuera una profesional,metiéndosela hasta la garganta mientras con una mano se masajeaba la concha.
Yo leagarré el pelo, empujándola un poco, y ella gemía con la boca llena, vibrandocontra mi pija. “Así, putita, chupá bien”, le dije, perdiendo el control, yella me miró con los ojos brillando, como si le encantara que le hablara sucio.Sacó la pija de su boca y con cara de degenerda se puso saliva en los dedos yme pregunto si alguna vez me habían hecho esto. “Qué” pregunte yo. Y ella llevosu saliva a mi culo e intnto meterme el dedo. Le dije que nunca me lo habían hecho,aunque Micaela me lo había metido volviendo de un recital. Al principio me dio impresión,pero después ella fue muy suave y de a poco me lo metio. Mi pija estaba en su máximoexplendor, y si hubiera acabado ahí mi leche habría ensuciado todos losmuebles, el piso y su cara. Ella después de mirarme con la peor cara dedegenerada mientres me masajeaba el culo y los huevos, se tiró de espaldas en la cama, abriendo laspiernas. “Vení que ahora quiero yo, cojeme toda hijo de puta. Quiero pijaadentro ya”, dijo, abriéndose la concha con los dedos para mostrarme lo mojadaque estaba.
Mesubí a la cama, me puse entre sus piernas y le metí la pija de una, sinpensarlo. Estaba tan mojada que entró fácil, pero apretaba como si no quisierasoltarme. Caro soltó un grito ahogado y me pidió que la cacheteara. No entendí alprincipio, pero ella repitió desesperada. Pegame idiota, dame una cachetada. “ledi una suave en su mejilla derecha, a lo que ella se rio como si no le hubierahecho nada. Pegame mas fuerte pelotudo que no siento nada. Le di un cachetazoque la dejo marcada. “¡Qué rico, primito! ¡Cogeme fuerte, haceme acabar comoputa!”, dijo, y empezó a moverse contra mí, marcando el ritmo. Yo le daba contodo, sintiendo cómo su concha me chupaba la pija, el calor y la humedadvolviéndome loco. Otra cachetada, otramas fuerte. Sus tetas rebotaban con cada embestida, y ella se las apretaba,pellizcándose los pezones mientras gemía.
“Más,boludo, rompeme la concha”, gritaba, aunque intentaba bajar la voz para nodespertar a los tíos. Yo le tapé la boca con una mano, y ella me mordió losdedos, chupándolos como si fueran otra pija. Me encataba ver como me chupabalos dedos y le decía que era una puta con dos pijas a la vez. Ella se veía cadavez mas caliente. Estaba desatada, una loca, y yo no podía más. “Caro, no doymas, te voy a acabar la cara”, le dije, sintiendo que ya no aguantaba. Ella memiró con esa cara de puta y me empujó con las piernas, apretándome más adentro.“Adentro, primito, llename la concha de leche”, dijo, y eso fue todo.
Exploté,echándole todo adentro, chorro tras chorro, mientras ella temblaba y se mordíala mano para no gritar. Su concha se apretaba alrededor de mi pija, como siquisiera sacarme hasta la última gota. Cuando terminamos, los dos estábamos agitados,transpirados, con el olor a culo transpirado del sudor del sexo, con la camahecha un desastre. Caro se rió, todavía con mi pija adentro, y me dio un besorápido en la boca. “Sos un enfermo, primito. Pero me encanta”, dijo, y seacomodó la tanga como si nada mientras le empezaba a chorrear mi leche pordebajo de los glúteos..
Derepente, se escuchó un ruido en el pasillo. Los dos nos quedamos helados, peroCaro solo sonrió. “Tranquilo, boludo. A mi pieza no entra nadie”, dijo, y meempujó para que saliera
Me fuien la ocuridad rozando las paredes con la espalda y en puntas de pie, con lapija todavía goteando y el corazón a mil con la angustia de no saber cuándo ibaa terminar esta locura.
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