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Hago cornudo a mi novio

La vida con mi novio Marcelo siempre había sido dulce y llena de cariño. Era un hombre tierno, atento y dedicado, pero en la intimidad, algo no encajaba. Su amor era suave, casi inocente, y aunque lo apreciaba, mi cuerpo anhelaba algo más: pasión, intensidad, dominación. Todo cambió cuando Sergio entró en escena. Su presencia era imposible de ignorar: moreno, musculoso, con una actitud dominante que despertó en mí un deseo que no sabía que existía. Lo que comenzó como una fantasía inocente se convirtió en una espiral de sumisión, placer y humillación, donde Marcelo, sin quererlo, terminó siendo parte de un juego que nunca imaginó.

Frustración sexual

Esa noche, Marcelo y yo estábamos en la cama. Como siempre, sus movimientos eran torpes y predecibles. Lo dejé hacer, pero mi mente estaba en otra parte. Sus manos acariciaron mi cuerpo con ternura, pero sin la firmeza que mi piel anhelaba. Cuando intentó penetrarme, su verga, aunque dura, era delgada y corta. En la posición de misionero, apenas sentí su cabeza entrar antes de que se saliera. Frustrada, le sugerí cambiar de posición.

"Probemos en cuatro", le dije, esperando que algo cambiara. Marcelo asintió con entusiasmo, pero el resultado fue el mismo. Su pene se deslizaba fuera de mí con cada embestida, y tuve que agarrarlo con la mano para guiarlo de vuelta. Incluso entonces, apenas lograba entrar, y su cabeza pequeña apenas rozaba las paredes de mi vagina. Intenté moverme con él, pero era inútil. La sensación era tan leve que tuve que fingir los gemidos para no herir sus sentimientos.

Cuando finalmente acabó, lo hizo con un gemido suave, casi infantil, y se derrumbó a mi lado, exhausto. Me abrazó y se durmió casi de inmediato, mientras yo me quedé despierta, sintiendo una frustración que no podía ignorar. Mi cuerpo ardía de deseo insatisfecho, y mi mente comenzó a divagar.

Me levanté y tomé mi teléfono, desplazándome sin rumbo por Instagram. Fue entonces cuando vi última la historia de Sergio. Estaba en el gimnasio, con sus shorts ajustados que dejaban ver un bulto enorme. Su verga, dura y gruesa, se marcaba claramente, y la cabezota sobresalía del borde del short. No pude evitar tocarme mientras lo miraba, imaginando cómo sería sentir esa verga dentro de mí.

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No le respondí a la hsitoria, pero decidí ir al baño y subir una foto a mis close friends. Solo Sergio estaba en esa lista.La foto era un selfie apuntando a mi culo, con un short de pijama ultra pequeño que dejaba al descubierto toda mi cola. La tela se ajustaba tanto que las curvas de mis nalgas se marcaban perfectamente, y el escote no era lo importante: mi trasero era el protagonista. En el reflejo del espejo, se veía mi mirada de complicidad, como si supiera que Sergio estaría viéndola. No escribí ningún pie de foto, pero el mensaje estaba claro.

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Minutos después, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Sergio:
"¿Qué estás haciendo despierta a esta hora?"
Le respondí con coquetería: "No podía dormir... ¿Y tú?"
"Tampoco. Esa foto no ayuda, por cierto."
Me sonrojé, pero no pude evitar sonreír. "¿Te molesta?"
"Para nada. Solo me hace pensar en cosas que no debería."
Esa noche soñé con él.

Oral en la piscina

Unos días después, Marcelo organizó una reunión en casa con sus amigos, incluido Sergio. Nos metimos a la piscina, y no pude evitar notar cómo Sergio me miraba. Sus ojos recorrían mi cuerpo, y cada vez que se reía, sus abdominales se marcaban bajo su piel morena. Marcelo, distraído con sus amigos, no notaba nada.

Yo llevaba un bikini diminuto que dejaba al descubierto toda mi cola. La tela se ajustaba tanto que las curvas de mis nalgas se marcaban perfectamente, y el agua resaltaba cada detalle de mi cuerpo. Sergio, por su parte, llevaba unos shorts de baño que se pegaban a su piel mojada, dejando ver el contorno de su enorme verga. Cada vez que se movía, parecía que la tela no podía contenerlo.

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En un momento de la reunión, decidimos jugar voley en la piscina. Sergio y yo estábamos en el mismo equipo, y en una jugada, él se acercó por detrás para alcanzar la pelota. Su cuerpo rozó el mío, y su enorme bulto presionó contra mi culo.

"Perdón", dijo con una sonrisa pícara, pero no se apartó de inmediato. Sus manos rozaron mi cintura, y sentí cómo su verga se endurecía aún más contra mí.

"Te ves increíble", me susurró al oído, mientras sus dedos bajaban lentamente hacia mi muslo.

Marcelo, en el otro extremo de la piscina, reía con sus amigos, completamente ajeno a lo que estaba pasando.

Más tarde, mientras todos se fueron a cambiar o a comer, Sergio y yo nos quedamos solos en la piscina.

Él se sentó en el borde, con sus piernas abiertas y su enorme verga negra colgando hacia el agua. Yo, desde adentro, no pude resistirme. Me acerqué y, sin decir una palabra, tomé su verga en mi boca.

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Lo chupé lentamente, saboreando cada centímetro, mientras él gemía en voz baja. Sus manos se enredaron en mi cabello, guiándome con firmeza.

"Así, así", susurró, mientras yo sentía cómo su verga se ponía aún más dura en mi boca. Cuando finalmente se vino, su semen caliente llenó mi boca, y no pude evitar tragarlo todo.

"Marcelo nunca se había venido tanto", pensé, sintiendo una mezcla de culpa y satisfacción.

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Marcelo tenía un viaje familiar, y Sergio aprovechó la oportunidad para venir a mi casa. Desde el momento en que entró, su presencia dominante llenó la habitación. Me empujó contra la pared y me besó con una intensidad que me dejó sin aliento. Sus manos recorrieron mi cuerpo con firmeza, y no pude evitar responder.

Cuando finalmente lo vi desnudo, me quedé sin palabras. Su verga era enorme, gruesa, con una cabeza imponente y unos testículos que parecían hechos para dominar.

"Es toda tuya", dijo, mientras me obligaba a arrodillarme. Tomé su verga en mi boca, saboreando cada centímetro, mientras él gemía en voz baja. Sus manos se enredaron en mi cabello, guiándome con firmeza.

"Así, así", susurró, mientras yo sentía cómo su verga se ponía aún más dura en mi boca.
Cuando terminé, me levantó y me llevó a la cama. Me empujó contra las sábanas y comenzó a besarme por todo el cuerpo, desde mi cuello hasta mis muslos. Sus manos agarraban mis caderas con firmeza, y yo ya estaba completamente suya.

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Sergio se colocó sobre mí y me penetró con fuerza. Sentí cómo su enorme verga llenaba cada centímetro de mí, llegando a una profundidad que Marcelo nunca había logrado. Con Marcelo, siempre era suave y predecible, pero con Sergio, cada embestida era intensa y llena de pasión.
"Marcelo nunca podría llegar tan adentro", pensé, mientras gemía de placer.

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Luego, me dio la vuelta y me colocó en cuatro. Sin previo aviso, me penetró con fuerza, y sentí cómo su verga entraba y salía rápidamente, llegando siempre al fondo. Con Marcelo, su pene se salía constantemente en esta posición, y nunca lograba alcanzar la misma profundidad.
"Grita", ordenó Sergio, mientras me daba una nalgada. Obedecí, sintiendo cómo el placer me inundaba por completo.

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Después, me colocó encima de él. Con Sergio, sentí una sensación de llenado total, como si su verga estuviera hecha para mí. Con Marcelo, su pene se salía frecuentemente en esta posición, y nunca sentí más que una ligera estimulación.
Yo no dejaba de moverme sobre él, sintiendo cómo su verga me llenaba por completo y sus manos grandes me agarraban mi cola con un firmeza impecable.

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Finalmente, me levantó y me colocó de pie, con una pierna sobre su hombro. Esta posición era imposible para Marcelo debido a su tamaño, pero con Sergio, su pene era tan grande que incluso cuando se separaba, la cabeza permanecía dentro, generando una sensación de plenitud constante.
"Marcelo nunca podría hacer esto", pensé, mientras gemía de placer.

Marcelo llegó a casa antes de lo previsto. La puerta se abrió de golpe, pero Sergio estaba demasiado ocupado en mí para notarlo. Él me tenía levantada contra la pared, mis piernas alrededor de su cintura, y cada embestida suya me hacía gritar de placer. Mis manos se aferraban a sus hombros, mis uñas clavándose en su piel mientras él me dominaba con una fuerza que me dejaba sin aliento.

Fue entonces cuando lo vi. Marcelo estaba en la puerta, congelado, sus ojos clavados en mí. Nuestras miradas se encontraron, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Yo no dejé de gemir, no podía, Sergio era demasiado intenso, pero en ese instante, algo cambió entre Marcelo y yo. No hubo palabras, solo ese intercambio de miradas que lo decía todo.

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Marcelo no gritó, no protestó. En lugar de eso, bajó la mirada, como si estuviera avergonzado, pero luego la levantó de nuevo, fijándose en cómo Sergio me poseía. Sus manos temblaron, y luego, lentamente, comenzó a desabrocharse el pantalón. Yo lo observé desde el reflejo en el espejo de la habitación, sin dejar de gemir, sin dejar de moverme al ritmo de Sergio. Marcelo se sacó su miembro y comenzó a masturbarse, sus ojos fijos en mí, en cómo Sergio me hacía suya con una intensidad que él nunca había logrado.

Nuestras miradas se encontraron de nuevo, y esta vez, Marcelo asintió ligeramente, como si estuviera aceptando su nuevo papel. No había ira en sus ojos, solo resignación y, quizás, un poco de excitación. Él sabía que ya no era suficiente para mí, y en lugar de luchar, eligió someterse a esa nueva realidad.

Sergio, completamente ajeno a lo que ocurría, continuó embistiéndome con fuerza, sus manos agarrando mis caderas con firmeza. "Eres mía", susurró en mi oído, y yo gemí aún más fuerte, no solo por él, sino por Marcelo, que estaba allí, observando, aceptando su lugar en aquella dinámica.

Marcelo se movía con rapidez, su mano subiendo y bajando mientras sus ojos no se apartaban de mí. En menos de un minuto, su cuerpo se tensó, y un gemido ahogado escapó de sus labios mientras se venía, derramándose en el suelo. Sin decir nada, nos miró una última vez, y luego subió al otro cuarto, dejándonos solos.

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