Como te explico, querido lector, lo que siento esta noche de verano en la que mi piel arde como nunca. Con qué palabras puedo darte la dimensión que tiene la ausencia de sexo y amor en mi vida; no puedo más que decir llanamente que me desespero por ser el objeto de deseo de alguien o que hace meses que nadie me toca, que nadie me besa, que nadie me dice te quiero o cómo fue tu día.
Soy consciente que mi cuerpo no es convencional, en algunas partes está atrofiado, su forma no es como la de la mayoría. Aún así cada poro de mi piel siente con la fuerza de una tempestad; el corazón inyecta más vida de la que me es posible vivir y mi cerebro, potente e incansable, sueña con todo aquello que nunca llega.
Entiendo perfectamente que no soy un hombre atractivo, que me discapacidad desconcierta y mete miedo, que es difícil despertar el deseo con características tan especiales pero a pesar de todo voy por la vida intentando ser amado; recorro los caminos que se me ponen adelante con el objetivo de encontrar mi hogar en un corazón; de habitar una piel que me reciba gozosa, de perder mi libertad en un beso interminable y sembrar todas las noches la cama de orgasmos.
Esto es un grito desesperado, una botella al mar, señales de humo de un guerrero vencido que no encuentra un tiro certero para matar la angustia de la soledad o una lente que pueda ofrecerle al mundo para que vean quién es en realidad. El hombre que escribe estas palabras se va muriendo día a día, cicatriz tras cicatriz va dejando trozos de poesía como quien alimenta un milagro, aunque sabemos todos, porque somos grandes y nos contagiamos de cinismo, que los milagros son difíciles de seducir.
Como te explico que ya no doy más.
Soy consciente que mi cuerpo no es convencional, en algunas partes está atrofiado, su forma no es como la de la mayoría. Aún así cada poro de mi piel siente con la fuerza de una tempestad; el corazón inyecta más vida de la que me es posible vivir y mi cerebro, potente e incansable, sueña con todo aquello que nunca llega.
Entiendo perfectamente que no soy un hombre atractivo, que me discapacidad desconcierta y mete miedo, que es difícil despertar el deseo con características tan especiales pero a pesar de todo voy por la vida intentando ser amado; recorro los caminos que se me ponen adelante con el objetivo de encontrar mi hogar en un corazón; de habitar una piel que me reciba gozosa, de perder mi libertad en un beso interminable y sembrar todas las noches la cama de orgasmos.
Esto es un grito desesperado, una botella al mar, señales de humo de un guerrero vencido que no encuentra un tiro certero para matar la angustia de la soledad o una lente que pueda ofrecerle al mundo para que vean quién es en realidad. El hombre que escribe estas palabras se va muriendo día a día, cicatriz tras cicatriz va dejando trozos de poesía como quien alimenta un milagro, aunque sabemos todos, porque somos grandes y nos contagiamos de cinismo, que los milagros son difíciles de seducir.
Como te explico que ya no doy más.
3 comentarios - Una confesión mía