Llegó el momento de la torta, y todos se juntaron alrededor mientras mi vieja traía una de chocolate enorme, con 18 velitas que parecían un incendio. Me cantaron el feliz cumpleaños, y yo, borracha y riendo, soplé las velitas entre aplausos, pensando “Ya soplé una esta noche, jaja”. Hice mi deseo —o más bien fingí hacerlo, porque mi cabeza estaba en cualquier lado— y cortamos la torta, con Sofi robándome un pedazo de crema para tirármelo en la cara. La fiesta siguió, pero después de eso, la cosa empezó a bajar. La gente comenzó a despedirse, mis tíos se fueron temprano, y mis amigas se fueron quedando dormidas en el sillón. Matías también se fue, con su grupo, pero antes me saludó con una mirada cómplice, de esas que dicen “Sabemos lo que hicimos”. Yo le sonreí, disimulando, con el corazón a mil.Ya era tarde, la fiesta estaba casi muerta, y yo seguía borracha, con esa calentura que no se iba. Nico estaba recogiendo vasos, ayudando a mi vieja, y yo lo miré, sintiendo el morbo pegarme fuerte. Quería más, y esa idea de llevarlo al mismo lugar donde había estado con Matías me consumía. Le hice una seña, un guiñito rápido, y le dije bajito, “Vení un segundo”. Lo arrastré al garage, donde todavía flotaba el eco de lo que había pasado antes. Estaba oscuro, con la lamparita parpadeando, y el aire frío me erizó la piel. “¿Qué hacés, loca?”, me dijo, riendo, pero ya me había arrodillado frente a él, desabrochándole el jean con manos torpes por el alcohol.Le bajé el pantalón y el bóxer, y su pija ya estaba medio dura, creciendo rápido mientras lo miraba desde abajo. “Feliz cumple para mí”, le dije, con una sonrisa pícara, y me la metí en la boca despacio, chupándole la punta, sintiendo ese calor que me volvía loca. La chupé con ganas, subiendo y bajando, apretándola con los labios mientras mi lengua le daba vueltas por los lados. Con una mano le agarré los huevos, masajeándolos suave, y con la otra le trabajaba la base, moviéndola al ritmo de mi boca. “Emma, qué zarpada”, jadeó, apoyándose contra el auto, y yo aceleré, metiéndomela más profundo, dejando que me llenara la boca mientras lo miraba con los ojos nublados por el Fernet.El morbo de estar en el mismo lugar donde había chupado a Matías me consumía. Pensaba en su leche, en cómo me había temblado la boca, y eso me hacía chupar a Nico con más ganas, como si quisiera borrar una cosa con la otra. Me la saqué un segundo, lamiéndole la punta fuerte, haciéndole círculos rápidos, y él gemía, “Seguí, amor, no pares”. Volví a metérmela, chupándola con todo, sintiendo cómo se le ponía más dura, dejando que la saliva me chorreara por la comisura mientras mis dedos apretaban sus huevos. “Emma, me vas a matar”, dijo, y yo seguí, chupando rápido, metiéndomela hasta donde podía, con la lengua dándole sin parar.“Ya está, amor”, jadeó, y se acabó, soltándome la leche caliente y espesa en la boca, una cantidad que me llenó tanto que casi me ahogo. Seguí chupando despacito, sacándole todo, y me la tragué, saboreando ese gustito que me calentaba, mientras él temblaba contra el auto. Me levanté, limpiándome la boca con el dorso de la mano, y lo miré, riendo. “Eso es un regalo para los dos”, le dije, y él se rió, todavía jadeando, “Sos tremenda, Emma”.Volvimos a la fiesta como si nada, con el sabor de su leche mezclándose con el de Matías en mi cabeza, y el corazón a mil. Esa noche había cruzado otra línea, y aunque me reía con Nico, algo en mí sabía que este juego no iba a parar.
1 comentarios - Cap 25: Las velitas de mi cumple