Era el tan ansiado y esperado sábado y tenía regios planes para salir a pasear con mi bella esposa, comer en la costanera de Vicente López y revivir momentos amorosos de nuestra juventud. Era una agradable tarde de primavera en Buenos Aires y después de deliberar un rato, al final decidimos quedarnos a charlar en casa, sobre nosotros, sobre la vida. Entre cafés y cigarros llegó el silencio sepulcral de una templada madrugada. Teníamos pendiente contarnos algunas cosas íntimas, pues nuestra atmósfera y energía así lo reclamaban. En ese momento salió en nuestra agradable charla un tema tabú, el debut sexual de Jesica, mi perfecta esposa.
Además de contarnos algunas cosas que hemos hecho en nuestro pasado y ocultarlas en su momento, nos mirábamos con mucha confianza y complicidad. Yo estaba realmente intrigado por lo que iba a contarme, pues ella es muy bonita, es muy buena persona y tiene un cuerpo digno de una pornstar. Es que Jésica se arregla como una diva y es un imán para los ojos de los hombres que no dejan de mirarla cuando posa con sus vestidos cortos, minifaldas o con sus jeans ajustados. Debo confesarles que me volví loco desde el primer momento que la conocí, en un bodegón del barrio de Belgrano.

Admito que soy algo celoso, que poseo mucha curiosidad, -digna de un voyeur-, por lo que quería saber sobre su vida sexual antes de conocerme. Ambos nos conocimos a nuestros veintitantos, pero ella había tenido su debut sexual a los 18, por lo que me intrigaba aún más saber sobre ese morbo.
Ella me preguntó si yo estaba seguro de querer saber detalles de aquel día en el cual la hicieron mujer, y yo le contesté que sí.
La cuestión es que comenzó contándome que ella tenía un novio muy celoso, que la hostigaba cada vez que ella se arreglaba para salir con sus amigas y que la relación se había vuelto demasiado tóxica. Que en realidad ya había tenido un roce sexual con su pareja, pero que él no había logrado penetrarla porque aquel día no estaban solos en ese lugar.
La cuestión es que ella me contó que se fue un poco triste a una fiesta con sus amigas y que allí conoció a otros chicos. Ella contó que entre trago y trago quedaron un poco mareados y jugaron al famoso juego de la botella. Allí me contó que al principio era con un beso de lengua, pero pronto la cosa se puso más hot y se sacaron la ropa. Hasta ahí mi mujer lo contaba con mucha tranquilidad y soltura.

Cuando estaba por decirme que en aquella alocada fiesta le hicieron sacar la ropa, mientras todos estaban algo tomados, me miró fijo a los ojos y con un poco de coraje me contó que un flaco (que a ella le gustaba mucho), se le abalanzó sobre el sofá y que al principio no le gustó lo que le hacía, pero que finalmente agarró viaje después de resistirse un poco. Me dijo que “la tribuna” los empujó para darles coraje y empezaron a besarse apasionadamente mientras todos aplaudían como si eso fuera un espectáculo extraño y osado.
Entonces fue cuando me dijo que ambos se miraron a los ojos, mientras reían con felicidad. Ambos se fueron al dormitorio de su amiga agarrados de la mano. El joven casanova había despertado en ella un fuego interno, según las palabras de mi mujer. Me contó que el flaco que había conocido esa noche tenía veinticinco años y que ella recién había cumplido los 18. Al parecer, ella había perdido la cabeza por su nuevo amigo.

Tomó un poco más de café y no contó más nada. Le dije que quería saber que pasó con lujo de detalles y ella dudó en contarlo, pero yo insistí. Al final accedió a relatar con esos detalles, cómo fue su debut sexual, aquella noche de verano. El debut sexual de la que años después sería mi mujer. Dejaría de ser virgen, regalando su vagina y su cuerpo a un desconocido que disfrutaría de cada centímetro de él.
A Jesica la notaba nerviosa cuándo me contaba lo que el flaco le producía por dentro cuando la lanzó violentamente sobre la cama, para lanzarse después. Él le decía que le iba a hacer algo muy rico y que ella se relaje, mientras besaba apasionadamente su cuello y sus senos.
Me contó que estuvo por frenarlo, pero que ella hizo todo lo que él le pedía porque había descubierto que amaba el sexo. Me confesó que le encantaba lo que le producía en su cuerpo los toqueteos y la lengua de su amigo. De cómo su química y energía cambiaban para dejarla completamente extasiada. Fuera de si.
En ese momento no quiso seguir contando más su experiencia y yo le pedí que ni se le ocurra parar su interesante relato sexual. Ella asintió con la cabeza pero me preguntó porque quería saber estás cosas. Le contesté que me producía morbo saber cosas íntimas de mi mujer y ella simplemente sonrió con su inocente y hermosa sonrisa.

Fue a fondo con su relato y me confesó que el extraño jóven pasó toda su lengua por el vientre de ella, hasta llegar a su peludita y suave vagina. En aquel momento le agarró la cabeza y tiró del pelo de su amante. Mientras Jesica jalaba de los cabellos de él, ella pegó un grito que alertó a la pervertida tribuna para arengar con más ímpetu.
Lo que siguió después fue sexo explícito hasta tal punto que Jésica gemía y gritaba ante el atento oído de los asistentes a la fiesta, que seguían arengando el espectáculo pornográfico. Me contó que algunos entreabrieron la puerta para mirarlos coger, quedando totalmente enmudecidos.
Me dijo que el flaco le metió la verga entre sus piernas y no paraba de bombear su depilada vagina, que no paraba de segregar fluido mezclado con semen. Por último dijo que la agarró de los pelos cogiéndola de perrito y acabando en su ojete, mientras el tipo le decía guarangadas de todo tipo. A partir de allí a ella le gustaba mucho que le digan cochinadas mientras tenía relaciones sexuales.
Me contó que el flaco se vistió y la dejo allí sola, mientras sus amigos lo felicitaban como si se hubiera cogido a una mina difícil. Como último le pregunté si ella seguía recordando aquella experiencia y si le calentaba. Y me contestó que sí, que sigue recordando su primera experiencia sexual como si fuera ayer y que a menudo se masturba pensando en ese momento.
Yo miré hacia abajo y ella levantó mi cara con su mano para mirarla. No dijo nada y comenzó a sacarse la ropa para tener una noche de sexo salvaje. Ella se iba a morbosear con su recuerdo y yo con el relato de cuando mi amor perdió su inocencia, una noche de verano y con un extraño que apenas conoció.
FIN
Además de contarnos algunas cosas que hemos hecho en nuestro pasado y ocultarlas en su momento, nos mirábamos con mucha confianza y complicidad. Yo estaba realmente intrigado por lo que iba a contarme, pues ella es muy bonita, es muy buena persona y tiene un cuerpo digno de una pornstar. Es que Jésica se arregla como una diva y es un imán para los ojos de los hombres que no dejan de mirarla cuando posa con sus vestidos cortos, minifaldas o con sus jeans ajustados. Debo confesarles que me volví loco desde el primer momento que la conocí, en un bodegón del barrio de Belgrano.

Admito que soy algo celoso, que poseo mucha curiosidad, -digna de un voyeur-, por lo que quería saber sobre su vida sexual antes de conocerme. Ambos nos conocimos a nuestros veintitantos, pero ella había tenido su debut sexual a los 18, por lo que me intrigaba aún más saber sobre ese morbo.
Ella me preguntó si yo estaba seguro de querer saber detalles de aquel día en el cual la hicieron mujer, y yo le contesté que sí.
La cuestión es que comenzó contándome que ella tenía un novio muy celoso, que la hostigaba cada vez que ella se arreglaba para salir con sus amigas y que la relación se había vuelto demasiado tóxica. Que en realidad ya había tenido un roce sexual con su pareja, pero que él no había logrado penetrarla porque aquel día no estaban solos en ese lugar.
La cuestión es que ella me contó que se fue un poco triste a una fiesta con sus amigas y que allí conoció a otros chicos. Ella contó que entre trago y trago quedaron un poco mareados y jugaron al famoso juego de la botella. Allí me contó que al principio era con un beso de lengua, pero pronto la cosa se puso más hot y se sacaron la ropa. Hasta ahí mi mujer lo contaba con mucha tranquilidad y soltura.

Cuando estaba por decirme que en aquella alocada fiesta le hicieron sacar la ropa, mientras todos estaban algo tomados, me miró fijo a los ojos y con un poco de coraje me contó que un flaco (que a ella le gustaba mucho), se le abalanzó sobre el sofá y que al principio no le gustó lo que le hacía, pero que finalmente agarró viaje después de resistirse un poco. Me dijo que “la tribuna” los empujó para darles coraje y empezaron a besarse apasionadamente mientras todos aplaudían como si eso fuera un espectáculo extraño y osado.
Entonces fue cuando me dijo que ambos se miraron a los ojos, mientras reían con felicidad. Ambos se fueron al dormitorio de su amiga agarrados de la mano. El joven casanova había despertado en ella un fuego interno, según las palabras de mi mujer. Me contó que el flaco que había conocido esa noche tenía veinticinco años y que ella recién había cumplido los 18. Al parecer, ella había perdido la cabeza por su nuevo amigo.

Tomó un poco más de café y no contó más nada. Le dije que quería saber que pasó con lujo de detalles y ella dudó en contarlo, pero yo insistí. Al final accedió a relatar con esos detalles, cómo fue su debut sexual, aquella noche de verano. El debut sexual de la que años después sería mi mujer. Dejaría de ser virgen, regalando su vagina y su cuerpo a un desconocido que disfrutaría de cada centímetro de él.
A Jesica la notaba nerviosa cuándo me contaba lo que el flaco le producía por dentro cuando la lanzó violentamente sobre la cama, para lanzarse después. Él le decía que le iba a hacer algo muy rico y que ella se relaje, mientras besaba apasionadamente su cuello y sus senos.
Me contó que estuvo por frenarlo, pero que ella hizo todo lo que él le pedía porque había descubierto que amaba el sexo. Me confesó que le encantaba lo que le producía en su cuerpo los toqueteos y la lengua de su amigo. De cómo su química y energía cambiaban para dejarla completamente extasiada. Fuera de si.
En ese momento no quiso seguir contando más su experiencia y yo le pedí que ni se le ocurra parar su interesante relato sexual. Ella asintió con la cabeza pero me preguntó porque quería saber estás cosas. Le contesté que me producía morbo saber cosas íntimas de mi mujer y ella simplemente sonrió con su inocente y hermosa sonrisa.

Fue a fondo con su relato y me confesó que el extraño jóven pasó toda su lengua por el vientre de ella, hasta llegar a su peludita y suave vagina. En aquel momento le agarró la cabeza y tiró del pelo de su amante. Mientras Jesica jalaba de los cabellos de él, ella pegó un grito que alertó a la pervertida tribuna para arengar con más ímpetu.
Lo que siguió después fue sexo explícito hasta tal punto que Jésica gemía y gritaba ante el atento oído de los asistentes a la fiesta, que seguían arengando el espectáculo pornográfico. Me contó que algunos entreabrieron la puerta para mirarlos coger, quedando totalmente enmudecidos.
Me dijo que el flaco le metió la verga entre sus piernas y no paraba de bombear su depilada vagina, que no paraba de segregar fluido mezclado con semen. Por último dijo que la agarró de los pelos cogiéndola de perrito y acabando en su ojete, mientras el tipo le decía guarangadas de todo tipo. A partir de allí a ella le gustaba mucho que le digan cochinadas mientras tenía relaciones sexuales.
Me contó que el flaco se vistió y la dejo allí sola, mientras sus amigos lo felicitaban como si se hubiera cogido a una mina difícil. Como último le pregunté si ella seguía recordando aquella experiencia y si le calentaba. Y me contestó que sí, que sigue recordando su primera experiencia sexual como si fuera ayer y que a menudo se masturba pensando en ese momento.
Yo miré hacia abajo y ella levantó mi cara con su mano para mirarla. No dijo nada y comenzó a sacarse la ropa para tener una noche de sexo salvaje. Ella se iba a morbosear con su recuerdo y yo con el relato de cuando mi amor perdió su inocencia, una noche de verano y con un extraño que apenas conoció.
FIN
5 comentarios - Relato morboso de Como mi esposa perdió la virginidad