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Tendre sexo con mi madre? pt3

Al día siguiente, despertamos con una cruda brutal, cabeza que revienta y un recuerdo vago de lo intenso de la noche anterior. Nos miramos, un poco confundidos, todavía en el sofá.


Ella se sienta primero, frotándose los ojos, y después de un silencio, suelta:
—Lo de anoche... fue un error. No debería haber pasado.


Me siento, todavía procesando sus palabras, y respondo:


—Para mí no fue un error. No me arrepiento de nada.


Ella me mira, sus ojos buscando algo en los míos, quizá alguna señal de duda o arrepentimiento, pero no encuentra nada. Hay un momento de silencio entre nosotros, cada uno meditando sobre lo que eso significa.


—No sé, Sam... es complicado. Esto cambia las cosas, ¿sabes? —dice ella, la voz cargada de preocupación.


—Lo sé, mamá, pero... —hago una pausa, buscando las palabras correctas


— ¿y si no tiene que ser algo malo? ¿Y si lo que pasó... nos hace entender mejor lo que sentimos?


Ella suspira, mirando hacia el suelo un momento antes de volver a mirarme.


—¿Realmente crees eso? ¿Crees que podemos... manejar esto sin que se vuelva un desastre?


—Creo que sí, si somos honestos el uno con el otro. Esto... lo que pasó, fue especial. Al menos para mí. No quiero fingir que no sucedió o que no significó nada.


Ella asiente lentamente, aún claramente insegura, pero parece considerar mis palabras.


—Necesito pensar, Sam. Darle sentido a todo esto.


—Está bien, tomemos nuestro tiempo. No tiene que resolverse todo ahora 


—digo, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora.


Ella mira hacia la ventana un momento antes de hablar de nuevo, con un tono de voz más serio.


—Y si tu padre se entera? Vuelve de su viaje de trabajo en dos semanas. 


Esto podría... podría complicarlo todo.


La tensión es palpable, pero decido aligerar el momento con un toque de coquetería.


—Entonces, eso significa que te tengo para mí solo durante estas dos semanas, ¿no? —digo con una sonrisa, intentando suavizar la preocupación en su rostro.


Ella me mira, sorprendida primero, pero luego su expresión se suaviza y una sonrisa tímida aparece en sus labios.


—Sam, no es tan simple, pero... —sus palabras se pierden por un momento, y luego se acerca lentamente a mí.


Nos besamos, y esta vez es lento y cálido, un contraste total con la pasión desenfrenada de la noche anterior. Es un beso que parece sellar un acuerdo tácito entre nosotros, lleno de cariño y una promesa no dicha de explorar lo que esto podría significar, sin prisa, pero con sinceridad.


—Vamos a tomarlo un día a la vez —susurra ella después del beso, apoyando su frente contra la mía.


—Un día a la vez —repito, sintiendo cómo algo en mi interior se tranquiliza un poco con esa idea.


Después de nuestra charla, cada uno se dirige a su habitación. Tomo una ducha rápida, intentando aclarar mis pensamientos con el agua caliente que corre por mi cuerpo. Una vez fuera del baño, me acuesto en la cama, todavía con la toalla enrollada alrededor de la cintura, y cojo el teléfono.


Abro la galería y encuentro el video que grabé en la fiesta. Ahora, viéndolo sobrio y en la tranquilidad de mi habitación, realmente puedo apreciar lo increíblemente caliente que fue todo. Ella bailando y perreándome con una intensidad que, incluso a través de la pantalla, dispara mi pulso.


Decido enviarle el video por WhatsApp. Adjunto el archivo con un mensaje picaro y ardiente:


Yo: Mira lo que encontré. 🔥 Ver esto me recuerda lo increíble que estuviste anoche.


Pulso enviar, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo. No tardo mucho en recibir su respuesta.


Mamá: Sam, esto es... wow. No recordaba que fue tan... intenso. 😳


Yo: ¿Te arrepientes de que haya pasado?


Mamá: No me arrepiento. Pero me sorprende cuánto me excita volver a verlo. Es complicado.


Yo: A mí también me sorprende, pero en el mejor sentido. Me alegro de que no te arrepientas


Mientras espero su respuesta, decido añadir un poco más de juego a nuestra conversación. Me tomo una foto rápida de mis piernas, la toalla envuelta alrededor de mi cintura dejando entrever solo un bulto. Adjunto la foto con un mensaje ligero y juguetón.


Yo: Mira lo que tu video hizo conmigo, jaja. 😜


Envió la foto y me recuesto, una sonrisa divertida en los labios, esperando su 
reacción. No tarda en llegar.


Mamá: ¡Sam! Eres terrible, jaja. 😂
Hay una pausa, y luego ella envía una foto a cambio. Es una imagen de sus pies, con las puntas de los dedos pintadas de rojo, un toque de coquetería que no me esperaba. Junto a la foto, escribe:


Mamá: Bueno, ya que estamos compartiendo... esto es lo que tengo ahora. 😏


Yo: ¿Solo eso? Jaja, me tenías esperando algo un poco más... revelador. 😏
Aguardo su respuesta, con una mezcla de anticipación y diversión. No pasa mucho tiempo antes de que mi teléfono suene con una nueva notificación.


Mamá: Ok, ya que insistes... y si ayer ya me viste, entonces esto no te molesta, ¿verdad? 😜


La foto que sigue me deja sin aliento por un segundo. Es ella, sin sostén, cubriéndose apenas con sus manos, su sonrisa juguetona capturada en la imagen. La espontaneidad y confianza en la foto me emocionan y excitan al mismo tiempo.


Yo: Estás increíble. 😍 ¿Qué pasaría si voy a tu habitación en este preciso momento? 🤔


Mientras espero su respuesta, la anticipación me tiene casi en vilo. Finalmente, su mensaje aparece en la pantalla.


Mamá: Mmm, eso suena como una invitación peligrosa... ¿Estás seguro de que estás listo para las consecuencias? 😈


Su respuesta juega con la idea, dejando la puerta abierta a muchas posibilidades. Decido subir la apuesta.


Yo: Más que listo. A menos que me digas que me detenga, estaré ahí en un minuto. 😜


Mamá: No te detendría... Tal vez deberías venir y ver por ti mismo.


Con esa confirmación, mi decisión está tomada. Me levanto de la cama, mi corazón late con una mezcla de nerviosismo y excitación. Dejo el teléfono y me dirijo hacia su habitación, cada paso aumentando la tensión de lo que está a 
punto de ocurrir.


Abro lentamente la puerta de su habitación y la encuentro esperándome en la cama. Ella está desnuda, pero sostiene una sábana contra su cuerpo, ocultando sus formas a mis ojos. Al verme, se muerde el labio, claramente ansiosa.
Yo solo llevo una toalla envuelta en la cintura, y mientras camino hacia ella, la 
tensión en el aire es palpable.


—¿Esto está bien? —pregunto, parándome al borde de la cama.


—Más que bien —responde ella con una voz suave, mirándome fijamente.


Nos miramos un momento, el deseo claro en nuestros ojos. Me acerco aún más, la sábana es la única barrera entre nosotros.


—¿Puedo? —susurro, señalando la sábana.


Ella asiente, su respiración se hace más pesada y suelta lentamente la sábana, dejándola caer a un lado. La revelación de su cuerpo aumenta aún más la tensión, y mi corazón late con fuerza ante la vista.


—Eres hermosa —murmuro, sinceramente impresionado.


—Ven aquí —dice ella, extendiendo la mano hacia mí.


Me acerco a ella en la cama y sin perder tiempo, dejamos caer la toalla y nos empezamos a besar con todo. Nuestros labios chocan con fuerza, sin delicadeza alguna, mientras nuestras lenguas luchan por dominar.


Sin dudarlo, me lanzo a tocarle las tetas, apretándolas y jugando con sus pezones. También deslizo mi mano más abajo, explorando, metiendo los dedos donde ambos deseamos. Ella no se queda quieta: agarra mi pene, lo acaricia, lo jala, aumentando la intensidad de cada roce.




"Ponme en cuatro, es como más me gusta."


Ni lento ni perezoso, ella se acomoda en la cama, se pone en cuatro, y vaya vista, amigo, su trasero perfectamente alzado, justo ahí, esperando.


Yo me coloco detrás de ella, una mano en su cadera y con la otra me guío. "¿Lista para esto?" le pregunto mientras me acomodo.


Ella solo lanza un "Hazlo ya", y en cuanto entro, los dos soltamos un gemido que seguro los vecinos chismearán mañana.


"Ahh, ahh, ¡sí!" y yo le pregunto, "¿Te gusta así?" mientras le doy más duro.


"¡Más fuerte!" me grita, y claro, le doy lo que pide.


Ella voltea, me mira por encima del hombro con esos ojos medio cerrados por el placer y me dice entre jadeos, "¡Sí, sí, ahí!"


Y ahí voy yo, plaf, plaf, cada vez que le doy, se escucha ese sonido que nos revienta los oídos.


"¿Así te gusta, eh?" le digo, y ella, con esa voz que se te mete por todo el cuerpo, me responde, "¡Dios, sí! No pares."


Ella se mueve con una habilidad que te juro, como una verdadera diosa del sexo. Es algo increíble verla en acción, dominando cada movimiento, cada ritmo.


En medio de todo, ella me suelta algo que me deja helado por un segundo:


"Desde que empezamos a salir juntos a esas fiestas, he deseado esto en secreto."


"¿En serio? ¿Por qué no dijiste nada?"


Ella ríe un poco, una risa que suena entre jadeos, "No sabía cómo lo tomarías, y no quería arruinar lo que teníamos."


"Me alegro de que finalmente pasara," le digo, sincero, mientras continúo moviéndome al ritmo que ella marca con su cuerpo.


"Yo también, Sam. No sabes cuánto," responde ella, antes de arquearse hacia atrás y encontrarme con un movimiento que hace que ambos gimiéramos más fuerte.


El sonido de nuestro placer, los gemidos y los plaf, plaf de piel contra piel llenan la habitación, narrando la historia de nuestro deseo largamente contenido y finalmente liberado.


En el clímax de nuestra pasión, ella de repente se detiene y me mira con una intensidad que me paraliza.


"Siempre he tenido una fantasía," dice con una voz que me envuelve, "la de grabarnos."


Por un segundo, me quedo sin palabras, la sorpresa y el deseo mezclándose en mi interior. Luego, sin perder más tiempo, agarro mi teléfono que está al lado en la mesita.


"Vamos a hacerlo realidad entonces," de prisa, abro la cámara del celular.


Ella sonríe, esa sonrisa traviesa que ya conozco bien, y se coloca de nuevo en posición mientras yo empiezo a grabar. El teléfono en una mano, la otra libre para tocarla, seguir moviéndonos juntos.


Continuamos, y cada movimiento es ahora más deliberado, más teatral, sabiendo que está siendo capturado. Ella lanza miradas directas a la cámara, sus expresiones de placer amplificadas por la emoción de estar siendo grabados.


"¿Te gusta así?" pregunto, mi voz un poco más ronca, capturando cada detalle con la cámara.


"Me encanta," susurra ella, "sigue así, no pares."


Los sonidos de nuestros cuerpos unidos, el plaf, plaf constante y sus gemidos se graban, documentando nuestra exploración compartida de esta nueva dimensión en nuestra relación. El video será una prueba tangible de nuestra pasión, un recuerdo ardiente de nuestra entrega mutua.


Ella empieza a decir cada palabra más cruda que la anterior.


"Me encanta cómo me la metes, es tan grande...



La siento hasta el estómago," dice ella con voz entrecortada por el placer, mientras se mueve con intensidad frente a mí.


"Me vuelves loco, mira cómo rebotan tus nalgas," le respondo, enfocando la cámara en su trasero, capturando cada movimiento y el sonido de nuestra piel chocando.


Ella gime y lanza una mirada directamente a la cámara. "¿Capturas eso? ¿Ves cómo tu puta disfruta esto?"


"Sí, lo tengo todo aquí," digo, asegurándome de que la cámara no pierda detalle, especialmente de cómo sus nalgas rebotan con cada uno de mis empujes. "Cada gemido, cada rebote, está quedando perfecto."


Ella se inclina un poco más, aumentando la intensidad de la vista. "Me encanta darte este espectáculo... que veas lo mucho que disfruto ser tuya."


"Y yo disfruto viéndote así, cada segundo," contesto, mi propia excitación aumentando con la crudeza de nuestras palabras y la acción que se despliega frente a la cámara.


La intensidad en la habitación se dispara, cada movimiento más frenético que el anterior. 


Ya no hay espacio para conversaciones, solo el sonido crudo y directo de nuestro placer.


"Mmm... mmm... ahhh..." ella susurra y gime, cada vez más alto, a medida que se acerca al clímax.


"Aquí va, aquí va," murmuro, sintiendo que estoy al borde.


"Puta madre... mmmfff... mffff..." ella jadea, su voz ahogada por el placer intenso.


Entonces, ambos llegamos al clímax simultáneamente. Ella con una explosión de intensidad que la hace chorrear, salpicando incluso la cámara que sigo sosteniendo. 


Capturo todo, el sonido y la visión de ese momento increíble.


"Ahh, Dios... sí, sí..." sus gemidos llenan la habitación, cada uno capturado claramente en el video.


Seguimos moviéndonos suavemente, los últimos temblores de placer sacudiendo nuestros cuerpos. "Mmm... eso fue... increíble," logra decir ella, su respiración aún entrecortada.


Exhaustos pero satisfechos, nos dejamos caer uno al lado del otro, respirando pesadamente, todavía en el resplandor de un clímax compartido.


Exhaustos, nos dejamos caer en la cama, acostados lado a lado. Ella, con las piernas aún temblando del intenso placer, rompe el silencio con una voz temblorosa.


"¿Qué estoy haciendo?" murmura, su respiración todavía agitada. "Me coges como un animal... esto está mal."


Miro hacia ella, viendo la confusión y el conflicto en su expresión. "Lo sé, es intenso," respondo suavemente, tratando de calmar la tormenta de emociones que veo en sus ojos.


"Esto debe quedar entre nosotros," insiste ella, mirándome directamente. "Este video... no debe ver la luz. Solo nosotros."


Asiento, comprendiendo la gravedad de sus palabras. "Claro, queda entre nosotros. 


Nadie más lo verá, te lo prometo," aseguro, extendiendo mi mano para apretar la suya, buscando ofrecerle algo de consuelo.


Ella asiente con alivio, y juntos nos quedamos en silencio, cada uno procesando los eventos de la noche y lo que significan para nosotros.

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