No lo volví a ver al pelado, aparentemente ya habíamos solucionado todo lo que teníamos pendiente. Y así estaba bien, pensé.
Tanto Roxy como yo tuvimos otro par de semanas de absoluta sequía, pero yo estaba tranquila. Ya me sentía… experimentada? No sé si esa es la palabra exacta. Paciente. Ya vendría la lluvia. Yo lo único que tenía que hacer era estar lista todo el tiempo para tomar las oportunidades que se presentaban y saber esperar.
O no? Cómo hacía Roxy, pensé? Pero en serio, cómo hacía? Por qué a ella le resultaba bastante mas fácil la cosa? Sí, estaba todo el tema de las ventajas que ella tenía por donde vivía y eso, pero habría algo mas? Yo no creía que Roxy me iba a estar haciendo trampa, no. Primero porque era mi Roxy y eso no me lo haría. Y segundo por todo lo que rompió las bolas con el tema de aquella vez con Bárbara y la trampa que le había hecho, o Roxy sospechaba que había hecho.
Mi Roxy eso no lo haría.
Una tarde al pedo en casa, mientras yo esperaba escuchar un timbre que nunca sonaba, me puse a chatear con ella, salió el tema y le pregunté. Nos pusimos a hablar del juego y directamente le pregunté cómo hacía. Me tiró un par de tips y eso, pero enseguida la charla se desvirtuó. Como siempre.






Cómo amo a mi Roxy.
Y no se guíen por ésto, no se hagan fantasías de ese estilo. Ya me imagino en qué pueden estar pensando, que ésta es una de esas historias en las que yo termino con Roxy. Claro. Pero no. Nunca hicimos nada con Roxy y nunca lo vamos a hacer. Este tipo de charla… en persona o por chat… fotos más, fotos menos… es el mismo tono y tipo de charla que venimos teniendo desde que teníamos once años, más o menos. Cuando se murió el papá de Roxy teníamos diecisiete y yo lloraba tanto que era ella la que me consolaba a mi. Yo lloraba del dolor de sentir el dolor de mi amiga. Ese tipo de relación tenemos, que es más que una relación. Mas que amor, mas que sexo, mas que todo.
Cuando volví me tiré en el sillón con un cafecito y me colgué mirando las fotos que me había mandado Roxy. Les aseguro que no había nada en esas fotos que no hubiese visto o conocido (o sentido en la espalda) ya muchas veces. Desde que eramos chiquitas y a escondidas jugábamos a levantarnos la ropa en la casa de una u otra, pasando por incontables duchas de vestuario hasta el año pasado que nos fuimos a San Clemente un finde largo y andábamos las dos prácticamente en bolas todo el tiempo por el departamento. No, no pasaba por ahí.
Miraba la foto de ella ahí en las escaleritas de su departamento, vestida y arreglada bien perra con esa lencería blanca. Que mujer hermosa que era. Los kilitos de más que siempre supo tener se le fueron hace tiempo cuando había empezado a comer un poco mejor y hacer algo de ejercicio y ahora estaba bellísima. No quiere decir que antes no lo estuviera también, pero ahora… era otra cosa. Si se vestía y se arreglaba así con esa ropa interior y tacos para atender la puerta, obvio que yo iba a estar perdiendo feo. Estaba una o dos categorías por encima mío. Pero no era solamente cómo se veía o cómo se arreglaba. Yo estaba segura que era un tema de actitud. Ya se le notaba solamente en la mirada, en esas fotos. Sabía que el pobre moscón que por suerte o por desgracia caía en el departamento de esa araña, pues se iba garchado. Punto. No había otra opción. Yo era la que la tenía que remar y laburar. Cada vez menos, seguro. Cada vez me costaba menos, pero conociéndola yo sabía que a Roxy todo eso le salía natural y quizás hasta no tenía que hacer nada.
A ver…si atendés la puerta arreglada como en esa foto en las escaleritas.. Qué le tenés que aclarar y laburar al tipo? Por ahí ustedes dudan o no lo creen, pero no. Créanlo, se los aseguro por lo que la conozco, estoy cien por cien segura que lo que dijo era verdad. Estoy segura que alguna vez, o varias, o todas, habrá atendido la puerta así.
Por ese entonces Ariel se pescó una de esas gripes que andan dando vueltas y lo reventó. Lo fulminó mal. Se quedó en casa cuatro días, dos de ellos directamente en cama. Lo cual me vino bien como excusa para mantenerme bien alejada de él todo el tiempo. Esos días hasta me fuí a dormir al sillón, diciéndole que no me quería contagiar. Gracias, gripe.
Pero la otra cara de la moneda era que yo esos días no podía hacer nada ya que él estaba ahí todo el tiempo. Se me prendió la lamparita y una tarde directamente me fuí a visitar a Roxy y a pasar la tarde ahí. Por lo menos si yo no podía aumentar el marcador, ella tampoco conmigo estando ahi. La pasamos bien igual, entre mate, sandwiches de miga y gaseosa. Ese día yo no pude anotar, pero ella tampoco. Gracias, gripe.
Sin embargo, pese a que Ariel estaba ahí, una noche si tuve una oportunidad. No se si cuenta como gol, aún hoy lo estamos debatiendo con Roxy. Yo digo que si, ella tiene sus dudas.
Había sido un día normal, salvo que con Ariel ahí todo el tiempo. Él no se sentía bien y es de esas personas que cuando no se sienten bien andan con un mal humor visible todo el tiempo, lo que pone a los que lo rodean mal también. Ya la cosa venía medio tirante de por sí y encima a la tarde discutimos por una pelotudez. Algo de la casa que no tiene nada que ver con ésto. Pero nos pusimos los dos de peor humor y nos evitamos más todo el resto del día.
A eso de las nueve dijo que tenía hambre, le dije que le preparaba algo y me dijo que no, que pidieramos una pizza. Le recordé que la pizzería que le gustaba a él siempre tardaba y me dijo que no importaba. Tomé mi teléfono y me puse con la app para pedir, pero me dijo que no lo hiciera. Que iba a pedir él porque yo siempre hacía cagadas con el pedido. Le fruncí el ceño sin que me viera, pero lo dejé pedir. Se sentó en el sillón a esperar pero no duró mucho, lo vi levantarse e irse al dormitorio, diciéndome que se iba a tirar un rato y que lo llamara o lo despertara cuando llegaba la pizza.
En cuanto cerró la puerta la empecé a mensajear a Roxy. Le pregunté si el delivery contaba o no. No pensaba hacer nada, no se podía, estaba Ariel en casa y era imposible, pero la situación me dió curiosidad y le pregunté igual. Inicialmente Roxy me dijo que no, pero al final entre las dos determinamos que sí porque “yo” no había hecho el pedido, lo había hecho él. Roxy igual puteó un poco porque la situación era bastante dudosa, yo quería sacar ventaja y me gastó porque igual Ariel estaba ahí y yo no podía hacer nada.
Y yo le fruncí el ceño al celular. Como dicen, cuando la vida te da limones…
La pizza tardó en serio, como siempre. Recién cuarenta minutos después del pedido sonó el timbre. Atendí y dije que ya iba a abrir. Esperé unos largos segundos ahí, sin salir. Quería ver si Ariel se había despertado con el sonido del timbre y si emergía de nuestro cuarto, pero no lo hizo. Tímidamente me acerqué despacio y abrí la puerta sin hacer ruido, lo vi despatarrado en la cama, durmiendo tranquilamente y me sonreí.
Yo no estaba para nada arreglada para el juego, por supuesto. Estaba de entrecasa, descalza, con una remera vieja y un pantalón de gimnasia. Nada de puta, nada de perra. El pantalón al menos me marcaba bastante bien la cola porque era algo ajustadito. Cuando abrí la puerta de la calle ví que estaba el pibe ahí al lado de su bicicleta. Tenía el celular con la música casi al palo y ese era el sonido que venía escuchando cuando me acercaba.
Cuando lo vi le dije hola y le sonreí, pero más me sonreí a mi misma. Era un negrazo, o de raza mixta, algo así, y era enorme. Alto y con tatuajes en un brazo. No tenía el super físico, nada de musculatura de fisicoculturista ni nada de eso, pero se lo veía fornido. Tenía un par de aritos en una oreja, pulseras y un par de cadenitas. Cuando me vió me saludó y me sonrió, tenía una sonrisa increíble que me encantó. Enseguida le saqué el acento venezolano que yo ya conocía tan bien y me gustaba tanto. Me quedé paradita ahí en la puerta.
“Hola… para Ariel o Trinidad?”, me preguntó leyendo el papelito y mirándome.
“Si, yo soy Trini, obvio…jajaja”, le tiré una risita boluda haciéndome oir un poco por encima de la música de su celu. Se acercó con la caja de pizza y una bolsita con fainá que seguro Ariel había pedido y yo me quedé ahí, haciéndome la que revisaba el pedido rápido, notando como el pibe me miraba. Me llevaba bastante mas de una cabeza de altura y cuando se acercó yo noté lo pequeñita que me sentía al lado de él.
“Todo bien?”, me preguntó.
“Si… si, está todo gracias”, le sonreí.
“Bueno, buenas noches, que lo disfrutes…”, me sonrió y me derritió un poquito.
Estaba pensando que decirle hasta que por fin se me ocurrió, casi cuando el pibe ya estaba subido a su bici de nuevo, “Uy… uy, pará… no te dejaron propina?”, le pregunté mostrándole el ticket a la distancia.
“No, no importa, gracias…”
“No, pará… aguantá que te traigo, si?”, le sonreí, “Disculpá, es que no pedí yo. Yo siempre dejo propina…”
El pibe me miró y lo pensó, acercándose de nuevo. “Me esperás un toque? Ya te traigo…”, le dije y me dijo que sí.
Me apuré para la casa, dejé la comida ahí y rebusqué algunos billetes para darle, mientras me aseguraba que Ariel seguía en el dormitorio. Tomé unos pesos para el chico y me volví a la puerta apresurando mis pasitos descalzos. Le abrí la puerta de nuevo y me hice la boluda, “Ay… pasá, no te quedés afuera…”, le dije, haciéndolo pasar. Algo que no hacía ninguna falta hacer, pero el pibe lo hizo. Seguía con su celu en la mano y la música ahora retumbaba en el pasillito de entrada.
Me miró de arriba como contaba la plata, “Muchas gracias, en serio, no hacía falta…”
Yo lo miré y le dejé una dulce sonrisa, haciéndole un poco de ojitos cuando le pasé despacito la plata “Si hacía falta, para mí sí…”
Nos quedamos los dos mirándonos a los ojos un par de segundos. Maldita sea la gripe, maldito sea Ariel y maldito sea el juego y todo y la puta que lo re mil parío, pensé! Porque tenía una mirada re dulce y una sonrisa matadora. Yo nunca había estado con un hombre así, de esa raza y de esa tez y no voy a negar que la idea siempre la tuve en la cabeza. Y éste era muy pero muy lindo tipo. Lo que debía ser sentir ese cuerpazo, gigante en comparación al mío, en la cama. Esa piel oscura y hermosa al lado mío… adentro mío…
Y yo no podía hacer nada.
“Cómo te llamás?”, le pregunté, para hacer algo más que mirarlo a los ojos como una pelotuda.
“Mateo”
“Bueno, yo soy Trini…”, le sonreí.
El me devolvió una sonrisa juguetona, “Si, ya me habías dicho. Aún me acuerdo, fue hace dos minutos…”
Yo me cagué de risa, “Si, claro… de dónde sos?”
“De Venezuela…”
“Si, ya sé, pero de qué parte?”, le dije, acercándome apenas un poquito más.
“De Mérida… qué, tu conoces?”, me preguntó y se guardó la plata en un bolsillo.
Yo me mordí un poquito el labio, nada más para que viera el gesto, “No… nunca fuí, pero sé que es re lindo. Siempre quise.”
“Si, es bellísimo, deberías ir”, me sonrió.
“Algún día se me va a dar… hace mucho que estás acá?”
“Eh… cuatro años ya.”
“Ah, un montón!”, le dije, “Y te gusta acá?”
“Pues si, no está mal. Estamos mejor aquí”, me contestó.
“Estamos?”
“Me vine con mi primo…”
“Ah… bueno, bien, no estás solo”, le sonreí sin dejar de mirarlo.
Le iba a decir algo más fuerte y acercarme un poco más, cuando justo fue que escuché una puerta cerrarse en el pasillo y enseguida apareció uno de los vecinos, Leonardo y su mujer, una pareja de jubilados que veía bastante seguido. El viejo era siempre re buena onda. Nos vió, nos saludó a los dos muy amablemente al salir y abrirle la puerta a su mujer. La señora ni bola nos dió. Cuando se fueron y la puerta se cerró de nuevo yo lo miré a Mateo y le puse una carita de “Uy, nos descubrieron”, totalmente al pedo porque la situación no era para nada así, pero él se rió.
“Bueno Trinidad, un…”
“Trini”, le sonreí
“Bueno, Trini…”, se rió, “Un gusto conocerte… me vuelvo a mis pedidos.”
“Bueno, dale, suerte…”
“Muchas gracias, a tí también…”
Me giré para abrirle la puerta y, a propósito, me hice la boluda y tiré las llaves al piso. Yo lo tenía al moreno atrás y me agaché para levantarlas, asegurándome de hacerlo bien lento y despacito, mostrándole bien el culo. Encima tuve la suerte que el pantalón se me deslizó apenas un poquito y también, de casualidad, sentí cómo le estaba mostrando la tirita de la bombacha que llevaba abajo. Y cómo si ésto fuera poco, por el mismo precio, cuando me incorporé me eché para atrás y me apoyé yo sola el culo contra él al levantarme. Me quedé pegada ahí un segundito a él y lo miré por encima de mi hombro mientras abría la puerta despacito.
“Uy… perdón…”, le sonreí.
El me miró con una cara de que no podía creer lo que yo acababa de hacer, pero no lo sentí retirarse o alejarse, “No.. perdona…”
“Todo bien…”
El de repente que se rió solo, mirándome, “Casi que me perreas…”
Yo al principio no la capté enseguida, tardé un segundo pero me entré a cagar de la risa, “Ah, claro… con la música… jajaja”, me reí alegremente, “No, yo no sé bailar eso…”, le dije y le abrí la puerta, dejándolo salir.
“Pues deberías aprender”, me sonrió y lo vi subirse tranquilo a su bici de nuevo.
Yo me quedé apoyada de costado en el borde de la puerta mirándolo y sonriendo, “Ah, que me vas a enseñar vos?”
“Cuando quieras…”, dijo. Me guiñó uno de esos ojazos dulces y me asesinó, me mató ahí mismo, “Adiós Trini, suerte…”, nada más dijo y se fué pedaleando por la oscuridad de la calle.
Yo suspiré y me volví a casa. Me puse a comer sola, sentada en el sillón mirando la tele. No lo desperté a Ariel a propósito. Quería estar sola. Sola con la pizza, la tele y todas las imágenes que tenía en la cabeza de lo cerca que estuve de estar montada en esa verga de moreno que me llenaba hasta la garganta. No sabía si la tenía grande, ni idea, pero en mi imaginación sí. Yo masticaba la pizza y bronca a la vez. No es una combinación muy sabrosa.
Ariel? Ariel que se la comiera fría.
Cuando terminé me puse a hablar con Roxy de nuevo y le conté. Se alegró que no pudo pasar nada por partida doble. Primero porque no anoté y segundo porque, según ella, si lo llegaba a hacer con un negro no me iba a hablar mas de pura envidia, porque ella tampoco estuvo nunca con uno.
Fue una verdadera pena que no pudo pasar, pensé. Pero el juego seguía.
Tanto Roxy como yo tuvimos otro par de semanas de absoluta sequía, pero yo estaba tranquila. Ya me sentía… experimentada? No sé si esa es la palabra exacta. Paciente. Ya vendría la lluvia. Yo lo único que tenía que hacer era estar lista todo el tiempo para tomar las oportunidades que se presentaban y saber esperar.
O no? Cómo hacía Roxy, pensé? Pero en serio, cómo hacía? Por qué a ella le resultaba bastante mas fácil la cosa? Sí, estaba todo el tema de las ventajas que ella tenía por donde vivía y eso, pero habría algo mas? Yo no creía que Roxy me iba a estar haciendo trampa, no. Primero porque era mi Roxy y eso no me lo haría. Y segundo por todo lo que rompió las bolas con el tema de aquella vez con Bárbara y la trampa que le había hecho, o Roxy sospechaba que había hecho.
Mi Roxy eso no lo haría.
Una tarde al pedo en casa, mientras yo esperaba escuchar un timbre que nunca sonaba, me puse a chatear con ella, salió el tema y le pregunté. Nos pusimos a hablar del juego y directamente le pregunté cómo hacía. Me tiró un par de tips y eso, pero enseguida la charla se desvirtuó. Como siempre.






Cómo amo a mi Roxy.
Y no se guíen por ésto, no se hagan fantasías de ese estilo. Ya me imagino en qué pueden estar pensando, que ésta es una de esas historias en las que yo termino con Roxy. Claro. Pero no. Nunca hicimos nada con Roxy y nunca lo vamos a hacer. Este tipo de charla… en persona o por chat… fotos más, fotos menos… es el mismo tono y tipo de charla que venimos teniendo desde que teníamos once años, más o menos. Cuando se murió el papá de Roxy teníamos diecisiete y yo lloraba tanto que era ella la que me consolaba a mi. Yo lloraba del dolor de sentir el dolor de mi amiga. Ese tipo de relación tenemos, que es más que una relación. Mas que amor, mas que sexo, mas que todo.
Cuando volví me tiré en el sillón con un cafecito y me colgué mirando las fotos que me había mandado Roxy. Les aseguro que no había nada en esas fotos que no hubiese visto o conocido (o sentido en la espalda) ya muchas veces. Desde que eramos chiquitas y a escondidas jugábamos a levantarnos la ropa en la casa de una u otra, pasando por incontables duchas de vestuario hasta el año pasado que nos fuimos a San Clemente un finde largo y andábamos las dos prácticamente en bolas todo el tiempo por el departamento. No, no pasaba por ahí.
Miraba la foto de ella ahí en las escaleritas de su departamento, vestida y arreglada bien perra con esa lencería blanca. Que mujer hermosa que era. Los kilitos de más que siempre supo tener se le fueron hace tiempo cuando había empezado a comer un poco mejor y hacer algo de ejercicio y ahora estaba bellísima. No quiere decir que antes no lo estuviera también, pero ahora… era otra cosa. Si se vestía y se arreglaba así con esa ropa interior y tacos para atender la puerta, obvio que yo iba a estar perdiendo feo. Estaba una o dos categorías por encima mío. Pero no era solamente cómo se veía o cómo se arreglaba. Yo estaba segura que era un tema de actitud. Ya se le notaba solamente en la mirada, en esas fotos. Sabía que el pobre moscón que por suerte o por desgracia caía en el departamento de esa araña, pues se iba garchado. Punto. No había otra opción. Yo era la que la tenía que remar y laburar. Cada vez menos, seguro. Cada vez me costaba menos, pero conociéndola yo sabía que a Roxy todo eso le salía natural y quizás hasta no tenía que hacer nada.
A ver…si atendés la puerta arreglada como en esa foto en las escaleritas.. Qué le tenés que aclarar y laburar al tipo? Por ahí ustedes dudan o no lo creen, pero no. Créanlo, se los aseguro por lo que la conozco, estoy cien por cien segura que lo que dijo era verdad. Estoy segura que alguna vez, o varias, o todas, habrá atendido la puerta así.
Por ese entonces Ariel se pescó una de esas gripes que andan dando vueltas y lo reventó. Lo fulminó mal. Se quedó en casa cuatro días, dos de ellos directamente en cama. Lo cual me vino bien como excusa para mantenerme bien alejada de él todo el tiempo. Esos días hasta me fuí a dormir al sillón, diciéndole que no me quería contagiar. Gracias, gripe.
Pero la otra cara de la moneda era que yo esos días no podía hacer nada ya que él estaba ahí todo el tiempo. Se me prendió la lamparita y una tarde directamente me fuí a visitar a Roxy y a pasar la tarde ahí. Por lo menos si yo no podía aumentar el marcador, ella tampoco conmigo estando ahi. La pasamos bien igual, entre mate, sandwiches de miga y gaseosa. Ese día yo no pude anotar, pero ella tampoco. Gracias, gripe.
Sin embargo, pese a que Ariel estaba ahí, una noche si tuve una oportunidad. No se si cuenta como gol, aún hoy lo estamos debatiendo con Roxy. Yo digo que si, ella tiene sus dudas.
Había sido un día normal, salvo que con Ariel ahí todo el tiempo. Él no se sentía bien y es de esas personas que cuando no se sienten bien andan con un mal humor visible todo el tiempo, lo que pone a los que lo rodean mal también. Ya la cosa venía medio tirante de por sí y encima a la tarde discutimos por una pelotudez. Algo de la casa que no tiene nada que ver con ésto. Pero nos pusimos los dos de peor humor y nos evitamos más todo el resto del día.
A eso de las nueve dijo que tenía hambre, le dije que le preparaba algo y me dijo que no, que pidieramos una pizza. Le recordé que la pizzería que le gustaba a él siempre tardaba y me dijo que no importaba. Tomé mi teléfono y me puse con la app para pedir, pero me dijo que no lo hiciera. Que iba a pedir él porque yo siempre hacía cagadas con el pedido. Le fruncí el ceño sin que me viera, pero lo dejé pedir. Se sentó en el sillón a esperar pero no duró mucho, lo vi levantarse e irse al dormitorio, diciéndome que se iba a tirar un rato y que lo llamara o lo despertara cuando llegaba la pizza.
En cuanto cerró la puerta la empecé a mensajear a Roxy. Le pregunté si el delivery contaba o no. No pensaba hacer nada, no se podía, estaba Ariel en casa y era imposible, pero la situación me dió curiosidad y le pregunté igual. Inicialmente Roxy me dijo que no, pero al final entre las dos determinamos que sí porque “yo” no había hecho el pedido, lo había hecho él. Roxy igual puteó un poco porque la situación era bastante dudosa, yo quería sacar ventaja y me gastó porque igual Ariel estaba ahí y yo no podía hacer nada.
Y yo le fruncí el ceño al celular. Como dicen, cuando la vida te da limones…
La pizza tardó en serio, como siempre. Recién cuarenta minutos después del pedido sonó el timbre. Atendí y dije que ya iba a abrir. Esperé unos largos segundos ahí, sin salir. Quería ver si Ariel se había despertado con el sonido del timbre y si emergía de nuestro cuarto, pero no lo hizo. Tímidamente me acerqué despacio y abrí la puerta sin hacer ruido, lo vi despatarrado en la cama, durmiendo tranquilamente y me sonreí.
Yo no estaba para nada arreglada para el juego, por supuesto. Estaba de entrecasa, descalza, con una remera vieja y un pantalón de gimnasia. Nada de puta, nada de perra. El pantalón al menos me marcaba bastante bien la cola porque era algo ajustadito. Cuando abrí la puerta de la calle ví que estaba el pibe ahí al lado de su bicicleta. Tenía el celular con la música casi al palo y ese era el sonido que venía escuchando cuando me acercaba.
Cuando lo vi le dije hola y le sonreí, pero más me sonreí a mi misma. Era un negrazo, o de raza mixta, algo así, y era enorme. Alto y con tatuajes en un brazo. No tenía el super físico, nada de musculatura de fisicoculturista ni nada de eso, pero se lo veía fornido. Tenía un par de aritos en una oreja, pulseras y un par de cadenitas. Cuando me vió me saludó y me sonrió, tenía una sonrisa increíble que me encantó. Enseguida le saqué el acento venezolano que yo ya conocía tan bien y me gustaba tanto. Me quedé paradita ahí en la puerta.
“Hola… para Ariel o Trinidad?”, me preguntó leyendo el papelito y mirándome.
“Si, yo soy Trini, obvio…jajaja”, le tiré una risita boluda haciéndome oir un poco por encima de la música de su celu. Se acercó con la caja de pizza y una bolsita con fainá que seguro Ariel había pedido y yo me quedé ahí, haciéndome la que revisaba el pedido rápido, notando como el pibe me miraba. Me llevaba bastante mas de una cabeza de altura y cuando se acercó yo noté lo pequeñita que me sentía al lado de él.
“Todo bien?”, me preguntó.
“Si… si, está todo gracias”, le sonreí.
“Bueno, buenas noches, que lo disfrutes…”, me sonrió y me derritió un poquito.
Estaba pensando que decirle hasta que por fin se me ocurrió, casi cuando el pibe ya estaba subido a su bici de nuevo, “Uy… uy, pará… no te dejaron propina?”, le pregunté mostrándole el ticket a la distancia.
“No, no importa, gracias…”
“No, pará… aguantá que te traigo, si?”, le sonreí, “Disculpá, es que no pedí yo. Yo siempre dejo propina…”
El pibe me miró y lo pensó, acercándose de nuevo. “Me esperás un toque? Ya te traigo…”, le dije y me dijo que sí.
Me apuré para la casa, dejé la comida ahí y rebusqué algunos billetes para darle, mientras me aseguraba que Ariel seguía en el dormitorio. Tomé unos pesos para el chico y me volví a la puerta apresurando mis pasitos descalzos. Le abrí la puerta de nuevo y me hice la boluda, “Ay… pasá, no te quedés afuera…”, le dije, haciéndolo pasar. Algo que no hacía ninguna falta hacer, pero el pibe lo hizo. Seguía con su celu en la mano y la música ahora retumbaba en el pasillito de entrada.
Me miró de arriba como contaba la plata, “Muchas gracias, en serio, no hacía falta…”
Yo lo miré y le dejé una dulce sonrisa, haciéndole un poco de ojitos cuando le pasé despacito la plata “Si hacía falta, para mí sí…”
Nos quedamos los dos mirándonos a los ojos un par de segundos. Maldita sea la gripe, maldito sea Ariel y maldito sea el juego y todo y la puta que lo re mil parío, pensé! Porque tenía una mirada re dulce y una sonrisa matadora. Yo nunca había estado con un hombre así, de esa raza y de esa tez y no voy a negar que la idea siempre la tuve en la cabeza. Y éste era muy pero muy lindo tipo. Lo que debía ser sentir ese cuerpazo, gigante en comparación al mío, en la cama. Esa piel oscura y hermosa al lado mío… adentro mío…
Y yo no podía hacer nada.
“Cómo te llamás?”, le pregunté, para hacer algo más que mirarlo a los ojos como una pelotuda.
“Mateo”
“Bueno, yo soy Trini…”, le sonreí.
El me devolvió una sonrisa juguetona, “Si, ya me habías dicho. Aún me acuerdo, fue hace dos minutos…”
Yo me cagué de risa, “Si, claro… de dónde sos?”
“De Venezuela…”
“Si, ya sé, pero de qué parte?”, le dije, acercándome apenas un poquito más.
“De Mérida… qué, tu conoces?”, me preguntó y se guardó la plata en un bolsillo.
Yo me mordí un poquito el labio, nada más para que viera el gesto, “No… nunca fuí, pero sé que es re lindo. Siempre quise.”
“Si, es bellísimo, deberías ir”, me sonrió.
“Algún día se me va a dar… hace mucho que estás acá?”
“Eh… cuatro años ya.”
“Ah, un montón!”, le dije, “Y te gusta acá?”
“Pues si, no está mal. Estamos mejor aquí”, me contestó.
“Estamos?”
“Me vine con mi primo…”
“Ah… bueno, bien, no estás solo”, le sonreí sin dejar de mirarlo.
Le iba a decir algo más fuerte y acercarme un poco más, cuando justo fue que escuché una puerta cerrarse en el pasillo y enseguida apareció uno de los vecinos, Leonardo y su mujer, una pareja de jubilados que veía bastante seguido. El viejo era siempre re buena onda. Nos vió, nos saludó a los dos muy amablemente al salir y abrirle la puerta a su mujer. La señora ni bola nos dió. Cuando se fueron y la puerta se cerró de nuevo yo lo miré a Mateo y le puse una carita de “Uy, nos descubrieron”, totalmente al pedo porque la situación no era para nada así, pero él se rió.
“Bueno Trinidad, un…”
“Trini”, le sonreí
“Bueno, Trini…”, se rió, “Un gusto conocerte… me vuelvo a mis pedidos.”
“Bueno, dale, suerte…”
“Muchas gracias, a tí también…”
Me giré para abrirle la puerta y, a propósito, me hice la boluda y tiré las llaves al piso. Yo lo tenía al moreno atrás y me agaché para levantarlas, asegurándome de hacerlo bien lento y despacito, mostrándole bien el culo. Encima tuve la suerte que el pantalón se me deslizó apenas un poquito y también, de casualidad, sentí cómo le estaba mostrando la tirita de la bombacha que llevaba abajo. Y cómo si ésto fuera poco, por el mismo precio, cuando me incorporé me eché para atrás y me apoyé yo sola el culo contra él al levantarme. Me quedé pegada ahí un segundito a él y lo miré por encima de mi hombro mientras abría la puerta despacito.
“Uy… perdón…”, le sonreí.
El me miró con una cara de que no podía creer lo que yo acababa de hacer, pero no lo sentí retirarse o alejarse, “No.. perdona…”
“Todo bien…”
El de repente que se rió solo, mirándome, “Casi que me perreas…”
Yo al principio no la capté enseguida, tardé un segundo pero me entré a cagar de la risa, “Ah, claro… con la música… jajaja”, me reí alegremente, “No, yo no sé bailar eso…”, le dije y le abrí la puerta, dejándolo salir.
“Pues deberías aprender”, me sonrió y lo vi subirse tranquilo a su bici de nuevo.
Yo me quedé apoyada de costado en el borde de la puerta mirándolo y sonriendo, “Ah, que me vas a enseñar vos?”
“Cuando quieras…”, dijo. Me guiñó uno de esos ojazos dulces y me asesinó, me mató ahí mismo, “Adiós Trini, suerte…”, nada más dijo y se fué pedaleando por la oscuridad de la calle.
Yo suspiré y me volví a casa. Me puse a comer sola, sentada en el sillón mirando la tele. No lo desperté a Ariel a propósito. Quería estar sola. Sola con la pizza, la tele y todas las imágenes que tenía en la cabeza de lo cerca que estuve de estar montada en esa verga de moreno que me llenaba hasta la garganta. No sabía si la tenía grande, ni idea, pero en mi imaginación sí. Yo masticaba la pizza y bronca a la vez. No es una combinación muy sabrosa.
Ariel? Ariel que se la comiera fría.
Cuando terminé me puse a hablar con Roxy de nuevo y le conté. Se alegró que no pudo pasar nada por partida doble. Primero porque no anoté y segundo porque, según ella, si lo llegaba a hacer con un negro no me iba a hablar mas de pura envidia, porque ella tampoco estuvo nunca con uno.
Fue una verdadera pena que no pudo pasar, pensé. Pero el juego seguía.
0 comentarios - El Juego de la Puerta - Parte 6