Llegamos al hostel en Florianópolis después de un día de sol y playa, con la piel todavía salada y el cansancio pegado al cuerpo. El lugar era una casa vieja reciclada, con un patio trasero donde estaban las duchas: unas cabinas de madera con paredes bajas, abiertas al cielo, y una vista clara desde el deck de arriba. Mi amiga, Daniela, se reía mientras cargábamos las mochilas a la pieza compartida. “Qué lindo, boludo, esto es re tropical”, dijo, con esa sonrisa que me volvía loco desde que arrancamos el viaje. Siempre hubo una tensión entre nosotros, pero nunca nos animamos a romper el hielo. Hasta esa tarde.
Después de tomar unas caipirinhas, Dani dijo que iba a ducharse. “Me siento una milanesa de arena”, dijo sacando esa lenguita que me excitaba, y se fue con su toalla y un shortcito que dejaba ver el culo redondo y firme que tenía. Yo me quedé en el deck, tomando una Brahma, mirando las estrellas. Pero cuando escuché el agua correr, algo me tiró. Subí las escaleras del deck, medio escondido detrás de una palmera, y la vi. La ducha estaba justo abajo, y desde mi ángulo se veía todo. Sofía estaba desnuda, con el agua cayéndole por la espalda, brillando bajo la luz del sol
Tenía un cuerpo que era una obra maestra. Las tetas, grandes y firmes, con pezones rosados como de pelicula porno, que se endurecían con el agua fría. La cintura fina, las caderas anchas, y ese culo que parecía una manzana que me queria comer. Pero lo que me mató fue cuando se giró un poco y vi su concha: un triángulo perfecto separando sus piernas y los labios carnosos y húmedos, reluciendo como si el agua los acariciara. Esas conchas hermosas de labios suaves y un clitoris incipiente. Se movía lento, como si supiera que alguien la estaba mirando. Pasó las manos por las tetas, apretándolas, pellizcándose los pezones con los dedos. Soltó un gemido bajito, casi inaudible, y yo sentí que la pija se me ponía dura y se me salia de la maya
No pude más. Aproveche que no habia nadie y me la baje. justo ahí, escondido en la sombra, y empecé a re pajearme. Mi pija estaba llena de arena, hinchada, la cabeza brillando, y cada vez que apretaba sentía un calor que me subía por el pecho. Ya me habia salido la gota de leche que le sale a los pajeros como yo. Sofía seguía en la ducha, ahora con una mano en las tetas y la otra bajando despacio. Se abrió los labios de la concha con dos dedos, dejando que el agua le pegara directo en el clítoris. Se estaba limpiando o se estaba pajeando con el chorro. Se mordió el labio, cerró los ojos, y empezó a tocarse en círculos, gimiendo más fuerte. Era como si me estuviera haciendo un show privado, como si supiera que yo estaba ahí, pajeándome como un tarado.
El agua le chorreaba por los muslos, y ella se agachó un poco, abriéndose más, metiendo un dedo adentro de la concha y otro rozandose el culo. Yo no podía creer lo que veía. Mi mano iba cada vez más rápido, la pija me dolía de lo dura que estaba, y el culo de ella se movía al ritmo de sus dedos. Me imaginaba metiéndosela, sintiendo esa concha apretada y mojada, y eso me llevó al borde. Intenté aguantar, pero cuando la vi arquear la espalda, gimiendo como si estuviera acabando, no pude más. Un chorro de leche me salió disparado, manchándome la mano y el piso del deck. Gemí sin querer, y justo en ese momento, Daniela cerró el agua.
Se envolvió en la toalla, pero antes de salir de la ducha, levantó la mirada. Nuestros ojos se cruzaron. Yo estaba ahí, con la pija re dura,, el short por los tobillos, y no me dio ningun pudor que me la mirara. Pero ella no se enojó. Me miró fijo, con esos ojos verdes que me quemaban, y una sonrisa de putita tragaleche se le dibujó en la cara. Era una sonrisa de complicidad, como diciendo “sos todo pajero”. Sin decir nada, se dio media vuelta y caminó hacia el hostel, moviendo el culo bajo la toalla.
Me quedé ahí, con el corazón a mil, la pija todavía palpitando, y la certeza de que este viaje iba a ponerse mucho más interesante.
Después de tomar unas caipirinhas, Dani dijo que iba a ducharse. “Me siento una milanesa de arena”, dijo sacando esa lenguita que me excitaba, y se fue con su toalla y un shortcito que dejaba ver el culo redondo y firme que tenía. Yo me quedé en el deck, tomando una Brahma, mirando las estrellas. Pero cuando escuché el agua correr, algo me tiró. Subí las escaleras del deck, medio escondido detrás de una palmera, y la vi. La ducha estaba justo abajo, y desde mi ángulo se veía todo. Sofía estaba desnuda, con el agua cayéndole por la espalda, brillando bajo la luz del sol
Tenía un cuerpo que era una obra maestra. Las tetas, grandes y firmes, con pezones rosados como de pelicula porno, que se endurecían con el agua fría. La cintura fina, las caderas anchas, y ese culo que parecía una manzana que me queria comer. Pero lo que me mató fue cuando se giró un poco y vi su concha: un triángulo perfecto separando sus piernas y los labios carnosos y húmedos, reluciendo como si el agua los acariciara. Esas conchas hermosas de labios suaves y un clitoris incipiente. Se movía lento, como si supiera que alguien la estaba mirando. Pasó las manos por las tetas, apretándolas, pellizcándose los pezones con los dedos. Soltó un gemido bajito, casi inaudible, y yo sentí que la pija se me ponía dura y se me salia de la maya
No pude más. Aproveche que no habia nadie y me la baje. justo ahí, escondido en la sombra, y empecé a re pajearme. Mi pija estaba llena de arena, hinchada, la cabeza brillando, y cada vez que apretaba sentía un calor que me subía por el pecho. Ya me habia salido la gota de leche que le sale a los pajeros como yo. Sofía seguía en la ducha, ahora con una mano en las tetas y la otra bajando despacio. Se abrió los labios de la concha con dos dedos, dejando que el agua le pegara directo en el clítoris. Se estaba limpiando o se estaba pajeando con el chorro. Se mordió el labio, cerró los ojos, y empezó a tocarse en círculos, gimiendo más fuerte. Era como si me estuviera haciendo un show privado, como si supiera que yo estaba ahí, pajeándome como un tarado.
El agua le chorreaba por los muslos, y ella se agachó un poco, abriéndose más, metiendo un dedo adentro de la concha y otro rozandose el culo. Yo no podía creer lo que veía. Mi mano iba cada vez más rápido, la pija me dolía de lo dura que estaba, y el culo de ella se movía al ritmo de sus dedos. Me imaginaba metiéndosela, sintiendo esa concha apretada y mojada, y eso me llevó al borde. Intenté aguantar, pero cuando la vi arquear la espalda, gimiendo como si estuviera acabando, no pude más. Un chorro de leche me salió disparado, manchándome la mano y el piso del deck. Gemí sin querer, y justo en ese momento, Daniela cerró el agua.
Se envolvió en la toalla, pero antes de salir de la ducha, levantó la mirada. Nuestros ojos se cruzaron. Yo estaba ahí, con la pija re dura,, el short por los tobillos, y no me dio ningun pudor que me la mirara. Pero ella no se enojó. Me miró fijo, con esos ojos verdes que me quemaban, y una sonrisa de putita tragaleche se le dibujó en la cara. Era una sonrisa de complicidad, como diciendo “sos todo pajero”. Sin decir nada, se dio media vuelta y caminó hacia el hostel, moviendo el culo bajo la toalla.
Me quedé ahí, con el corazón a mil, la pija todavía palpitando, y la certeza de que este viaje iba a ponerse mucho más interesante.
1 comentarios - El calor de Brasil