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Capítulo 1: La noche que me enganché

Capítulo 1: La noche que me enganché


Hola, me llamo Emma, tengo 26 años, pero mi historia arranca hace 9 años, cuando tenía 17 y conocí a Nico, el primer tipo que me metió de cabeza en este mundo que hoy es mi vida. Él fue el primero que me hizo sentir el sexo en serio, el que me mostró lo que era tocarse con alguien y que te toquen como se debe. Hoy es mi marido, el padre de mi hija, y lo amo con todo lo que soy, porque con él no solo descubrí cómo era calentarme hasta temblar, sino también lo que es querer a alguien hasta las tripas. Pero —siempre hay un pero, jaja— yo no soy la misma Emma de ese entonces. En el camino me descubrí como mina y entendí que el sexo es mi vicio, mi locura. Amo a Nico, obvio, pero también amo chupar una pija hasta sentirla dura en la boca, o acabar tan fuerte que se me vaya el alma. Vamos de a poco, rebobinemos, y les cuento cómo empezó todo esto.
Tenía 17, estaba terminando el colegio, en esa etapa en la que no tenés ni idea de nada pero querés probar todo. Lo conocí a Nico una noche de sábado, en una salida con mis amigas. Habíamos terminado en un boliche cualquiera, de esos con luces de colores y música fuerte que te hacía mover el cuerpo. Me había puesto una calza negra que me marcaba todo y una remerita cortita que me dejaba la panza al aire, porque a esa edad te sentís la reina del mundo con eso. Estábamos en la barra pidiéndonos un fernet con coca —lo de siempre, porque era barato y te ponía en onda— cuando lo vi. Nico tenía 22, flaco, con el pelo medio desprolijo y una remera que le marcaba los brazos. Me miró fijo, y yo, que no me corto nunca, le devolví la mirada como diciendo “¿qué pasa?”.
“Ese te está mirando mal, eh”, me dijo una de mis amigas, dándome un codazo y riéndose. “Que mire todo lo que quiera”, le contesté, y seguí en la mía. Al rato lo tuve enfrente. Se acercó tranqui, con una cerveza en la mano, y me soltó: “Che, ¿te venís a bailar un rato?”. Me reí y le dije: “Dale, vamos”. Me agarró de la mano y nos fuimos a la pista. Primero bailamos medio sueltos, pero al toque nos pegamos, y entre la música y la gente, yo solo sentía su cuerpo rozándome. Me tiraba onda al oído, tipo “Con ese culo me vas a matar esta noche”, y yo le seguía el juego: “Seguí mirando, Nico, que no te cobro entrada”. Me volvía loca cómo me miraba, como si yo fuera la única mina en ese lugar.
Nos fuimos acercando más, y de repente sus manos ya no estaban quietas. Me agarró por la cintura, primero suave, como probando, y después me apretó contra él, deslizando los dedos por los costados, rozándome la piel que dejaba la remera cortita. Yo no me quedé atrás, le puse las manos en el pecho y las fui bajando despacio, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón bajo la remera. La música estaba alta, pero yo solo escuchaba su respiración cerca de mi oído. Me apretó más fuerte, y una de sus manos se coló por mi espalda, bajando hasta donde la calza se me ajustaba al culo, acariciándome por encima de la tela. “Estás zarpada, Emma”, me susurró, y yo, con una sonrisa, le dije bajito: “Vos también tenés lo tuyo, lindo”. Nos reímos, pero no paramos. Sus dedos se metían por los bordes de la calza, tocándome la piel justo donde empezaba la curva, y yo le pasaba las uñas por el cuello, jugando con el pelo de la nuca.
Estábamos en el medio de la pista, rodeados de gente, pero era como si no hubiera nadie más. Me giró despacio, pegándome la espalda a su pecho, y sus manos se fueron directo a mi cintura otra vez, apretándome contra él. Sentía todo: el calor de su cuerpo, cómo me rozaba con las caderas al moverse, y esa presión que me hacía querer más. Yo tiré la cabeza para atrás, apoyándola en su hombro, y él aprovechó para acercar la boca a mi cuello, no me besó, pero me rozó con los labios, dejándome la piel erizada. Le agarré las manos y las subí un poco, dejándolas justo debajo de las tetas, y él se rió bajito, “¿Querés que me mandé, eh?”. “Capaz, Nico, sorprendeme”, le tiré, girando la cara para mirarlo de reojo. Nos quedamos así un rato, manoseándonos sin apuro, dejándonos llevar por el ritmo y las ganas que nos estaban comiendo vivos.
Esa noche no pasó mucho más allá de eso. Nos fuimos a un rincón oscuro del boliche, y nos comimos la boca como si no hubiera mañana. Sus manos seguían en mi cintura, apretándome, y las mías se enredaban en su pelo, tirándole un poco mientras sus besos me quemaban. Antes de irme, me dijo: “Te escribo, eh, pero dame tu número, linda, así no me quedo con las ganas”. Me reí, saqué el celular del bolsillo de la calza y le dije: “Anotá, lindo, pero no me dejes esperando”. Me lo dicté mientras me miraba con esa sonrisa que me mataba, y me fui a casa con el corazón a mil, sabiendo que con él algo grosso estaba empezando.

3 comentarios - Capítulo 1: La noche que me enganché

Daniel_patacon +1
Rico, clásico en un baile de acá y la temperatura haciendo lo suyo 🔥
moriarojo +1
Me encanta el ritmo que lleva el relato.... un diez!!
lucho197521 +1
Que buen comienzo para una gran historia de Amor !! los felicito !