You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

noche de calor

Es una noche pesada, el ventilador del living hace lo que puede, pero el aire está cargado, medio pegajoso. Hay un par de velas tirando una luz tenue, y el olor de Sofi’s perfume—algo dulce, como vainilla—se mezcla con el Malbec que nos tomamos. Estoy repantingado en una silla, con la camisa medio desabrochada, los jeans puestos, mirando a Sofi que está en el sillón. Tiene un short de jean cortito que deja ver un tatuaje chiquito en la cadera, una flor que me tienta cada vez que se mueve. La remera crop le marca la cintura, y la piel que asoma brilla con un toque de transpiración. El pelo largo, oscuro, le cae desordenado, y esos aros chiquitos que lleva se mueven cuando ladea la cabeza, mordiéndose el labio como si supiera lo que me está haciendo.
Estamos charlando, pero la cosa ya está caliente, ¿viste? Como que los dos sabemos que no vamos a seguir hablando boludeces. Me levanto, me acerco, y sin decir una palabra le pongo una mano en la mejilla, rozándole la boca con el pulgar. Ella me mira, entreabre los labios y me chupa el dedo, suave, y ahí me prendo fuego. La beso con todo, un beso desprolijo, con lengua, mordiéndole el labio inferior. Ella gime bajito, un sonido que me pone a mil, y se me trepa encima, sentándose a horcajadas. Siento sus caderas moverse contra mí, lento pero con ganas, y el short se le sube, dejando más piel a la vista. Le meto las manos por los costados, sintiendo su cintura, la piel cálida, suave, y ella empieza a frotarse más fuerte, notando cómo me pongo duro.
No aguanto más, le saco la remera de un tirón, y sus pechos quedan al aire, chiquitos, firmes, con los pezones ya duros. Me inclino y le paso la lengua por uno, despacio, mientras con la mano le aprieto el otro lado. Ella echa la cabeza para atrás, suelta un “la concha, Diego…” que me calienta más, y me baja el cierre del jean. Me agarra con una mano, segura, moviendo la muñeca como si supiera exactamente lo que hace, y yo gruño, porque la mina me está volando la cabeza.
La levanto, la doy vuelta y la pongo de rodillas en el sillón, con las manos apoyadas en el respaldo. Le bajo el short y la tanga de encaje negro de un saque, y me quedo un segundo mirando ese culo redondo, la piel brillando con la luz de las velas. Le paso los dedos por las nalgas, suave, y ella gira la cabeza, con los ojos encendidos, como diciendo “dejá de joder y dale”. Me saco el jean, me pongo atrás y la rozo primero, sintiendo cómo tiembla. Cuando entro, lo hago despacio, dejando que sienta todo, y ella arquea la espalda, empujando contra mí. Empiezo a moverme, y ella me sigue el ritmo, gimiendo cada vez más fuerte. El sonido de nuestros cuerpos chocando es lo único que se escucha, mezclado con sus jadeos y algún “dame más” que se le escapa.
Le agarro el pelo, lo envuelvo en la mano y tiro suave, justo para que sienta como que ella se vuelve loca, arqueándose más. Le aprieto la cadera con la otra mano, marcándole la piel, y acelero, embistiéndola con todo. El sillón cruje, las velas parpadean, y Sofi empieza a temblar, los músculos tensos. “Más fuerte”, me dice, casi gruñendo, y yo le doy con todo. Siento cómo se tensa, cómo gime más alto, hasta que suelta un grito ahogado y se deshace, temblando debajo de mí. La sigo, gruñendo, y nos quedamos ahí, pegados, respirando como si hubiéramos corrido una maratón, con el calor de su cuerpo todavía latiendo contra el mío.

0 comentarios - noche de calor