El dolor me continúo quizá hasta 2 días después, aunque la satisfacción no había bajado. Para el tercer día ya estaba como nuevo, listo y dispuesto a ser usado, y por dicha porque justo entonces cayó fin de semana y tendría mi pronosticada cita con Einar. No sabía bien que ponerme, mi ropa no es especialmente masculina y aunque tengo ropa muy puta, considerando que iba a ser una salida casual preferí no usarla en exceso.

Llegué al lugar indicado, un café, un poco antes de la hora indicada, por los nervios. Entré y me senté en el lugar más apartado y discreto que encontré. Einar apareció al poco rato y me encontró por accidente. Me saludó con entusiasmo y se incorporó en la mesa. Me invadió la vergüenza y enmucedí por lo que él hizo un esfuerzo por romperle el hielo. Einar, si bien es bastante introvertido y callado, no es cohibidamente lacónico por lo que, al superar las odiosas preguntas con que se inicia una conversación, resultado ser bastante llevadero para hablar. Tuvimos un buen espacio para conocernos mejor en lo que nuestras bebidas llegaban, nos pusimos al tanto respecto a detalles importantes el uno del otro. Compartíamos ciertos gustos y perspectivas, tanto triviales como profundas, en común. Nuestra conversación fue amena y gratificante durante todo el rato que estuvimos ahí, que fue bastante. Me sorprendí cuando escuché a Einar coqueteandome, todavía no me acostumbraba y ciertamente él lo hacía con mucha gracia y yo le respondía de forma igualmente coqueta. Nuestro juego avanzó poniéndose progresivamente más intenso, llegando hasta el punto de la excitación y, en un momento de locura, le ofrecí a Einar una mamada en ese mismo instante. Él no estaba seguro, pero le dije que la mesa era lo suficientemente grande para ocultarme debajo y rápidamente me escabullí por debajo y al llegar ante las piernas de mi hombre le bajé el ziper y aseguré su enorme pene, aún medio dormido, con mis dos manos.

Él lugar que había escogido para sentarnos estaba tan apartado y escondido del resto del local que sabía que no nos vería nadie. Comencé besando la roja cabeza de su miembro, húmeda y caliente. Me la metí a la boca y le dí un grato masaje con la lengua. Einar me agradecía haciéndome piojito, pero sin previo aviso me agarró la cabeza y me frenó. Resulta que la camarera había aparecido preguntando no sé qué cosas. Me quedé asustado, y sin moverme un centímetro, esperé a que se fuera. Miré, al rato, sus pies alejándose y me asomé por debajo de la mesa. Einar me dijo que mejor lo dejáramos para después y, con resignación, le hice caso. Nos dispusimos a pagar la cuenta, pero antes él me interrogó algo que parecía confundirlo: "tu te identificas como hombre o como mujer", preguntó. "Bueno supongo que soy hombre, pero me gusta mucho verme femenino y realmente no tengo problema con que te refieras a mi como mujer", respondí, "yo te veo como toda una mujercita...", Dijo y me sonrojé, "... Así que pagaré yo la cuenta". Le dije que no tenía que hacerlo, pero insistió.
Nuestro siguiente destino fue el cine. Escogimos algo entretenido, nos sentamos hasta atrás y con mucho gusto , después de iniciar la película, le ofrecí a Einar masturbalrlo. Abrí su ziper con confianza y tome con firmeza su pene.

Mi mano subía y bajaba por su largo miembro. Me sobresalté cuando él me dijo que quería hacer lo mismo y sin decir más nada me abrió el pantalón y tomó mi penecito con su mano. Tanteó envolverlo completamente con su palma, pero resultó inútil, mi pene era demasiado pequeño. "Tienes que usar 2 dedos" le dije avergonzado.

Con sus dedos índice y pulgar sujetó firmemente mi flácido miembro y lentamente me empezó a estimular. "Es realmente pequeño" me dijo, "si, bastante" respondí, "parece más un clítoris" agregó, "casi no se me para" añadí. Pronto sentí el placer y ahogadamente le dije que me iba a venir, yo movía velozmente mi mano arriba bajo sobre su pene, pero él parecía poder aguantar una hora más. Temblé y me estremecí de placer, ahogé un gran gemido con mi mano y de la puntita rosa de mi penecito salieron unas gotitas de semen. "¿Eso es todo?" Me preguntó, "fue bastante de hecho", le respondí. "Tus huevos también son muy pequeños..." Añadió mientras los tocaba con delicadeza, "... Parecen de codorniz, sino es que más pequeños". Para ser sincero toda aquella humillación me excitaba bastante. "Con estas cositas no pareces hombre ", me dijo y sentí un estremecimiento por todo mi cuerpo. "gracias " le dije profundamente halagado.

Me incliné sobre su asiento y le dí la mamada que tanto quería. Con una mano sobre mi cabeza dirigía la intensidad y con la otra manoseaba mi culo. Yo me dedicaba a saborear la húmeda punta de su pene, mientras lo dejaba entrar profundamente en mi garganta. Me saqué su pene de la boca un segundo solo para indicarle que si quería podia meter sus dedos en mi ano. Así lo hizo primero con uno y progresivamente con más mientras yo seguía engullendo su gran pene.

Un violento torrente de semes bañó todo mi paladar. Me tomó tres intentos para poder tragarme todo. Después de la película fuimos a un lugar muy lejos, un mirador. Vimos un hermoso atardecer que tiñó el cielo con maravillosos degradados dorados y fundió las nubes con multitud de tonos en cada grumo. El sol se escondió y nos quedamos apreciando las pocas estrellas que se podían ver en el claro cielo nocturno. Tuvimos profundas conversaciones hasta que solo quedó un pacífico silencio y no teníamos necesidad de hablar. Repentinamente él recibió una llamada. Respondió, era su esposa preguntando por él. Le habló con cariño y me hizo recordar que toda nuestra relación era indebida. Me contó, cuando terminó la llamada, que no era nada de que preocuparse. Cuando él me hablaba de su esposa siempre lo hacía con una mezcla de amor y de dolor, no parecía que la dejaría de querer nunca, pero sabía bien que lo que hacía no era moral. El silencio volvió a reinar, pero en esta ocasión de forma punzante. Yo no sabía que decirle o que hacer, tanteé acercarme a él para darle consuelo y como no me ví rechazado me acerqué más. De pronto, como empujado por la culpa, me contó que no era la primera vez que engañaba a su esposa, lo hacía desde hace rato, ella parecía sospechar bastante, pero por algún motivo no hacía nada, eso hacía sentir peor a Einar y sin embargo, irónicamente, era lo que más le gustaba. Me confesó avergonzado que sentía un gran placer en engañar a su esposa. Y mientras me decía esto último me puso la mano en la cadera. Reuniendo valentía le confesé que a mí también me gustaba que él la engañara conmigo, no pareció hacerle mucha gracia en ese instante, pero después se rió con alivio mientras que yo ponía mi mano sobre su entrepierna. Nunca me enorgulleceré por lo que le dije y por lo que hice, pero era la verdad y hacerlo con él siempre que nos veíamos, como un par de conejos con exceso de energía, sabiendo que él está casado y que aún así me prefiere a mi para satisfacerse me exitaba sobremanera. Nos dimos un profundo y desesperado beso, nuestras respiraciones se unían igual que nuestras lenguas, mientras que nos desnudabamos el uno al otro hasta que él me tomo con sus fuertes manos, me alzó y me introdujo su grueso y largo pene por el ano.


Estábamos sentados sobre su carro, pero pronto terminamos en el suelo, conmigo tratando de abarcar todo su gran pene en mi culo. Cambiamos con rapidez y ahora él estaba arriba, con mis piernas sobre sus hombros y penetrandome rítmicamente en tanto que mi burdo intento de pene daba saltos con cada embestida. Que fueron, además, muchas y en más poses; nos acomodamos frenéticamente con la mitad superior de mi cuerpo dentro del carro y la otra saliendo por la puerta, y como siempre él detrás haciéndome recordar como se siente un pene de verdad.

Nos vinimos una, dos, tres, cuatro... No sé cuántas veces ni cuánto tiempo estuvimos satisfaciendonos, para el final solo éramos una masa de sudadas pieles, una encima de otra, respirando pesadamente y fundiendose en el calor del deseo.
Amanecimos dentro del carro, pegajosos y muy cansados, su pene seguía en mi culo para cuando me di cuenta. Lo desperté y nos incorporamos lentamente. Estábamos demasiado sudados, pegajosos y cansados por lo que él me devolvió inmediatamente a mi casa. Quería que se quedara para bañarnos juntos pero tenía demasiadas llamadas de su esposa. Se fue.
Continuará

Llegué al lugar indicado, un café, un poco antes de la hora indicada, por los nervios. Entré y me senté en el lugar más apartado y discreto que encontré. Einar apareció al poco rato y me encontró por accidente. Me saludó con entusiasmo y se incorporó en la mesa. Me invadió la vergüenza y enmucedí por lo que él hizo un esfuerzo por romperle el hielo. Einar, si bien es bastante introvertido y callado, no es cohibidamente lacónico por lo que, al superar las odiosas preguntas con que se inicia una conversación, resultado ser bastante llevadero para hablar. Tuvimos un buen espacio para conocernos mejor en lo que nuestras bebidas llegaban, nos pusimos al tanto respecto a detalles importantes el uno del otro. Compartíamos ciertos gustos y perspectivas, tanto triviales como profundas, en común. Nuestra conversación fue amena y gratificante durante todo el rato que estuvimos ahí, que fue bastante. Me sorprendí cuando escuché a Einar coqueteandome, todavía no me acostumbraba y ciertamente él lo hacía con mucha gracia y yo le respondía de forma igualmente coqueta. Nuestro juego avanzó poniéndose progresivamente más intenso, llegando hasta el punto de la excitación y, en un momento de locura, le ofrecí a Einar una mamada en ese mismo instante. Él no estaba seguro, pero le dije que la mesa era lo suficientemente grande para ocultarme debajo y rápidamente me escabullí por debajo y al llegar ante las piernas de mi hombre le bajé el ziper y aseguré su enorme pene, aún medio dormido, con mis dos manos.

Él lugar que había escogido para sentarnos estaba tan apartado y escondido del resto del local que sabía que no nos vería nadie. Comencé besando la roja cabeza de su miembro, húmeda y caliente. Me la metí a la boca y le dí un grato masaje con la lengua. Einar me agradecía haciéndome piojito, pero sin previo aviso me agarró la cabeza y me frenó. Resulta que la camarera había aparecido preguntando no sé qué cosas. Me quedé asustado, y sin moverme un centímetro, esperé a que se fuera. Miré, al rato, sus pies alejándose y me asomé por debajo de la mesa. Einar me dijo que mejor lo dejáramos para después y, con resignación, le hice caso. Nos dispusimos a pagar la cuenta, pero antes él me interrogó algo que parecía confundirlo: "tu te identificas como hombre o como mujer", preguntó. "Bueno supongo que soy hombre, pero me gusta mucho verme femenino y realmente no tengo problema con que te refieras a mi como mujer", respondí, "yo te veo como toda una mujercita...", Dijo y me sonrojé, "... Así que pagaré yo la cuenta". Le dije que no tenía que hacerlo, pero insistió.
Nuestro siguiente destino fue el cine. Escogimos algo entretenido, nos sentamos hasta atrás y con mucho gusto , después de iniciar la película, le ofrecí a Einar masturbalrlo. Abrí su ziper con confianza y tome con firmeza su pene.

Mi mano subía y bajaba por su largo miembro. Me sobresalté cuando él me dijo que quería hacer lo mismo y sin decir más nada me abrió el pantalón y tomó mi penecito con su mano. Tanteó envolverlo completamente con su palma, pero resultó inútil, mi pene era demasiado pequeño. "Tienes que usar 2 dedos" le dije avergonzado.

Con sus dedos índice y pulgar sujetó firmemente mi flácido miembro y lentamente me empezó a estimular. "Es realmente pequeño" me dijo, "si, bastante" respondí, "parece más un clítoris" agregó, "casi no se me para" añadí. Pronto sentí el placer y ahogadamente le dije que me iba a venir, yo movía velozmente mi mano arriba bajo sobre su pene, pero él parecía poder aguantar una hora más. Temblé y me estremecí de placer, ahogé un gran gemido con mi mano y de la puntita rosa de mi penecito salieron unas gotitas de semen. "¿Eso es todo?" Me preguntó, "fue bastante de hecho", le respondí. "Tus huevos también son muy pequeños..." Añadió mientras los tocaba con delicadeza, "... Parecen de codorniz, sino es que más pequeños". Para ser sincero toda aquella humillación me excitaba bastante. "Con estas cositas no pareces hombre ", me dijo y sentí un estremecimiento por todo mi cuerpo. "gracias " le dije profundamente halagado.

Me incliné sobre su asiento y le dí la mamada que tanto quería. Con una mano sobre mi cabeza dirigía la intensidad y con la otra manoseaba mi culo. Yo me dedicaba a saborear la húmeda punta de su pene, mientras lo dejaba entrar profundamente en mi garganta. Me saqué su pene de la boca un segundo solo para indicarle que si quería podia meter sus dedos en mi ano. Así lo hizo primero con uno y progresivamente con más mientras yo seguía engullendo su gran pene.

Un violento torrente de semes bañó todo mi paladar. Me tomó tres intentos para poder tragarme todo. Después de la película fuimos a un lugar muy lejos, un mirador. Vimos un hermoso atardecer que tiñó el cielo con maravillosos degradados dorados y fundió las nubes con multitud de tonos en cada grumo. El sol se escondió y nos quedamos apreciando las pocas estrellas que se podían ver en el claro cielo nocturno. Tuvimos profundas conversaciones hasta que solo quedó un pacífico silencio y no teníamos necesidad de hablar. Repentinamente él recibió una llamada. Respondió, era su esposa preguntando por él. Le habló con cariño y me hizo recordar que toda nuestra relación era indebida. Me contó, cuando terminó la llamada, que no era nada de que preocuparse. Cuando él me hablaba de su esposa siempre lo hacía con una mezcla de amor y de dolor, no parecía que la dejaría de querer nunca, pero sabía bien que lo que hacía no era moral. El silencio volvió a reinar, pero en esta ocasión de forma punzante. Yo no sabía que decirle o que hacer, tanteé acercarme a él para darle consuelo y como no me ví rechazado me acerqué más. De pronto, como empujado por la culpa, me contó que no era la primera vez que engañaba a su esposa, lo hacía desde hace rato, ella parecía sospechar bastante, pero por algún motivo no hacía nada, eso hacía sentir peor a Einar y sin embargo, irónicamente, era lo que más le gustaba. Me confesó avergonzado que sentía un gran placer en engañar a su esposa. Y mientras me decía esto último me puso la mano en la cadera. Reuniendo valentía le confesé que a mí también me gustaba que él la engañara conmigo, no pareció hacerle mucha gracia en ese instante, pero después se rió con alivio mientras que yo ponía mi mano sobre su entrepierna. Nunca me enorgulleceré por lo que le dije y por lo que hice, pero era la verdad y hacerlo con él siempre que nos veíamos, como un par de conejos con exceso de energía, sabiendo que él está casado y que aún así me prefiere a mi para satisfacerse me exitaba sobremanera. Nos dimos un profundo y desesperado beso, nuestras respiraciones se unían igual que nuestras lenguas, mientras que nos desnudabamos el uno al otro hasta que él me tomo con sus fuertes manos, me alzó y me introdujo su grueso y largo pene por el ano.


Estábamos sentados sobre su carro, pero pronto terminamos en el suelo, conmigo tratando de abarcar todo su gran pene en mi culo. Cambiamos con rapidez y ahora él estaba arriba, con mis piernas sobre sus hombros y penetrandome rítmicamente en tanto que mi burdo intento de pene daba saltos con cada embestida. Que fueron, además, muchas y en más poses; nos acomodamos frenéticamente con la mitad superior de mi cuerpo dentro del carro y la otra saliendo por la puerta, y como siempre él detrás haciéndome recordar como se siente un pene de verdad.

Nos vinimos una, dos, tres, cuatro... No sé cuántas veces ni cuánto tiempo estuvimos satisfaciendonos, para el final solo éramos una masa de sudadas pieles, una encima de otra, respirando pesadamente y fundiendose en el calor del deseo.
Amanecimos dentro del carro, pegajosos y muy cansados, su pene seguía en mi culo para cuando me di cuenta. Lo desperté y nos incorporamos lentamente. Estábamos demasiado sudados, pegajosos y cansados por lo que él me devolvió inmediatamente a mi casa. Quería que se quedara para bañarnos juntos pero tenía demasiadas llamadas de su esposa. Se fue.
Continuará
1 comentarios - Sissy en el gimnasio cap 3: día de cita