Capítulo 14: La venganza en la fiesta
Siguiendo con lo del capítulo anterior, como les decía, mi amiga me invitó a la boda del hermano en un salón perdido en una chacra enorme.
Había elegido un vestido rojo ajustado que era hermoso —no lo digo por vanidosa, pero me quedaba lindo, me marcaba todo y me hacía sentir muy linda.
Debajo, solo una tanguita rojita, de esas que se me metían toda en la colita, con un triangulito de encaje adelante que apenas tapaba algo. La fiesta estaba divina, glamour a full, tragos por todos lados, y yo me la estaba pasando bárbaro con las chicas, tomando gin-tonics y bailando como si el mundo se fuera a acabar. Pero, como digo a veces, siempre hay un pero. Aparecieron unos amigos del novio, y uno, el más papito, me estaba volviendo loca. Alto, camisa blanca desabrochada mostrando el pecho, pelo oscuro y una sonrisa divina
.Estábamos bailando cerca de la barra, él pegado a mí, las manitos se le iban un poco, pero sin zarparse. En un momento pasa el novio, amigo de él, y le dice riendo, “Ojo, loco, que es una bebé”. El tipo se rió, mirándome de reojo, y mientras la música seguía sonando, se acercó a mi oído y me dijo bajito, “¿Así que sos una bebé?”. Yo lo miré, con una mezcla de desafío y picardía en los ojos, y poniendo cara de nena le contesté, “Mmm, sí, una bebita… ¿vos me querés dar la mema?”. Se quedó medio sorprendido, pero se le notó en la cara que se calentó al toque. Con todo lo que habíamos tomado, estábamos sueltos, sin filtro, y la tensión se cortaba con cuchillo.Me tomó de la mano, “Vení conmigo”, me dijo, y yo lo seguí, sintiendo el corazón latirme fuerte. Salimos del salón, la chacra era enorme, con el frío de invierno pegando afuera, pero el calor que traíamos no lo frenaba nada. Caminamos hacia unas construcciones que había a un costado, creo que eran galpones o algo así, con las luces apagadas y el ruido de la fiesta quedándose atrás. Nos metimos en una esquina oscura, y él me apoyó contra una pared de madera, mirándome como si me quisiera comer entera. “Sos terrible, bebita”, me dijo, y yo le sonreí, “Me encanta que pienses eso, papi”. Me levantó el vestido hasta la cintura, bajándome la tanguita de un tirón, y se arrodilló frente a mí, abriéndome las piernas con las manos.“Te voy a chupar esa conchita, putita”, me dijo, y me metió la lengua directo, lamiéndome los labios y dándole al clítoris con una calentura que me hizo gemir fuerte. Me chupaba sin parar, metiendo la lengua bien adentro, saboreándome como si quisiera sacarme todo. “Me encanta lo mojada que estás,”, me dijo, y yo le agarré el pelo, “Seguí, papito, chupame más”. Estaba temblando contra la pared, con las piernas flojas, pero él no me dio respiro, pasándome la lengua por todos lados hasta que me hizo acabar. Lo levanté, “Ahora me toca a mí, le dije, mientras me mordía el labio y lo miraba”, lo empujé contra la pared, bajándole el pantalón de una. La pija ya estaba dura, gruesa y caliente, y yo me arrodillé frente a él, agarrándola con una mano. “Te voy a chupar esa pija hasta que me des la leche”, le dije, mirándolo a los ojos, y él me contestó, “Hacelo, putita, metétela toda”. Me la metí en la boca despacio, chupándole la punta primero, saboreandola, y le pasé la lengua en círculos, mojándola bien mientras lo miraba fijo. Él apoyó las manos en la pared, una subiéndome el pelo, y yo bajé más, metiéndomela hasta la mitad, sintiendo cómo me llenaba la boca.La chupé con ganas, subiendo y bajando, apretándola con los labios y dándole lengüetazos largos por los lados cada vez que la sacaba un poco. Con una mano le masajeé los huevos, apretándolos suave pero firme, y con la otra le trabajaba la base, moviéndola al ritmo de mi boca, subiendo y bajando como si quisiera sacarle todo de una. “Me matás con esa lengua, putita, me encanta”, me dijo, y yo aceleré, metiéndomela más profundo, casi hasta la garganta, mientras la lengua le rozaba por abajo, girándola en cada pasada. Me la saqué un segundo, pasándole la lengua por la punta y chupando fuerte, haciéndole círculos lentos y después rápidos, y él gemía, “Sos increíble, me encanta, seguí así”. Volví a metérmela, chupándola con todo, sintiendo cómo crecía más y latía contra mi paladar, subiendo y bajando con la boca mientras lo miraba a los ojos, con esa mezcla de poder y calentura que me volvía loca.“Emma, me vas a hacer acabar, putita”, me dijo, y yo no paré, chupándosela más rápido, metiéndomela hasta donde podía sin ahogarme, apretándola con los labios y dándole con la lengua en cada rincón, subiendo y bajando sin parar, dejando que la saliva me chorreara un poco por la comisura. Quería que me diera la leche en la boca, no iba a ensuciar el vestido rojo, así que seguí, chupando con ganas, metiéndomela profundo y sacándola para lamerle los costados, volviendo a metérmela hasta que lo sentí tensarse. “Ya está, tomá la leche, de papi, dijo, y se acabó, soltándome la leche caliente y espesa directo en la boca. Era un montón, me llenó la lengua, y yo seguí chupando despacito, sacándole hasta la última gota mientras él temblaba contra la pared.Me la saqué de la boca, con la leche todavía adentro, y lo miré, abriendo un poco los labios para mostrarle. Jugué con ella un rato, moviéndola con la lengua, dejándola correr por los costados mientras él me miraba con la cara perdida. Después me la tragué, pasándome la lengua por los labios, y me levanté, subiéndome la tanguita y acomodándome el vestido. “¿Qué tal? ¿Te gustó?”, le tiré, con una sonrisa pícara, y él, todavía jadeando, me dijo, “Me encanta, sos una locura, Emma”. Nos reímos, y volvimos al salón como si nada, con el sabor de mi venganza todavía en la boca.
Siguiendo con lo del capítulo anterior, como les decía, mi amiga me invitó a la boda del hermano en un salón perdido en una chacra enorme.
Había elegido un vestido rojo ajustado que era hermoso —no lo digo por vanidosa, pero me quedaba lindo, me marcaba todo y me hacía sentir muy linda.
Debajo, solo una tanguita rojita, de esas que se me metían toda en la colita, con un triangulito de encaje adelante que apenas tapaba algo. La fiesta estaba divina, glamour a full, tragos por todos lados, y yo me la estaba pasando bárbaro con las chicas, tomando gin-tonics y bailando como si el mundo se fuera a acabar. Pero, como digo a veces, siempre hay un pero. Aparecieron unos amigos del novio, y uno, el más papito, me estaba volviendo loca. Alto, camisa blanca desabrochada mostrando el pecho, pelo oscuro y una sonrisa divina
.Estábamos bailando cerca de la barra, él pegado a mí, las manitos se le iban un poco, pero sin zarparse. En un momento pasa el novio, amigo de él, y le dice riendo, “Ojo, loco, que es una bebé”. El tipo se rió, mirándome de reojo, y mientras la música seguía sonando, se acercó a mi oído y me dijo bajito, “¿Así que sos una bebé?”. Yo lo miré, con una mezcla de desafío y picardía en los ojos, y poniendo cara de nena le contesté, “Mmm, sí, una bebita… ¿vos me querés dar la mema?”. Se quedó medio sorprendido, pero se le notó en la cara que se calentó al toque. Con todo lo que habíamos tomado, estábamos sueltos, sin filtro, y la tensión se cortaba con cuchillo.Me tomó de la mano, “Vení conmigo”, me dijo, y yo lo seguí, sintiendo el corazón latirme fuerte. Salimos del salón, la chacra era enorme, con el frío de invierno pegando afuera, pero el calor que traíamos no lo frenaba nada. Caminamos hacia unas construcciones que había a un costado, creo que eran galpones o algo así, con las luces apagadas y el ruido de la fiesta quedándose atrás. Nos metimos en una esquina oscura, y él me apoyó contra una pared de madera, mirándome como si me quisiera comer entera. “Sos terrible, bebita”, me dijo, y yo le sonreí, “Me encanta que pienses eso, papi”. Me levantó el vestido hasta la cintura, bajándome la tanguita de un tirón, y se arrodilló frente a mí, abriéndome las piernas con las manos.“Te voy a chupar esa conchita, putita”, me dijo, y me metió la lengua directo, lamiéndome los labios y dándole al clítoris con una calentura que me hizo gemir fuerte. Me chupaba sin parar, metiendo la lengua bien adentro, saboreándome como si quisiera sacarme todo. “Me encanta lo mojada que estás,”, me dijo, y yo le agarré el pelo, “Seguí, papito, chupame más”. Estaba temblando contra la pared, con las piernas flojas, pero él no me dio respiro, pasándome la lengua por todos lados hasta que me hizo acabar. Lo levanté, “Ahora me toca a mí, le dije, mientras me mordía el labio y lo miraba”, lo empujé contra la pared, bajándole el pantalón de una. La pija ya estaba dura, gruesa y caliente, y yo me arrodillé frente a él, agarrándola con una mano. “Te voy a chupar esa pija hasta que me des la leche”, le dije, mirándolo a los ojos, y él me contestó, “Hacelo, putita, metétela toda”. Me la metí en la boca despacio, chupándole la punta primero, saboreandola, y le pasé la lengua en círculos, mojándola bien mientras lo miraba fijo. Él apoyó las manos en la pared, una subiéndome el pelo, y yo bajé más, metiéndomela hasta la mitad, sintiendo cómo me llenaba la boca.La chupé con ganas, subiendo y bajando, apretándola con los labios y dándole lengüetazos largos por los lados cada vez que la sacaba un poco. Con una mano le masajeé los huevos, apretándolos suave pero firme, y con la otra le trabajaba la base, moviéndola al ritmo de mi boca, subiendo y bajando como si quisiera sacarle todo de una. “Me matás con esa lengua, putita, me encanta”, me dijo, y yo aceleré, metiéndomela más profundo, casi hasta la garganta, mientras la lengua le rozaba por abajo, girándola en cada pasada. Me la saqué un segundo, pasándole la lengua por la punta y chupando fuerte, haciéndole círculos lentos y después rápidos, y él gemía, “Sos increíble, me encanta, seguí así”. Volví a metérmela, chupándola con todo, sintiendo cómo crecía más y latía contra mi paladar, subiendo y bajando con la boca mientras lo miraba a los ojos, con esa mezcla de poder y calentura que me volvía loca.“Emma, me vas a hacer acabar, putita”, me dijo, y yo no paré, chupándosela más rápido, metiéndomela hasta donde podía sin ahogarme, apretándola con los labios y dándole con la lengua en cada rincón, subiendo y bajando sin parar, dejando que la saliva me chorreara un poco por la comisura. Quería que me diera la leche en la boca, no iba a ensuciar el vestido rojo, así que seguí, chupando con ganas, metiéndomela profundo y sacándola para lamerle los costados, volviendo a metérmela hasta que lo sentí tensarse. “Ya está, tomá la leche, de papi, dijo, y se acabó, soltándome la leche caliente y espesa directo en la boca. Era un montón, me llenó la lengua, y yo seguí chupando despacito, sacándole hasta la última gota mientras él temblaba contra la pared.Me la saqué de la boca, con la leche todavía adentro, y lo miré, abriendo un poco los labios para mostrarle. Jugué con ella un rato, moviéndola con la lengua, dejándola correr por los costados mientras él me miraba con la cara perdida. Después me la tragué, pasándome la lengua por los labios, y me levanté, subiéndome la tanguita y acomodándome el vestido. “¿Qué tal? ¿Te gustó?”, le tiré, con una sonrisa pícara, y él, todavía jadeando, me dijo, “Me encanta, sos una locura, Emma”. Nos reímos, y volvimos al salón como si nada, con el sabor de mi venganza todavía en la boca.
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