La Cofradía (II).
La presencia de Luci, hija de la hermana mayor de Adela, ha alterado un poco nuestros encuentros. Acaba de cumplir los veinte años y sus padres le han permitido pasar el verano con sus tíos. Mi vecina está contenta, porque así no estará sola los días que Luis Antonio la deje por motivos de trabajo. Al día siguiente de su llegada al chalet, mi vecino me ha invitado a comer, con el fin de conocerla y al mismo tiempo para hacerme las recomendaciones para que en su ausencia les eche una ojeada y no se sientan desprotegidas. No sé como reaccionaría, si supiera de lo mío con su esposa. Aunque algo debe sospechar, ante el cambio tan extraordinario que ha experimentado ella con relación a mí. También, como no, me ha dado instrucciones para con Nimbo. Que lo lleve al veterinario del pueblo, que no le dé chucherías, que le dé largos paseos, que... Su lista parece interminable. Pero mi mente está en otro sitio. Más concretamente a su derecha, en su sobrina. A mi lado se sienta Adela, que me tiene arrinconado contra la pata de la mesa y su rodilla me aprisiona.
Luci, guarda los rasgos de su tía. Labios regordetes y ojos grandes de color marrón. El pelo castaño y muy corto. De estatura algo menor pero sin desmerecer encanto y un pecho exageradamente voluminoso. Un pellizco en mi pierna me avisa que estoy prestando demasiada atención. Me atrae la sobrinita tanto como la tía. Aunque, parece ser que no soy el único, ya que mi vecino le lanza miradas de reojo a su escote intentando traspasar el tejido tenso de su camisa blanca, como si el balcón estuviera demasiado alto para él. Me sonrío, al comprobar que no parece tan inocente como creíamos. El candor de la joven se apercibe en sus modales, algo tímidos, pero arropados por el entusiasmo de la juventud. Hemos llegado a los postres y le respondo al pellizco de mi vecina introduciendo mi mano con disimulo debajo de su falda y metiendo un dedo en su húmedo sexo, que se abre facilitando la labor. A continuación me lo llevo a la boca y lo chupo como si me hubiera quedado algo de la nata del postre. Su cara se enciende. Sé lo excitada que está y me preparo a esquivar sus constantes ataques por debajo de la mesa.
La segunda botella de cava hace a mi vecino más atrevido. Pone música de fondo y corre las cortinas para reducir la intensidad de la luz a sus cotas más bajas. Está jugando con fuego sin saberlo.
- Es una tarde estupenda. ¿Por qué no bailamos? – toma a la joven por una mano y la levanta -. Tú también puedes bailar con Adela. Ya que habéis hecho las paces, no hay nada que lo impida.
No hacía falta que la alentara. Ésta, ya me tiene entre sus brazos, haciéndome sentir el aroma que radia de su cuello y la presión de su pecho. La erección no se hace esperar. Con la complicidad de la tenue oscuridad su mano me aprieta por encima del pantalón. Entre tanto las mías no se quedan quietas. Por detrás, le empujo en sus nalgas hasta enterrar mi miembro en su entrepierna, con vestido, pantalones y la maldita cremallera que está torturando.
Miro a Luis Antonio, que no pierde tiempo sobando a su sobrina, la cual procura quitárselo de encima como puede, echando la cabeza hacia atrás. Lo que la obliga tener más alzada su pechera. Los vapores del alcohol no tardan en hacer su efecto, dejándolo caer desmadejado en el sofá. La borrachera lo ha puesto fuera de combate a las primeras de cambio. Y yo para entonces, estoy a punto de estallar. Con dos hermosas mujeres: una calentándome en exceso y la otra estorbando con su presencia. Pero no contaba con los reflejos mentales de mi vecina.
- Será mejor que me ayudéis a llevarlo a la cama, antes de que se enfríe.
Entre los tres lo arrastramos hasta la habitación. En un momento de descuido de la joven, Adela me manda a recoger la cámara de fotos. Yo me excuso que tengo que ir a dar una vuelta a mi casa y las dejo intentando quitarle la ropa. No tardo ni un minuto en volver silencioso con mi equipo de fotos. Me quedo tras la puerta para ver como se desarrolla la operación.
- Ayúdame a darle la vuelta para sacarle el pantalón. Venga mujer no te dé vergüenza. ¿Es que nunca has visto un hombre desnudo?
La voz de Adela es susurrante y convincente, puesto que por la rendija que deja el marco de la puerta puedo ver perfectamente como la joven agarra una pernera y tira.
- Sí que los he visto, Pero él es mi tío y no sé si está bien.
- Claro que está bien, mujer. Aprovéchate ahora. Verás los ridículos que son los hombres en estas situaciones.
A todo esto, ya le había quitado la camisa y le sacaba los calzoncillos, mostrando un pene flácido pero bastante largo y delgado. Adela lo sostiene entre los dedos y se lo enseña a su sobrina, que ruborizada no sabe que hacer.
- Puedes tocarlo. No creo que te vaya a morder.
- No sé tía, si debo...
- Claro que debes. ¿Te olvidas que hace un rato era él el que te metía mano.
- ¿Te diste cuenta? Yo no quería. Pero él no me dejaba ni respirar.
- Cualquiera se hubiera dado cuenta. Incluso vislumbré que a ti no te desagradaba. O ¿me equivoco?
La joven, baja la vista avergonzada, pero no niega a su tía. Ésta, ya había retirado la piel del glande y dejado éste al descubierto. A pesar del estado etílico, comienza a estirar la cabeza, como queriendo salir de un letargo.
- Toma. Agárralo y acarícialo, antes de decaiga. Comprobarás que son más agradecidos que sus amos. La pena es que siempre les acompañan. Si fueran solos otro gallo cantaría.
Luci, lo toma con una mano y la mueve de arriba hacia abajo, intentando masturbarlo. No me había fijado antes, que con todo el tejemaneje se le habían saltado los botones de la camisa y mostraba un esforzado sujetador que apenas podía contener sus voluminosos pechos. Mientras tanto, la joven sigue dando muestras de querer levantarle los ánimos al largo y delgado pene de mi vecino.
Adela también, se ha percatado del desaliño de su ropa y sin el menor reparo le saca la camisa. La joven turbada la mira sorprendida.
- Querida sobrina. Me estoy fijando en los grandes pechos que tienes. ¿No te molesta este sujetador tan pequeño?.
Y sin esperar respuesta le suelta la prenda, dejándolos libres.
- Así está mejor.
Sus manos acarician las enormes aureolas rosadas que responden con gran rapidez brotando unos pezones tan grandes como los de su tía. Esta no la deja reaccionar y llevando una mano a la verga de su marido le indica a la azorada muchacha que la imite. Y agachando la cabeza se lo introduce en la boca y lo saborea como un helado. El mástil se yergue considerablemente. Lo saca de su boca y se lo entrega a su sobrina, que llevada por la inercia agacha también la cabeza y empieza a pasarle la lengua, poco a poco, hasta que se lo mete en la boca.
La escena no puede ser más candente. La excitación me tiene al borde de la eyaculación. El miembro apuntala mi pantalón y me pide a gritos que lo libere. Cosa que hago en un periquete. Intento contenerme para no entorpecer la labor de Adela que en ese momento sólo le queda un diminuto tanga como vestido. Y está en la tarea de sobar las tetas de su sobrina, a la que ya ha desposeído, también de su indumentaria, mostrando unas braguitas blancas que se le meten por la hendidura de sus nalgas. Con disimulo se aparta para dejarme campo suficiente para encuadrar a ellos dos solos. El tío y la sobrina.
Luci, excitada, ha perdido el control y chupa con desesperación la verga de su tío que permanece semidormido con cara de bobalicón. Sus gemidos se mezclan con los ruidos de los lametazos. Deja que su tía le retire las braguitas y levanta su culo respingón hacia arriba. Adela le hace separar las piernas y mete su boca en la hendidura.
Yo no puedo aguantar más, dejo la cámara en la mesita del pasillo y entro sigilosamente colocándome detrás mi vecina y hago lo mismo que ella con su sobrina. Meto mi lengua en la raja de su culo y comienzo a lamer toda la abertura que ha quedado al separar sus piernas, extendiendo los fluidos que emanan de su sexo. Mi pene endurecido pide que le preste atención y encarándolo en la puerta de la ardorosa cueva lo voy metiendo hasta tocar fondo. Adela se va encabritando y comiéndose el sexo de su sobrina a grandes pasadas. La joven también está desbocada y menea su orondo culo con fuertes empujones. Veo como su moreno orificio trasero se abre y cierra palpitando y siento enormes deseos de meterla por allí. Mi vecino, sin apenas enterarse, va respondiendo con levantamientos de caderas a la mamada que su querida sobrina le está haciendo y con un estertor ronco y babeante, comienza a lanzar un largo chorro en la sofocada cara que tiene encima. Su tía le empuja la cabeza y le señala que lo meta en la boca, acto que realiza inconscientemente. Luis Antonio, queda inerte por el sopor y un rítmico ronquido silbante indica que ha dado todo lo que tenía de sí.
Luci se vuelve hacia su tía con la cara llena de esperma y la boca goteando, cuando se apercibe de mi presencia, abre los ojos sorprendida tratando decir algo. Momento que aprovecha su tía para besarla en la boca y ahogarle el sonido que pugna por salir. Yo sigo con mi tarea de meter y sacar en aquella insaciable cueva que se ajusta a mí como un guante. Pero los enrojecidos pezones de aquella joven me atraen como un imán. Y cuando Adela la pone tumbada en la cama me arrojo sobre ellos como un lobo hambriento. Los chupeteo sin parar y la someto a una sesión de mordiscos y apretujones que gime con jadeos entrecortados. Su tía le mete la lengua en su mojado sexo y por primera vez me fijo en que tiene un pubis tan tupido y frondoso como lo tenía su tía antes. La beso en la boca y saboreo en sus abultados labios el deseo y los restos de esperma que aún permanecen. Retorno a los pezones y los aprieto. Compruebo que una gota de leche emerge de la pequeña grieta que cruza la punta. Lamo aquella esencia y aprieto el otro, de igual forma mana otra gota. Los ojos de ella me miran espantados y se muerde los labios. Mi amasamiento ha dado como fruto que un reguero de leche mane de sus abultados senos y se extienda por ellos. Lo que aprovecho para colocar mi verga en aquel canal tan lubricado y la entierro entre los hermosos montículos. Semejan una ardiente vagina. A cada acometida mía, la punta amoratada roza sus labios que no tardan en abrirse y permitir que su húmeda lengua me acaricie con un ligero cosquilleo. Lo joven se agita intentando ocultar el orgasmo que la está sacudiendo.
Su tía se aproxima a sus pechos y oprime los pezones con sus dedos, retorciéndolos y haciendo que gima del dolor que le provoca. Están amoratados y tan sensibles que cuando los suelta, el más ligero roce la hace estremecer. En ese momento les indico que ya no aguanto más. Me hacen ponerme de pie y ellas dos de rodillas se intercambian para chuparlo. Señalo a Luci que quiero correrme en su boca y me mira con los ojos brillantes. Adela sujeta mis testículos y los aprisiona al tiempo que introduce dos dedos en mi orifico trasero. Aquello es superior a mis fuerzas y como un potente surtidor, comienzo a impulsar el líquido que retenía en mis bolsas, con tanta potencia que rebota en su paladar y golpea de nuevo mi glande. Ella intenta tragar pero no le da tiempo, su nuez sube y baja desaforadamente hasta que mi chorro decae y abre la boca para sacar mi pene. Su tía se abalanza sobre su boca y le introduce la lengua lamiendo el líquido que aún queda en su interior. Las dos mujeres se abrazan y se besan hasta que el cansancio las derrumba sobre la cama.
Agotados, sudorosos y con ojos entrecerrados, permanecemos abrazados estrechamente durante un largo rato, cada uno en sus pensamientos, que supongo no están muy lejos de lo ocurrido recientemente. Adela propone un baño y los tres no metemos en la amplia bañera, acariciándonos por debajo de la tibia agua.
- ¿No tienes miedo que tu marido nos sorprenda?
- No hay problema. Antes de dejarlo le he suministrado una pastilla para dormir y estará soñando con los angelitos – me contesta con un guiño.
Mis manos no dejan quietos a los jóvenes y ostentosos senos que recaen por el peso, levantando las amoratadas puntas. Los aprieto y vuelven a gotear unas gotas de leche.
- Mira Adela. Que sorpresa más atractiva nos guarda tu deliciosa sobrina.
- ¡Oh! ¿Qué es esto pequeña? ¿Estás criando?
Las manos de Luci trata inútilmente de tapar aquellos globos a punto de reventar.
- No Tía. Bueno. Sí, pero no – sus dudas la ponen nerviosa.
- ¿En qué quedamos? ¿En que sí o en que no?
- En que no – responde azorada -. Lo que pasa es que he dado el pecho a la hija de una amiga que tenía problemas en las mamas y ahora no sé como parar esta leche. Espero que no se lo digas a mis padres. No le caían muy bien mi amiga.
- No te preocupes preciosa. Pero no podrás retener tanto líquido en tus pechos. Si no continúas dando de mamar, deberás ordeñarte de vez cuando hasta que se te regulen las secreciones – los ojos de Adela se delataron con un brillo intenso -. Se me ocurre una idea. Entre mi querido vecino, aquí presente – y me señala con el dedo -, y tu cariñosa tía te vamos a ayudar. Así todos disfrutaremos de ese exquisito manjar.
Y sin esperar la contestación se mete un pezón en la boca y comienza a succionar como si fuera un bebé. Yo hago lo mismo con el otro y mamo también. Un sabor dulzón me llena la boca y trago con deleite el néctar. La joven cierra los ojos y con una mano se agarra a mi bastón y con la otra a un pecho de Adela.
Viendo que aquella parte ya está bien atendida me dirijo a su entrepierna y acaricio su sexo, que se abre como una sandía. Le meto un dedo y noto como el interior se contrae y se pega como una ventosa. Es más estrecho que el de Adela y sospecho que es virgen, ya que al meterle dos se agita y mueve las caderas intentando rechazar a los intrusos. Su clítoris, algo más pequeño está enhiesto y vibra a cada toque. No tardo en tener una erección. La colocamos al borde de la bañera y mientras su tía sigue chupando los pezones, yo pongo mi boca en su humedecida raja y paso la lengua a todo lo largo desde el pequeño guardián hasta el orificio posterior que se abre a cada pasada. Pongo un dedo en la puerta y empujo con suavidad. Al principio aprieta pero enseguida se relaja y deja el paso libre. Con un dedo en cada abertura empiezo a bombear suavemente hasta que unas sacudidas señalan el clímax alcanzado.
La joven mira nuestros sexos como si los viera por primera vez y nos pregunta con una sonrisa burlona:
- ¿Cómo es que tenéis los pubis rasurados?
- Ahora que lo recuerdas – le responde Adela -. Cuando el tío se marche te haremos entrar en la Cofradía.
- ¿Qué cofradía es esa? –, nos mira a uno y a otra arrugando el entrecejo.
- Una buena cofradía formada por amigos del pubis rasurado. Ya te enterarás el próximo día.
Los tres nos reímos a carcajadas por la salida de mi vecina.
El pequeño solario que tenemos entre los dos chalets es ideal para tomar el sol desnudo y fuera de miradas indiscretas. Da al Sur y durante más de seis horas, el sol cae con mala uva en aquel reducido espacio. Tenemos un toldo que nos sirve para proteger nuestros caldeados cuerpos cuando estos ya no pueden aguantar más. Es en el que tuvo lugar el primer encuentro con mi vecina y queda separado de las dos propiedades por la cancela de picaporte.
Adela me ha avisado para que me asome. El espectáculo no puede ser más prometedor. Las dos mujeres, totalmente desnudas se dan crema en sus cuerpos dejándolos brillantes. Una bolsa, que recuerdo bien, se halla a los pies de una tumbona. Hoy es el día de la prueba para que Luci entre en la Cofradía.
Me acerco hasta ellas y me señalan el bañador con gestos claros. Me lo quito y muestro mi grueso compañero en vías de alzamiento.
- Tienes el honor de rasurar a mi querida sobrina para que pueda entrar sin un pelo en nuestra cariñosa cofradía. Toma las herramientas y comienza el acto.
Con una ligera inclinación de obediencia, me ubico a los pies de la joven y separo sus piernas todo lo que dan de sí. Por momentos, dudo si seguir con la labor encomendada o meter mi lengua en aquella hermosa cueva sonrosada. Sacudo mis pensamientos y me dedico a recortar y a rasurar, hasta dejarle el bajo vientre tan reluciente como el culito de un bebé. Está un poco irritado y le masajeo con aceite especial. En tanto yo depilaba, Adela se había colocado con las piernas separadas encima de su sobrina y ahora le tiene aplastada la boca con su ardiente sexo. Esta no se arredra y succiona de aquel manantial que le deja hilos brillantes en su cara. Le tiene los pezones atrapados con los dedos y se los retuerce con suavidad reduciendo la superficie morada de su aureola. El sexo de la joven se está abriendo y deja escapar unas gotas que resbalan hacia su oscuro portal. Aproximo mi boca y con ligeros mordiscos voy separando los labios de aquella inflamada vulva. Sus piernas se enroscan en mi cuello y me aprisionan contra ella. Paso mi lengua a su pequeño orificio y lo fricciono hasta que se abre con palpitaciones. Noto su clítoris frotando mi nariz y un río de emanaciones fluyendo de aquella caverna. Mis manos sustituyen a las de su tía y aprieto en sus tetas hasta hacerle manar el delicioso fluido lácteo. A un gesto de Adela le separo las piernas y froto mi miembro endurecido por su recién rasurado pubis y llego hasta su ano que se contrae ante un breve empuje.
Adela la hace poner a gatas sobre la tumbona y desde atrás le chupetea su entrepierna, animándola a que haga lo mismo con mi verga. Se la introduce en la boca y apenas puede respirar. La saca y la relame por toda su superficie como si fuese un helado. Sus manos se mueven por los testículos y llegan hasta mi ojete, hurgando con titubeos. Separo mis piernas y le facilito su exploración. Mete un dedo y lo empuja dentro, girándolo lentamente. Después lo hace con dos y parece fascinada ante la novedad. Yo, entre tanto, siento unos escalofríos de placer que recorren mis espaldas y se aposentan en la punta de mi verga que amoratada recibe con gratitud la lengua de Luci. Adela me hace ocupar su sitio y me señala con gestos que penetre a la joven cuando me avise. Se coloca delante de la joven y acerca su sexo a la boca que golosamente se pega a él. Me hace un guiño y sujeta la cabeza con sus manos. Acerco la punta de mi pene a la entrada de su cueva y meto la cabeza de un solo golpe. Todo su cuerpo se envara ante la acometida, pero su boca está tapada por la vulva de Adela que no la deja mover la cabeza. Percibo la estrechez del conducto y dudo si continuar. Duda que desaparece al notar como las nalgas de Luci empujan buscando la penetración. De otro empujón la meto hasta el final. Esta vez es imposible evitar que se le escape un grito. Permanecemos quietos los tres hasta que su respiración se restablece y a un movimiento de cabeza de su tía, empiezo a meter y sacar mi miembro en aquel apretado guante que se pega como una ventosa a cada movimiento hacia fuera. Percibo como una oleada que me recorre en todas direcciones y no sé hasta cuando podré aguantar sin correrme. Los dos hemos entrado en la simbiosis del acoplamiento, ella se mueve al mismo compás que yo. Su sincronización se ve alterada por una fuerte sacudida que hace a su vagina succionarme el pene como una segunda boca. Me aprieto en la raíz, junto a los testículos, para evitar acabar antes de tiempo. Pero Adela me señala que no aguante más que me deje llevar y para confirmarlo se coloca a mi lado y me mordisquea las tetillas mientras me estruja los testículos. De un violento empujón me libero de mis ataduras y lleno la fogosa vagina del caliente líquido que se escapa de mí. Mis jadeos entrecortados se unen a los de la joven que ha tenido otro orgasmo casi seguido.
Adela no permite que siga más tiempo dentro y me hace sacar el pene aun erecto, lo mete en su boca y succiona para extraer las últimas gotas que aún salen. A continuación tumba a su sobrina boca arriba y le empieza a chupar la vulva hasta dejarla limpia. Luci aún tiene pequeños espasmos y sus hermosos ojos abiertos se hallan cubiertos por unas pupilas inmensamente dilatadas.
Durante todo el combate no se ha oído una sola palabra. Sólo un concierto de suspiros, gemidos, jadeos y las respiraciones agitadas del esfuerzo realizado.
-¿Crees, tía que he superado la prueba de la cofradía?
- Con creces mi caliente sobrina. Si hubiera puntuación te daríamos un once.
Me acaricia el pene, que aun no ha perdido la rigidez.
- ¿Todo esto he tenido dentro de mí? – y con una delicadeza exquisita acerca sus labios y deposita un ligero beso en la brillante cabeza -. ¿También me la meterás por el culo?
- Si tú lo quieres. Sí. Es otra fuente de placeres cuando está bien utilizada.
- Me gustaría sentir placer por ese agujero – y como una inocente pregunta me vuelve a interrogar -. ¿A ti te han metido un pene en tu agujero? – asiento con la cabeza algo azorado -. Entonces, ¿Eres marica?
- No. Para disfrutar por ese agujero no es necesario ser homosexual. Ya ves que me gustáis las dos y os he dado placer. El ser homosexual es otra forma de sentir. Es como sentir con el alma además de con el cuerpo.
- Querida mía. Basta de tanta palabrería y volvamos a la tarea. Vosotros habéis disfrutado de lo lindo, pero yo estoy a medias. Así que manos a la obra y ponerme a tono que me estoy enfriando.
Adela nos interrumpe y se tumba en la hamaca levantando su depilado sexo a nuestro encuentro. Su sobrina no se hace de rogar. Como si hubiera sido el pistoletazo de salida se abalanza hacia la vulva de su tía y entabla una curiosa lucha con el desentumecido clítoris que asoma por debajo de la caperuza. La lengua entra y sale desaforadamente con el característico sonido de los lametazos. La joven se ha liberado de sus inhibiciones y hurga en el oficio que hay por debajo hasta conseguir abrirlo a punta de lengua. Su tía la anima con susurros y jadeos. En tanto yo le muerdo en los pezones hasta que estos se yerguen buscando la vertical. La joven aprendiza inicia una nueva posición y se coloca encima de su tía ofreciéndole su ostra para que la saboree. Yo me quedo de espectador de un combate entre dos mujeres que se muerden sin cesar. Los pechos de ambas se incrustan en los vientres y sus culos levantados ofrecen unas preciosas y ardientes vistas. Me acaricio mi cansado miembro hasta que se revitaliza y endurece. No necesito mucha animación para alcanzarlo. Lo acerco a la boca de Adela que lo saborea y lo introduce en el sexo de su sobrina que levanta sus nalgas para facilitar la entrada. Las paredes se contraen y se abrazan a lo largo del mástil en tanto que su tía me chupetea por debajo. Así permanecemos unos instantes y la mujer que está debajo, nos hace permutar las posiciones. Ahora es Luci la que está boca arriba, y su acalorada tía la que está colocada encima, aplastando con su sexo el rostro de la joven. Apunto la entrada abierta de Adela y la penetro de un solo golpe. Percibo la boca de Luci chupando y lamiendo mis partes bajeras. Yo en tanto, introduzco dos dedos en el ano que tengo a la vista y los giro agrandando la puerta. El cuerpo de mi vecina se estremece y empina el trasero apartando sus glúteos con ambas manos. Saco los dedos y un agujero pletórico me invita a entrar. Pongo el glande en la entrada y empujo despacio sin parar hasta tocar con mis testículos su sexo. Sus movimientos se hacen más cadenciosos y la boca de la joven sigue en acción. Me mordisquea y chupetea el clítoris de su tía que se aprieta contra ella. De pronto, noto como a través de las paredes de la vagina unos dedos tocan mi pene. Entran y salen de la cueva rozándome en cada acometida. Adela avisa que está llegando a un orgasmo y sufre como una descarga poniéndose toda ella, rígida y a continuación como ráfagas eléctricas se contorsiona, apretando su esfínter alrededor de mi pene provocándome una deliciosa eyaculación dentro de su ano.
Cuando comienza mi pene a aflojar lo retraigo de su funda, dejando escapar los fluidos de su interior. La boca de Luci está al tanto de la operación y se apodera de mi miembro, chupándolo y dejándolo limpio. Después mete los dedos en el oficio de su tía y los frota por dentro, haciendo resbalar el esperma a la raja que hay debajo. Me siento en la otra tumbona con un ligero temblor en las piernas. Tendré que medir mis fuerzas para seguir con aquellas insaciables mujeres que parecen incansables.
Adela me comenta en un aparte que está deseando ver a Nimbo dando placer a su sobrina, pero conducido por mis órdenes. Curiosidad que siempre ha tenido desde que le expliqué como lo guié en tiempos atrás en su primer encuentro con ella.
Acepto su petición y de camino aprovecho para descansar. Les digo que voy al baño y las dejo dándose crema por sus relucientes curvas. Preparo mis cámaras de fotos y busco el famoso silbato. Conmigo, me había traído el pequeño tanga de Luci que aun mantenía sus íntimos olores. Soplé el silencioso pito e inmediatamente llegó Nimbo como una flecha. Acerqué la prenda a su hocico y le ordené que buscara. La respuesta no se hizo esperar. Me asomo por la ventana con la cámara preparada y ya está llegando el perro. No duda un instante, a pesar de tener dos hermosos sexos levantados y rasurados mirando al sol, se va directamente al de la joven y con golosa dedicación lanza su áspera lengua sobre aquel manjar tan tierno y lo repasa velozmente.
- ¡Chucho! Fuera de aquí. ¿Qué te crees?
-¿Qué te ocurre Luci? – su tía se levanta y al ver al perro mira hacia mi ventana.
- Es que me está lamiendo las tetas. ¿No lo estás viendo tía Adela? Y raspa.
Le hago un gesto con la mano y me sonríe. Se gira y acaricia el cuerpo de la joven. En tanto, Nimbo, sentado sobre sus cuartos traseros espera las instrucciones. Un nuevo soplido lo pone en marcha. Esta vez sobre los pechos sudorosos. Su lengua lame los montículos como si fueran golosinas. Luci mira asombrada a su tía que la mantiene echada sobre la tumbona.
- Sí, querida. Ya lo veo. Pero si te esperas un poco comprobarás a donde puede llevarte una lengua tan rasposa. Déjalo a su aire y disfruta. Eso es que le ha dado el olor de tu ríquisima leche y el pobre animal hace lo que el instinto le pide. Tu tranquila sobrina. Veamos lo que sabe hacer este chucho tan simpático
Adela acerca su boca a la de la joven y la besa apasionadamente. Permitiendo que el perro siga con su tarea de lamer los pezones, los cuales ya han comenzado a responder a las caricias y se yerguen majestuosos. Otro toque de silbato y la lijosa lengua reanuda un lento recorrido hacia la entrepierna. Luci se estremece cuando su ombligo recibe la visita húmeda pero Adela no la deja ni un momento. En cuanto los pechos quedan libres, ella se apodera de ellos con deseo, mientras coloca los suyos sobre la boca que acaba de abandonar. Los chupetea ruidosamente, al tiempo que sus manos aprietan los senos. Seguro que está mamando el lactoso flujo que estará manando. Nimbo no ha parado, en estos momentos le he hecho llegar hasta el rapado pubis y su lengua, como un carnoso taladro horada entre los abiertos labios sin compasión. Luci tiene sus piernas separadas y sus jadeos llegan hasta mí entrecortados. Los pezones de su tía no son suficientes para ahogarle los suspiros que la lamida en su sexo le está arrancando. Sus caderas se proyectan a golpes contra el hocico canino.
Adela abandona su postura y acaricia a Nimbo, mientras le susurra palabras al oído. Una mano se apodera de la roja vara que empieza a emerger de su funda y soba todo el aparato del animal que alisa sus orejas y se queda quieto. Luci mira sorprendida la escena y se acerca a ayudar a su tía. Esta la besa en la boca y le lleva una mano al lugar que ella ha estado recreando. Le ordeno al animal, con mucha insistencia, ya que en su situación apenas responde al silbato, que se tumbe. Y ante la alegría de las mujeres estira sus patas mostrando su grandioso instrumento fuera de la vaina. La más joven no puede resistir la curiosidad y acerca sus labios a aquella fruta tan roja. Pasa la lengua a todo lo largo y saborea el líquido que gotea del extremo. Sus mejillas están encendidas y sus ojos brillan de deseo cuando miran a su tía pidiendo su aprobación. El gesto afirmativo de esta es la señal. Se mete la punta en su boca y poco a poco va engullendo hasta que una arcada señala que ha tocado su campanilla. Aun queda la mitad fuera. Durante unos minutos se dedica a chupar y mamar la verga del animal con deleite.
- Espera, pequeña - la sujeta Adela -, ahora le toca al animalito darte placer.
- ¿A mí? Ya me ha dado bastante. ¿A qué te refieres con eso?
- Échate en la tumbona y déjame hacer.
La coloca en una postura adecuada para lo que pretende. Y que no es más que lo que a una orden mía, Nimbo se dispone a efectuar. Sus patas delanteras ya han buscado el hueco entre los brazos y las caderas, al tiempo que su boca se acerca a los pezones, que además de amoratados no han dejado en ningún momento de estar duros. Yo, en estos momentos he perdido mis papeles de entrenador y totalmente desnudo con mi verga como una piedra me dirijo con rapidez hasta donde se está desarrollando el combate. No he tardado ni medio minuto y el miembro del perro ya está totalmente alojado en el hambriento sexo de la joven, que al verme abre los ojos un tanto avergonzada. Rubor que le calmo acercándole mi pene a su boca, donde su lengua sale al encuentro como una serpiente. Adela se dedica a controlar las embestidas del animal que empiezan a hacerse más violentas y me mira con gesto reprobador mi esmero por su sobrina, dejándola a ella desatendida.
El nudo en la verga del perro es patente por los gestos de dolor que hace Luci cuando el animal retrocede. Acto que ella sigue con su cuerpo para evitar el desacoplamiento. No obstante ya está tan atrapada por el hechizo del coito que su jadeante respiración parece una prolongación de la del animal. Su tía deja su papel de protectora y empujándome libera la boca de su sobrina donde ubica su ardoroso sexo. Sus dedos juegan con los picos pectorales y su culo se alza provocador hacia mi enhiesto falo. La invitación es clara ante los movimientos insinuantes a lo largo de la boca que hay debajo. Apunto y meto la cabeza reluciente y embotada de sangre en aquel prieto agujero. El esfínter hace su trabajo intentando estrangular al intruso. Paro para tomar aliento, pero por un lado el chupeteo en los testículos y por otro el retroceso de aquellos glorioso glúteos me hacen olvidar cualquier precaución y de un solo golpe lo meto todo en el estrecho túnel. El alarido contenido se filtra por los mordidos labios, pero ya es tarde. El acaloramiento que se había apoderado de mi se ha convertido en un alocado volcán deseoso de descargar su lava en la angosta gruta, aunque el estremecimiento que percibo en el cuerpo que tengo asido por las caderas me señala que Adela está llegando antes que yo a su apetecido clímax, pero no sola. Su joven sobrina se convulsiona aparatosamente con bruscas sacudidas. Saco el sable de una funda y lo introduzco en la de abajo, que se abraza incandescente a su alrededor. Las contracciones de la vagina provenientes del orgasmo que aún la conmueve hacen que un incontrolado impulso de mi interior me avise de mi próxima venida que concuerda con la de mi amigo Nimbo que en este momento emite roncos sonidos similares a gemidos. El animal se estremece como un flan y durante largo rato le veo su cola replegada entre las piernas y arremetiendo golpes con su bajo vientre. Sería interesante que los humanos aprendiéramos de los animales a la hora de tener relaciones sexuales, porque no sólo disfrutan ellos sino también sus hembras, como ocurre con la fogosa Luci que a pesar de su orgasmo pasado, sigue agitando su cuerpo a cada arremetida del perro. En ese momento yo pierdo la noción de lo ocurre en mi entorno y me concentro en el chorro que emerge de mi dolorido pene. Cuando acabo y me retiro un poco, veo la escena tan ardiente que hay. Las dos mujeres, la una sobre la otra con sus sexos destilando esperma y con una ternura sorprendente acariciando sus nalgas. Sin mostrar repulsión alguna sus bocas se adueñan de las depiladas vulvas y lamen despacio los fluidos lechosos. Sus cuerpos denotan cansancio y el sudor chorrea por su piel. Yo también noto la fatiga y un temblor en las rodillas que me obligan a sentarme en la otra tumbona, contemplando aquella hermosa escena de sexo, mientras pienso en el verano que me espera.
Continuará..
La presencia de Luci, hija de la hermana mayor de Adela, ha alterado un poco nuestros encuentros. Acaba de cumplir los veinte años y sus padres le han permitido pasar el verano con sus tíos. Mi vecina está contenta, porque así no estará sola los días que Luis Antonio la deje por motivos de trabajo. Al día siguiente de su llegada al chalet, mi vecino me ha invitado a comer, con el fin de conocerla y al mismo tiempo para hacerme las recomendaciones para que en su ausencia les eche una ojeada y no se sientan desprotegidas. No sé como reaccionaría, si supiera de lo mío con su esposa. Aunque algo debe sospechar, ante el cambio tan extraordinario que ha experimentado ella con relación a mí. También, como no, me ha dado instrucciones para con Nimbo. Que lo lleve al veterinario del pueblo, que no le dé chucherías, que le dé largos paseos, que... Su lista parece interminable. Pero mi mente está en otro sitio. Más concretamente a su derecha, en su sobrina. A mi lado se sienta Adela, que me tiene arrinconado contra la pata de la mesa y su rodilla me aprisiona.
Luci, guarda los rasgos de su tía. Labios regordetes y ojos grandes de color marrón. El pelo castaño y muy corto. De estatura algo menor pero sin desmerecer encanto y un pecho exageradamente voluminoso. Un pellizco en mi pierna me avisa que estoy prestando demasiada atención. Me atrae la sobrinita tanto como la tía. Aunque, parece ser que no soy el único, ya que mi vecino le lanza miradas de reojo a su escote intentando traspasar el tejido tenso de su camisa blanca, como si el balcón estuviera demasiado alto para él. Me sonrío, al comprobar que no parece tan inocente como creíamos. El candor de la joven se apercibe en sus modales, algo tímidos, pero arropados por el entusiasmo de la juventud. Hemos llegado a los postres y le respondo al pellizco de mi vecina introduciendo mi mano con disimulo debajo de su falda y metiendo un dedo en su húmedo sexo, que se abre facilitando la labor. A continuación me lo llevo a la boca y lo chupo como si me hubiera quedado algo de la nata del postre. Su cara se enciende. Sé lo excitada que está y me preparo a esquivar sus constantes ataques por debajo de la mesa.
La segunda botella de cava hace a mi vecino más atrevido. Pone música de fondo y corre las cortinas para reducir la intensidad de la luz a sus cotas más bajas. Está jugando con fuego sin saberlo.
- Es una tarde estupenda. ¿Por qué no bailamos? – toma a la joven por una mano y la levanta -. Tú también puedes bailar con Adela. Ya que habéis hecho las paces, no hay nada que lo impida.
No hacía falta que la alentara. Ésta, ya me tiene entre sus brazos, haciéndome sentir el aroma que radia de su cuello y la presión de su pecho. La erección no se hace esperar. Con la complicidad de la tenue oscuridad su mano me aprieta por encima del pantalón. Entre tanto las mías no se quedan quietas. Por detrás, le empujo en sus nalgas hasta enterrar mi miembro en su entrepierna, con vestido, pantalones y la maldita cremallera que está torturando.
Miro a Luis Antonio, que no pierde tiempo sobando a su sobrina, la cual procura quitárselo de encima como puede, echando la cabeza hacia atrás. Lo que la obliga tener más alzada su pechera. Los vapores del alcohol no tardan en hacer su efecto, dejándolo caer desmadejado en el sofá. La borrachera lo ha puesto fuera de combate a las primeras de cambio. Y yo para entonces, estoy a punto de estallar. Con dos hermosas mujeres: una calentándome en exceso y la otra estorbando con su presencia. Pero no contaba con los reflejos mentales de mi vecina.
- Será mejor que me ayudéis a llevarlo a la cama, antes de que se enfríe.
Entre los tres lo arrastramos hasta la habitación. En un momento de descuido de la joven, Adela me manda a recoger la cámara de fotos. Yo me excuso que tengo que ir a dar una vuelta a mi casa y las dejo intentando quitarle la ropa. No tardo ni un minuto en volver silencioso con mi equipo de fotos. Me quedo tras la puerta para ver como se desarrolla la operación.
- Ayúdame a darle la vuelta para sacarle el pantalón. Venga mujer no te dé vergüenza. ¿Es que nunca has visto un hombre desnudo?
La voz de Adela es susurrante y convincente, puesto que por la rendija que deja el marco de la puerta puedo ver perfectamente como la joven agarra una pernera y tira.
- Sí que los he visto, Pero él es mi tío y no sé si está bien.
- Claro que está bien, mujer. Aprovéchate ahora. Verás los ridículos que son los hombres en estas situaciones.
A todo esto, ya le había quitado la camisa y le sacaba los calzoncillos, mostrando un pene flácido pero bastante largo y delgado. Adela lo sostiene entre los dedos y se lo enseña a su sobrina, que ruborizada no sabe que hacer.
- Puedes tocarlo. No creo que te vaya a morder.
- No sé tía, si debo...
- Claro que debes. ¿Te olvidas que hace un rato era él el que te metía mano.
- ¿Te diste cuenta? Yo no quería. Pero él no me dejaba ni respirar.
- Cualquiera se hubiera dado cuenta. Incluso vislumbré que a ti no te desagradaba. O ¿me equivoco?
La joven, baja la vista avergonzada, pero no niega a su tía. Ésta, ya había retirado la piel del glande y dejado éste al descubierto. A pesar del estado etílico, comienza a estirar la cabeza, como queriendo salir de un letargo.
- Toma. Agárralo y acarícialo, antes de decaiga. Comprobarás que son más agradecidos que sus amos. La pena es que siempre les acompañan. Si fueran solos otro gallo cantaría.
Luci, lo toma con una mano y la mueve de arriba hacia abajo, intentando masturbarlo. No me había fijado antes, que con todo el tejemaneje se le habían saltado los botones de la camisa y mostraba un esforzado sujetador que apenas podía contener sus voluminosos pechos. Mientras tanto, la joven sigue dando muestras de querer levantarle los ánimos al largo y delgado pene de mi vecino.
Adela también, se ha percatado del desaliño de su ropa y sin el menor reparo le saca la camisa. La joven turbada la mira sorprendida.
- Querida sobrina. Me estoy fijando en los grandes pechos que tienes. ¿No te molesta este sujetador tan pequeño?.
Y sin esperar respuesta le suelta la prenda, dejándolos libres.
- Así está mejor.
Sus manos acarician las enormes aureolas rosadas que responden con gran rapidez brotando unos pezones tan grandes como los de su tía. Esta no la deja reaccionar y llevando una mano a la verga de su marido le indica a la azorada muchacha que la imite. Y agachando la cabeza se lo introduce en la boca y lo saborea como un helado. El mástil se yergue considerablemente. Lo saca de su boca y se lo entrega a su sobrina, que llevada por la inercia agacha también la cabeza y empieza a pasarle la lengua, poco a poco, hasta que se lo mete en la boca.
La escena no puede ser más candente. La excitación me tiene al borde de la eyaculación. El miembro apuntala mi pantalón y me pide a gritos que lo libere. Cosa que hago en un periquete. Intento contenerme para no entorpecer la labor de Adela que en ese momento sólo le queda un diminuto tanga como vestido. Y está en la tarea de sobar las tetas de su sobrina, a la que ya ha desposeído, también de su indumentaria, mostrando unas braguitas blancas que se le meten por la hendidura de sus nalgas. Con disimulo se aparta para dejarme campo suficiente para encuadrar a ellos dos solos. El tío y la sobrina.
Luci, excitada, ha perdido el control y chupa con desesperación la verga de su tío que permanece semidormido con cara de bobalicón. Sus gemidos se mezclan con los ruidos de los lametazos. Deja que su tía le retire las braguitas y levanta su culo respingón hacia arriba. Adela le hace separar las piernas y mete su boca en la hendidura.
Yo no puedo aguantar más, dejo la cámara en la mesita del pasillo y entro sigilosamente colocándome detrás mi vecina y hago lo mismo que ella con su sobrina. Meto mi lengua en la raja de su culo y comienzo a lamer toda la abertura que ha quedado al separar sus piernas, extendiendo los fluidos que emanan de su sexo. Mi pene endurecido pide que le preste atención y encarándolo en la puerta de la ardorosa cueva lo voy metiendo hasta tocar fondo. Adela se va encabritando y comiéndose el sexo de su sobrina a grandes pasadas. La joven también está desbocada y menea su orondo culo con fuertes empujones. Veo como su moreno orificio trasero se abre y cierra palpitando y siento enormes deseos de meterla por allí. Mi vecino, sin apenas enterarse, va respondiendo con levantamientos de caderas a la mamada que su querida sobrina le está haciendo y con un estertor ronco y babeante, comienza a lanzar un largo chorro en la sofocada cara que tiene encima. Su tía le empuja la cabeza y le señala que lo meta en la boca, acto que realiza inconscientemente. Luis Antonio, queda inerte por el sopor y un rítmico ronquido silbante indica que ha dado todo lo que tenía de sí.
Luci se vuelve hacia su tía con la cara llena de esperma y la boca goteando, cuando se apercibe de mi presencia, abre los ojos sorprendida tratando decir algo. Momento que aprovecha su tía para besarla en la boca y ahogarle el sonido que pugna por salir. Yo sigo con mi tarea de meter y sacar en aquella insaciable cueva que se ajusta a mí como un guante. Pero los enrojecidos pezones de aquella joven me atraen como un imán. Y cuando Adela la pone tumbada en la cama me arrojo sobre ellos como un lobo hambriento. Los chupeteo sin parar y la someto a una sesión de mordiscos y apretujones que gime con jadeos entrecortados. Su tía le mete la lengua en su mojado sexo y por primera vez me fijo en que tiene un pubis tan tupido y frondoso como lo tenía su tía antes. La beso en la boca y saboreo en sus abultados labios el deseo y los restos de esperma que aún permanecen. Retorno a los pezones y los aprieto. Compruebo que una gota de leche emerge de la pequeña grieta que cruza la punta. Lamo aquella esencia y aprieto el otro, de igual forma mana otra gota. Los ojos de ella me miran espantados y se muerde los labios. Mi amasamiento ha dado como fruto que un reguero de leche mane de sus abultados senos y se extienda por ellos. Lo que aprovecho para colocar mi verga en aquel canal tan lubricado y la entierro entre los hermosos montículos. Semejan una ardiente vagina. A cada acometida mía, la punta amoratada roza sus labios que no tardan en abrirse y permitir que su húmeda lengua me acaricie con un ligero cosquilleo. Lo joven se agita intentando ocultar el orgasmo que la está sacudiendo.
Su tía se aproxima a sus pechos y oprime los pezones con sus dedos, retorciéndolos y haciendo que gima del dolor que le provoca. Están amoratados y tan sensibles que cuando los suelta, el más ligero roce la hace estremecer. En ese momento les indico que ya no aguanto más. Me hacen ponerme de pie y ellas dos de rodillas se intercambian para chuparlo. Señalo a Luci que quiero correrme en su boca y me mira con los ojos brillantes. Adela sujeta mis testículos y los aprisiona al tiempo que introduce dos dedos en mi orifico trasero. Aquello es superior a mis fuerzas y como un potente surtidor, comienzo a impulsar el líquido que retenía en mis bolsas, con tanta potencia que rebota en su paladar y golpea de nuevo mi glande. Ella intenta tragar pero no le da tiempo, su nuez sube y baja desaforadamente hasta que mi chorro decae y abre la boca para sacar mi pene. Su tía se abalanza sobre su boca y le introduce la lengua lamiendo el líquido que aún queda en su interior. Las dos mujeres se abrazan y se besan hasta que el cansancio las derrumba sobre la cama.
Agotados, sudorosos y con ojos entrecerrados, permanecemos abrazados estrechamente durante un largo rato, cada uno en sus pensamientos, que supongo no están muy lejos de lo ocurrido recientemente. Adela propone un baño y los tres no metemos en la amplia bañera, acariciándonos por debajo de la tibia agua.
- ¿No tienes miedo que tu marido nos sorprenda?
- No hay problema. Antes de dejarlo le he suministrado una pastilla para dormir y estará soñando con los angelitos – me contesta con un guiño.
Mis manos no dejan quietos a los jóvenes y ostentosos senos que recaen por el peso, levantando las amoratadas puntas. Los aprieto y vuelven a gotear unas gotas de leche.
- Mira Adela. Que sorpresa más atractiva nos guarda tu deliciosa sobrina.
- ¡Oh! ¿Qué es esto pequeña? ¿Estás criando?
Las manos de Luci trata inútilmente de tapar aquellos globos a punto de reventar.
- No Tía. Bueno. Sí, pero no – sus dudas la ponen nerviosa.
- ¿En qué quedamos? ¿En que sí o en que no?
- En que no – responde azorada -. Lo que pasa es que he dado el pecho a la hija de una amiga que tenía problemas en las mamas y ahora no sé como parar esta leche. Espero que no se lo digas a mis padres. No le caían muy bien mi amiga.
- No te preocupes preciosa. Pero no podrás retener tanto líquido en tus pechos. Si no continúas dando de mamar, deberás ordeñarte de vez cuando hasta que se te regulen las secreciones – los ojos de Adela se delataron con un brillo intenso -. Se me ocurre una idea. Entre mi querido vecino, aquí presente – y me señala con el dedo -, y tu cariñosa tía te vamos a ayudar. Así todos disfrutaremos de ese exquisito manjar.
Y sin esperar la contestación se mete un pezón en la boca y comienza a succionar como si fuera un bebé. Yo hago lo mismo con el otro y mamo también. Un sabor dulzón me llena la boca y trago con deleite el néctar. La joven cierra los ojos y con una mano se agarra a mi bastón y con la otra a un pecho de Adela.
Viendo que aquella parte ya está bien atendida me dirijo a su entrepierna y acaricio su sexo, que se abre como una sandía. Le meto un dedo y noto como el interior se contrae y se pega como una ventosa. Es más estrecho que el de Adela y sospecho que es virgen, ya que al meterle dos se agita y mueve las caderas intentando rechazar a los intrusos. Su clítoris, algo más pequeño está enhiesto y vibra a cada toque. No tardo en tener una erección. La colocamos al borde de la bañera y mientras su tía sigue chupando los pezones, yo pongo mi boca en su humedecida raja y paso la lengua a todo lo largo desde el pequeño guardián hasta el orificio posterior que se abre a cada pasada. Pongo un dedo en la puerta y empujo con suavidad. Al principio aprieta pero enseguida se relaja y deja el paso libre. Con un dedo en cada abertura empiezo a bombear suavemente hasta que unas sacudidas señalan el clímax alcanzado.
La joven mira nuestros sexos como si los viera por primera vez y nos pregunta con una sonrisa burlona:
- ¿Cómo es que tenéis los pubis rasurados?
- Ahora que lo recuerdas – le responde Adela -. Cuando el tío se marche te haremos entrar en la Cofradía.
- ¿Qué cofradía es esa? –, nos mira a uno y a otra arrugando el entrecejo.
- Una buena cofradía formada por amigos del pubis rasurado. Ya te enterarás el próximo día.
Los tres nos reímos a carcajadas por la salida de mi vecina.
El pequeño solario que tenemos entre los dos chalets es ideal para tomar el sol desnudo y fuera de miradas indiscretas. Da al Sur y durante más de seis horas, el sol cae con mala uva en aquel reducido espacio. Tenemos un toldo que nos sirve para proteger nuestros caldeados cuerpos cuando estos ya no pueden aguantar más. Es en el que tuvo lugar el primer encuentro con mi vecina y queda separado de las dos propiedades por la cancela de picaporte.
Adela me ha avisado para que me asome. El espectáculo no puede ser más prometedor. Las dos mujeres, totalmente desnudas se dan crema en sus cuerpos dejándolos brillantes. Una bolsa, que recuerdo bien, se halla a los pies de una tumbona. Hoy es el día de la prueba para que Luci entre en la Cofradía.
Me acerco hasta ellas y me señalan el bañador con gestos claros. Me lo quito y muestro mi grueso compañero en vías de alzamiento.
- Tienes el honor de rasurar a mi querida sobrina para que pueda entrar sin un pelo en nuestra cariñosa cofradía. Toma las herramientas y comienza el acto.
Con una ligera inclinación de obediencia, me ubico a los pies de la joven y separo sus piernas todo lo que dan de sí. Por momentos, dudo si seguir con la labor encomendada o meter mi lengua en aquella hermosa cueva sonrosada. Sacudo mis pensamientos y me dedico a recortar y a rasurar, hasta dejarle el bajo vientre tan reluciente como el culito de un bebé. Está un poco irritado y le masajeo con aceite especial. En tanto yo depilaba, Adela se había colocado con las piernas separadas encima de su sobrina y ahora le tiene aplastada la boca con su ardiente sexo. Esta no se arredra y succiona de aquel manantial que le deja hilos brillantes en su cara. Le tiene los pezones atrapados con los dedos y se los retuerce con suavidad reduciendo la superficie morada de su aureola. El sexo de la joven se está abriendo y deja escapar unas gotas que resbalan hacia su oscuro portal. Aproximo mi boca y con ligeros mordiscos voy separando los labios de aquella inflamada vulva. Sus piernas se enroscan en mi cuello y me aprisionan contra ella. Paso mi lengua a su pequeño orificio y lo fricciono hasta que se abre con palpitaciones. Noto su clítoris frotando mi nariz y un río de emanaciones fluyendo de aquella caverna. Mis manos sustituyen a las de su tía y aprieto en sus tetas hasta hacerle manar el delicioso fluido lácteo. A un gesto de Adela le separo las piernas y froto mi miembro endurecido por su recién rasurado pubis y llego hasta su ano que se contrae ante un breve empuje.
Adela la hace poner a gatas sobre la tumbona y desde atrás le chupetea su entrepierna, animándola a que haga lo mismo con mi verga. Se la introduce en la boca y apenas puede respirar. La saca y la relame por toda su superficie como si fuese un helado. Sus manos se mueven por los testículos y llegan hasta mi ojete, hurgando con titubeos. Separo mis piernas y le facilito su exploración. Mete un dedo y lo empuja dentro, girándolo lentamente. Después lo hace con dos y parece fascinada ante la novedad. Yo, entre tanto, siento unos escalofríos de placer que recorren mis espaldas y se aposentan en la punta de mi verga que amoratada recibe con gratitud la lengua de Luci. Adela me hace ocupar su sitio y me señala con gestos que penetre a la joven cuando me avise. Se coloca delante de la joven y acerca su sexo a la boca que golosamente se pega a él. Me hace un guiño y sujeta la cabeza con sus manos. Acerco la punta de mi pene a la entrada de su cueva y meto la cabeza de un solo golpe. Todo su cuerpo se envara ante la acometida, pero su boca está tapada por la vulva de Adela que no la deja mover la cabeza. Percibo la estrechez del conducto y dudo si continuar. Duda que desaparece al notar como las nalgas de Luci empujan buscando la penetración. De otro empujón la meto hasta el final. Esta vez es imposible evitar que se le escape un grito. Permanecemos quietos los tres hasta que su respiración se restablece y a un movimiento de cabeza de su tía, empiezo a meter y sacar mi miembro en aquel apretado guante que se pega como una ventosa a cada movimiento hacia fuera. Percibo como una oleada que me recorre en todas direcciones y no sé hasta cuando podré aguantar sin correrme. Los dos hemos entrado en la simbiosis del acoplamiento, ella se mueve al mismo compás que yo. Su sincronización se ve alterada por una fuerte sacudida que hace a su vagina succionarme el pene como una segunda boca. Me aprieto en la raíz, junto a los testículos, para evitar acabar antes de tiempo. Pero Adela me señala que no aguante más que me deje llevar y para confirmarlo se coloca a mi lado y me mordisquea las tetillas mientras me estruja los testículos. De un violento empujón me libero de mis ataduras y lleno la fogosa vagina del caliente líquido que se escapa de mí. Mis jadeos entrecortados se unen a los de la joven que ha tenido otro orgasmo casi seguido.
Adela no permite que siga más tiempo dentro y me hace sacar el pene aun erecto, lo mete en su boca y succiona para extraer las últimas gotas que aún salen. A continuación tumba a su sobrina boca arriba y le empieza a chupar la vulva hasta dejarla limpia. Luci aún tiene pequeños espasmos y sus hermosos ojos abiertos se hallan cubiertos por unas pupilas inmensamente dilatadas.
Durante todo el combate no se ha oído una sola palabra. Sólo un concierto de suspiros, gemidos, jadeos y las respiraciones agitadas del esfuerzo realizado.
-¿Crees, tía que he superado la prueba de la cofradía?
- Con creces mi caliente sobrina. Si hubiera puntuación te daríamos un once.
Me acaricia el pene, que aun no ha perdido la rigidez.
- ¿Todo esto he tenido dentro de mí? – y con una delicadeza exquisita acerca sus labios y deposita un ligero beso en la brillante cabeza -. ¿También me la meterás por el culo?
- Si tú lo quieres. Sí. Es otra fuente de placeres cuando está bien utilizada.
- Me gustaría sentir placer por ese agujero – y como una inocente pregunta me vuelve a interrogar -. ¿A ti te han metido un pene en tu agujero? – asiento con la cabeza algo azorado -. Entonces, ¿Eres marica?
- No. Para disfrutar por ese agujero no es necesario ser homosexual. Ya ves que me gustáis las dos y os he dado placer. El ser homosexual es otra forma de sentir. Es como sentir con el alma además de con el cuerpo.
- Querida mía. Basta de tanta palabrería y volvamos a la tarea. Vosotros habéis disfrutado de lo lindo, pero yo estoy a medias. Así que manos a la obra y ponerme a tono que me estoy enfriando.
Adela nos interrumpe y se tumba en la hamaca levantando su depilado sexo a nuestro encuentro. Su sobrina no se hace de rogar. Como si hubiera sido el pistoletazo de salida se abalanza hacia la vulva de su tía y entabla una curiosa lucha con el desentumecido clítoris que asoma por debajo de la caperuza. La lengua entra y sale desaforadamente con el característico sonido de los lametazos. La joven se ha liberado de sus inhibiciones y hurga en el oficio que hay por debajo hasta conseguir abrirlo a punta de lengua. Su tía la anima con susurros y jadeos. En tanto yo le muerdo en los pezones hasta que estos se yerguen buscando la vertical. La joven aprendiza inicia una nueva posición y se coloca encima de su tía ofreciéndole su ostra para que la saboree. Yo me quedo de espectador de un combate entre dos mujeres que se muerden sin cesar. Los pechos de ambas se incrustan en los vientres y sus culos levantados ofrecen unas preciosas y ardientes vistas. Me acaricio mi cansado miembro hasta que se revitaliza y endurece. No necesito mucha animación para alcanzarlo. Lo acerco a la boca de Adela que lo saborea y lo introduce en el sexo de su sobrina que levanta sus nalgas para facilitar la entrada. Las paredes se contraen y se abrazan a lo largo del mástil en tanto que su tía me chupetea por debajo. Así permanecemos unos instantes y la mujer que está debajo, nos hace permutar las posiciones. Ahora es Luci la que está boca arriba, y su acalorada tía la que está colocada encima, aplastando con su sexo el rostro de la joven. Apunto la entrada abierta de Adela y la penetro de un solo golpe. Percibo la boca de Luci chupando y lamiendo mis partes bajeras. Yo en tanto, introduzco dos dedos en el ano que tengo a la vista y los giro agrandando la puerta. El cuerpo de mi vecina se estremece y empina el trasero apartando sus glúteos con ambas manos. Saco los dedos y un agujero pletórico me invita a entrar. Pongo el glande en la entrada y empujo despacio sin parar hasta tocar con mis testículos su sexo. Sus movimientos se hacen más cadenciosos y la boca de la joven sigue en acción. Me mordisquea y chupetea el clítoris de su tía que se aprieta contra ella. De pronto, noto como a través de las paredes de la vagina unos dedos tocan mi pene. Entran y salen de la cueva rozándome en cada acometida. Adela avisa que está llegando a un orgasmo y sufre como una descarga poniéndose toda ella, rígida y a continuación como ráfagas eléctricas se contorsiona, apretando su esfínter alrededor de mi pene provocándome una deliciosa eyaculación dentro de su ano.
Cuando comienza mi pene a aflojar lo retraigo de su funda, dejando escapar los fluidos de su interior. La boca de Luci está al tanto de la operación y se apodera de mi miembro, chupándolo y dejándolo limpio. Después mete los dedos en el oficio de su tía y los frota por dentro, haciendo resbalar el esperma a la raja que hay debajo. Me siento en la otra tumbona con un ligero temblor en las piernas. Tendré que medir mis fuerzas para seguir con aquellas insaciables mujeres que parecen incansables.
Adela me comenta en un aparte que está deseando ver a Nimbo dando placer a su sobrina, pero conducido por mis órdenes. Curiosidad que siempre ha tenido desde que le expliqué como lo guié en tiempos atrás en su primer encuentro con ella.
Acepto su petición y de camino aprovecho para descansar. Les digo que voy al baño y las dejo dándose crema por sus relucientes curvas. Preparo mis cámaras de fotos y busco el famoso silbato. Conmigo, me había traído el pequeño tanga de Luci que aun mantenía sus íntimos olores. Soplé el silencioso pito e inmediatamente llegó Nimbo como una flecha. Acerqué la prenda a su hocico y le ordené que buscara. La respuesta no se hizo esperar. Me asomo por la ventana con la cámara preparada y ya está llegando el perro. No duda un instante, a pesar de tener dos hermosos sexos levantados y rasurados mirando al sol, se va directamente al de la joven y con golosa dedicación lanza su áspera lengua sobre aquel manjar tan tierno y lo repasa velozmente.
- ¡Chucho! Fuera de aquí. ¿Qué te crees?
-¿Qué te ocurre Luci? – su tía se levanta y al ver al perro mira hacia mi ventana.
- Es que me está lamiendo las tetas. ¿No lo estás viendo tía Adela? Y raspa.
Le hago un gesto con la mano y me sonríe. Se gira y acaricia el cuerpo de la joven. En tanto, Nimbo, sentado sobre sus cuartos traseros espera las instrucciones. Un nuevo soplido lo pone en marcha. Esta vez sobre los pechos sudorosos. Su lengua lame los montículos como si fueran golosinas. Luci mira asombrada a su tía que la mantiene echada sobre la tumbona.
- Sí, querida. Ya lo veo. Pero si te esperas un poco comprobarás a donde puede llevarte una lengua tan rasposa. Déjalo a su aire y disfruta. Eso es que le ha dado el olor de tu ríquisima leche y el pobre animal hace lo que el instinto le pide. Tu tranquila sobrina. Veamos lo que sabe hacer este chucho tan simpático
Adela acerca su boca a la de la joven y la besa apasionadamente. Permitiendo que el perro siga con su tarea de lamer los pezones, los cuales ya han comenzado a responder a las caricias y se yerguen majestuosos. Otro toque de silbato y la lijosa lengua reanuda un lento recorrido hacia la entrepierna. Luci se estremece cuando su ombligo recibe la visita húmeda pero Adela no la deja ni un momento. En cuanto los pechos quedan libres, ella se apodera de ellos con deseo, mientras coloca los suyos sobre la boca que acaba de abandonar. Los chupetea ruidosamente, al tiempo que sus manos aprietan los senos. Seguro que está mamando el lactoso flujo que estará manando. Nimbo no ha parado, en estos momentos le he hecho llegar hasta el rapado pubis y su lengua, como un carnoso taladro horada entre los abiertos labios sin compasión. Luci tiene sus piernas separadas y sus jadeos llegan hasta mí entrecortados. Los pezones de su tía no son suficientes para ahogarle los suspiros que la lamida en su sexo le está arrancando. Sus caderas se proyectan a golpes contra el hocico canino.
Adela abandona su postura y acaricia a Nimbo, mientras le susurra palabras al oído. Una mano se apodera de la roja vara que empieza a emerger de su funda y soba todo el aparato del animal que alisa sus orejas y se queda quieto. Luci mira sorprendida la escena y se acerca a ayudar a su tía. Esta la besa en la boca y le lleva una mano al lugar que ella ha estado recreando. Le ordeno al animal, con mucha insistencia, ya que en su situación apenas responde al silbato, que se tumbe. Y ante la alegría de las mujeres estira sus patas mostrando su grandioso instrumento fuera de la vaina. La más joven no puede resistir la curiosidad y acerca sus labios a aquella fruta tan roja. Pasa la lengua a todo lo largo y saborea el líquido que gotea del extremo. Sus mejillas están encendidas y sus ojos brillan de deseo cuando miran a su tía pidiendo su aprobación. El gesto afirmativo de esta es la señal. Se mete la punta en su boca y poco a poco va engullendo hasta que una arcada señala que ha tocado su campanilla. Aun queda la mitad fuera. Durante unos minutos se dedica a chupar y mamar la verga del animal con deleite.
- Espera, pequeña - la sujeta Adela -, ahora le toca al animalito darte placer.
- ¿A mí? Ya me ha dado bastante. ¿A qué te refieres con eso?
- Échate en la tumbona y déjame hacer.
La coloca en una postura adecuada para lo que pretende. Y que no es más que lo que a una orden mía, Nimbo se dispone a efectuar. Sus patas delanteras ya han buscado el hueco entre los brazos y las caderas, al tiempo que su boca se acerca a los pezones, que además de amoratados no han dejado en ningún momento de estar duros. Yo, en estos momentos he perdido mis papeles de entrenador y totalmente desnudo con mi verga como una piedra me dirijo con rapidez hasta donde se está desarrollando el combate. No he tardado ni medio minuto y el miembro del perro ya está totalmente alojado en el hambriento sexo de la joven, que al verme abre los ojos un tanto avergonzada. Rubor que le calmo acercándole mi pene a su boca, donde su lengua sale al encuentro como una serpiente. Adela se dedica a controlar las embestidas del animal que empiezan a hacerse más violentas y me mira con gesto reprobador mi esmero por su sobrina, dejándola a ella desatendida.
El nudo en la verga del perro es patente por los gestos de dolor que hace Luci cuando el animal retrocede. Acto que ella sigue con su cuerpo para evitar el desacoplamiento. No obstante ya está tan atrapada por el hechizo del coito que su jadeante respiración parece una prolongación de la del animal. Su tía deja su papel de protectora y empujándome libera la boca de su sobrina donde ubica su ardoroso sexo. Sus dedos juegan con los picos pectorales y su culo se alza provocador hacia mi enhiesto falo. La invitación es clara ante los movimientos insinuantes a lo largo de la boca que hay debajo. Apunto y meto la cabeza reluciente y embotada de sangre en aquel prieto agujero. El esfínter hace su trabajo intentando estrangular al intruso. Paro para tomar aliento, pero por un lado el chupeteo en los testículos y por otro el retroceso de aquellos glorioso glúteos me hacen olvidar cualquier precaución y de un solo golpe lo meto todo en el estrecho túnel. El alarido contenido se filtra por los mordidos labios, pero ya es tarde. El acaloramiento que se había apoderado de mi se ha convertido en un alocado volcán deseoso de descargar su lava en la angosta gruta, aunque el estremecimiento que percibo en el cuerpo que tengo asido por las caderas me señala que Adela está llegando antes que yo a su apetecido clímax, pero no sola. Su joven sobrina se convulsiona aparatosamente con bruscas sacudidas. Saco el sable de una funda y lo introduzco en la de abajo, que se abraza incandescente a su alrededor. Las contracciones de la vagina provenientes del orgasmo que aún la conmueve hacen que un incontrolado impulso de mi interior me avise de mi próxima venida que concuerda con la de mi amigo Nimbo que en este momento emite roncos sonidos similares a gemidos. El animal se estremece como un flan y durante largo rato le veo su cola replegada entre las piernas y arremetiendo golpes con su bajo vientre. Sería interesante que los humanos aprendiéramos de los animales a la hora de tener relaciones sexuales, porque no sólo disfrutan ellos sino también sus hembras, como ocurre con la fogosa Luci que a pesar de su orgasmo pasado, sigue agitando su cuerpo a cada arremetida del perro. En ese momento yo pierdo la noción de lo ocurre en mi entorno y me concentro en el chorro que emerge de mi dolorido pene. Cuando acabo y me retiro un poco, veo la escena tan ardiente que hay. Las dos mujeres, la una sobre la otra con sus sexos destilando esperma y con una ternura sorprendente acariciando sus nalgas. Sin mostrar repulsión alguna sus bocas se adueñan de las depiladas vulvas y lamen despacio los fluidos lechosos. Sus cuerpos denotan cansancio y el sudor chorrea por su piel. Yo también noto la fatiga y un temblor en las rodillas que me obligan a sentarme en la otra tumbona, contemplando aquella hermosa escena de sexo, mientras pienso en el verano que me espera.
Continuará..
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