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Fantasía de vacaciones

Fantasía de vacaciones

Bajo el sol abrasador de la costa, la casa de playa se alzaba como un refugio de blancura entre palmeras. Lucas, de dieciocho años, ajustó la mochila sobre su hombro mientras recorría el sendero de piedras hacia la entrada. El sudor le resbalaba por la nuca, pero no era solo por el calor. Sus tíos lo habían invitado a pasar unos días a su casa de playa. Él al principio no quería, le incomodaba molestarlos en sus vacaciones, pero sus padres tanto insistieron que al fin fue.
Él era un joven solitario, reservado, tímido, nunca había tenido muchos amigos ni muchas novias, solo le había dado un par de besos a alguna chica en la escuela secundaria.
Sus tío, hermano de su papá, era un hombre reservado mientras que su tía….ufff… era un pedazo de mujer. Lucas más de una vez se había pajeado pensando en ella e imaginar ahora que estarían juntos en la playa, ella en bikini, lo ponía muy nervioso
—¡Llegó el invitado de honor! —La voz de su tío, Marco, resonó desde la terraza. Tenía cuarenta y cinco años, el pelo entrecano y una sonrisa que siempre parecía esconder una broma privada.
Al subir las escaleras, Lucas contuvo la respiración. Clara, la esposa de Marco, estaba recostada en una hamaca de tejido transparente. Su vestido de lino blanco, casi diáfano, se adhería a sus curvas como una segunda piel. No llevaba sostén. Lucas desvió la mirada, pero no antes de notar el contorno y la dureza de sus pezones bajo la tela.
—Hola, Lucas —dijo Clara, estirándose con lentitud deliberada. El vestido se corrió unos centímetros, revelando el borde de una tanga negra—. ¿Te gusta el mar? —preguntó, mordiendo una cereza. El jugo rojo le resbaló por el cuello.
—Sí… es lindo —murmuró él nervioso, tragando saliva.
Marco rió, sirviendo un trago de whisky con hielo. —"Lindo" no es la palabra, ¿verdad, cariño? —Su mano se posó en la cintura de Clara, deslizándose hacia su cadera—. Aquí todo es… *intenso*.
La cena fue una tortura. Clara sirvió la comida inclinándose sobre la mesa cada vez que Lucas necesitaba algo más. Su escote, un abismo de piel dorada, quedaba a la altura de sus ojos.
—¿No tienes calor, Lucas? —preguntó ella de pronto, pasándose la lengua por los labios. Una gota de vino tinto manchaba su blusa—. Deberías quitarte esa camisa.
—Clara, no seas descarada —dijo Marco, aunque su sonrisa era cómplice. Con un gesto, le señaló la mancha en su pecho—. Pero tú sí, quítate eso y ponlo a lavar antes de que la mancha se seque y no puedas sacarla.
Ella se levantó, desabrochando los botones con dedos teatrales. La blusa cayó a sus pies. Lucas dejó caer el tenedor. Bajo la luz tenue del comedor sus senos redondos y pesados se movían libres bajo un top de encaje transparente.
Lucas casi no pudo cenar, sus ojos iban de su plato a las enormes tetas de su tía, mientras ellos hablaban planeando lo que hacer al día siguiente. De vez en cuando una broma de Marco hacía reír a Clara y eso hacía que sus pechos se bambolearan en forma casi hipnótica.
El joven no podía más, sentía su cara caliente, sabía que debía estar rojo como un tomate, pero lo que lo tenía peor era la tremenda erección que tenía, su verga apretaba el bóxer y el jean desde adentro amenazando con romperlos. No podía esperar a retirarse a su habitación para hacerse una buena paja a la salud de Clara que lo aliviara de la tensión.
—Perdón —murmuró Clara, aunque su voz era puro desafío—. ¿Me ayudas a limpiar, Lucas? —Al pasar junto a su silla, su pecho rozó su hombro. Él contuvo un gemido.
Llevaron los platos a la pequeña cocina y ella se encargó de rozar el cuerpo del joven cada vez que pudo. Sus tetas contra su espalda, su culo contra el del muchacho, sus tetas contra su pecho, su culo contra su pelvis….al notar la tremenda erección del muchacho lo miró y sonriendo le dijo-Así me gusta, siempre listo, no?
Esa noche el joven se pajeó un par de veces imaginando el cuerpo de su tía hasta poder dormirse.
En la otra habitación Clara le contaba los detalles de lo que había pasado en la cocina mientras le chupaba la pija a su marido. Cuando este acabó, llenando la boca de su mujer de leche caliente, le preguntó si le gustaría chupársela a Lucas, si le excitaba la idea. Ella lo miró y solo sonrió mientras tragaba toda la leche de su marido.
En la piscina, al día siguiente , el juego se volvió peligroso. Clara emergió del agua con el bikini azul celeste pegado a la piel. Los tirantes finos se marcaban en sus hombros como cicatrices seductoras.
—Marco dice que deberías ponerme bloqueador —dijo, tendiéndole el frasco. Su espalda brillaba bajo el sol—. Dice que… confía en ti.
Las manos de Lucas temblaron al aplicar la loción. Cuando sus dedos encontraron el nudo del bikini, Clara gimió levemente.
—Cuidado —susurró, volviendo la cabeza hasta que sus labios estuvieron a un centímetro de los de él—. Algunas cosas… se desatan solas.
Marco observaba desde la sombra con un cigarrillo entre los dedos. —¿Necesitas que te enseñe cómo se hace, Lucas? —preguntó, y el chico juró haber visto un destello de oscuridad en sus ojos.
Esa noche, Lucas no podía dormir, para intentar calmarse fue a la cocina por un vaso de leche que sosegara su sed, a ver si podía conciliar el sueño de esa manera. Al volver a su habitación, mientras el viento movía las cortinas de gasa, escuchó risas ahogadas tras la puerta del dormitorio principal. La curiosidad lo hizo acercarse. Por la rendija, vio a Clara arrodillada frente a Marco, sus uñas pintadas de rojo arañando sus muslos desnudos. Sus grandes tetas colgaban libres, oscilando al ritmo de la chupada de pija que le estaba haciendo. La verga aparecía y desaparecía en su boca, solo se escuchaban los gemidos de su tío y el chapoteo de la saliva mientras la pija entraba y salía de la boca. Luego Marco la dió vuelta y arrodillada en el piso la empezó a a coger en cuatro. Ella, que había quedado con la cara frente a la puerta, gemía mientras él susurraba cosas en su oído, ella afirmaba, decía que sí, que lo iba a hacer delante de él, que a ella también le calentaba eso. Marco aceleró el ritmo y ambos estallaron en un intenso orgasmo.
Lucas no podía con su calentura, su erección Érica tremenda, haber visto a sus tíos cogiendo tan cerca, haber visto a su tía, musa de sus fantasías más ocultas, gozando así era mucho, así que intentando no hacer ruido quiso volver a su habitación a pajearse por ella como la noche anterior, como tantas otras noches anteriores, pero al no conocer bien la casa dió unas vueltas y justo cuando encontró la puerta un ruido hizo que se le hiele la sangre
—¿Te gusta espiar? —susurró una voz en su nuca. Clara estaba detrás de él, caliente y despeinada. Su vestido de dormir abierto revelaba que no llevaba ropa interior—. Ven —tomó su mano y la guió hacia su vientre—. Tu tío cree que no estás listo… ¿Y tú?
El corazón de Lucas estalló en su pecho. Afuera, las olas rompían con furia, como advirtiéndole. Pero ya era tarde…

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