Capítulo 22: La rutina que no era tan simple
Seguí yendo al gimnasio, tratando de mantener mi vida normal, o lo que pasaba por normal en ese momento. Me ponía mis calzas negras ajustadas y la remerita gris que se me pegaba al sudor, llegaba, entrenaba y me iba. Con Nico todo seguía igual: nos veíamos en su casa, cogíamos, charlábamos, y aunque no era el fuego de antes, estaba bueno, tranquilo. Pero en el gimnasio, las indirectas no paraban. Siempre había algún tipo que me miraba de más, que tiraba un comentario mientras yo hacía sentadillas o levantaba unas pesitas. “Qué bien te ves hoy, ¿eh?”, o “Esa calza distrae a cualquiera”. Yo sonreía, seguía entrenando y no les daba mucha bola, porque me estaba portando bien.Muchos se la jugaban, como Martín, un flaco alto que siempre estaba en las máquinas de fuerza. Un día se acercó y me tiró, “Si querés, te acompaño a entrenar fuera de acá algún día”, con una sonrisa que decía más de lo que hablaba. Yo me reí y le dije, “Capaz, pero no prometo nada”. No sabía que aún era “una bebé”, como me habían dicho en la boda, jaja, y yo no aclaraba nada. Me hacía gracia que pensaran que podían conmigo tan fácil, pero también me calentaba un poco esa atención, aunque no lo admitiera del todo.Se venía octubre, y con eso mi cumpleaños. Siempre odié cumplir en una fecha fría, el invierno uruguayo me ponía de mal humor, y cada año soñaba con haber nacido en verano, con calor y playa. Pero nada, me tocó el 19, y ya estaba pensando en eso, aunque faltaba un poco. Mis viejos, que eran los que bancaban los cumpleaños, se sentaron conmigo una tarde en casa y me preguntaron, “¿Dónde querés hacer el cumple este año, Emma? ¿O cómo lo querés?”. Mi vieja me miraba con esa cara de “no te mandes una loca”, y mi viejo, como siempre, estaba más preocupado por el presupuesto que por los detalles. Yo me reí y les dije, “No sé, algo tranqui, capaz en casa con las chicas y unos amigos, o en algún bar si se puede”. Pero la verdad, no tenía ni idea, solo sabía que quería pasarla bien, sin tanto drama.Mientras tanto, mi cabeza seguía dando vueltas. Nico, el gimnasio, las indirectas de tipos como Martín. Me portaba bien, sí, pero esa otra Emma, la que se calentaba con el morbo, no se iba del todo. ¿Estaba saldada la traición de Nico? ¿O solo estaba esperando que algo me tentara otra vez? No lo sabía, pero octubre se acercaba, y con él, mi cumple, y algo me decía que no iba a ser tan tranqui como quería
Seguí yendo al gimnasio, tratando de mantener mi vida normal, o lo que pasaba por normal en ese momento. Me ponía mis calzas negras ajustadas y la remerita gris que se me pegaba al sudor, llegaba, entrenaba y me iba. Con Nico todo seguía igual: nos veíamos en su casa, cogíamos, charlábamos, y aunque no era el fuego de antes, estaba bueno, tranquilo. Pero en el gimnasio, las indirectas no paraban. Siempre había algún tipo que me miraba de más, que tiraba un comentario mientras yo hacía sentadillas o levantaba unas pesitas. “Qué bien te ves hoy, ¿eh?”, o “Esa calza distrae a cualquiera”. Yo sonreía, seguía entrenando y no les daba mucha bola, porque me estaba portando bien.Muchos se la jugaban, como Martín, un flaco alto que siempre estaba en las máquinas de fuerza. Un día se acercó y me tiró, “Si querés, te acompaño a entrenar fuera de acá algún día”, con una sonrisa que decía más de lo que hablaba. Yo me reí y le dije, “Capaz, pero no prometo nada”. No sabía que aún era “una bebé”, como me habían dicho en la boda, jaja, y yo no aclaraba nada. Me hacía gracia que pensaran que podían conmigo tan fácil, pero también me calentaba un poco esa atención, aunque no lo admitiera del todo.Se venía octubre, y con eso mi cumpleaños. Siempre odié cumplir en una fecha fría, el invierno uruguayo me ponía de mal humor, y cada año soñaba con haber nacido en verano, con calor y playa. Pero nada, me tocó el 19, y ya estaba pensando en eso, aunque faltaba un poco. Mis viejos, que eran los que bancaban los cumpleaños, se sentaron conmigo una tarde en casa y me preguntaron, “¿Dónde querés hacer el cumple este año, Emma? ¿O cómo lo querés?”. Mi vieja me miraba con esa cara de “no te mandes una loca”, y mi viejo, como siempre, estaba más preocupado por el presupuesto que por los detalles. Yo me reí y les dije, “No sé, algo tranqui, capaz en casa con las chicas y unos amigos, o en algún bar si se puede”. Pero la verdad, no tenía ni idea, solo sabía que quería pasarla bien, sin tanto drama.Mientras tanto, mi cabeza seguía dando vueltas. Nico, el gimnasio, las indirectas de tipos como Martín. Me portaba bien, sí, pero esa otra Emma, la que se calentaba con el morbo, no se iba del todo. ¿Estaba saldada la traición de Nico? ¿O solo estaba esperando que algo me tentara otra vez? No lo sabía, pero octubre se acercaba, y con él, mi cumple, y algo me decía que no iba a ser tan tranqui como quería
0 comentarios - Capítulo 22: La rutina que no era tan simple