Juana sabía lo que estaba por pasar.
Estaba sola en la casa. El silencio era total.
Solo se escuchaba su respiración mientras caminaba por el pasillo con unaremerita suelta y una tanguita blanca tan finita que apenas tapaba lo justo.
Y él apareció.
Elías.
Mojado por la lluvia. Campera empapada. Pantalónajustado. Mirada oscura.
No la saludó.
Solo la miró.
Y le agarró la cara con una mano.
—¿Te acordás lo que me dijiste el otro día?
Juana tragó saliva.
Asintió.
—Te voy a romper bien el orto pendeja, llévame alcuarto de tus viejos —susurró—.
Y lo llevó al cuarto de los padres.
Sí. De sus padres.
Donde su papá dormía la siesta, donde su mamá guardaba los perfumes franceses.
Ese era el lugar.
Él no dudó.
La agarró de la cintura, le bajó la tanguita con un tirón, le abrió laspiernas.
Juana estaba con el corazón a mil.
—¿alguna vez te imaginaste estando asi de regalada conun albañil?
…no hubo palabras.
La acostó del lado de la cama donde dormía el viejo.Boca abajo.
Le separó las nalgas. Le escupió el culo.
Juana se tensó.
No era como cuando le abrían las piernas. Esto era otra cosa.
Estaba entregando su ultimo pedazo de inocencia...
Y él lo sabía.
Apoyó la punta.
La frotó.
Despacito. Presionó.
—Este orto es mío ahora —le dijo, con la voz grave—.Tu orto tiene mi nombre.
Juana gimió. Le ardía, pero el cuerpo le pedía más.
Entró lento. Firme.
El primer empuje fue un desgarro dulce, un dolorcaliente.
Y luego, él empezó a moverse. A cogerla con fuerza. A dominarla.
Cada estocada le arrancaba un gemido.
Se le caían las lágrimas, pero no quería que parara.
Le sujetaba la cintura. Le hablaba al oído.
—Así se coge un culo virgen. Así se marca a las putas.
Juana tenía la cara contra la almohada.
No cualquier almohada.
La de su viejo.
Ese detalle, lejos de incomodarla, la volvía loca.
Estaba por entregarse de una forma que nadie se había animado a pedirle.
Y justo ahí.
Donde nunca se debe.
Donde nadie había entrado
Juana se aferraba a las sábanas, al colchón, a lo quepodía.
El orto le ardía, pero ya no importaba.
Estaba entregada.
Sudada.
Temblando.
Era tanto el morbo que a Elias le producia estar rompiéndoleel orto a la hija del que lo contrato, en su propia cama, donde duerme todoslos días, era tanto lo que apretaba ese culo virgen, que no tardo mucho enllenarle el culo de leche
Cuando él la sacó, ella se dio vuelta, con la cara sudada,el cuerpo húmedo, el alma rota.
—¿Cómo quedaste pendeja?
Juana sonrió.
Tenía el pelo pegado a la cara, la voz afónica.
—Me llenaste el culo de leche, mañana no voi a poderni sentarme.
Elías se le acercó y le susurró:
—Eso te pasa por ser una pendeja calienta pija...terminaste con el culo roto por el albañil que contrato tu papi… tu viejo me daguita y la hija me da el orto…
Ella lo miró, con una mezcla de odio y morbo…
Sabia que no había marcha atrás.
Ya no era la nena de Nordelta.
Ahora era la pendeja puta de verdaderos hombres, no de los chetos.
Lo que no sabia... era que Elias grabo todo el momento(solo audio)...
link: https://sendvid.com/826rail4
Estaba sola en la casa. El silencio era total.
Solo se escuchaba su respiración mientras caminaba por el pasillo con unaremerita suelta y una tanguita blanca tan finita que apenas tapaba lo justo.
Y él apareció.
Elías.
Mojado por la lluvia. Campera empapada. Pantalónajustado. Mirada oscura.
No la saludó.
Solo la miró.
Y le agarró la cara con una mano.
—¿Te acordás lo que me dijiste el otro día?
Juana tragó saliva.
Asintió.
—Te voy a romper bien el orto pendeja, llévame alcuarto de tus viejos —susurró—.
Y lo llevó al cuarto de los padres.
Sí. De sus padres.
Donde su papá dormía la siesta, donde su mamá guardaba los perfumes franceses.
Ese era el lugar.
Él no dudó.
La agarró de la cintura, le bajó la tanguita con un tirón, le abrió laspiernas.
Juana estaba con el corazón a mil.
—¿alguna vez te imaginaste estando asi de regalada conun albañil?
…no hubo palabras.
La acostó del lado de la cama donde dormía el viejo.Boca abajo.
Le separó las nalgas. Le escupió el culo.
Juana se tensó.
No era como cuando le abrían las piernas. Esto era otra cosa.
Estaba entregando su ultimo pedazo de inocencia...
Y él lo sabía.
Apoyó la punta.
La frotó.
Despacito. Presionó.
—Este orto es mío ahora —le dijo, con la voz grave—.Tu orto tiene mi nombre.
Juana gimió. Le ardía, pero el cuerpo le pedía más.
Entró lento. Firme.
El primer empuje fue un desgarro dulce, un dolorcaliente.
Y luego, él empezó a moverse. A cogerla con fuerza. A dominarla.
Cada estocada le arrancaba un gemido.
Se le caían las lágrimas, pero no quería que parara.
Le sujetaba la cintura. Le hablaba al oído.
—Así se coge un culo virgen. Así se marca a las putas.
Juana tenía la cara contra la almohada.
No cualquier almohada.
La de su viejo.
Ese detalle, lejos de incomodarla, la volvía loca.
Estaba por entregarse de una forma que nadie se había animado a pedirle.
Y justo ahí.
Donde nunca se debe.
Donde nadie había entrado
Juana se aferraba a las sábanas, al colchón, a lo quepodía.
El orto le ardía, pero ya no importaba.
Estaba entregada.
Sudada.
Temblando.
Era tanto el morbo que a Elias le producia estar rompiéndoleel orto a la hija del que lo contrato, en su propia cama, donde duerme todoslos días, era tanto lo que apretaba ese culo virgen, que no tardo mucho enllenarle el culo de leche
Cuando él la sacó, ella se dio vuelta, con la cara sudada,el cuerpo húmedo, el alma rota.
—¿Cómo quedaste pendeja?
Juana sonrió.
Tenía el pelo pegado a la cara, la voz afónica.
—Me llenaste el culo de leche, mañana no voi a poderni sentarme.
Elías se le acercó y le susurró:
—Eso te pasa por ser una pendeja calienta pija...terminaste con el culo roto por el albañil que contrato tu papi… tu viejo me daguita y la hija me da el orto…
Ella lo miró, con una mezcla de odio y morbo…
Sabia que no había marcha atrás.
Ya no era la nena de Nordelta.
Ahora era la pendeja puta de verdaderos hombres, no de los chetos.
Lo que no sabia... era que Elias grabo todo el momento(solo audio)...
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3 comentarios - La pendeja cheta y el albañil (parte 5)