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Relato: Isa, la diosa del boliche

Como estan gente, si pasaron por mis ultimos post sabran que estoy muy metido con los relatos, alguno queda mejor que otro, pero de eso se trata de ir encontrando el punto, aca arranco una serie dotada un poco de fantasia, tomando una chica que me guste, o que en algun caso me han pasado una foto, armo un relato, los que mas les gusten, voy a ir agregando capitulos y desechando el resto, espero les guste






Relato: Isa, la diosa del boliche
El verano en Buenos Aires estaba en su punto más ardiente, con un calor que te pegaba en la piel como una caricia húmeda y te hacía querer romper todas las reglas. El boliche Glow era el lugar donde los sábados por la noche se juntaban los que querían perderse en el descontrol, y esa noche estaba más prendido que nunca. La música —reggaetón puro, mezclado con electrónica y un toque de cumbia— hacía temblar las paredes, las luces pintaban la pista de colores, y el olor a alcohol —fernet, vodka con energizante, tragos frutales— llenaba el aire, mezclado con sudor y perfume. La pista estaba a reventar, cuerpos moviéndose al ritmo, y entre ellos, como una diosa que sabía que el mundo le pertenecía, estaba Isa, una pendeja de 22 años que había llegado para romperla.

Relato: Isa, la diosa del boliche


Isa era un espectáculo que te dejaba sin aliento. Morocha, con el pelo largo y liso recogido en una cola alta que le caía por la espalda, tenía ojos oscuros que te atrapaban con una mirada profunda y una boca carnosa que parecía prometer cosas que no se dicen en voz alta. Su cuerpo era puro fuego: tetas grandes, firmes, que se marcaban como dos melones bajo un vestido ajustado color terracota que se pegaba a su piel como si fuera pintura, y un culo que era para quedarse mirándolo hasta que te dolieran los ojos, redondo, duro, un monumento que el vestido corto apenas cubría, dejando sus piernas bronceadas a la vista. La tanga negra que se traslucía bajo el vestido era un detalle que te hacía tragar saliva, y sus tacos blancos con tiras que se enredaban en los tobillos la hacían parecer una reina lista para conquistar. Isa era una putita que sabía el poder que tenía, y esa noche estaba decidida a usarlo para calentar pijas y dejar a todos con la cabeza a mil.
La entrada que paralizó el boliche
Isa llegó al Glow sola, porque sabía que no necesitaba a nadie para brillar. Había pasado un rato sacándose fotos en la entrada del boliche, posando con una mano en las tetas y otra en la cadera, el vestido terracota subiéndosele un poco y dejando ver más de sus piernas bronceadas. Colgó la foto en Instagram con un “Que arda la noche 🔥” y entró al boliche con una sonrisa que era puro veneno. Apenas pisó la pista, las miradas se giraron hacia ella como si fuera un imán. Los pibes se daban codazos, las minas la miraban con envidia, y ella, sabiendo que era el centro de atención, se abrió paso hasta una tarima en el medio de la pista, donde las luces de la hacían brillar como una estrella.
Subida a la tarima, Isa empezó a mover el culo al ritmo del reggaetón con una precisión que era pura dinamita. El vestido se le pegaba al cuerpo con cada movimiento, marcando su culo como si estuviera pintado, la tanga negra trasluciéndose cada vez que las luces la iluminaban. Sus tetas rebotaban bajo el vestido, los pezones duros marcándose apenas, y ella, consciente de cada mirada, se tocaba el cuerpo con una sensualidad que era puro fuego. Estaba borrachita lo justo después de un par de tragos que había pedido en la barra —vodka con energizante, su favorito—, y el alcohol le soltaba el cuerpo, pero mantenía la cabeza clara para manejar el juego. Isa era una putita que sabía cómo calentar pijas, y esa noche estaba dispuesta a romperla.
El primer encuentro
Desde un rincón de la pista, un tipo de unos 28 años, morocho, con una remera negra ajustada que dejaba ver un cuerpo trabajado, no le sacaba los ojos de encima. Se acercó a la tarima, apoyándose en el borde, y le gritó algo que se perdió en el ruido de la música. Isa se inclinó para escucharlo mejor, el vestido subiéndosele un poco más y dejando ver el inicio de su culo, un detalle que hizo que el tipo tragara saliva. “¡Como moves es culo mi amor!”, le gritó, y ella le tiró una sonrisa torcida, arqueando la espalda para que su culo resaltara más. “Subí y miralo mas de cerca”, le respondió, con una voz ronca por el alcohol y la calentura que le corría por las venas.
El tipo, que dijo llamarse Damián, no se achicó. Subió a la tarima, y la música cambió a un reggaetón más lento, más sucio, de esos que te pegan en el pecho. Isa se acercó, bailando contra él, moviendo el culo con una intensidad que era pura provocación. El vestido terracota rozaba el jean de Damián, y ella sintió la pija de él endurecerse contra su culo, que apretaba con cada movimiento, provocándolo sin piedad. “Qué putita sos, pendeja”, le susurró Damián al oído, sus manos rozándole las caderas, un manoseo que empezó tímido pero que ella avivó, girándose para pegarse más, su aliento caliente contra su cuello. “Y vos qué calentón, ¿o no?”, le respondió, rozándole los labios sin besarlo, sus tetas apretándose contra su pecho, los pezones duros marcándose bajo el vestido.
La tarima ya no alcanzaba para lo que se estaba prendiendo. Isa, con la cabeza dando vueltas por el alcohol y una calentura que le quemaba la piel, le hizo una seña a Damián para bajar. Se abrieron paso entre la gente hasta un pasillo oscuro que llevaba a los baños, uno de esos rincones donde la música llegaba como un eco y las luces eran apenas un susurro. Ahí, contra una pared cubierta de graffitis, Isa se pegó a él, comiéndole la boca con una urgencia que no dejaba lugar a dudas. Sus lenguas se trenzaron, frenéticas, mientras sus manos volaban al jean de Damián, desabrochándolo con dedos rápidos, sacando una pija gruesa, unos 19 centímetros, dura como piedra.
“Mirá lo que traés”, dijo Isa, con una risa de putita, arrodillándose sin dudar, el vestido terracota subiéndosele hasta la cintura y dejando su culo a la vista, la tanga negra empapada marcándose contra su concha depiladita. Le dio un pete que lo hizo gemir al instante, lamiendo desde los huevos hasta la cabeza, chupando el tronco con una maestría que no esperaba de una pendeja de 22. Sus tetas se bamboleaban bajo el vestido mientras trabajaba, y Damián, con una mano enredada en su cola alta, empujaba con un ritmo que la hacía jadear, ella seguia, metiéndola hasta la garganta, sus ojos oscuros fijos en los de él, una putita que sabía cómo volver loco a cualquiera.
“Quiero leche”, le dijo ella, sacándosela un momento para hablar, antes de volver a chupar con más furia, como si quisiera sacarle el alma. “Tomá, pendeja”, dijo Damián, y ella se apartó justo para que el chorro de leche le salpicara la mejilla derecha, el mentón y el pecho, resbalando por su piel bronceada y manchando el vestido terracota, dejándola con un brillo que la hacía ver como una reina del morbo. Ella se rio, lamiéndose los labios mientras se limpiaba con los dedos, todavía arrodillada. “Qué lindo desastre hiciste”, dijo, con una sonrisa.


El regreso a la pista
Isa no estaba para quedarse en el pasillo. Todavía borrachita y caliente, se levantó, ajustándose el vestido, y regresó a la pista como si el mundo le debiera algo. En la tarima, siguió bailando, su culo moviéndose con más fuego, como si el encuentro con Damián hubiera sido solo el aperitivo. Desde un rincón, un grupo de amigos la miraba, y entre ellos, un rubio de unos 26 años, con una camisa abierta y una mirada que se la comia viva, se acariciaba disimuladamente por encima del pantalón, perdido en una paja mental con lo que veía. Isa lo pilló, le tiró una sonrisa torcida y siguió perreando, sabiendo que tenía el flaco en la palma de la mano.
La música seguía golpeando, el alcohol corriendo como río, y Isa, con un brillo de leche seca en la mejilla que no había limpiado del todo, bailaba como si el boliche fuera su reino. Pero la noche recién empezaba, y ella, la pendeja putita que calentaba pijas como nadie, tenía planes más grandes. Había visto a ese rubio, y también a un morocho tatuado que estaba en la barra, mirándola con hambre. “Esta noche va a ser épica”, pensó, mientras se tocaba el pelo, su clítoris ya palpitando bajo la tanga, sabiendo que iba a dejar a más de uno con la cabeza rota antes de que amaneciera.

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1 comentarios - Relato: Isa, la diosa del boliche

nukissy1946
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