
Es un callejón oscuro, de noche, la calle está sin pavimentar, Jessica tiene metido todo su rostro entre las piernas de una mujer que lleva minifalda.
—No, por favor, que hace, no, no por favor, no quiero.
Jessica no le presta atención y sigue chupando, intentando introducir todo su rostro en la vagina de aquella mujer. La mujer empuja a Jessica y huye corriendo.
—Adiós, hermosa dama, quién quiera que seas —Jessica se limpia la boca.
—¿Qué tal era su sabor? —se escucha una voz detrás de Jessica.
—¿Estabas viendo todo? —Jessica vuelve a limpiarse la boca.
—Lo vi absolutamente todo, o casi todo, vi cuando la perseguiste por detrás, cuando la pusiste contra la pared y le empezaste a chupar la vagina, todo sin decir siquiera una palabra.
—Así me gusta a mi, ir directo al grano, o al cocho.
—A mi igual me gusta ir directo al cocho —responde Daniela Garcìa, que es una mujer delgada, trigueña de cabello negro, con un peinado de cola.
—Estoy por aquì buscando a alguien, una mujer de nombre Charlotte, solía conocerla hace algún tiempo, es una mujer que enciende mis pasiones.
—Yo soy una de sus putas —responde Daniela nuevamente.
—¿Cómo es eso de que eres su puta?
—Ella tiene un harem de putas, yo soy una de sus putas.
—¿Son algo así como una pandilla?
—Podría decirse que si. Somos putas lesbianas violadoras.
—Yo también quiero ser una Puta de Charlotte. Quiero ser su puta antes de dejar Santa Cruz de la Sierra.
—¿A donde te irás?
—A los Estados Unidos, allí viven unas primas y de paso quiero probar nuevos coños.
—Hoy tendremos una reunión, te invito a que participes.
—¿Estarán todas las putas? —pregunta Jessica bajándose el cierre de su jean.
—Por supuesto que si—responde Daniela mirando la apertura de su pantalón.
—Ser una puta de Charlotte conlleva a follarse muchos coños.
—Daniela, yo tengo hambre por coños, no tienes idea. El coño que me viste comer hace unos momentos me ha abierto el apetito.
Charlotte está sentada en una mesa pequeña, en cuclillas, haciendo movimientos de arriba a abajo, introduciéndose en su vagina un consolador grueso, un consolador de cuarenta centímetros. La habitación está a oscuras y en las paredes hay carteles de vaginas peludas. A su alrededor están sus mujeres, tendidas en el suelo con las piernas bien abiertas y con consoladores de treinta centímetros insertados en sus vaginas. Mujeres delgadas y de piel oscura. Una de ellas pregunta:
—¿Quiénes somos?— El resto corea:
—¡Las putas de Charlotte!
—¡Otra vez! ¿Quiénes somos?
—¡Las putas de Charlotte!— entonan más fuerte.
—¿Por qué son mis putas?— pregunta Charlotte.
—¡Porque nos gusta tu coño!— ellas responden.
—¿Y mi culo?— Charlotte se levanta y abre las nalgas lo más que puede. —¿Me chuparían el culo?
—Tu culo y tu coño— responden todas.
—¿por qué?
—¡Porque somos las Putas de Charlotte! —vuelven a corear.
—¿y mis tetas?
—¡Tus tetas, culo y cocho!
Charlotte se pone de pie, se quita el dildo del ano y lo tira al suelo. Santi, una de las putas de Charlotte lo toma y lo huele apasionadamente. Charlotte observa a Jessica, que está en postura de a cuatro sobre la cama con un vibrador en el ano. Charlotte se coloca un strap, le quita el vibrador del ano y le acaricia sus enormes gluteos negros.
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