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Cap 31: parte 2' La Noche del 24: La videollamada

La Noche del 24: La videollamada

Estaba en la cocina, con el cuchillo temblándome en la mano y un tomate a medio cortar, pero mi cabeza estaba en la luna. La foto que le mandé a Matías desde el baño, con mi colita en esa tanga roja, me tenía la conchita palpitando. Me imaginaba su cara, los ojos pegados al celular, la pija parándosele al toque. Posta, no sé qué carajo me pasaba, pero esa idea me calentaba más de lo que podía manejar. Nico estaba afuera con mi viejo, riendo y hablando de la parrilla, y yo acá, con el celular vibrando como si fuera a explotar.Lo saqué disimulando, porque mi mamá seguía dando órdenes y mis tía charlaba de pavadas. El mensaje de Matías era puro fuego: “Esa colita está para hacerla, ¿qué decís?”. Me reí por lo bajo, pero un calor me subió desde la conchita hasta el pecho. Le respondí, tratando de frenarlo: “mi colita es virgen y es para Nico”. Pero Matías era un perro de caza. “Nico no sabe lo que tiene. Dejame pasar, en 10 estoy ahí y te muestro de quién es”, escribió, ¿este tipo estaba loco? ¿En plena Nochebuena, con mi familia a dos metros?Quise cortarlo: “Estás zarpado, no va a pasar, disfrutá tu Navidad, Mati”. Pero él no aflojó: “Zarpada sos vos con esa foto, Emmita. Mirá cómo me dejaste”. Y mandó una foto de su pija, dura, marcándose en el jean claro. Sentí un flash que me quemó, y aunque quise borrarla, mis ojos se quedaron pegados. El pete a Diego en el auto me había roto algo adentro, como si ya no pudiera decir que no al morbo. “Boludo, no me mandes eso, ¿querés que alguien vea y se arme tremendo quilombo?”, le tiré, pero mi tono era más débil de lo que quería.Y ahí vino el golpe final: “Hagamos una videollamada, Emmita. Mostrame esa colita en vivo, te juro que te hago acabar”. Ese mensaje me dio un cosquilleo que me hizo apretar las piernas. Sabía que era una locura, con Nico afuera y mi familia dando vueltas, pero la calentura me nublaba. “Estás loco, estoy con todos acá”, escribí, pero él insistió: “Cinco minutos, en el baño, nadie se entera”. Miré a mi mamá, que estaba cortando eligiendo platos, y a mis primas, sacándose selfies como idiotas. Nico no se veía desde la ventana. “Dame un minuto”, respondí, y me fui al baño otra vez, con el corazón a mil.Cerré la puerta con llave y me apoyé contra el lavabo, respirando como si hubiera corrido. El vestido negro se me pegaba al cuerpo, y la tanga roja estaba húmeda, no voy a mentir. Abrí la videollamada, y ahí estaba Matías, sin remera, con esa sonrisa de hijo de puta que me daban ganas de putearlo y comérmelo al mismo tiempo. “Emmita, qué linda estás, enseñame esa colita”, dijo, con la voz baja, como si él también estuviera escondiéndose. “No hagas ruido, boludo, que me muero si alguien escucha”, susurré, pero ya estaba subiéndome el vestido, dejando que viera la tanga roja y mi culo, que sabía que lo volvía loco.“Uff, qué culito, Emmita”, dijo, y vi cómo se desabrochaba el jean, sacando su pija, dura, gruesa, con una vena que latía. Era más grande de lo que recordaba del garage, y eso me prendió más. “Matías, sos un enfermo”, dije, pero mi mano ya estaba bajando, rozándome la conchita por encima de la tanga. Estaba empapada, posta, y un gemido chiquito se me escapó. “Eso, tocate, imaginá que es mi lengua”, dijo él, pajeándose lento, con la cámara enfocando su pija. Gemí más fuerte, sin querer, y me tapé la boca, cagada en miedo de que alguien escuchara.“Shh, boludo, bajá la voz”, susurré, pero no paré. Deslicé la tanga a un lado, metiendo dos dedos en mi conchita, que ya estaba re mojada. “Mirá cómo me tenés, Emmita, esta leche va a ser para vos”, dijo Matías, acelerando la mano, y sus gemidos graves me hicieron apretar los dedos más adentro. “me re calentas”, murmuré, pero mi voz temblaba, y la idea de su leche me calentaba más. Me senté en el borde de la bañera, abriendo las piernas, y me toqué rápido, siguiendo el ritmo de sus gemidos. “Gemí más, Emmita, dejame escucharte”, pidió, y dejé escapar un gemido largo, ahogado, mientras mi conchita se apretaba alrededor de mis dedos.De repente, alguien tocó la puerta. “¿Emma, estás ahí? Te necesito en la cocina”, dijo mi mamá, y el pánico me congeló. “Ya voy, ma, un segundo”, grité, con la voz quebrada, mientras Matías se reía en la pantalla. “Cuidado, putita, no te pillen”, susurró, y eso, no sé por qué, me empujó al borde. Me toqué más rápido, mordiéndome el labio para no gemir, y sentí el calor explotarme desde la conchita, un orgasmo que me hizo temblar entera, con la conchita chorreando en mis dedos. “Uff, Emmita, me acabo”, gruñó Matías, y vi cómo su pija soltaba chorros de leche, espesa, salpicando su panza, mientras gemía mi nombre.Apagué la videollamada al toque, con las manos temblando y la conchita todavía palpitando. Me subí la tanga, me bajé el vestido, y me lavé las manos rápido, mirando mi cara en el espejo. Estaba roja, con los ojos brillando, como si hubiera corrido una maratón. La culpa me pegó fuerte, pensando en Nico afuera, siendo el novio perfecto. Pero también estaba esa otra Emma, la que se reía de lo caliente que podía ser. Salí del baño, con las piernas flojas, y volví a la cocina, poniendo mi mejor cara de “no pasa nada”. Nico me sonrió desde el comedor, y yo le devolví la sonrisa, pero por dentro sabía que esto no iba a parar, no al menos que yo lo quisiera.

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nukissy2173
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