"Secretos de tela" Cap2 , La vecina del 5°

Secretos de tela - Capítulo 2: La vecina del quinto
Era un viernes a la tarde, de esos que estás destruido después de la semana y solo pensás en una birra y relajarte. Vivo en un edificio medio viejo, con vecinos que apenas saludo, pero en el quinto está Caro, una flaca que siempre me cruzo por ahí. No es de esas minas que te deslumbran de una, pero tiene lo suyo: calzas ajustadas cuando va a correr, pelo atado medio desprolijo y una sonrisa tímida que te hace mirarla dos veces. Nunca hablamos mucho, pero yo siempre me imaginaba qué llevaría debajo de esa ropa.
Ese día, tipo seis y pico, bajé al pasillo a tirar la basura y me la crucé justo cuando subía por la escalera. Venía del gimnasio, transpirada, con una calza gris pegada a las piernas y una remera húmeda que se le pegaba al cuerpo. "El gym me mató hoy", me dijo, jadeando un poco mientras sacaba las llaves. Le tiré un "se te nota que le metiste ganas" con una sonrisa, y ella se rió antes de entrar a su depto. Me quedé con esa imagen de ella sudada, pensando en la tanga que debía traer puesta, pero lo dejé ahí y subí a lo mío.
Un rato después, tipo ocho, estaba mirando una serie cuando tocaron el timbre. Abrí y era Caro, con cara de pánico, el pelo todavía húmedo y las manos nerviosas. "Che, se me rompió una cañería en el baño, está todo inundado, ¿sabés dónde está la llave para cortar el agua?". Me hice el pensativo y dije: "En mi depto sé dónde está, todos los departamentos son iguales, ¿querés que me fije en el tuyo?". Ella, al borde del colapso, me contestó: "Sí, porfa, te lo súper agradezco". Agarré una linterna del cajón y bajé con ella al quinto.
Entramos a su depto y me señaló el baño. "Es por acá, está saliendo agua de abajo del lavatorio", dijo mientras buscaba el celular para llamar a un plomero. Me metí al baño, que era un caos: agua por todos lados, una toalla empapada en el piso y un olor a humedad que se mezclaba con algo más. Me agaché a buscar la llave de paso, que en mi depto está abajo del lavatorio, detrás de una puertita en el mueble. Mientras revolvía con la linterna, escuchaba a Caro en el living, hablando por teléfono: "Sí, es urgente, ¿cuándo pueden venir? No sé qué pasó, se rompió todo de golpe".
Y entonces la vi. En el piso, medio escondida cerca del borde del lavatorio, estaba una tanguita gris, finita, con un bordecito de encaje. Seguro era la que había usado en el gym ese día, porque estaba arrugada y húmeda, como recién sacada al llegar. Mi corazón dio un vuelco, y no me pude resistir. Miré rápido hacia la puerta, vi que Caro seguía discutiendo con el plomero, y la agarré. La acerqué a la nariz y, loco, el olor me pegó como un mazazo: concha sudada, cálida, con ese toque salado que te hace cerrar los ojos. La pija se me puso dura al instante, y por un segundo me olvidé del agua, de la llave, de todo.
Me imaginé a Caro entrenando, con esa tanga pegada a la piel, chivando bajo la calza, y después llegando a casa, sacándosela todavía transpirada y dejándola ahí sin pensar. Pero también pensé en ella esa mañana, eligiendo esa tanguita gris en el cajón, poniéndosela tranqui sin saber que yo iba a terminar oliéndola como desesperado. Era su secreto, sudado y perfecto, y yo lo tenía en la mano. Escuché que Caro cortó el teléfono y dijo "ya vienen, pero tardan una hora", así que la dejé rápido donde estaba, cerré la puertita del mueble y grité: "¡Acá está la llave, ya la cerré, no sale más agua!".
Salí del baño con el corazón a mil, disimulando como pude. Caro me agradeció un montón, y yo solo asentía, todavía con ese aroma grabado en la nariz. Volví a mi depto y no pude sacármela de la cabeza en toda la noche. Ahora, cada vez que la cruzo en el edificio, me acuerdo de esa tanguita gris tirada en el baño, y me pregunto qué estará usando hoy. La vecina del quinto, sin querer, me dio una historia que no voy a olvidar jamás.