Esta historia no es mía,solo la traduzco para que los lectores hispanos puedan disfrutarla
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Justicia. Desde niño siempre creíste en la justicia, pero sabías que, de alguna manera, el universo arreglaría todo. Te decían que era mentira, y estabas a punto de demostrar tu teoría. Así es como:
Siempre sufriste acoso desde pequeño, ese acoso duró años, y durante años tuviste que soportar las palizas y los insultos diarios de ese imbécil. Pero siempre te dijiste a ti mismo que se le haría justicia. Después de varios años, finalmente lograste ser un importante empresario, y tuviste que contratar a un empleado en particular: tu antiguo acosador.
Sabías que tenías poder sobre él, eras su jefe, estaba bajo tus órdenes, solías reírte solo en tu oficina, pensando en la venganza que ibas a ejecutar sobre él.
Desafortunadamente, en la realidad, no funcionó así. Aunque eras su jefe, seguía burlándose de ti y te insultaba. ¿Cómo pudo hacer eso? Estaba arriesgando su trabajo al hacerlo. ¿No te tenía miedo?
Sabía por qué no podían despedirlo; era el mejor de su departamento. Su trabajo consistía en llenar camiones en el almacén, y podía hacerlo casi solo; era fuerte y seguro de sí mismo. Y sabía que podía captar la atención de varias mujeres de su empresa, quienes, a la hora del almuerzo, solo lo observaban trabajando, hablando y riendo. Mujeres con las que finalmente se acostó, todas.
Tuviste que aguantar a ese imbécil durante varios meses, pero, como siempre decías, la justicia estaba a punto de alcanzarlo. Encontraste a un tipo nuevo, que parecía mucho mejor que ese matón, y parecía un tipo muy agradable, que te respetaba. Por fin pudiste despedir a ese imbécil y demostrar que tenías poder sobre él.
Tuviste dos reuniones ese día: la primera con el acosador, al que ibas a despedir, y la segunda con tu futuro empleado, al que ibas a contratar. Estabas tan emocionado que te pasaste todo el día mirando los currículums de ambos, riendo, sintiéndote poderoso.
Saliste de tu oficina con confianza, buscándolo, y fuiste directa al almacén, ensayando todo lo que ibas a decirle. Y al entrar, te quedaste paralizada. Estaba hablando con alguien, y aunque no podías verle la cara, podías distinguir claramente a quién: tu madre. Lo notabas por su forma de hablar dulce e inocente, y por ese trasero enorme, sujeto por sus pantalones ajustados y sus braguitas.
Olvidaste por completo que ibas a almorzar con ella, como siempre, pero estabas tan apegado a esos pensamientos que la olvidaste. Y ella decidió recorrer tu propiedad, quizás el almacén, y charlar un rato con una de tus empleadas, la más fuerte, de la que todas hablaban.
Él se mostraba bastante seguro a su alrededor, quizá ni siquiera sabía que ella era tu madre, incluso en tus días de escuela, siempre la escondías de ese tipo de chicos para evitar comentarios sexistas hacia su cuerpo.
Podrías terminar esto cuando quisieras, pero de alguna manera decidiste dejar que continuara, porque, como siempre, querías mostrarle a ese idiota lo de la justicia, iba a aprender que no podía tener a cualquier mujer que quisiera, y tan pronto como él comenzara a coquetear con ella, sabías que ella lo rechazaría, y mientras hacía esto, lo llamarías y lo despedirías, esto sería incluso mejor que tu plan original.
Pero con el paso del tiempo, tus esperanzas se desmoronaban. Tu madre parecía disfrutar de su compañía, se reía de sus chistes y se sonrojaba con cada comentario que hacía sobre su ropa y su cuerpo. No te pudiste contener, estabas a punto de terminar con esto, cuando lo viste agarrando su mano y dirigiéndose a la salida. Viste a tu madre agarrando su teléfono y enviando un mensaje de texto, unos segundos después, recibiste su mensaje: "Hola cariño, lo siento, pero no voy a ir a tu almuerzo hoy, surgió algo". Tu corazón comenzó a latir rápido, ¿de verdad iba a follársela? Un poco más tarde, al volver a tu oficina, humillada, recibiste un segundo mensaje, esta vez del gilipollas: "Oye maricón, me voy a casa, tómate un descanso, una zorra quiere mi polla con tantas ganas, y a esta parece que le vuelve loca, no puedes perder la oportunidad".
Sentado en tu oficina, miras ambos mensajes, tan distintos, pero ambos te decían lo mismo: que tu teoría era correcta, y que simplemente la demostrabas, pero de forma distinta. Esto era justicia. Un tipo como él conseguía a cualquier mujer que quisiera, sin nadie que se interpusiera.
Cuando llegaron las reuniones, todo fue muy distinto a lo planeado. Decidiste dejar que ese imbécil conservara su trabajo, aunque todavía tenía otras chicas con las que acostarse; de hecho, le ofreciste un aumento por su excelente trabajo. La otra reunión, con el nuevo, fue solo para decirle que no había conseguido el trabajo. Aunque parecía confundido, estabas contento con la decisión. Se acababa de hacer justicia.
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Justicia. Desde niño siempre creíste en la justicia, pero sabías que, de alguna manera, el universo arreglaría todo. Te decían que era mentira, y estabas a punto de demostrar tu teoría. Así es como:
Siempre sufriste acoso desde pequeño, ese acoso duró años, y durante años tuviste que soportar las palizas y los insultos diarios de ese imbécil. Pero siempre te dijiste a ti mismo que se le haría justicia. Después de varios años, finalmente lograste ser un importante empresario, y tuviste que contratar a un empleado en particular: tu antiguo acosador.
Sabías que tenías poder sobre él, eras su jefe, estaba bajo tus órdenes, solías reírte solo en tu oficina, pensando en la venganza que ibas a ejecutar sobre él.
Desafortunadamente, en la realidad, no funcionó así. Aunque eras su jefe, seguía burlándose de ti y te insultaba. ¿Cómo pudo hacer eso? Estaba arriesgando su trabajo al hacerlo. ¿No te tenía miedo?
Sabía por qué no podían despedirlo; era el mejor de su departamento. Su trabajo consistía en llenar camiones en el almacén, y podía hacerlo casi solo; era fuerte y seguro de sí mismo. Y sabía que podía captar la atención de varias mujeres de su empresa, quienes, a la hora del almuerzo, solo lo observaban trabajando, hablando y riendo. Mujeres con las que finalmente se acostó, todas.
Tuviste que aguantar a ese imbécil durante varios meses, pero, como siempre decías, la justicia estaba a punto de alcanzarlo. Encontraste a un tipo nuevo, que parecía mucho mejor que ese matón, y parecía un tipo muy agradable, que te respetaba. Por fin pudiste despedir a ese imbécil y demostrar que tenías poder sobre él.
Tuviste dos reuniones ese día: la primera con el acosador, al que ibas a despedir, y la segunda con tu futuro empleado, al que ibas a contratar. Estabas tan emocionado que te pasaste todo el día mirando los currículums de ambos, riendo, sintiéndote poderoso.
Saliste de tu oficina con confianza, buscándolo, y fuiste directa al almacén, ensayando todo lo que ibas a decirle. Y al entrar, te quedaste paralizada. Estaba hablando con alguien, y aunque no podías verle la cara, podías distinguir claramente a quién: tu madre. Lo notabas por su forma de hablar dulce e inocente, y por ese trasero enorme, sujeto por sus pantalones ajustados y sus braguitas.
Olvidaste por completo que ibas a almorzar con ella, como siempre, pero estabas tan apegado a esos pensamientos que la olvidaste. Y ella decidió recorrer tu propiedad, quizás el almacén, y charlar un rato con una de tus empleadas, la más fuerte, de la que todas hablaban.
Él se mostraba bastante seguro a su alrededor, quizá ni siquiera sabía que ella era tu madre, incluso en tus días de escuela, siempre la escondías de ese tipo de chicos para evitar comentarios sexistas hacia su cuerpo.
Podrías terminar esto cuando quisieras, pero de alguna manera decidiste dejar que continuara, porque, como siempre, querías mostrarle a ese idiota lo de la justicia, iba a aprender que no podía tener a cualquier mujer que quisiera, y tan pronto como él comenzara a coquetear con ella, sabías que ella lo rechazaría, y mientras hacía esto, lo llamarías y lo despedirías, esto sería incluso mejor que tu plan original.
Pero con el paso del tiempo, tus esperanzas se desmoronaban. Tu madre parecía disfrutar de su compañía, se reía de sus chistes y se sonrojaba con cada comentario que hacía sobre su ropa y su cuerpo. No te pudiste contener, estabas a punto de terminar con esto, cuando lo viste agarrando su mano y dirigiéndose a la salida. Viste a tu madre agarrando su teléfono y enviando un mensaje de texto, unos segundos después, recibiste su mensaje: "Hola cariño, lo siento, pero no voy a ir a tu almuerzo hoy, surgió algo". Tu corazón comenzó a latir rápido, ¿de verdad iba a follársela? Un poco más tarde, al volver a tu oficina, humillada, recibiste un segundo mensaje, esta vez del gilipollas: "Oye maricón, me voy a casa, tómate un descanso, una zorra quiere mi polla con tantas ganas, y a esta parece que le vuelve loca, no puedes perder la oportunidad".
Sentado en tu oficina, miras ambos mensajes, tan distintos, pero ambos te decían lo mismo: que tu teoría era correcta, y que simplemente la demostrabas, pero de forma distinta. Esto era justicia. Un tipo como él conseguía a cualquier mujer que quisiera, sin nadie que se interpusiera.
Cuando llegaron las reuniones, todo fue muy distinto a lo planeado. Decidiste dejar que ese imbécil conservara su trabajo, aunque todavía tenía otras chicas con las que acostarse; de hecho, le ofreciste un aumento por su excelente trabajo. La otra reunión, con el nuevo, fue solo para decirle que no había conseguido el trabajo. Aunque parecía confundido, estabas contento con la decisión. Se acababa de hacer justicia.
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