La Cofradía (III y final).
La llegada de Antonio Luís trastoca nuestras lujuriosas relaciones. Tanto Adela, como Luci y yo estamos preocupados en como continuar disfrutando de nuestros fogosos cuerpos sin que el se aperciba de ello.
Pero la cosa se ha complicado al comunicarnos que ha pedido quince días de vacaciones en la empresa y que los pasará allí, en el chalet. Hemos acordado entre los tres, en estudiar el método más conveniente para evitar que nos sorprenda. Después de tres días de vernos a escondidas, nuestro humor está por los suelos. Irritable a la menor excusa, especialmente Adela, que es la que menos oportunidades tiene. Ya que Luci siempre encuentra algún motivo para desaparecer de la vista de sus tíos y calmar su ardiente nerviosidad, cosa que le agradezco. Desde que entró en la Cofradía ha perdido los rubores y no tiene reparos en pedirme que le chupe su calenturiento sexo, al tiempo que se quita sus prendas inferiores. Lo que aún no he llegado a hacer es desflorar su pequeño orificio trasero y eso cada vez que me lo echo a la boca me entran enormes deseos de satisfacer mi delirio por ese lugar. Pero su tía me lo tiene prohibido. Dice que es necesario una buena ceremonia para estrenar el culo de su pequeña viciosa y que debo tener paciencia.
Hoy, cuarto día de abstinencia para mí deseada vecina, ha ocurrido algo que me ha llamado la atención. A media mañana, antes de ponerse a tomar el sol, como es costumbre, me ha hecho un gesto para que llame a Nimbo, mientras colocaba un papel doblado en su collar. "Deja la puerta abierta a las doce en punto y prepara las cámaras de fotos", releo por quinta vez la nota que me hizo llegar. También miro el reloj y las cámaras dispuestas como para una fiesta.
Unos ligeros pasos me alertan de su llegada. Sin decir nada me besa apasionadamente en la boca mientras palpa mis poderes, que aún no están preparados para sorpresas. Se echa sobre la cama y levantando las piernas me urge a que le coma su chorreante sexo, que aparece ante mí sin tapujos algunos. A pesar del desayuno no renuncio al postre y obedientemente me "amorro al pilón" que tan generosamente se me ofrece. Su clítoris está duro cuando lo atrapo entre los labios y lo presiono. Mi lengua entra y sale sorbiendo los flujos que se deslizan desde el interior expelidos por las contracciones de la vagina. Los suspiros son ahogados para no delatar nuestra presencia por la ventana abierta. Sus dedos pellizcan sus senos por encima de la camiseta que parece a punto de estallar. De pronto, sus piernas entrelazan mi cabeza y siento síntomas de asfixia al meterse su crispado vástago en mi nariz. Un agitado estremecimiento de su vientre me avisa de su orgasmo, en tanto sus abultados labios sexuales abrazan mi lengua tratando de mantenerla dentro del volcán. Con mi verga erecta le apunto al mojado lugar y empujo hasta enterrarla toda. Pero mi vecina, ya más calmada me frustra el intento, al rechazarme y darme un beso en la brillante cabeza del guerrero, mientras me explica:
- Ahora no puede ser pequeño. Estamos perdiendo el tiempo. Coge tus cámaras y vamos a la ventana. Creo que ya he dado con la solución de nuestro problema.
- ¿Qué problema? ¿A que viene tanta prisa ahora? ¿Por qué me dejas así?
Mi dedo señala mi príapo, mientras me encojo de hombros, dándole a entender que no entiendo nada de lo que ocurre.
- Ven y lo verás. Y deja a tu hermanito para luego, ya tendrá tiempo de desquitarse. Se me ha ocurrido una idea y si resulta, todo irá sobre ruedas.
- ¿Qué se te ha ocurrido ahora? - las ideas de Adela me dan temores.
- Teniendo en cuenta que quiero a mi marido y no me gustaría perderlo. He pensado que lo mejor es incorporarlo a nuestros juegos.
- ¿Y si no sale como tú lo planeas?
- Para eso te he pedido que prepares las cámaras. Una pizca de chantaje, aderezado por su incontrolada fogosidad completará el programa. Ahora no perdamos tiempo. El plan ya está en marcha. Y para ello cuento con mi inocente sobrina.
Su sonrisa enigmática me da escalofrío. Pobre vecino, pienso mientras me arrastra hasta la ventana y me obliga a mirar abajo. En el solarium se encuentran su esposo y su sobrina, en traje de baño ambos. Bueno, Luci más que un traje de baño, lleva dos diminutas prendas que hacen verdaderos esfuerzos por contener aquel mogollón de carne en su interior. Se ha tumbado boca abajo empinando sus turgencias hacia arriba. Antonio Luís no deja de mirar aquella sabrosa mujer que a un paso de él se ofrece voluptuosamente al sol. Por el abultamiento de su bañador se puede entrever sus pensamientos.
- Tío. ¿Me quieres ayudar a dar aceite? En la espalda no llego.
- No faltaría más. Querida sobrina.
Y tomando un bote comienza a dejar un reguero por la piel de la joven. Adela me dice que empiece la sesión de fotos y con mi cámara en posición inicio la primera toma. Las manos del hombre se pasean extendiendo el oleoso líquido. Tensando la tira del sujetador para poder pasar por debajo.
- Ya veo que no tienes señal debajo. Puedo soltar el broche. Pequeña.
- Como quieras tío. Estos días he tomado el sol desnuda y por eso no tengo marcas.
Antonio Luís no pierde tiempo. En un instante tiene la espalda a su merced y sus manos se deslizan por los laterales sobando los hermosos globos que se derraman en la lona. A continuación sigue hasta el diminuto tanga que metido entre las nalgas deja al descubierto un culo respingón separado por una pequeña trenza de tela. Las manos se ceban sin disimulo en el montículo, pasando después a las piernas y especialmente a la parte interna de las mismas que la joven, descuidadamente, ha dejado separadas permitiendo que la mirada de su tío llegue sin cortapisas a otear los gordezuelos labios de su sexo hendidos por la trenza.
- Date la vuelta sobrina, que también te voy a dar aceite por delante.
Su voz resuena ronca y el abultamiento de su bañador es exagerado. Luci obedece sin rechistar y se gira sin aparentar darse cuenta que esta casi desnuda ante su tío. Pero éste si que lo nota. Sus ojos se abren como platos y pugnan por salir de sus órbitas al ver, a dos palmos de su nariz, los enormes pezones oscuros, erizados en medio de aquellos preciosos senos rosados. Más que un goteo de aceite lo que suelta es un chorro al apretar el bote sin control, su sobrina se sonríe ante el rubor que aparece en el rostro del hombre y sobretodo en el tartamudeo cuando se disculpa:
- Per..don...na. Ha sido sin que...querer. Ahora mismo te... te... lo limpio.
Enseguida lanza sus zarpas sobre ella y se apodera de los pechos y con mal disimulado movimiento los estruja en lugar de extender el aceite. A pesar de su nerviosismo no oculta sus intenciones. Las tetas le han deslumbrado y le hacen superar sus reparos. Las manos soban con descaro los pechos y sus dedos entran en contacto con los pezones que vibran ante el acoso. La joven cierra los ojos y lo deja hacer. Ella ha cumplido su misión con buenos resultados, según me ha explicado Adela, que apenas me permite hacer fotos. Me pellizca las tetillas y me soba los testículos sin parar. Por lo visto la escena la ha calentado.
Mientras tanto, su marido está afanado en quitarle el tanga a la joven que con recatados rechazos le indica que eso no está bien, que su tía los puede sorprender. Pero eso no es causa para detenerlo. El sofoco que tiene está por encima de cualquier prudencia. Y cuando consigue quitarle la prenda se arroja de bruces contra aquel rasurado sexo, cuya llamativa humedad pone en entredicho la pudorosa actitud de la joven. Pero él no está para reparar en ciertos detalles. Su boca hambrienta se hunde en aquel horno difícil de apagar buscando aplacar la sed que tenía. Durante un buen rato, sólo se oye el ruido del chupeteo y los gemidos de Luci, que ya no hace ascos y disfruta de la mamada que está recibiendo. Su tío, levanta la cabeza y viendo como ella se frota los pechos, se despoja de su bañador dejando al aire un rifle de gran alcance, duro, fino y algo combado hacia arriba. Vamos, como las escopetas de feria.
- No te rías de él – me sopla al oído Adela -. A mí me da buenos resultados. Ahí donde lo ves es ideal para culos prietos. Se me ocurre que puede servir para una inauguración.
Su observación me hace recelar de sus aviesas intenciones. Antonio Luís, ya está golpeando la entrada humeante de la joven, cuando mi vecina me ordena que salga a escena. Cosa que hago a regañadientes. No sé que puede ocurrir ante la presencia de un intruso.
Me aproximo en silencio. Es inútil tanta precaución. Con el ruido de sus movimientos y los jadeos que ambos dejan escapar es raro que oigan nada.
- Hola. Que aproveche.
Si le pinchan a mi vecino no le sale ni una gota de sangre. Con los ojos desorbitados me mira como si fuera un marciano. Con todo su largo pene dentro de la vagina de Luci y sus dientes mordisqueando los pezones, ha quedado como una estatua en una posición poco ortodoxa.
- Ho...la. ¿Qué... haces... aquí?
- Ya ves. He oído ruido y creí que era Nimbo. Y cuando he visto que estabas con tu preciosa sobrina no he querido perder la oportunidad de verla en su estado natural. Por mí puedes continuar. No le diré nada a Adela.
- ¿A... Adela? ¿Qué Adela?
Por lo visto la sorpresa lo ha dejado amnésico.
- ¿Quién quieres que sea Adela? Tu esposa. Hombre de Dios. Tu esposa.
- Ah. Mi esposa. Ah sí. Adela, mi esposa. Que tonto que soy, me había olvidado de ella. No le dirás nada ¿Verdad?
- No. Hombre. No. Yo no soy un chivato. Me permites.
Y sin darle tiempo a nada me acerco y separo su cabeza de los pechos, los sobo suavemente y continuo retorciendo los pezones.
- Sí. Sí. Si ella no tiene inconveniente.
Yo para entonces ya estoy besando los labios ardientes de Luci que con un guiño me devuelve el beso. Su lengua se entrelaza con la mía y así estamos hasta que los empujones de mi vecino me hacen fijarme en él. Ha recuperado su fogosidad y con su firme fusil acribilla a la adorable sobrina. Yo desenvaino el mío y lo acerco a la boca que acabo de besar que lo engulle con furia. Lo retiro por prudencia, ya que los toqueteos de Adela y el chupeteo de Luci me está abocando a un final antes de tiempo. Y esto hay que saborearlo con calma. Tomo los pechos y los estrujo con ganas de ordeñarlos. El fruto llega enseguida. Unas gruesa gotas de leche materna afloran en los enrojecidos pezones, atrayendo la atención de mi vecino, que sin sacar su verga acerca sus labios a las fuentes y mama con fruición el rico néctar.
Es el momento elegido por su esposa para entrar. Cuando consigue que un chorro surja en dirección a su boca y sus ojos miran para comprobar la sombra que le tapa, el tiro se desvía y lo estampa en sus ojos y frente. Totalmente desnuda y abierta de piernas, apoyando su vulva en la boca de Luci, con los dedos pellizcando sus pezones y mirando fijamente a los ojos a su esposo, está Adela. Aproxima su boca a la cara de su esposo y lame lentamente la leche derramada. A continuación une su boca a la de él y le da un beso apasionado. Las manos del esposo buscan los pechos de su esposa y las de su esposa las tetillas de él. Se acarician y torturan al mismo tiempo. Jadean y gimen sin separar sus bocas. En tanto, Luci ha aguantado demasiado la tensión y con grandes convulsiones se retuerce debajo de los cuerpos que la aprisionan. Pide que la dejen reposar un rato.
Antonio Luís es gobernado por su esposa que lo arroja sobre la tumbona. Le mama el pene hasta volverlo a endurecer y se lo introduce en su vagina, dejando su cuerpo a lo largo del de su esposo. Levanta un momento su culo y me lo señala. Entiendo la insinuación y acercando mi glande a su orifico posterior lo voy metiendo sin parar hasta llegar a tocar con mis testículos los de mi vecino. Esta situación es nueva para mí. Percibo el falo suyo al otro lado de las paredes interiores y me excito ante la novedad. Entre Adela y yo comenzamos a cabalgar a mismo tiempo evitando que ningún miembro se salga de su vaina. Un gruñido de mi vecino indica que se corre, y siento los chorros de semen golpear mi glande apretado en el estrecho conducto que se contrae y yo sin poder contenerme respondo con otra fuerte eyaculación, llenando el interior trasero de Adela que para no ser menos, está teniendo un fortísimo orgasmo.
Ya recuperados del combate nos miramos desnudos y sonreímos. Mi vecino nos mira el pubis, sorprendido por la coincidencia.
- Supongo que ese rasurado tan bonito que tenéis los tres es fruto de la casualidad – y mueve la cabeza con un gesto picaresco.
- La casualidad es madre de grandes alegrías, querido esposo. Y tu para no ser menos serás investido hermano de la Cofradía de los Pubis Rasurados.
- Ya entiendo. Esa cofradía es la causa de tu renovada amistad con el vecino.
- Sí. Las cofradías tienen esas cosas buenas. Que borran los rencores en los cofrades. Aunque, por lo que he visto. A ti no te importaba mucho la cofradía ni la edad de tu sobrina para tener la amabilidad de extenderle de aceite todo su cuerpo. Ni siquiera de follártela cuando la tenías a tiro. ¿Verdad mi asqueroso esposo?
- Tampoco es para tanto. No vamos ahora a pelearnos por una nadería. Con los cuernos pasa como con los dientes, que te duelen al salir pero después te acostumbras a ellos y ni los notas. Y ya que estamos en ello, ya estoy deseando entrar en esa dichosa cofradía.
La parafernalia montada alrededor de mi vecino parece sacada de un aquelarre peliculero. Él mira a un lado y a otro con cara de mosqueo. Cuando veo asomar a la tía y a la sobrina con dos túnicas blanca transparentes y sin nada debajo, casi me da un ataque de risa. Esta vez, Adela se pasa. Para un simple afeitado, el teatro que está haciendo. Me obliga a ponerme otra que trae enrollada y a quedar como ellas dos. Es decir, en porretas y rozando la sábana. Porque era eso, una simple sábana con tres agujeros para la cabeza y los brazos. Nimbo nos mira, como pensando en los raros que son los humanos y sigue con su hueso de juguete desentendiéndose de lo que se está cociendo en aquel reducto calenturiento.
Adela le ordena a su marido que se desnude y se tumbe en la lona. Le amarra los tobillos a los lados y las manos por debajo.
-¿A qué viene tanto misterio? ¿Es necesario atarme de esta manera?
- Es que el rasurado lo va hacer Luci y como es la primera vez que utiliza una maquinilla es posible que se le vaya la mano - la cara que pone Antonio Luís es para verla, al contarlo me quedo corto -. Pero no te preocupes si te la corta, por descuido, ya tenemos el coche preparado para llevarte al hospital. De camino aprovechamos y le pedimos a los cirujanos que te arreglen un poquito el grosor.
La carcajada colectiva se tiene que haber oído a la entrada de la urbanización.
- Qué bromista eres querida. Por un momento me habías convencido del riesgo.
- Adelante Luci. Y que no te tiemble la mano. No tenemos recambio.
La joven se relame con una sonrisa pícara. Retarda la acción del jabón jugando con el semiflácido florete, retirando la piel del prepucio y mostrando un glande desarmado que en su punta asoma una gota brillante. Un dedo travieso la extiende por la superficie rosada y cosquilleando la zona que en su día pudo haber un frenillo, pero que ahora es un punto tan sensible que el levantamiento de todo el soporte se hace por sí mismo, con la velocidad en un avestruz estira el cuello ante la sospecha de peligro. Mi vecino permanece atento y de cuando en cuando la nuez le hace unos extraños debajo de la barbilla, como si le costara tragar saliva.
La sesión del rasurado se palpa en el ambiente. Un denso silencio nos rodea y todas las miradas convergen en un mismo punto. El largo pene curvado semeja un faro que nos orienta y nos mantiene en vilo pensando que en cualquier momento puede caer fulminado por la hoz del segador. Pero no. La mano firme va despejando el bosquecillo, dejando un calvero blancucho y risible. No obstante, la curiosidad que nos atrapa no permite asomar ni una sonrisa. La parte más delicada es terminar la operación de raspado en el escroto arrugado que alberga dos huevos de gallina, demasiado grandes para tan fino palo. Pero la desproporción resulta atrayente y Luci no puede evitar sentirse atraída. Limpia cuidadosamente toda la espuma y masajea con aceite aromático el pubis recién bautizado. Y cogiendo los testículos entre las manos se introduce el pene en la boca y lo saborea golosamente. La escena es encendida y noto como mi miembro se eleva por debajo la sábana. Adela tampoco a quedado fuera de la atracción. Se frota con una mano el pecho por la sisa de su brazo y la otra mano desaparece por debajo la túnica, perdiéndose entre sus piernas.
- Un momento, sobrina. Esta parte tiene otro intérprete.
La interrupción de mi caldeada Adela nos sorprende a todos que la miramos esperando una aclaración a su actitud. Ella se levanta y desaparece en la casa, volviendo casi enseguida con el conocido tarro de mermelada. Esta vez contiene confitura de fresa. Se lo entrega a Luci y le indica que lo embadurne bien. Cosa que hace con sumo gusto. Después le dice que también se unte en su entrepierna y se coloque de tal forma que el iniciado saboree a su gusto. No lo duda, el color enrojecido de la confitura se introduce entre los labios semiabiertos de la vulva sonrosada y le dan un aire exótico, al mismo tiempo que inflama el ambiente. La boca de mi vecino no se retrae ante el ofrecimiento. Su lengua, igual que una serpiente sale en busca de la fresa con la rapidez que el camaleón atrapa los insectos. El sonido de la succión nos tiene atrapados y excitados. La mano de Adela se apodera de mi verga por encima de la tela y yo aprovecho para sobar sus pechos. Nimbo no ha esperado ninguna orden. Con una iniciativa propia de seres calenturientos, dirige su rasposa lengua hacia el miembro acaramelado de Antonio Luís y desarrolla todos sus conocimientos en la materia. Con una maestría inusitada, lame y relame hasta no dejar ni rastro de la mermelada, aunque debido al trabajo tan sutil que ha hecho, el palo se cimbrea como un junco buscando el contacto con fuertes arqueos de pelvis.
La retirada del perro da como resultado que mi vecino abandone su tarea, cuando la joven está recuperándose de un orgasmo y casi como un rugido, soltar:
- Por favor Adela no me dejes así. Estaba a punto de acabar.
Pero al vernos enfrascados en nuestros manoseos. Un encogimiento de hombros y un levantamiento de cejas nos interroga en silencio, la causa de su estado.
- Una especie de ser etéreo, musa de nuestra cofradía, te ha chupado tu florete y te lo ha limpiado. Si quieres repetir, no tienes nada más que pedirlo.
La seriedad que pone Adela en sus palabras, nos hace aguantar la risa escondida en nuestros pulmones.
- No sé como lo has hecho pero me ha gustado mucho. Te suplico que lo repitas para que yo lo vea. He notado como una lengua extraña que me hacía maravillas.
- De acuerdo. Pero esta vez vamos a cambiar de posición para que lo sientas mejor. Te vamos a colocar las piernas hacia arriba y muy separadas, para que lo puedas ver estupendamente. Y para que no te canses te las sostendremos para que no te canses y disfrutes. ¿Te parece bien, cariño?
Lo que digo, que mi vecina es capaz de convencer a cualquiera, hasta de ir a la silla eléctrica.
- Sí. Siiiií. De acuerdo. Lo que tu quieras, pero no tardes.
Más que un convencimiento parece una súplica.
Entre Luci y yo sujetamos las piernas según lo explicado y procurando dejar su culo despejado. La experiencia que yo tuve me hacía relamer de gusto, al pensar lo que se le iba caer encima a mi vecino. Y nunca mejor dicho: "Ca-er en-ci-ma".
Su querida esposa toma el tarro y llenándose la mano como si fuera un ungüento, le frota su albi-rosado pubis, junto a su alborotado miembro. A continuación le unta los testículos, aprovechando para masajearlos y de camino le introduce un dedo en el ano. La respuesta inmediata es un aprisionamiento del dedo intentando rechazar la intromisión.
- No seas tonto, mi vida. Deja de poner impedimentos y relájate.
El tono seductor seguido de un azote en las posaderas es razón suficiente. Se nota como el esfínter se afloja y permite que el dedo lo penetre de nuevo. Después otro sigue al primero y acto seguido varios pegotes de mermelada se meten en su orificio que ya para entonces se ha dilatado bastante. Adela se separa y observa el colorido que ha dejado su trabajo. Y sin pensarlo mucho hace un gesto a Nimbo que se lanza por el manjar. Los ojos abiertos de mi vecino y el intento de evadir sus piernas es casi simultáneo. Pero el animal sabe bien su oficio. En menos de un minuto ha levantado el asta a su cenit y la víctima. Si se le puede llamar así, sucumbe ante la imposibilidad de escapar. La lengua está llegando a su ano y sus piernas han perdido tensión quedando abandonadas en nuestros brazos.
El orificio se dilata a cada lamida. Se abre y cierra como la boca de un pez. El temor a desaparecido de su rostro y un fino hilillo le resbala por la comisura de los labios. Entrecierra los ojos y los pone como un cordero. El placer se ha apoderado de él. Esta imagen me hace sonreír, ya que me recuerda mi experiencia al respecto.
Mi vecina, dueña de la situación, se entretiene en poner al perro con el tono debido y sus manos inquietas manipulan los atributos que responden a la llama del deseo. Una larga y roja verga se despliega temblando esperando encontrar el cobijo de otra vaina.
- ¿Qué haces querida? ¿Por qué masturbas a Nimbo?
Sus preguntas parecen llevar sus propias respuestas, puesto que su mirada demuestra recelo ante lo que observa.
- Nada cariño - la voz de Adela suena ronca -. Es el momento de la iniciación verdadera. Todo cofrade debe estar abierto a todas las posibilidades que tiene el placer. Y la mejor manera de conseguirlo es estar preparado. Así que cierra los ojos y disfruta de la mayor muestra de fidelidad que te va a ofrecer tu querido animal.
- ¿No dejarás que me meta todo eso en el culo? Es una locura. Me lo va a romper.
- Su voz suena temerosa, aunque el relámpago que cruza sus retinas le traiciona. Y yo estoy seguro del motivo. Además sus piernas no muestran resistencia para evitar lo ineludible. Un poco de mermelada sobre su miembro y Nimbo se lo introduce todo en la boca. Si en ese momento el animal tiene un sobresalto, mi vecino tendría opción a una plaza en el coro de los Niños Cantores de Viena.
A una señal de Adela el animal se echa sobre el pecho de Antonio Luís golpeando la lamida entrada con su potente taladro. Observo que el agujero se abre sólo, sin esfuerzo, como impaciente por entrar en combate, que no tarda en comenzar.
Una embestida guiada por una mano firme lo aloja hasta la mitad. El gesto de dolor no es tal, sólo una pequeña mueca al morderse los labios. Pero Nimbo no entiende de retrasos y sin esperar que se reponga le hunde todo lo que queda. Luci y yo le dejamos libres las piernas que se enroscan sobre el lomo del animal, que inicia su rápido cabalgar, resoplando y agachando sus peludas orejas sobre el cuello.
La joven Luci, encendida por lo que acontece, se despoja de su túnica y a continuación me arranca la mía, me empuja sobre la tumbona y colocando su incendiado sexo sobre mi boca, me arropa con su cuerpo y se engulle mi dolorido pene, que agradece la atención. Durante un rato nos olvidamos de lo que pasa a nuestro alrededor y nos fundimos en nuestros propios fluidos. Ella parece un río aromático y dulzón incontenible al roce de mi lengua y al sorber de sus líquidos. Sus adorables nalgas se alzan a mis ojos y su oscuro orificio me hipnotiza con sus palpitaciones. Cuando estoy introduciendo un dedo en el oscuro objeto de mi deseo, la mano de Adela me detiene y aborta la operación. Esta mujer se obstina en mantenerme lejos de ese hermoso culo. Luci, entretanto, está llegando al orgasmo. Noto como se pone rígida y empuja su húmeda cueva contra mi cara, frotándomela sin compasión, al tiempo que sus duros pezones se me clavan en mi vientre, aplastándose en él. Se levanta, casi con temblores y volvemos a la escena de la iniciación.
Antonio Luís, tiene las manos libres y se abraza a Nimbo como a un amante. Jadeando y con la piel sudada, continúa enroscado y respondiendo a los últimos estertores de la eyaculación de su fiel amigo, que trata de despegarse con su nudo casi deshecho. El animal con las orejas gachas se aleja del escenario buscando donde reponer las fuerzas y su amo con el pene duro y curvado nos mira como si fuéramos extraños.
Su esposa se le acerca y le besa con ternura en la boca. También se ha despojado de la ruda túnica que la cubría y su esplendoroso cuerpo se nos muestra lleno de pasión.
- Ahora tendrás tu segunda recompensa, cariño.
- ¿Aún queda algo por hacer? Después de esto no sé que se le puede ocurrir a esa cabeza tan bonita que tienes.
- Si pasabas esta prueba, te tenía una recompensa reservada en exclusiva.
- ¿Cuál?
- Una que hace días leo en tus ojos - y dirigiéndose a Luci -. Ven preciosa que ha llegado tu hora.
La joven, obediente se aproxima hasta ellos.
- Ponle tu hermoso conejito en la boca de tu tío, mientras saboreas su aguerrida espada. En tanto te preparo.
De debajo de la tumbona saca un tubo de vaselina y comienza a frotar el orificio de su sobrina que gimotea. Le introduce un dedo y le rellena el interior de la crema incolora. La suavidad con que se mueve demuestra la colaboración de los pequeños músculos al relajarse. Dos dedos siguen la tarea de dilatar aquel conducto. Su tío le señala que no siga o acabará pronto y Adela aprovecha para ordenar a la joven que se sienta en aquel florete combado. Lo hace poco a poco pero sin parar y sin un solo gesto se deja caer hasta que su trasero se pega al rasurado pubis. Y sin esperar instrucciones comienza a subir y bajar todo el recorrido del émbolo, apretándose sus opulentos senos y estrujando sus erectos pezones. Su tío se deja llevar por el ritmo y agarrándola de la cintura la atrae con fuerza a cada sentada. Adela se incorpora al cuadro, arrodillándose y metiendo la cara entre las dos entrepiernas, lamiendo el sexo de su sobrina y los testículos de su marido.
Yo no aguanto más y sujeto a Adela por las caderas y de un solo empellón le meto mi atormentado miembro en su anhelante sexo, que rebozando de alegría se abre como una flor para recibirme. La entrada es suave debido a la aglomeración de flujo que mana sin agotarse y la temperatura en el interior es tan acogedora que a pesar del tope de mi pubis en sus nalgas, continúo empujando buscando el fondo del volcán. Advierto como las paredes de su vagina se abrazan y succionan con voracidad mi desbocado hermanito. Aún así, no me muevo, saboreando cada segundo mi acoplamiento como si el último de mi vida fuera. Acaricio la suavidad de su piel, por sus anchas espaldas hasta sus atractivos senos y me regodeo en sus pezones que emergen duros, como pidiendo guerra. Por unos instantes sólo se oye un concierto de jadeos y gemidos que hacen del lugar un centro de lujuria desconectado de la realidad.
Cada uno de los participantes nos movemos por instinto con los sentidos erizados en cada poro sudado de nuestra piel. Y cuando vuelvo a tener conciencia observo como los actores hemos cambiado de posición. Adela está encima, frotando su pubis con el mío, en tanto los carnosos labios de su ardiente sexo se deslizan por mi pene con una lentitud digna de las moviolas y su lengua entrelazada a la mía. El calor de su vientre se funde con el mío y sus ojos. Sus hermosos ojos color miel abiertos de par en par me permiten ahondar en su interior y la siento mía sin ser mía y me siento suyo sin suyo. Estoy seguro que la quiero más de lo que hubiera deseado. He notado en su cuerpo las sacudidas de dos orgasmos y no ha parado ni un momento, sigue frotando mi cansado falo que le cuesta responder como debería, aunque las llamadas de la explosión se aproximan a gran velocidad.
Reparo un momento en la pareja cercana que también ha cambiado de postura. Luci se halla a gatas con su tío penetrándola por detrás con su largo pistón que entra y sale de su estrenado orificio con exageradas flexiones. Sus gemidos adelantan el resultado y con fuertes retrocesos manifiesta que está llegando al clímax. Su compañero de asalto no se queda rezagado. Agarrada a sus caderas arremete y se pega al culo respingón y así, los dos juntos se convulsionan con la respiración dislocada y hondos suspiros.
Mi vecina me mordisquea las tetillas y se da la vuelta. Su enrojecida vulva se pega a mi boca en un beso desenfrenado. Mientras, su boca chupa mi enardecido miembro y sus manos me aprietan los testículos. La respuesta es inmediata, un escalofrío que nace en la primera cervical y que muere en el coxis se adelanta a la descarga que sale como un surtidor. Las ráfagas se van espaciando, pero aún percibo el calor de su boca que no se ha abierto para impedir que una sola gota escapara.
Con cara de cansancio nos miramos los cuatro mientras una sonrisa de satisfacción se recrea en nuestras caras. Nadie tiene prisa por romper el silencio, o quizás sea que ya no quedan fuerzas para emitir sonidos.
El verano pasa dejándonos el mal sabor de boca de tener que privarnos de la presencia de la joven Luci, la cual nos promete solemnemente visitarnos a la menor oportunidad que tenga, aunque nos ha pedido permiso para poder traer a una amiga del pueblo con poca experiencia de sexo. Nos reímos ante su sugerencia manifestándole que la Cofradía está abierta a toda persona que tenga su mente abierta a colaborar con sus deseos. En tanto, yo me quedo recapacitando sobre la atracción de Adela y en como proponerle que vivamos juntos los tres. Ya sé que es una situación extravagante pero creo que me he enamorado de ella.
Fin.
La llegada de Antonio Luís trastoca nuestras lujuriosas relaciones. Tanto Adela, como Luci y yo estamos preocupados en como continuar disfrutando de nuestros fogosos cuerpos sin que el se aperciba de ello.
Pero la cosa se ha complicado al comunicarnos que ha pedido quince días de vacaciones en la empresa y que los pasará allí, en el chalet. Hemos acordado entre los tres, en estudiar el método más conveniente para evitar que nos sorprenda. Después de tres días de vernos a escondidas, nuestro humor está por los suelos. Irritable a la menor excusa, especialmente Adela, que es la que menos oportunidades tiene. Ya que Luci siempre encuentra algún motivo para desaparecer de la vista de sus tíos y calmar su ardiente nerviosidad, cosa que le agradezco. Desde que entró en la Cofradía ha perdido los rubores y no tiene reparos en pedirme que le chupe su calenturiento sexo, al tiempo que se quita sus prendas inferiores. Lo que aún no he llegado a hacer es desflorar su pequeño orificio trasero y eso cada vez que me lo echo a la boca me entran enormes deseos de satisfacer mi delirio por ese lugar. Pero su tía me lo tiene prohibido. Dice que es necesario una buena ceremonia para estrenar el culo de su pequeña viciosa y que debo tener paciencia.
Hoy, cuarto día de abstinencia para mí deseada vecina, ha ocurrido algo que me ha llamado la atención. A media mañana, antes de ponerse a tomar el sol, como es costumbre, me ha hecho un gesto para que llame a Nimbo, mientras colocaba un papel doblado en su collar. "Deja la puerta abierta a las doce en punto y prepara las cámaras de fotos", releo por quinta vez la nota que me hizo llegar. También miro el reloj y las cámaras dispuestas como para una fiesta.
Unos ligeros pasos me alertan de su llegada. Sin decir nada me besa apasionadamente en la boca mientras palpa mis poderes, que aún no están preparados para sorpresas. Se echa sobre la cama y levantando las piernas me urge a que le coma su chorreante sexo, que aparece ante mí sin tapujos algunos. A pesar del desayuno no renuncio al postre y obedientemente me "amorro al pilón" que tan generosamente se me ofrece. Su clítoris está duro cuando lo atrapo entre los labios y lo presiono. Mi lengua entra y sale sorbiendo los flujos que se deslizan desde el interior expelidos por las contracciones de la vagina. Los suspiros son ahogados para no delatar nuestra presencia por la ventana abierta. Sus dedos pellizcan sus senos por encima de la camiseta que parece a punto de estallar. De pronto, sus piernas entrelazan mi cabeza y siento síntomas de asfixia al meterse su crispado vástago en mi nariz. Un agitado estremecimiento de su vientre me avisa de su orgasmo, en tanto sus abultados labios sexuales abrazan mi lengua tratando de mantenerla dentro del volcán. Con mi verga erecta le apunto al mojado lugar y empujo hasta enterrarla toda. Pero mi vecina, ya más calmada me frustra el intento, al rechazarme y darme un beso en la brillante cabeza del guerrero, mientras me explica:
- Ahora no puede ser pequeño. Estamos perdiendo el tiempo. Coge tus cámaras y vamos a la ventana. Creo que ya he dado con la solución de nuestro problema.
- ¿Qué problema? ¿A que viene tanta prisa ahora? ¿Por qué me dejas así?
Mi dedo señala mi príapo, mientras me encojo de hombros, dándole a entender que no entiendo nada de lo que ocurre.
- Ven y lo verás. Y deja a tu hermanito para luego, ya tendrá tiempo de desquitarse. Se me ha ocurrido una idea y si resulta, todo irá sobre ruedas.
- ¿Qué se te ha ocurrido ahora? - las ideas de Adela me dan temores.
- Teniendo en cuenta que quiero a mi marido y no me gustaría perderlo. He pensado que lo mejor es incorporarlo a nuestros juegos.
- ¿Y si no sale como tú lo planeas?
- Para eso te he pedido que prepares las cámaras. Una pizca de chantaje, aderezado por su incontrolada fogosidad completará el programa. Ahora no perdamos tiempo. El plan ya está en marcha. Y para ello cuento con mi inocente sobrina.
Su sonrisa enigmática me da escalofrío. Pobre vecino, pienso mientras me arrastra hasta la ventana y me obliga a mirar abajo. En el solarium se encuentran su esposo y su sobrina, en traje de baño ambos. Bueno, Luci más que un traje de baño, lleva dos diminutas prendas que hacen verdaderos esfuerzos por contener aquel mogollón de carne en su interior. Se ha tumbado boca abajo empinando sus turgencias hacia arriba. Antonio Luís no deja de mirar aquella sabrosa mujer que a un paso de él se ofrece voluptuosamente al sol. Por el abultamiento de su bañador se puede entrever sus pensamientos.
- Tío. ¿Me quieres ayudar a dar aceite? En la espalda no llego.
- No faltaría más. Querida sobrina.
Y tomando un bote comienza a dejar un reguero por la piel de la joven. Adela me dice que empiece la sesión de fotos y con mi cámara en posición inicio la primera toma. Las manos del hombre se pasean extendiendo el oleoso líquido. Tensando la tira del sujetador para poder pasar por debajo.
- Ya veo que no tienes señal debajo. Puedo soltar el broche. Pequeña.
- Como quieras tío. Estos días he tomado el sol desnuda y por eso no tengo marcas.
Antonio Luís no pierde tiempo. En un instante tiene la espalda a su merced y sus manos se deslizan por los laterales sobando los hermosos globos que se derraman en la lona. A continuación sigue hasta el diminuto tanga que metido entre las nalgas deja al descubierto un culo respingón separado por una pequeña trenza de tela. Las manos se ceban sin disimulo en el montículo, pasando después a las piernas y especialmente a la parte interna de las mismas que la joven, descuidadamente, ha dejado separadas permitiendo que la mirada de su tío llegue sin cortapisas a otear los gordezuelos labios de su sexo hendidos por la trenza.
- Date la vuelta sobrina, que también te voy a dar aceite por delante.
Su voz resuena ronca y el abultamiento de su bañador es exagerado. Luci obedece sin rechistar y se gira sin aparentar darse cuenta que esta casi desnuda ante su tío. Pero éste si que lo nota. Sus ojos se abren como platos y pugnan por salir de sus órbitas al ver, a dos palmos de su nariz, los enormes pezones oscuros, erizados en medio de aquellos preciosos senos rosados. Más que un goteo de aceite lo que suelta es un chorro al apretar el bote sin control, su sobrina se sonríe ante el rubor que aparece en el rostro del hombre y sobretodo en el tartamudeo cuando se disculpa:
- Per..don...na. Ha sido sin que...querer. Ahora mismo te... te... lo limpio.
Enseguida lanza sus zarpas sobre ella y se apodera de los pechos y con mal disimulado movimiento los estruja en lugar de extender el aceite. A pesar de su nerviosismo no oculta sus intenciones. Las tetas le han deslumbrado y le hacen superar sus reparos. Las manos soban con descaro los pechos y sus dedos entran en contacto con los pezones que vibran ante el acoso. La joven cierra los ojos y lo deja hacer. Ella ha cumplido su misión con buenos resultados, según me ha explicado Adela, que apenas me permite hacer fotos. Me pellizca las tetillas y me soba los testículos sin parar. Por lo visto la escena la ha calentado.
Mientras tanto, su marido está afanado en quitarle el tanga a la joven que con recatados rechazos le indica que eso no está bien, que su tía los puede sorprender. Pero eso no es causa para detenerlo. El sofoco que tiene está por encima de cualquier prudencia. Y cuando consigue quitarle la prenda se arroja de bruces contra aquel rasurado sexo, cuya llamativa humedad pone en entredicho la pudorosa actitud de la joven. Pero él no está para reparar en ciertos detalles. Su boca hambrienta se hunde en aquel horno difícil de apagar buscando aplacar la sed que tenía. Durante un buen rato, sólo se oye el ruido del chupeteo y los gemidos de Luci, que ya no hace ascos y disfruta de la mamada que está recibiendo. Su tío, levanta la cabeza y viendo como ella se frota los pechos, se despoja de su bañador dejando al aire un rifle de gran alcance, duro, fino y algo combado hacia arriba. Vamos, como las escopetas de feria.
- No te rías de él – me sopla al oído Adela -. A mí me da buenos resultados. Ahí donde lo ves es ideal para culos prietos. Se me ocurre que puede servir para una inauguración.
Su observación me hace recelar de sus aviesas intenciones. Antonio Luís, ya está golpeando la entrada humeante de la joven, cuando mi vecina me ordena que salga a escena. Cosa que hago a regañadientes. No sé que puede ocurrir ante la presencia de un intruso.
Me aproximo en silencio. Es inútil tanta precaución. Con el ruido de sus movimientos y los jadeos que ambos dejan escapar es raro que oigan nada.
- Hola. Que aproveche.
Si le pinchan a mi vecino no le sale ni una gota de sangre. Con los ojos desorbitados me mira como si fuera un marciano. Con todo su largo pene dentro de la vagina de Luci y sus dientes mordisqueando los pezones, ha quedado como una estatua en una posición poco ortodoxa.
- Ho...la. ¿Qué... haces... aquí?
- Ya ves. He oído ruido y creí que era Nimbo. Y cuando he visto que estabas con tu preciosa sobrina no he querido perder la oportunidad de verla en su estado natural. Por mí puedes continuar. No le diré nada a Adela.
- ¿A... Adela? ¿Qué Adela?
Por lo visto la sorpresa lo ha dejado amnésico.
- ¿Quién quieres que sea Adela? Tu esposa. Hombre de Dios. Tu esposa.
- Ah. Mi esposa. Ah sí. Adela, mi esposa. Que tonto que soy, me había olvidado de ella. No le dirás nada ¿Verdad?
- No. Hombre. No. Yo no soy un chivato. Me permites.
Y sin darle tiempo a nada me acerco y separo su cabeza de los pechos, los sobo suavemente y continuo retorciendo los pezones.
- Sí. Sí. Si ella no tiene inconveniente.
Yo para entonces ya estoy besando los labios ardientes de Luci que con un guiño me devuelve el beso. Su lengua se entrelaza con la mía y así estamos hasta que los empujones de mi vecino me hacen fijarme en él. Ha recuperado su fogosidad y con su firme fusil acribilla a la adorable sobrina. Yo desenvaino el mío y lo acerco a la boca que acabo de besar que lo engulle con furia. Lo retiro por prudencia, ya que los toqueteos de Adela y el chupeteo de Luci me está abocando a un final antes de tiempo. Y esto hay que saborearlo con calma. Tomo los pechos y los estrujo con ganas de ordeñarlos. El fruto llega enseguida. Unas gruesa gotas de leche materna afloran en los enrojecidos pezones, atrayendo la atención de mi vecino, que sin sacar su verga acerca sus labios a las fuentes y mama con fruición el rico néctar.
Es el momento elegido por su esposa para entrar. Cuando consigue que un chorro surja en dirección a su boca y sus ojos miran para comprobar la sombra que le tapa, el tiro se desvía y lo estampa en sus ojos y frente. Totalmente desnuda y abierta de piernas, apoyando su vulva en la boca de Luci, con los dedos pellizcando sus pezones y mirando fijamente a los ojos a su esposo, está Adela. Aproxima su boca a la cara de su esposo y lame lentamente la leche derramada. A continuación une su boca a la de él y le da un beso apasionado. Las manos del esposo buscan los pechos de su esposa y las de su esposa las tetillas de él. Se acarician y torturan al mismo tiempo. Jadean y gimen sin separar sus bocas. En tanto, Luci ha aguantado demasiado la tensión y con grandes convulsiones se retuerce debajo de los cuerpos que la aprisionan. Pide que la dejen reposar un rato.
Antonio Luís es gobernado por su esposa que lo arroja sobre la tumbona. Le mama el pene hasta volverlo a endurecer y se lo introduce en su vagina, dejando su cuerpo a lo largo del de su esposo. Levanta un momento su culo y me lo señala. Entiendo la insinuación y acercando mi glande a su orifico posterior lo voy metiendo sin parar hasta llegar a tocar con mis testículos los de mi vecino. Esta situación es nueva para mí. Percibo el falo suyo al otro lado de las paredes interiores y me excito ante la novedad. Entre Adela y yo comenzamos a cabalgar a mismo tiempo evitando que ningún miembro se salga de su vaina. Un gruñido de mi vecino indica que se corre, y siento los chorros de semen golpear mi glande apretado en el estrecho conducto que se contrae y yo sin poder contenerme respondo con otra fuerte eyaculación, llenando el interior trasero de Adela que para no ser menos, está teniendo un fortísimo orgasmo.
Ya recuperados del combate nos miramos desnudos y sonreímos. Mi vecino nos mira el pubis, sorprendido por la coincidencia.
- Supongo que ese rasurado tan bonito que tenéis los tres es fruto de la casualidad – y mueve la cabeza con un gesto picaresco.
- La casualidad es madre de grandes alegrías, querido esposo. Y tu para no ser menos serás investido hermano de la Cofradía de los Pubis Rasurados.
- Ya entiendo. Esa cofradía es la causa de tu renovada amistad con el vecino.
- Sí. Las cofradías tienen esas cosas buenas. Que borran los rencores en los cofrades. Aunque, por lo que he visto. A ti no te importaba mucho la cofradía ni la edad de tu sobrina para tener la amabilidad de extenderle de aceite todo su cuerpo. Ni siquiera de follártela cuando la tenías a tiro. ¿Verdad mi asqueroso esposo?
- Tampoco es para tanto. No vamos ahora a pelearnos por una nadería. Con los cuernos pasa como con los dientes, que te duelen al salir pero después te acostumbras a ellos y ni los notas. Y ya que estamos en ello, ya estoy deseando entrar en esa dichosa cofradía.
La parafernalia montada alrededor de mi vecino parece sacada de un aquelarre peliculero. Él mira a un lado y a otro con cara de mosqueo. Cuando veo asomar a la tía y a la sobrina con dos túnicas blanca transparentes y sin nada debajo, casi me da un ataque de risa. Esta vez, Adela se pasa. Para un simple afeitado, el teatro que está haciendo. Me obliga a ponerme otra que trae enrollada y a quedar como ellas dos. Es decir, en porretas y rozando la sábana. Porque era eso, una simple sábana con tres agujeros para la cabeza y los brazos. Nimbo nos mira, como pensando en los raros que son los humanos y sigue con su hueso de juguete desentendiéndose de lo que se está cociendo en aquel reducto calenturiento.
Adela le ordena a su marido que se desnude y se tumbe en la lona. Le amarra los tobillos a los lados y las manos por debajo.
-¿A qué viene tanto misterio? ¿Es necesario atarme de esta manera?
- Es que el rasurado lo va hacer Luci y como es la primera vez que utiliza una maquinilla es posible que se le vaya la mano - la cara que pone Antonio Luís es para verla, al contarlo me quedo corto -. Pero no te preocupes si te la corta, por descuido, ya tenemos el coche preparado para llevarte al hospital. De camino aprovechamos y le pedimos a los cirujanos que te arreglen un poquito el grosor.
La carcajada colectiva se tiene que haber oído a la entrada de la urbanización.
- Qué bromista eres querida. Por un momento me habías convencido del riesgo.
- Adelante Luci. Y que no te tiemble la mano. No tenemos recambio.
La joven se relame con una sonrisa pícara. Retarda la acción del jabón jugando con el semiflácido florete, retirando la piel del prepucio y mostrando un glande desarmado que en su punta asoma una gota brillante. Un dedo travieso la extiende por la superficie rosada y cosquilleando la zona que en su día pudo haber un frenillo, pero que ahora es un punto tan sensible que el levantamiento de todo el soporte se hace por sí mismo, con la velocidad en un avestruz estira el cuello ante la sospecha de peligro. Mi vecino permanece atento y de cuando en cuando la nuez le hace unos extraños debajo de la barbilla, como si le costara tragar saliva.
La sesión del rasurado se palpa en el ambiente. Un denso silencio nos rodea y todas las miradas convergen en un mismo punto. El largo pene curvado semeja un faro que nos orienta y nos mantiene en vilo pensando que en cualquier momento puede caer fulminado por la hoz del segador. Pero no. La mano firme va despejando el bosquecillo, dejando un calvero blancucho y risible. No obstante, la curiosidad que nos atrapa no permite asomar ni una sonrisa. La parte más delicada es terminar la operación de raspado en el escroto arrugado que alberga dos huevos de gallina, demasiado grandes para tan fino palo. Pero la desproporción resulta atrayente y Luci no puede evitar sentirse atraída. Limpia cuidadosamente toda la espuma y masajea con aceite aromático el pubis recién bautizado. Y cogiendo los testículos entre las manos se introduce el pene en la boca y lo saborea golosamente. La escena es encendida y noto como mi miembro se eleva por debajo la sábana. Adela tampoco a quedado fuera de la atracción. Se frota con una mano el pecho por la sisa de su brazo y la otra mano desaparece por debajo la túnica, perdiéndose entre sus piernas.
- Un momento, sobrina. Esta parte tiene otro intérprete.
La interrupción de mi caldeada Adela nos sorprende a todos que la miramos esperando una aclaración a su actitud. Ella se levanta y desaparece en la casa, volviendo casi enseguida con el conocido tarro de mermelada. Esta vez contiene confitura de fresa. Se lo entrega a Luci y le indica que lo embadurne bien. Cosa que hace con sumo gusto. Después le dice que también se unte en su entrepierna y se coloque de tal forma que el iniciado saboree a su gusto. No lo duda, el color enrojecido de la confitura se introduce entre los labios semiabiertos de la vulva sonrosada y le dan un aire exótico, al mismo tiempo que inflama el ambiente. La boca de mi vecino no se retrae ante el ofrecimiento. Su lengua, igual que una serpiente sale en busca de la fresa con la rapidez que el camaleón atrapa los insectos. El sonido de la succión nos tiene atrapados y excitados. La mano de Adela se apodera de mi verga por encima de la tela y yo aprovecho para sobar sus pechos. Nimbo no ha esperado ninguna orden. Con una iniciativa propia de seres calenturientos, dirige su rasposa lengua hacia el miembro acaramelado de Antonio Luís y desarrolla todos sus conocimientos en la materia. Con una maestría inusitada, lame y relame hasta no dejar ni rastro de la mermelada, aunque debido al trabajo tan sutil que ha hecho, el palo se cimbrea como un junco buscando el contacto con fuertes arqueos de pelvis.
La retirada del perro da como resultado que mi vecino abandone su tarea, cuando la joven está recuperándose de un orgasmo y casi como un rugido, soltar:
- Por favor Adela no me dejes así. Estaba a punto de acabar.
Pero al vernos enfrascados en nuestros manoseos. Un encogimiento de hombros y un levantamiento de cejas nos interroga en silencio, la causa de su estado.
- Una especie de ser etéreo, musa de nuestra cofradía, te ha chupado tu florete y te lo ha limpiado. Si quieres repetir, no tienes nada más que pedirlo.
La seriedad que pone Adela en sus palabras, nos hace aguantar la risa escondida en nuestros pulmones.
- No sé como lo has hecho pero me ha gustado mucho. Te suplico que lo repitas para que yo lo vea. He notado como una lengua extraña que me hacía maravillas.
- De acuerdo. Pero esta vez vamos a cambiar de posición para que lo sientas mejor. Te vamos a colocar las piernas hacia arriba y muy separadas, para que lo puedas ver estupendamente. Y para que no te canses te las sostendremos para que no te canses y disfrutes. ¿Te parece bien, cariño?
Lo que digo, que mi vecina es capaz de convencer a cualquiera, hasta de ir a la silla eléctrica.
- Sí. Siiiií. De acuerdo. Lo que tu quieras, pero no tardes.
Más que un convencimiento parece una súplica.
Entre Luci y yo sujetamos las piernas según lo explicado y procurando dejar su culo despejado. La experiencia que yo tuve me hacía relamer de gusto, al pensar lo que se le iba caer encima a mi vecino. Y nunca mejor dicho: "Ca-er en-ci-ma".
Su querida esposa toma el tarro y llenándose la mano como si fuera un ungüento, le frota su albi-rosado pubis, junto a su alborotado miembro. A continuación le unta los testículos, aprovechando para masajearlos y de camino le introduce un dedo en el ano. La respuesta inmediata es un aprisionamiento del dedo intentando rechazar la intromisión.
- No seas tonto, mi vida. Deja de poner impedimentos y relájate.
El tono seductor seguido de un azote en las posaderas es razón suficiente. Se nota como el esfínter se afloja y permite que el dedo lo penetre de nuevo. Después otro sigue al primero y acto seguido varios pegotes de mermelada se meten en su orificio que ya para entonces se ha dilatado bastante. Adela se separa y observa el colorido que ha dejado su trabajo. Y sin pensarlo mucho hace un gesto a Nimbo que se lanza por el manjar. Los ojos abiertos de mi vecino y el intento de evadir sus piernas es casi simultáneo. Pero el animal sabe bien su oficio. En menos de un minuto ha levantado el asta a su cenit y la víctima. Si se le puede llamar así, sucumbe ante la imposibilidad de escapar. La lengua está llegando a su ano y sus piernas han perdido tensión quedando abandonadas en nuestros brazos.
El orificio se dilata a cada lamida. Se abre y cierra como la boca de un pez. El temor a desaparecido de su rostro y un fino hilillo le resbala por la comisura de los labios. Entrecierra los ojos y los pone como un cordero. El placer se ha apoderado de él. Esta imagen me hace sonreír, ya que me recuerda mi experiencia al respecto.
Mi vecina, dueña de la situación, se entretiene en poner al perro con el tono debido y sus manos inquietas manipulan los atributos que responden a la llama del deseo. Una larga y roja verga se despliega temblando esperando encontrar el cobijo de otra vaina.
- ¿Qué haces querida? ¿Por qué masturbas a Nimbo?
Sus preguntas parecen llevar sus propias respuestas, puesto que su mirada demuestra recelo ante lo que observa.
- Nada cariño - la voz de Adela suena ronca -. Es el momento de la iniciación verdadera. Todo cofrade debe estar abierto a todas las posibilidades que tiene el placer. Y la mejor manera de conseguirlo es estar preparado. Así que cierra los ojos y disfruta de la mayor muestra de fidelidad que te va a ofrecer tu querido animal.
- ¿No dejarás que me meta todo eso en el culo? Es una locura. Me lo va a romper.
- Su voz suena temerosa, aunque el relámpago que cruza sus retinas le traiciona. Y yo estoy seguro del motivo. Además sus piernas no muestran resistencia para evitar lo ineludible. Un poco de mermelada sobre su miembro y Nimbo se lo introduce todo en la boca. Si en ese momento el animal tiene un sobresalto, mi vecino tendría opción a una plaza en el coro de los Niños Cantores de Viena.
A una señal de Adela el animal se echa sobre el pecho de Antonio Luís golpeando la lamida entrada con su potente taladro. Observo que el agujero se abre sólo, sin esfuerzo, como impaciente por entrar en combate, que no tarda en comenzar.
Una embestida guiada por una mano firme lo aloja hasta la mitad. El gesto de dolor no es tal, sólo una pequeña mueca al morderse los labios. Pero Nimbo no entiende de retrasos y sin esperar que se reponga le hunde todo lo que queda. Luci y yo le dejamos libres las piernas que se enroscan sobre el lomo del animal, que inicia su rápido cabalgar, resoplando y agachando sus peludas orejas sobre el cuello.
La joven Luci, encendida por lo que acontece, se despoja de su túnica y a continuación me arranca la mía, me empuja sobre la tumbona y colocando su incendiado sexo sobre mi boca, me arropa con su cuerpo y se engulle mi dolorido pene, que agradece la atención. Durante un rato nos olvidamos de lo que pasa a nuestro alrededor y nos fundimos en nuestros propios fluidos. Ella parece un río aromático y dulzón incontenible al roce de mi lengua y al sorber de sus líquidos. Sus adorables nalgas se alzan a mis ojos y su oscuro orificio me hipnotiza con sus palpitaciones. Cuando estoy introduciendo un dedo en el oscuro objeto de mi deseo, la mano de Adela me detiene y aborta la operación. Esta mujer se obstina en mantenerme lejos de ese hermoso culo. Luci, entretanto, está llegando al orgasmo. Noto como se pone rígida y empuja su húmeda cueva contra mi cara, frotándomela sin compasión, al tiempo que sus duros pezones se me clavan en mi vientre, aplastándose en él. Se levanta, casi con temblores y volvemos a la escena de la iniciación.
Antonio Luís, tiene las manos libres y se abraza a Nimbo como a un amante. Jadeando y con la piel sudada, continúa enroscado y respondiendo a los últimos estertores de la eyaculación de su fiel amigo, que trata de despegarse con su nudo casi deshecho. El animal con las orejas gachas se aleja del escenario buscando donde reponer las fuerzas y su amo con el pene duro y curvado nos mira como si fuéramos extraños.
Su esposa se le acerca y le besa con ternura en la boca. También se ha despojado de la ruda túnica que la cubría y su esplendoroso cuerpo se nos muestra lleno de pasión.
- Ahora tendrás tu segunda recompensa, cariño.
- ¿Aún queda algo por hacer? Después de esto no sé que se le puede ocurrir a esa cabeza tan bonita que tienes.
- Si pasabas esta prueba, te tenía una recompensa reservada en exclusiva.
- ¿Cuál?
- Una que hace días leo en tus ojos - y dirigiéndose a Luci -. Ven preciosa que ha llegado tu hora.
La joven, obediente se aproxima hasta ellos.
- Ponle tu hermoso conejito en la boca de tu tío, mientras saboreas su aguerrida espada. En tanto te preparo.
De debajo de la tumbona saca un tubo de vaselina y comienza a frotar el orificio de su sobrina que gimotea. Le introduce un dedo y le rellena el interior de la crema incolora. La suavidad con que se mueve demuestra la colaboración de los pequeños músculos al relajarse. Dos dedos siguen la tarea de dilatar aquel conducto. Su tío le señala que no siga o acabará pronto y Adela aprovecha para ordenar a la joven que se sienta en aquel florete combado. Lo hace poco a poco pero sin parar y sin un solo gesto se deja caer hasta que su trasero se pega al rasurado pubis. Y sin esperar instrucciones comienza a subir y bajar todo el recorrido del émbolo, apretándose sus opulentos senos y estrujando sus erectos pezones. Su tío se deja llevar por el ritmo y agarrándola de la cintura la atrae con fuerza a cada sentada. Adela se incorpora al cuadro, arrodillándose y metiendo la cara entre las dos entrepiernas, lamiendo el sexo de su sobrina y los testículos de su marido.
Yo no aguanto más y sujeto a Adela por las caderas y de un solo empellón le meto mi atormentado miembro en su anhelante sexo, que rebozando de alegría se abre como una flor para recibirme. La entrada es suave debido a la aglomeración de flujo que mana sin agotarse y la temperatura en el interior es tan acogedora que a pesar del tope de mi pubis en sus nalgas, continúo empujando buscando el fondo del volcán. Advierto como las paredes de su vagina se abrazan y succionan con voracidad mi desbocado hermanito. Aún así, no me muevo, saboreando cada segundo mi acoplamiento como si el último de mi vida fuera. Acaricio la suavidad de su piel, por sus anchas espaldas hasta sus atractivos senos y me regodeo en sus pezones que emergen duros, como pidiendo guerra. Por unos instantes sólo se oye un concierto de jadeos y gemidos que hacen del lugar un centro de lujuria desconectado de la realidad.
Cada uno de los participantes nos movemos por instinto con los sentidos erizados en cada poro sudado de nuestra piel. Y cuando vuelvo a tener conciencia observo como los actores hemos cambiado de posición. Adela está encima, frotando su pubis con el mío, en tanto los carnosos labios de su ardiente sexo se deslizan por mi pene con una lentitud digna de las moviolas y su lengua entrelazada a la mía. El calor de su vientre se funde con el mío y sus ojos. Sus hermosos ojos color miel abiertos de par en par me permiten ahondar en su interior y la siento mía sin ser mía y me siento suyo sin suyo. Estoy seguro que la quiero más de lo que hubiera deseado. He notado en su cuerpo las sacudidas de dos orgasmos y no ha parado ni un momento, sigue frotando mi cansado falo que le cuesta responder como debería, aunque las llamadas de la explosión se aproximan a gran velocidad.
Reparo un momento en la pareja cercana que también ha cambiado de postura. Luci se halla a gatas con su tío penetrándola por detrás con su largo pistón que entra y sale de su estrenado orificio con exageradas flexiones. Sus gemidos adelantan el resultado y con fuertes retrocesos manifiesta que está llegando al clímax. Su compañero de asalto no se queda rezagado. Agarrada a sus caderas arremete y se pega al culo respingón y así, los dos juntos se convulsionan con la respiración dislocada y hondos suspiros.
Mi vecina me mordisquea las tetillas y se da la vuelta. Su enrojecida vulva se pega a mi boca en un beso desenfrenado. Mientras, su boca chupa mi enardecido miembro y sus manos me aprietan los testículos. La respuesta es inmediata, un escalofrío que nace en la primera cervical y que muere en el coxis se adelanta a la descarga que sale como un surtidor. Las ráfagas se van espaciando, pero aún percibo el calor de su boca que no se ha abierto para impedir que una sola gota escapara.
Con cara de cansancio nos miramos los cuatro mientras una sonrisa de satisfacción se recrea en nuestras caras. Nadie tiene prisa por romper el silencio, o quizás sea que ya no quedan fuerzas para emitir sonidos.
El verano pasa dejándonos el mal sabor de boca de tener que privarnos de la presencia de la joven Luci, la cual nos promete solemnemente visitarnos a la menor oportunidad que tenga, aunque nos ha pedido permiso para poder traer a una amiga del pueblo con poca experiencia de sexo. Nos reímos ante su sugerencia manifestándole que la Cofradía está abierta a toda persona que tenga su mente abierta a colaborar con sus deseos. En tanto, yo me quedo recapacitando sobre la atracción de Adela y en como proponerle que vivamos juntos los tres. Ya sé que es una situación extravagante pero creo que me he enamorado de ella.
Fin.
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