Bueno, venimos con la tan solicitada parte II.
Acá esta la primera para el que no la leyó: http://www.poringa.net/posts/relatos/5918205/La-embarazada-de-la-facu.html
La llevé sin decir nada. Apenas entramos, se sacó rápidamente la remera y el corpiño como si le molestaran, dejando a mi vista ese hermoso par de tetas con el que tanto había fantaseado en mis noches de soledad. Nunca me había imaginado que tenía los pezones tan grandes y tan rosaditos, hermosos. La panza redonda, tensa, le brillaba con la luz de la ventana del cuarto. Se bajó la calza, quedando únicamente con una tanga blanca diminuta que no podía ocultar la humedad que tenía ahi abajo.
—Sacate todo —me ordenó, sin dejar de mirarme.
Yo parado inmóvil, no podía creer lo que estaba pasando. Me desvestí torpe, como pude, mientras ella se recostaba en la cama, con las piernas abiertas, una mano en la panza y la otra bajando entre las piernas. Se chupó dos dedos, con una mirada cargada de lujuria, y empezó a tocarse por debajo de la tanga, mirándome mientras me terminaba de desvestir.
—¿Ves esto, Matías? —me dijo mientras se acariciaba su jugosa conchita. Está pidiendo por favor la usen. Y estoy que me prendo fuego.
Me acerqué, excitado como nunca en mi vida. Me paré al lado de la cama, y ella giró la cabeza para mirarme la verga, ya dura, palpitante y con alguna que otra gota lubricando el glande.
—Mmm… —gimió—. Vení más cerca.
Me agarró la pija con las dos manos y se la metió en la boca como si la necesitara para vivir. Su lengua jugaba por debajo del glande, me apretaba con los labios, me miraba desde abajo con esa panza enorme entre nosotros. Cada vez que se inclinaba, sus tetas colgaban y se balanceaban hipnoticas.
Le puse una mano en el pelo, empujandola suavemente para que se la trague toda, cosa que consiguió hacer. Era toda una experta. Como ya sentía que no aguantaba más y no quería quedar como un virgo precoz le dije:
—¿Te la puedo chupar yo?
Ella se rio, se limpió la boca con el dorso de la mano, y se recostó otra vez.
—Estaba esperando esa propuesta, bebé.
Se recostó en la cama y sepuso en el borde, las piernas colgando hacia el piso, completamente abierta.
—Así me vez bien la panza mientras lo hacés.
Darme cuenta que era tan morbosa como yo o más, me volvió loco. Me arrodillé y empecé a lamerla con ganas, como si estubiera comiento una naranja bien jugosa, metiendo la lengua profundo, rozando todo. Ella gemía y me acariciaba la cabeza, y a veces bajaba una mano para tocarse el clítoris mientras yo me enfocaba en el resto. Le agarré la panza con ambas manos, apretándola suave, sintiéndola caliente, firme y redonda.
—Así, tocámela. Me calienta que la toques mientras me comés.
Así estuve un rato hasta que en un momento noté que se ponía tensa y tuvo un orgasmo, no se si siempre era así o tiene algo que ver el embarazo pero me lleno la boca de jugos. Cuando se recuperó me dijo:
—Cojeme por favor.
Me paré y fui hasta la mesa de luz y busqué un forro. —¿Que haces? me grito desde la cama. —A mi con eso no me cojes
No se diga más, pensé para mí. Ella seguía en la misma posición. Me pare frente a sus piernas abiertas y le apolle mi pija en la entrada de su humeda concha. Estaba algo apretada, pero muy húmeda. Me costó entrar, pero una vez que pasó la cabeza, sentí como que me succionó la pija para adentro. Se la metí entera de una embestida y eso que mi pija no es lo que se dice chica ni normal, es tirando a grande y bastante gruesa. Gimió muy fuerte, me encantó y se ve que a ella también.
La escena entera —ella desnuda, la panza brillando, las tetas bamboleándose, mis manos en su cuerpo, yo sacándola toda y volviéndola a meter, estaba en el paraíso. Iba cada vez más rápido y no se que me pasó, se me nubló la mente. Empecé a moverme más rápido, más profundo… y no aguanté. Le acabé adentro, fuerte, al fondo. Mucha leche, no paraba más de salir. Ella gimió con fuerza, arqueó la espalda y se vino también. Le temblaron las piernas y empezó a llorar, entre risas y suspiros.
—No sabés lo que fue eso… hacía meses que no acababa así, gracias! —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Pero no terminaba ahí. Apenas se alcanzó a recuperar, bajó su cuerpo ágilmente al piso, se arrodilló frente a mí y me la empezó a chupar de nuevo, desesperada. Se tocaba con una mano, masturbándose con mi leche chorreando de su concha, y con la otra me sostenía por el culo, empujándome contra su boca. Sentía cómo mi pija que recién se estaba ablandando, pasaba de flácida a medio dura, y otra vez a dura durísima. Ella estaba enloquecida, feliz.
Se levantó y fue hasta el escritorio. Se subió pesadamente y se sentó ahí, se abrió de piernas, y me miró con una sonrisa sucia.
—Vení. Cojeme de nuevo. Dale.
Me acerqué, le apoyé la pija y entro de una. Me pedía que la coja fuerte. Y yo obedecía, cada vez más caliente.
Cuando sintió que yo ya estaba otra vez al palo, se bajó del escritorio y se acostó en la cama. Me fui enseguida arriba suyo y le empecé a chupar las tetas desesperado, tanto que demore en darme cuenta que de esos pezones rosaditos hermosos le salía LECHE, eso me volvió loco y seguí chupando mientras la empecé a cojer de nuevo. Con esa enorme panza entre medio de nosotros. Al rato me empujó y me sacó de arriba suyo. Pensé que le había dolido la panza o algo, pero no. Se puso en cuatro arriba de la cama.
—Hacémelo por atrás. No sabés lo que me calienta.
Le escupí el agujerito, lo trabajé un poco con los dedos mientras le seguía dando en 4 por l concha, y cuando la sentí lista, la empecé a coger por la cola. Estaba apretadísima, y gritaba como loca. Fui muy despacito entrando y esperando, hasta que entró toda. Ahí me quede un rato para que se acostumbre. Igual se notaba que tenía mucha experiencia en el tema. Se tocaba la concha mientras la llenaba y gemía como loca, me encantaba eso pero llegué a preocuparme por que pensarían los vecinos.
Ella acabó con un temblor en todo el cuerpo, apretándome adentro. Yo seguía dándole con todo. Me encantaba ver como se bamboleaban sus tetas y chocaban contra su panza. Tal escena me calentó tanto que estaba por acabar de nuevo, le avisé y su respuesta me mató:
—Vení, acabame en las tetas. Y en la panza. Quiero sentir toda tu leche.
Se sentó sobre la cama, las piernas abiertas, la panza al frente, las tetas brillantes chorreando su leche. Me la pajeé mirándola, jadeando, hasta que exploté. Le acabé encima, largo, caliente, manchándole las tetas y la panza redonda. Se lo frotó con ambas manos, como si se estuviera untando algo sagrado.
—Me encanta sentir la leche… como ya habrás notado —dijo, mirándome con una sonrisa de pura lujuria.
Se terminó de pasar el semen como si fuera crema y justo le suena el teléfono. Era el marido. Atendió ahí en frente mío. Desnuda. Llena de leche. Yo no podía creer que todo eso me haya pasado a mi.
—Me tengo que ir bebé, otro día seguimos. Se vistió rápido sin lavarse y se fue.
No me animé a preguntarle si seguíamos con el trabajo o con otra cosa pero bueno....
Bueno espero que les haya gustado tanto como el primero! Espero sus opiniones, cualquier crítica o sugerencia es bienvenida. Los leo
Acá esta la primera para el que no la leyó: http://www.poringa.net/posts/relatos/5918205/La-embarazada-de-la-facu.html
La llevé sin decir nada. Apenas entramos, se sacó rápidamente la remera y el corpiño como si le molestaran, dejando a mi vista ese hermoso par de tetas con el que tanto había fantaseado en mis noches de soledad. Nunca me había imaginado que tenía los pezones tan grandes y tan rosaditos, hermosos. La panza redonda, tensa, le brillaba con la luz de la ventana del cuarto. Se bajó la calza, quedando únicamente con una tanga blanca diminuta que no podía ocultar la humedad que tenía ahi abajo.
—Sacate todo —me ordenó, sin dejar de mirarme.
Yo parado inmóvil, no podía creer lo que estaba pasando. Me desvestí torpe, como pude, mientras ella se recostaba en la cama, con las piernas abiertas, una mano en la panza y la otra bajando entre las piernas. Se chupó dos dedos, con una mirada cargada de lujuria, y empezó a tocarse por debajo de la tanga, mirándome mientras me terminaba de desvestir.
—¿Ves esto, Matías? —me dijo mientras se acariciaba su jugosa conchita. Está pidiendo por favor la usen. Y estoy que me prendo fuego.
Me acerqué, excitado como nunca en mi vida. Me paré al lado de la cama, y ella giró la cabeza para mirarme la verga, ya dura, palpitante y con alguna que otra gota lubricando el glande.
—Mmm… —gimió—. Vení más cerca.
Me agarró la pija con las dos manos y se la metió en la boca como si la necesitara para vivir. Su lengua jugaba por debajo del glande, me apretaba con los labios, me miraba desde abajo con esa panza enorme entre nosotros. Cada vez que se inclinaba, sus tetas colgaban y se balanceaban hipnoticas.
Le puse una mano en el pelo, empujandola suavemente para que se la trague toda, cosa que consiguió hacer. Era toda una experta. Como ya sentía que no aguantaba más y no quería quedar como un virgo precoz le dije:
—¿Te la puedo chupar yo?
Ella se rio, se limpió la boca con el dorso de la mano, y se recostó otra vez.
—Estaba esperando esa propuesta, bebé.
Se recostó en la cama y sepuso en el borde, las piernas colgando hacia el piso, completamente abierta.
—Así me vez bien la panza mientras lo hacés.
Darme cuenta que era tan morbosa como yo o más, me volvió loco. Me arrodillé y empecé a lamerla con ganas, como si estubiera comiento una naranja bien jugosa, metiendo la lengua profundo, rozando todo. Ella gemía y me acariciaba la cabeza, y a veces bajaba una mano para tocarse el clítoris mientras yo me enfocaba en el resto. Le agarré la panza con ambas manos, apretándola suave, sintiéndola caliente, firme y redonda.
—Así, tocámela. Me calienta que la toques mientras me comés.
Así estuve un rato hasta que en un momento noté que se ponía tensa y tuvo un orgasmo, no se si siempre era así o tiene algo que ver el embarazo pero me lleno la boca de jugos. Cuando se recuperó me dijo:
—Cojeme por favor.
Me paré y fui hasta la mesa de luz y busqué un forro. —¿Que haces? me grito desde la cama. —A mi con eso no me cojes
No se diga más, pensé para mí. Ella seguía en la misma posición. Me pare frente a sus piernas abiertas y le apolle mi pija en la entrada de su humeda concha. Estaba algo apretada, pero muy húmeda. Me costó entrar, pero una vez que pasó la cabeza, sentí como que me succionó la pija para adentro. Se la metí entera de una embestida y eso que mi pija no es lo que se dice chica ni normal, es tirando a grande y bastante gruesa. Gimió muy fuerte, me encantó y se ve que a ella también.
La escena entera —ella desnuda, la panza brillando, las tetas bamboleándose, mis manos en su cuerpo, yo sacándola toda y volviéndola a meter, estaba en el paraíso. Iba cada vez más rápido y no se que me pasó, se me nubló la mente. Empecé a moverme más rápido, más profundo… y no aguanté. Le acabé adentro, fuerte, al fondo. Mucha leche, no paraba más de salir. Ella gimió con fuerza, arqueó la espalda y se vino también. Le temblaron las piernas y empezó a llorar, entre risas y suspiros.
—No sabés lo que fue eso… hacía meses que no acababa así, gracias! —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Pero no terminaba ahí. Apenas se alcanzó a recuperar, bajó su cuerpo ágilmente al piso, se arrodilló frente a mí y me la empezó a chupar de nuevo, desesperada. Se tocaba con una mano, masturbándose con mi leche chorreando de su concha, y con la otra me sostenía por el culo, empujándome contra su boca. Sentía cómo mi pija que recién se estaba ablandando, pasaba de flácida a medio dura, y otra vez a dura durísima. Ella estaba enloquecida, feliz.
Se levantó y fue hasta el escritorio. Se subió pesadamente y se sentó ahí, se abrió de piernas, y me miró con una sonrisa sucia.
—Vení. Cojeme de nuevo. Dale.
Me acerqué, le apoyé la pija y entro de una. Me pedía que la coja fuerte. Y yo obedecía, cada vez más caliente.
Cuando sintió que yo ya estaba otra vez al palo, se bajó del escritorio y se acostó en la cama. Me fui enseguida arriba suyo y le empecé a chupar las tetas desesperado, tanto que demore en darme cuenta que de esos pezones rosaditos hermosos le salía LECHE, eso me volvió loco y seguí chupando mientras la empecé a cojer de nuevo. Con esa enorme panza entre medio de nosotros. Al rato me empujó y me sacó de arriba suyo. Pensé que le había dolido la panza o algo, pero no. Se puso en cuatro arriba de la cama.
—Hacémelo por atrás. No sabés lo que me calienta.
Le escupí el agujerito, lo trabajé un poco con los dedos mientras le seguía dando en 4 por l concha, y cuando la sentí lista, la empecé a coger por la cola. Estaba apretadísima, y gritaba como loca. Fui muy despacito entrando y esperando, hasta que entró toda. Ahí me quede un rato para que se acostumbre. Igual se notaba que tenía mucha experiencia en el tema. Se tocaba la concha mientras la llenaba y gemía como loca, me encantaba eso pero llegué a preocuparme por que pensarían los vecinos.
Ella acabó con un temblor en todo el cuerpo, apretándome adentro. Yo seguía dándole con todo. Me encantaba ver como se bamboleaban sus tetas y chocaban contra su panza. Tal escena me calentó tanto que estaba por acabar de nuevo, le avisé y su respuesta me mató:
—Vení, acabame en las tetas. Y en la panza. Quiero sentir toda tu leche.
Se sentó sobre la cama, las piernas abiertas, la panza al frente, las tetas brillantes chorreando su leche. Me la pajeé mirándola, jadeando, hasta que exploté. Le acabé encima, largo, caliente, manchándole las tetas y la panza redonda. Se lo frotó con ambas manos, como si se estuviera untando algo sagrado.
—Me encanta sentir la leche… como ya habrás notado —dijo, mirándome con una sonrisa de pura lujuria.
Se terminó de pasar el semen como si fuera crema y justo le suena el teléfono. Era el marido. Atendió ahí en frente mío. Desnuda. Llena de leche. Yo no podía creer que todo eso me haya pasado a mi.
—Me tengo que ir bebé, otro día seguimos. Se vistió rápido sin lavarse y se fue.
No me animé a preguntarle si seguíamos con el trabajo o con otra cosa pero bueno....
Bueno espero que les haya gustado tanto como el primero! Espero sus opiniones, cualquier crítica o sugerencia es bienvenida. Los leo
1 comentarios - La embarazada de la facu II