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putita la prima 4

Después de lo de la cocina, yo andaba como zombi, con la cabeza atascada en Carolina y Josefina, en sus conchas brillando de sudor y en mi leche salpicándolas como si fuera un video porno. Pero Caro, fiel a su estilo, seguía como si nada. Me cruzaba con ella en la casa, y ella me tiraba una mirada rápida, un guiño apenas, que me ponía la pija al palo en dos segundos. Josefina se había ido esa misma tarde, pero antes de subir al remise me miró con una sonrisa filosa y me dijo: “Nos vemos, primito. Portate bien y cuida a mi amiga que es muy sensible”. Su voz todavía me resonaba en la cabeza.
Esa tarde, mis tíos estaban en el comedor, mirando una novela con el volumen a mil, mientras el ventilador de pie hacía lo que podía para mover el aire caliente. Yo estaba en mi pieza, tirado en la cama con el celular, scrolleando mirando todo tipo de pendejas bailando en Instagram, cuando escuché el ruido de la puerta del patio. Era Carolina, que entró con una botella de agua helada en la mano, el pelo suelto pegado al cuello por el sudor y una remera larga que le llegaba justo a los muslos. No traía shorts, ni pollera, nada. Solo la remera y, por lo que se traslucía, una tanga mínima que apenas se adivinaba.
“Qué hacés, boludo, ¿pajeándote otra vez?”, dijo, apoyándose en el marco de la puerta con esa pose que ya me tenía loco: una pierna cruzada, la cadera ladeada, la remera subiéndose apenas para dejar ver un pedazo de piel. Me reí, más por nervios que por gracia, y tiré el celular a un lado. “¿Y vos? ¿No tenías que estar con tus amigas?”, le dije, tratando de sonar casual, aunque mi pija ya estaba dando señales de vida.
Caro se acercó, cerró la puerta con un movimiento lento y se sentó en el borde de la cama, a medio metro de mí. El olor a su perfume mezclado con sudor me pegó en el centro de las fosas nasales. “Me aburrí. Todas hablando de sus noviecitos, de casamientos, pavadas. Yo quiero divertirme un poco más”, dijo, y mientras hablaba, se pasó la botella de agua fría por el cuello, dejando que unas gotitas le resbalaran por la piel hasta perderse en la remera. Los pezones se le marcaron al instante, duros contra la tela finita, casi transparente.
“¿Divertirte cómo?”, pregunté, aunque ya sabía por dónde iba la cosa. Mi voz salió más ronca de lo que quería, y ella lo notó, porque sonrió de esa manera que era bien de putita perversa. “No sé, primito. Vos siempre tenés ideas raras, ¿no?”, dijo, y sin esperar respuesta, se acercó más, hasta que su rodilla rozó la mía. El contacto, aunque era mínimo, me puso la piel en llamas. Mi pija ya estaba dura, apretando contra el short, y no había forma de disimularlo.
Caro bajó la mirada, vio el bulto y se mordió el labio. “Mirá cómo estás. Todo el día pensando en mí conchita primito degenerado, ¿no?”, susurró, y antes de que pudiera responder, puso una mano en mi muslo, cerca, demasiado cerca. Sus dedos eran fríos por la botella, y el contraste con mi piel caliente me hizo apretar los dientes. “Caro, pará, si entran los tíos nos matan”, dije, aunque mi cuerpo estaba gritando otra cosa. Ella se rió bajito, esa risa que era mitad burla, mitad promesa. “No van a entrar. Están pegados a la tele. Además, ¿no te gusta el peligro?”, dijo, y su mano subió un poco más, rozando el borde del short.
No sé en qué momento perdí el control, pero ya no estaba pensando. Solo sentía su mano, sus uñas haciendome cosquillas despacio la piel, y esa mirada que me decía que ella era la que iba a dominar. “Dejá que te toque un poco, primito. que me encanta como se te pone la verga. Total, ya sabemos cómo termina esto”, dijo, y sin esperar permiso, metió la mano debajo del short, directo a mi pija. Sus dedos la rodearon, fríos y firmes, y juro que casi acabo todo ahí mismo. “Qué dura la tenés, enfermo”, murmuró, moviendo la mano despacio, como si quisiera torturarme. "Me encanta como se te pone toda gorda la pija primo."
Yo no podía hablar, solo la miraba, con la respiración trabada. Caro se acercó más, hasta que su cara quedó a centímetros de la mía. “¿Querés tocarme vos también?”, dijo, y sin esperar respuesta, agarró mi mano y la llevó directo a su concha, por debajo de la remera. La tanga estaba empapada, y cuando mis dedos rozaron los labios, sentí el calor y la humedad como si me estuvieran quemando. Ella hizo un sonidito con la garganta bien de puta, apenas un suspiro, y se mordió el labio otra vez. “Despacio, boludo, que me vas a hacer acabar rápido. No sabes que yo puedo acabar muchas veces?”, dijo, pero ella misma se movía contra mi mano, apretándose más.
Era una locura. La puerta estaba cerrada, pero los tíos estaban a metros, y el ruido de la novela no iba a tapar todo si se nos iba de las manos. Pero Caro no paraba. Me pajeaba más rápido, me estiraba la piel hasta abajo y dejaba mi cabeza mojada libre y me la miraba. Con una mano experta que sabía exactamente cómo volverme loco me la apretaba, mientras con la otra se abría la concha para que mis dedos entraran más profundo. “Meteme todos los dedos que me siento mas puta”, susurró, y cuando lo hice, su cuerpo se tensó, los músculos de sus muslos temblando. Estaba tan mojada que mis dedos se deslizaban solos, y el sonido húmedo era lo único que se escuchaba además de nuestros jadeos.
“Caro, no aguanto más”, dije, con la voz rota, y ella me miró con una cara de puta que no voy a olvidar nunca. “Aguantá, que esto es mío”, dijo, y se inclinó para lamerme la punta de la pija, solo un roce, pero suficiente para que todo me diera vueltas. No sé cómo no grité. Ella se reía, disfrutando de tenerme al borde, mientras seguía moviendo la cadera contra mi mano, marcando el ritmo.
De repente, se escuchó un portazo en el comedor. Los dos nos quedamos helados, con las manos todavía en el otro, el corazón a mil. “¡Caro! ¡Vení a ayudar con la cena!”, gritó mi tía desde el otro lado de la casa. Caro se apartó de un salto, como si nada, y se bajó la remera, aunque la tanga seguía torcida y la concha brillaba de lo mojada que estaba. “Ya voy, ma”, gritó, con una voz tan tranquila que no entendí cómo lo hacía. Me miró, se chupó los dedos que habían estado en mi pija y me guiñó un ojo. “Esto no termina acá, primito”, dijo, y salió de la pieza como si no hubiera pasado nada.
Yo me quedé retorciéndome y en el momento que Carolina cerro la puerta mi leche empezó a saltar a chorros. No pude aguantar, su cara de puta grabada en mi retina y ese delicioso olor a concha me hicieron explotar.

2 comentarios - putita la prima 4

nukissy771
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Cacho6922
Q calentura 🔥 🔥🔥 lpm q bue relato lpm.