You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

El Despertar de una Hotwife: La Noche que lo Cambió Todo

El viaje

Soy Tito, tengo 40 años, un físico normal. Estoy casado y tengo dos hijos chicos. Mi esposa se llama Lorena, también tiene 40 años. Es flaca, mide 1.65 metros, morocha, con una figura envidiable y muy bien cuidada a pesar de la edad. Tiene las tetas operadas, firmes y redondas, y un culo trabajado gracias a las horas que le mete al gimnasio cada semana. Su piel es suave y bronceada.
Cansados de la rutina y de algunas diferencias entre nosotros, decidimos tomarnos un fin de semana para nosotros solos. Elegimos el fin de semana largo aprovechando el feriado del 8 de diciembre. El viernes después del mediodía, dejamos a los chicos con los abuelos y nos fuimos a Pinamar. Mi señora no estaba muy convencida de dejarlos, pero al final se decidió. Necesitábamos ese tiempo para reconectar.


Durante el viaje, que duró varias horas, hablamos de todo. Lo que más me quedó grabado fue cuando surgió la idea de que, si encontrábamos a alguien que nos gustara y cumpliera con los requisitos, podríamos hacer un trío (algo que ya habíamos hablado y probado en otra ocasión). La idea de compartirla con otro tipo me excitaba tanto que no podía dejar de imaginármela en situaciones cada vez más calientes.


Llegando al hotel

Después de un viaje lleno de charlas picantes y miradas cómplices, llegamos al hotel. La habitación era amplia, con una cama grande y una vista espectacular al mar. Lorena dejó su bolso en el sillón y se acercó a la ventana, mirando el atardecer. Yo me quedé atrás, observándola. Su figura se recortaba contra la luz dorada del sol, y no pude evitar sentir una oleada de deseo.
Yo: ¿Qué estás pensando, Lore? —pregunté, acercándome a ella.
Ella se giró lentamente, con una sonrisa pícara en los labios.
Lore: Estaba pensando en lo que hablamos en el auto... —Su voz era suave, pero cargada de intención—. ¿De verdad te gustaría verme con otro hombre?
Yo: Más de lo que te imaginás —respondí, acercándome aún más—. Verte disfrutar, verte ser deseada, verte gozar ... eso me excita como nada en el mundo.
Ella bajó la mirada, como si estuviera procesando mis palabras, y luego me miró directamente a los ojos.
Lore: ¿Y no te daría celos? ¿No te molestaría ver cómo otro hombre me toca, me besa, me hace suya?
Yo: Celos, tal vez un poco —admití—, pero más que nada, me excitaría. Saber que sos mía, pero que también podés explorar todo lo que te gusta... eso me vuelve loco.


Lorena sonrió, satisfecha, y se acercó a mí. Sus manos encontraron las mías, y nos quedamos mirándonos por un momento, como si estuviéramos midiendo el alcance de nuestras palabras.
Lore: ¿Y si probamos? —preguntó, con una voz que era casi un susurro—. ¿Qué tal si esta noche hacemos algo al respecto?
Yo: ¿Qué tenés en mente? —pregunté, sintiendo cómo el calor se extendía por mi cuerpo.
Lore: Podríamos salir, buscar a alguien que nos guste... y ver qué pasa. —Sus ojos brillaban con una mezcla de excitación y nerviosismo—. Vos estarías ahí, observando, y yo... yo me dejaría llevar.
Yo: Me encanta la idea —dije, acariciando su mejilla—. Pero tiene que ser algo que vos quieras de verdad, Lore. No quiero que hagas nada que no te haga sentir cómoda.
Lore: Lo quiero —respondió, con una firmeza que me sorprendió—. Lo he estado pensando todo el viaje. Quiero sentirme deseada, quiero que vos me veas disfrutar... y quiero que después, cuando estemos solos, me hagas tuya de nuevo.


Sus palabras me electrizaron. La besé apasionadamente, y ella respondió con la misma intensidad. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo que parecía no tener fin, y por un momento, todo lo demás desapareció.


No se porque pero no quise avanzar, esas palabras me habían puesto a mil por hora, pero quería esperar. Algo me indicaba que el fin de semana seria revelador
Después de acomodarnos en la habitación, nos dimos cuenta de lo cansados que estábamos. El viaje, aunque emocionante, nos había dejado agotados. Decidimos cenar algo rápido en el restaurante del hotel, algo ligero pero reconfortante, mientras charlábamos sobre el día y las expectativas para el fin de semana. Lorena bostezó un par de veces, y yo no pude evitar sonreír al verla tan relajada, con esa mezcla de cansancio y satisfacción en su rostro. Finalmente, nos fuimos a dormir temprano, abrazados en la cama grande, con las sábanas frescas y el sonido del mar de fondo. Aunque estábamos agotados, había una energía entre nosotros, una tensión sutil que prometía que el día siguiente sería mucho más intenso.




El sueño de Lore

A la mañana siguiente, me desperté antes que ella. La observé dormir, su rostro relajado y hermoso. Poco después, abrió los ojos y me miró con una sonrisa cómplice.
Lore: Tito, tengo que contarte algo —dijo, todavía medio dormida pero con una chispa de emoción en la voz.
Yo: ¿Qué pasó, amor?
Lore: Tuve un sueño... un sueño muy caliente. —Se sentó en la cama, arropándose con las sábanas, y comenzó a contarme—: En el sueño, estábamos en una casa enorme, con varias habitaciones, y había hombres por todas partes. Yo estaba vestida con lencería negra, muy provocativa, y vos me observabas desde un rincón, excitado pero sin intervenir.
Yo: ¿Y qué pasaba en el sueño? —pregunté, completamente intrigado.
Lore: Los hombres se acercaban a mí, uno por uno, y yo los seducía. Les permitía que me tocaran, que me besaran, que me hicieran lo que quisieran. Estabas allí, mirando, disfrutando cada segundo. En un momento, uno de ellos me llevó a una habitación, y nos seguiste. Me desnudó lentamente, y vos te sentaste en una silla, observando cómo me hacía suya. Era tan real, Tito... podía sentir sus manos en mi piel, su respiración en mi cuello...
Yo: ¿Y cómo terminó el sueño? —pregunté, completamente prendido por su relato.
Lore: Terminó conmigo en la cama, rodeada de varios hombres, y vos en un rincón, masturbándote mientras me veías disfrutar. Fue tan intenso que me desperté mojada y con ganas de coger.


Lorena se acercó a mí, y su mirada era una mezcla de deseo y complicidad. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo, y yo no pude resistirme. La besé apasionadamente, y ella respondió con la misma intensidad. Mientras nos tocábamos, susurró:
Lore: ¿Te gustaría que eso pasara de verdad, Tito? ¿Que yo fuera tu hotwife y vos mi cornudo?
Yo: Más de lo que puedes imaginar, Lore. Verte disfrutar, verte ser deseada... eso me excita como nada en el mundo.


Esa mañana, hicimos el amor con una intensidad que no habíamos sentido antes. Lorena estaba más ardiente que nunca, y yo no podía dejar de pensar en su sueño, en sus fantasías. Sabía que estábamos al borde de algo nuevo, algo que cambiaría nuestra relación para siempre.




En la playa

A la mañana siguiente, desayunamos y nos fuimos a la playa. El día estaba espectacular: un sol radiante, sin viento y sin nubes, parecía un día de enero. Había mucha gente, casi no había espacio. Ubicamos un lugar y colocamos las reposeras y la sombrilla que nos dieron en el hotel. Al lado nuestro había varias familias, un grupo de chicas y, justo al lado de nuestra sombrilla, tres muchachos de unos treinta y tantos años. Todos estaban en forma, con músculos definidos, parecían deportistas o se cuidaban mucho en el gimnasio. Sus miradas no tardaron en posarse en Lorena.


Lorena se sacó la remera y el short para ponerse a tomar sol. Cuando la vi, casi me muero. No la reconocí. Se había comprado un biquini nuevo, con una tanguita colaless que se le enterraba en el orto, resaltando cada curva de su cuerpo. El tejido negro contrastaba con su piel dorada, y las tiras finas que lo sostenían parecían a punto de romperse. Le quedaba divina, y le dije que así iba a infartar a alguien.


Se tumbó boca abajo a tomar sol, y los muchachos de al lado no le quitaban los ojos de encima. Le comenté eso, y ella me dijo que ya se había dado cuenta y que estaba haciéndose la distraída. Los miraba de reojo detrás de los lentes de sol y escuchaba cómo comentaban entre ellos lo buena que estaba la "viejita". Sus palabras la excitaban, y yo podía ver cómo su respiración se hacía más profunda, cómo su piel se erizaba bajo el sol.
Me acerqué a ella y le pregunté:
Yo: ¿Te gusta alguno?
Lore: No, ¿por?
Yo: Si tuvieras que elegir.
Lore: No sé, son más jóvenes que yo.
Yo: Dale, como si no te gustara el colágeno.
Lore: El morocho de malla azul, me dijo.
Yo: ¿Te gustaría cogértelo?
Lore: No sé, ¿vos qué vas a pensar ?
Yo: Nada, es solo un comentario.
Lore: Capaz que sí, si no estuviera casada con vos, sí.
Yo: ¿Te calienta la idea?
Lore: Sí, me estoy mojando toda.
Yo: Dale, cógetelo.
Lore: No, aquí no da.
Así estuvimos un rato de charla picante hasta que ella me dijo:
Lore: Hijo de puta, me hiciste calentar mal. Tirame una toalla encima y pajeame. Cógeme aquí mismo.
Yo: No, te quiero calentita para esta noche.
Lore: No me podés dejar así.
Yo: Sí puedo, esta noche vas a ver.
Estuvimos todo el día en la playa, nos tomamos unas cuantas cervezas, pero ya se estaba haciendo tarde. Le dije:
Yo: Vamos, nos damos un baño y nos vamos al centro a picar algo.
Lore: Dale, pero en el hotel me coges, me dejaste muy caliente.
Yo: Te dije que no, que lo dejábamos para la noche.
Ya se habia hecho tarde y se estaba poniendo fresco

Llegamos a la habitación, y Lorena se puso en bolas y comenzó a provocarme. Estaba muy caliente. Entre las cervezas y la situación con el chico, no podía más. Yo también estaba prendido fuego, pero me aguanté. Su cuerpo desnudo era una tentación, sus pechos firmes y su culo perfecto me hacían perder la cabeza.
Se acercó a mí, rozando su piel contra la mía, y susurró:
Lore: No puedo esperar. Necesito que me toques.
Yo: Esta noche será inolvidable, Lore. Pero ahora, aguanta. Te quiero calentita.


Me resistí como pude, y ella desistió. Nos bañamos, nos cambiamos y salimos. Lorena se puso una pollera de jean muy corta y ajustada y una musculosa bien escotada. Estaba hermosa, y cada paso que daba hacía que su cuerpo se moviera de una manera que atraía todas las miradas.




En el restaurante

Dimos unas vueltas por el centro hasta que nos entró hambre. Elegimos un lugar medio romántico, con poca luz y una muy buena ambientación. Todo era ameno: una música internacional a un volumen perfecto, se escuchaba y se podía hablar. Nos dieron una mesa para dos y nos sentamos de frente.


Ya habíamos terminado de comer y nos habíamos tomado una botella de vino. Cuando estábamos pidiendo el postre, vimos entrar a los tres muchachos que estaban en la playa. Se sentaron a unas mesas de distancia, quedando casi en nuestra línea.
Le dije a Lorena:
Yo: Mira quiénes están ahí.
Lore: Los chicos de la playa, qué casualidad.
Yo: Mira quién te quedó de frente, no te deja de mirar.
Lore: Sí, el de malla azul.
Yo: Salúdalo.
Lore: No, me da vergüenza.
Yo: Dale, no pasa nada.
Lore: No seas tonto.
Yo: Se me ocurrió algo.
Lore: ¿Qué?
Yo: ¿Por qué no lo calientas un poquito? Guíñale el ojo, sedúcelo.
Lore: No me animo.
Yo: Dale, total, aquí no nos conoce nadie.
Lore: Dale, pero poquito nomás.
Lorena agarró viaje y comenzó a seducirlo. Me hablaba, se tocaba el pelo y lo miraba. Así estuvimos un rato hasta que me dijo:
Lore: No doy más, no sé si fue el vino o la situación, pero estoy muy caliente. Vamos al hotel a coger.
Yo: Para un poquito, sigamos jugando un rato más.
Lore: Dale, que no puedo más.
Yo: ¿Por qué no te vas al baño y te sacas la bombacha y el corpiño? Cuando vuelvas, le haces la famosa escena de la película "Bajos instintos".
Lore: No, con lo excitada que estoy, se me van a marcar los pezones.
Yo: Eso es precisamente lo que quiero.
Lore: No sé si esto está bien.
Yo: Está perfecto. Aquí no nos conoce nadie. Además, no estamos haciendo nada malo.
Lore: Bueno, está bien. Me convences porque estoy medio en pedo y muy caliente.


Se paró y se fue al baño caminando lentamente, moviendo el culo como una gata en celo. Absolutamente todos se dieron vuelta a mirarla. El mozo no lo podía creer.



En el baño


Ya en el baño, Lorena se quitó el corpiño y la bombacha (que estaba empapada a esa altura) y los guardó en la cartera. Imaginando la situación de cuando se sentara en la mesa y la vieran con los pezones parados, se mojó un poco más. Se miró en el espejo, sus pechos firmes y sus pezones erectos por la excitación. Se tocó suavemente, sintiendo cómo el calor se extendía por su cuerpo.


A los dos minutos, vi que el chico al que estaba calentando se levantó y también se fue hacia el baño.


El baño estaba al final de un pasillo que no se veía desde el salón. Primero estaba el de mujeres, y luego el de hombres. Cuando pasó por la puerta del baño de mujeres, justo se encontró con Lorena saliendo.


El chico, que también estaba muy caliente, la arrinconó contra la pared y le dio un beso en la boca. Lorena, por la calentura que tenía, no pudo resistirse y le respondió al beso. Se besaron desesperadamente, el chico le metía manos por todos lados, y ella se dejaba, gimiendo como dando indicios de aceptación. Se siguieron besando y se tocaron unos segundos más hasta que el chico le metió la mano por debajo de la pollera para tocarle la concha y sintió que estaba empapada y que no llevaba bombacha. Ahí se transformó. La agarró del brazo, la metió en el baño de hombres y cerró la puerta con llave.


Estaban los dos desesperados de calentura. Ya adentro y sin miedo a que los vieran, se siguieron tocando. Lorena metió la mano dentro del pantalón de él y palpó una pija enorme y dura como una piedra, haciendo presión para salir.


A Lorena le vino un segundo de lucidez, le agarró culpa y le dijo:
Lore: Esperá, no puedo seguir haciendo esto. No le puedo hacer esto a mi marido. No me lo voy a perdonar jamás. Él me había autorizado, pero no sé, le tengo que preguntar. Se lo debo.
Chico: No me puedes hacer esto, ¿mira cómo estoy?
Lore: Espérame aquí.
Lorena salió del baño y volvió a la mesa.
Lore: No sabes lo que me pasó. Me lo encontré en el baño y me dejó muy caliente. Pero quédate tranquilo, que no...
Yo: (la interrumpí) Anda y goza, hace lo que tengas ganas. Me encantaría que te lo cojas. Es lo que estaba buscando y no sabes cómo me pone que hagas eso.


Lore Salió como un rayo hacia el baño y se encerró con el chico. No dijeron una palabra, se besaron más intensamente que antes. Ya sin culpa y con mi aceptación, estaba desatada. Lo besaba apasionadamente. Él le levantó un poco la remera y le dejó las tetas al aire. Se las chupó toda. Tomó el pezón con los dientes y lo mordió levemente mientras con la lengua le acariciaba la punta (eso la vuelve loca) y con una mano le amasaba la otra teta.


Le tocaba toda la concha, cada dos segundos pasaba por el clítoris, se lo acariciaba suavemente y se lo apretaba bien despacito . Lorena no daba más, estaba a punto de acabar, pero no quería hacerlo así, quería sentirla adentro. Lo separó y le bajó el pantalón y el bóxer. La pija le saltó como un resorte, la tenía toda afeitada y era bastante grande y cabezona.


Ella se sentó en el inodoro, él de frente, y le empezó a chupar la verga, mientras con una mano le amasaba los huevos y con la otra le frotaba el tronco. Estuvieron así unos dos minutos, y el chico no daba más. Se empezó a retorcer y a respirar más agitado. Se estaba viniendo en su boca. Ella no dejó de chupar, y de pronto le vinieron tres chorros de leche que se tragó sin dejar una gota. Se la lamió toda mientras él sentía los últimos espasmos, dejándole la punta brillosa.


Ahora era el turno de ella, pero, de los nervios o no sé por qué, al chico se le quedó la pija media flácida. Lorena estaba que hervía, le dijo:
Lore: Hijo de puta, no me puedes dejar así de caliente.
Él se arrodilló, le enrolló la pollera en la cintura, la arrastró hasta el borde del inodoro y le comenzó a chupar la concha. Lo hacía maravillosamente bien. Le agarró el clítoris entre los labios y se lo succionó levemente, mientras con la lengua le acariciaba la punta. Lorena estaba a punto de acabar, no podía resistirse más, a punto de liberar toda esa calentura que había acumulado desde la mañana en la playa. Como si eso no fuera suficiente, él le metió dos dedos dentro de la concha y le tocó el punto g. El tipo sabía lo que hacía. No alcanzó a apoyarle el dedo que ella estalló de placer, soltó unos gritos que no pudo contener. Hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo tan intenso. Se quedó unos segundos sentada, tratando de recuperar fuerzas, pero todavía seguía caliente. Quería sentir esa pija adentro y cogerse a ese hombre.
Lorena le dijo:
Lore: Dame tu número. En media hora te espero en el hotel. Hoy me coges, me lo debes. Hablo con mi marido y te llamo para encontrarnos.


Se acomodaron un poco las prendas y salieron del baño. Había pasado como media hora. Vino hasta mi lado, me dio un beso en la boca con ese sabor a pija que me enloqueció, me agarró la pija (que ya la tenía durísima) y me dijo:
Lore: Paga y nos vamos al hotel. En un rato viene. Después te cuento todo.



(continuara)

4 comentarios - El Despertar de una Hotwife: La Noche que lo Cambió Todo

Mklf +1
Waoo me puso muy caliente ese relato, seguilo