You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Capitulo 34: Quise poner un freno y me termino cogiendo

Capitulo 34: Quise poner un freno y me termino cogiendo


Después de descargarme con Sofi el 26, me tomé un día para pensar qué mierda quería hacer. Sus advertencias sobre Matías me retumbaban como un martillo: “Es un hijo de puta”. Y sí, tenía razón, pero, la quizas,pero me calentaba como nadie, esa mirada que parecía desarmarme, me hacía temblar. Había algo en él que me podía, aunque sabía que era un peligro. Desde la videollamada en Nochebuena, donde me tocaba la conchita mientras él se pajeaba y soltaba leche, no me había escrito. Capaz fue el alcohol, no sé. Pensé en escribirle yo, para poner las cosas en claro, cortar este mambo de una vez. Pero cuando lo hice, la calentura me traicionó, y terminé en su casa siendo re cogida por él, aunque juro que traté de resistirme.
Estaba en mi cuarto, tirada en la cama, con el celular en la mano como si fuera a explotar. Era el 27, y Nico me había mandado un mensaje tranqui, diciendo que quería verme, pero mi cabeza estaba atrapada en Matías. La culpa por Nico, por el pete en la boda, por la foto en tanga, por la videollamada me quemaba, pero la calentura era un incendio que no apagaba. “Basta, Emma, hablá con él y poné un límite”, me dije, y le escribí: “Matías, tenemos que hablar, esto no puede seguir”. Esperaba un “ok, decime”, pero su respuesta fue puro fuego: “Emmita, hablar suena bien, pero esa colita en tanga me dice otra cosa. Vení a casa, te escucho todo lo que quieras”. Ese mensaje me sono a otra cosa pero al mismo tiempo me calento.
Quise frenarlo: “No, boludo, hablo en serio, quiero aclarar las cosas, no seguir con este despelote”. Pero él no aflojó: “Aclarar, dice. Tu conchita me cantó otra en esa videollamada. Venite, Emmita, o te busco yo”. Sentí un calor que me quemó todo el cuerpo, y aunque sabía que era una locura, mi cuerpo ya estaba diciendo que sí. “Solo hablar, Matías, no te hagas el vivo”, escribí, pero ya me estaba cambiando: jean ajustado que me marcaba el culo, remera negra que dejaba las tetas al borde, y una tanga negra, si hasta elegi la tanga mi mente decia una cosa pero mi cuerpo otra y la verdad no sabia que iba a pasar.
Llegué al departamento de Matías, el lugar era lindo: muebles modernos, una tele enorme, una barra con botellas caras, y un ventanal que dejaba entrar la luz de la tarde. Todo ordenado, con un toque de perfume caro flotando en el aire. Él abrió la puerta, en jean y remera gris, con esa sonrisa de ganador que me desarmaba. “Emmita, qué linda estás, pasá”, dijo, y yo entré, con el corazón a mil. “Matías, vine a hablar, en serio, esto no puede seguir”, dije, cruzándome de brazos, tratando de sonar firme. Él se acercó, demasiado cerca, y me miró como si ya me tuviera en la palma de la mano. “Ok, hablemos, pero primero sentate, relajate”, dijo, señalando un sillón de cuero negro, con una voz que era puro veneno dulce.
Me senté, todavía cruzada de brazos, pero él se puso al lado, rozándome la pierna con la suya. “Matías, pará, te dije que vine a hablar”, insistí, mirándolo fijo, aunque la conchita ya me palpitaba. Él se rió, poniendo una mano en mi muslo, subiendo despacio. “Y yo quiero escuchar, Emmita, pero esa carita tuya me está gritando otra cosa”, susurró, y su mano llegó a mi entrepierna, rozándome por encima del jean. Gemí sin querer, un calor traicionero subiéndome, y lo empujé, débil. “No, boludo, no vine para esto, quiero cortar este mambo”, dije, pero mi voz temblaba, y él lo sabía. Se acercó más, besándome el cuello, mordiéndome suave, mientras sus dedos desabrochaban mi jean. “Dejá de pelear, Emmita, sabés que querés”, dijo, y su aliento caliente en mi oreja me hizo gemir otra vez. “Matías, por favor, pará”, murmuré, pero él metió una mano bajo mi remera, rozándome las tetas, y la conchita se me mojo, rindiéndome.
No pude más. Lo besé, con hambre, mi lengua enredándose con la suya, mientras le sacaba la remera, dejando su pecho y hombros al aire. “Sos un hijo de puta”, le dije, pero ya le estaba desabrochando el jean, sacándole la pija, dura, gruesa, que me volvía loca. La agarré, pajeándolo lento, sintiendo cómo latía en mi mano, mientras él me arrancaba la remera, dejándome en corpiño. “que hermosas tetas”, dijo, desabrochándome el corpiño y chupándome los pezones, primero uno, después el otro, mordiéndolos suave hasta hacerme gemir. Sus manos bajaron mi jean, sacandomelo y dejandome en tanga, metió una mano adentro, tocándome la conchita, que estaba empapada. “Estás chorreando, putita”, dijo, metiendo dos dedos, curvándolos justo donde me hacía temblar, y yo gemí fuerte, arqueándome contra él.
“Garchame, Matías, porfa”, susurré, y él se rió, sacando un forro, que seguro ya tenia preparado el hdp. Pero antes de ponérselo, me miró, con esa sonrisa de demonio. “Dejame cojerte sin forro, Emma”, dijo, y yo me quedé helada, la conchita palpitándome, pero la cabeza gritando “no”. “Ni loca, boludo, ponete el forro”, dije, firme, y él se rió, poniéndoselo lento, mirándome como si supiera que igual me tenía. Me bajó la tanga, dejándola en los muslos, y me giró, poniéndome en cuatro en el sillón, con las rodillas hundidas en el cuero y el culo levantado. Me dio una nalgada suave, haciéndome gemir, y rozó mi colita con un dedo, sin meterlo. “Esta colita es de tu novio, capaz me la presta, ¿no?”, dijo, y yo gemí: “Sí, es de el y no no te la presta, pero la conchita es tuya, garchame ya”.
Entró de una, fuerte, llenándome de pija, y grité, un gemido largo que no pude frenar, clavándole las uñas en el sillón. “Uff, qué mojada estás”, me dijó, embistiendo rápido, con la pija llegándome hasta el fondo, cada golpe mandándome un calor que me nublaba. Yo empujaba para atrás, encontrándolo, sintiendo cómo me abría, la conchita me latia. “Más, Matías, cogeme toda”, gemí, y él me agarró el culo, apretándolo con fuerza, mientras me cogía más duro, el sillón crujiendo como si fuera a romperse. Cambió el ángulo, inclinándome más, y la pija me rozó un punto que me hizo ver estrellas, gimiendo como loca, con la conchita apretándose alrededor de él.
“Tocame, Matías”, gemí, y él metió una mano adelante, frotándome el clítoris con el pulgar, en círculos rápidos, mientras embestía. “Así, Emmita, dejame sentirte”, dijo, y yo gemía, casi gritando, el calor subiéndomecada vez mas. Cambiamos, me sentó encima suyo, de frente, y bajé lento, gimiendo mientras su pija me llenaba otra vez, centímetro a centímetro. Reboté, rápido, con las tetas saltando, mientras él me chupaba un pezón, mordiéndolo hasta hacerme gritar. “Sos una putita hermosa”, dijo, y ese “putita” me prendió más, recordándome su mensaje, su leche, su todo. Le clavé las uñas en el pecho, moviéndome más rápido, sintiendo cómo la conchita se apretaba, cada roce llevándome casi al orgasmo.
“Quiero acabarte en las tetas, Emmita”, gruñó, y yo gemí, imaginándolo, pero no estaba lista para lo que vino. “dale llename de leche donde quieras”, y él me levantó, poniéndome de rodillas en el piso. Sacó el forro, pajeándose rápido, y yo abrí la boca, mirándolo, agarrandome las tetas. “Emma, sos tremenda”, dijo, y soltó chorros de leche caliente, primero en mis tetas, espesa, corriendo por mi piel, pero un último chorro me salpicó la cara, pegajosa, cayendo por mi mejilla. Gemí, mientras me tocaba la concha llegando al orgasmo que me hizo temblar, luego lo mire, limpiándome con los dedos, mientras él temblaba, riéndose. “Perdón, putita, no pude apuntar”, dijo, y yo lo miré, entre risas y shock, la conchita todavía palpitando.
Me desplomé en el sillón, con las piernas flojas, la conchita sensible, las tetas y la cara marcadas por su leche. Me limpié con su remera, y lo miré, todavía temblando. “Esto no puede seguir, Matías, en serio”, dije, pero mi voz sonaba débil, y él lo sabía. “Como quieras, Emmita, y sino esta conchita ya sabe dónde encontrarme”, dijo, con esa sonrisa que me mataba. Fui al baño me limpie y salí de su casa con la cabeza en caos, y la culpa quemándome el alma. Sofi me había advertido, pero no pude frenar. Quería a Nico, posta, pero esta calentura era más grande que yo, y algo me decía que Matías no iba a ser el último en tentarme.

1 comentarios - Capitulo 34: Quise poner un freno y me termino cogiendo

nukissy2184
🍓Aquí puedes desnudar a cualquier chica y verla desnuda) Por favor, puntúala ➤ https://da.gd/erotys